“Pánico en el hospital tras la muerte de un bebé gitano”: cómo los medios propagan el antigitanismo

El Informe sobre el Antigitanismo Informativo 2018 da cuenta de la estigmatización que sigue sufriendo el pueblo gitano en los medios de comunicación y las redes sociales. Con motivo de su presentación, activistas debaten sobre reconocimiento, identidad, racismo y acceso a derechos. 

13 dic 2018 00:04

“Somos quienes ponemos el dedo en la llaga del sistema”, dijo ayer, 12 de diciembre, la abogada Pastora Filigrana en la presentación del Informe sobre el Antigitanismo Informativo 2018, publicado por Rromani Pativ, plataforma que desde hace dos años hace seguimiento de los medios de comunicación y las redes sociales facilitando las denuncias cuando sus contenidos denigran al pueblo gitano. La activista apuntaba así a lo que considera la razón última por la que las personas gitanas se han visto perseguidas y estigmatizadas: porque nunca se han adaptado a las exigencias que impone el capitalismo.

Rromani Pativ significa Dignidad Gitana. Para quienes forman parte de este programa, “el fortalecimiento de la dignidad pública gitana contribuye a la mejora de la situación material y el aumento de las oportunidades sociales, políticas y económicas de las comunidades gitanas”. Los medios de comunicación son un espacio donde estos factores simbólicos están en juego, defienden, hasta el punto de afirmar que “cualquier tentativa de progreso en la persecución de un horizonte igualitario para los gitanos y gitanas puede ser destruida en un instante a causa de la negligencia racista de determinados medios de comunicación”. Desde Rromani Pativ también se mira a las redes sociales, a través de las cuales “la transmisión inmediata y libre de ideas racistas llega a cotas inalcanzables hasta este momento”.
La relación entre los mensajes que se transmiten sobre la etnia gitana y su postergación social y material es obvia para la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (FAKALI). Se trata de una de las entidades que forman la Red Antidiscriminatoria Gitana (RAG), una plataforma que acomuna entidades a lo ancho del Estado. La abogada Elena López Quintana, integrante de la Federación, presentó la apuesta de su organización para movilizar a medios de comunicación, sociedad y exponentes políticos en un Pacto contra el Antigitanismo en el que ofrecen un protocolo de actuación frente a los delitos de odio. Ven algunos avances: en la Televisión Andaluza han pasado de presentar denuncias hace diez años contra uno de los principales programas emitidos, a asesorarles sobre cómo evitar el antigitanismo.
Para FAKALI, es necesario que quienes han sufrido discursos o agresiones antigitanos denuncien. La reticencia a hacerlo impide que las estadísticas recojan el verdadero alcance del antigitanismo
“La visibilización se hace por medio de la denuncia. De nada sirve lo que hacemos para dentro, nuestras reuniones, si no se denuncia”, defiende López Quintana. En opinión de esta jurista es necesario persuadir a la gente para que denuncien “especialmente a los jóvenes que se muestran más reticentes”, recalca. Cuando no se denuncia, advierte, las estadísticas no muestran la relevancia del antigitanismo. La jurista de FAKALI también criticó las resistencias de las administraciones para aceptar el antigitanismo como un delito de odio que afecta de manera específica al pueblo gitano. “El problema no son los chistes”, aclara, “pero son una semillita y otra semillita y otra semillita para el odio”. En este sentido, en el informe destacan que no se haya desarrollado desde las administraciones públicas campañas contra el racismo antigitano. Y recuerdan que “el antigitanismo es una forma de racismo estructural no un “discurso del odio más”. Contra este racismo estructural las mujeres de FAKALI siguen denunciando, aunque casi no nos acepten las querellas, ahí quedan y sientan precedentes”.

Racismo Sutil

“El racismo ya no es como antes, es más sutil. Se trata de asignar algunas características a un grupo social y a partir de ahí excluirlo porque no se puede integrar”. Joan Oleaque, periodista y profesor universitario, es otra de las voces que se sumó a la presentación del informe. Desde las redacciones lleva muchos años dando la pelea por una representación más justa del pueblo gitano, al que pertenece. De hecho, centró en este tema su tesis doctoral. El estereotipo del gitano es muy concreto, señala Oleaque, y aparece asociado a la criminalidad, a la violencia, a la amenaza, entre otras características negativas. Cuando una gitana o gitano se sale de ese estrecho margen, deja de ser considerado como tal, afirma. El periodista identifica ahí un desarrollo preocupante “en los años 80, al menos, los medios también se ocupaban del pueblo gitano en relación con lo cultural, con el folklore, ahora hasta esa aproximación está en retroceso”.
El código deontológico de la FAPE indica que el o la periodista debe abstenerse de citar etnia u origen “salvo que guarden relación directa con la información publicada

En el informe de Rromani Pativ se muestran malas prácticas muy concretas. “‘Me cargo a todos los de blanco’: Pánico en el hospital tras la muerte de un bebé gitano”, reza uno de los titulares denunciados de El Confidencial. Otro de ABC: “Los policías heridos por una familia gitana: ‘se lanzaron como perros de presa, casi nos matan’”. Pese a que el código deontológico de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) indica en su artículo 7 que la periodista debe abstenerse de citar etnia u origen “salvo que guarden relación directa con la información publicada”, estas prácticas se dan con regularidad.

