Opinión
La colonización que viene: la industria del cannabis

Extremadura vuelve a convertirse en el campo de pruebas del colonialismo global. Ahora, a través de la industria del cannabis.

Marihuana
Filósofo.
15 mar 2019 09:26

Extremadura vuelve a convertirse en el campo de pruebas del colonialismo global y ahora, además de fábrica europea de transgénicos y objetivo del extractivismo minero, los fondos de inversión buscan su nueva colonización de suelo y mano de obra barata a través de la industria del cannabis.

En breve empezarán a llegar las argumentaciones de los beneficios sociales de apostar por la legalización de la marihuana terapéutica que generará miles de empleos en zonas rurales despobladas. El mismo sistema y la misma lógica de siempre: minas, energía nuclear, transgénicos, megacasinos y ahora las macroplantaciones del cannabis. El debate político centrará sus argumentos en la cosmética moral o moralizante sobre la necesidad de este producto para muchos enfermos o incluso su legalización como uso recreativo controlado. Y sonará muy bien, arropado además por un marketing progresista de izquierdas y por un imaginario colectivo de mayor libertad en el consumo de drogas.

El negocio de la producción de opio en España es un monopolio en manos de la empresa farmacéutica Alcaliber, controlada por Juan Abelló, el socio de Mario Conde

Sin embargo, nadie estará hablando de una legalización para el autoconsumo democrático de la marihuana o de la concesión de licencias individuales a enfermos o consumidores sino de la creación de un nuevo pelotazo rural. De hecho, el negocio de la producción de opio en España es un monopolio en manos de la empresa farmacéutica Alcaliber, controlada por Juan Abelló, el socio de Mario Conde. ¿Recuerdan? Otro compañero de negocios de Mario Conde, Joaquín Vázquez Alonso, es el propietario de la finca que compró y frecuenta el propio Felipe González en las Villuercas. ¿Casualidad que estemos en el punto de mira? Seguramente. Mientras, Alcaliber es ya la responsable del 27% de la producción mundial de morfina y en septiembre de 2017 firmó un acuerdo con la empresa canadiense Canopy que construye una macroplanta de cannabis en Portugal, no muy lejos de nuestras fronteras, gracias