Otro fenómeno común es el uso de ‘marcas’, términos que remiten directamente a una imagen negativa del pueblo gitano sin necesidad de mencionarlo, entre ellas ‘reyerta’, ‘clan’, ‘patriarca’. De las comunicaciones de Rromani Pativ a medios de comunicación sobre coberturas consideradas incorrectas, el 40% fueron contestadas. Solo el 10% de los medios se avino a modificar contenidos.

Prácticas periodísticas como las mencionadas sustentarían lo que Oleaque llama “nuevo racismo”. “Los gitanos han sufrido todo tipo de racismo, el nuevo, el antiguo, el más antiguo”, ironiza el periodista, “pero el actual parte de que no hay diferentes razas humanas. Se basa en diferencias culturales que acaban siendo presentadas como déficit sociales”. De hecho, denuncia, las y los gitanos siempre son representados como “exogrupos” y, a partir de ahí, como una “etnia maldita, condenada” o como gente que acelera su propia desgracia. En definitiva, argumenta Oleaque, “no se habla de raza pero se usa etnia como si hablaran de raza”.Este racismo conlleva la deshumanización de todo un pueblo, la idea profundamente asentada de que no es igual de humano un gitano que un “nosotros” definido como normal, concluye Oleaque. Para ello se alude a “diferencias culturales insalvables”. Siendo una muestra de ello que el pueblo romaní lleve “600 años entre nosotros y no han sabido integrarse”.

El periodista por último subraya que estas ideas se construyen desde arriba: “Las élites blancas son las que impulsan y modulan el racismo que se reproduce abajo”. En su tesis comprobó cómo había correlación entre la importancia que le otorgaban los gobiernos a la lucha contra el racismo, y el modo en el que se manifestaba en la sociedad: “Es que no es lo mismo hacer un comentario racista y quedar mal, a que no pase nada, que esto se acabe naturalizando”.

Una identidad emancipatoria

“En muchos debates nos acusan a las personas gitanas de que luchamos por el reconocimiento, de que estamos luchando por lo simbólico, porque las noticias nos traten bien, y se nos olvida lo material. Pero lo simbólico y lo material van unidos”, defendió vehemente la activista Pastora Filigrana, para quien “el racismo es un mecanismo de distribución de la riqueza en el mundo”. Así, continuó, el maltrato simbólico del pueblo gitano forma parte de una lógica cuya función es justificar el sistema socioeconómico, discursos que “dicen que hay gente de primera y gente de segunda, gente que es pobre por su propia idiosincrasia”. “No es posible conseguir mayores derechos en vivienda, en sanidad, en educación para las personas gitanas si a la vez no estamos desmontamos el imaginario que dice que son peores y que merecen sus condiciones”, insistía.
Para la abogada hay algunos debates urgentes que han de afrontarse. El primero, el de las alianzas para enfrentar el sistema capitalista y la ultraderecha que avanza. Por un lado estarían los grupos que “desde la lógica de la decolonialidad, mantienen que tenemos que hacerlo desde nosotras y para nosotras” hasta encontrar un nivel de representación importante para desde allí poder ya hablar sobre con quién aliarse. “Yo soy de la opinión de que necesitamos esas alianzas”, defendió Filigrana apuntando a las personas racializadas y a las feministas como colectivos que se enfrentan al mismo “monstruo”. También aludió a la experiencia de las personas presentes en materia de alianzas. La Red Antidiscriminatoria Gitana, suma de hecho a 38 ciberactivistas, 20 comunicadores, 8 medios y 17 organizaciones.Otro debate sería el de la identidad. Frente a los discursos desde la izquierda “que exigen que nos desprendamos de la identidad para aliarnos, yo reivindico nuestra identidad como una identidad emancipatoria”, afirmó la activista. “El mundo que tenemos que construir no tiene que ser de competitividad sino de cooperación, colaboración, solidaridad y horizontalidad. Y esto es lo que han sido históricamente los gitanos y ahí siguen resistiendo", afirmaba Filigrana. “Hay que ser gitano para poder cambiar este mundo”, concluyó.
Pueblo gitano
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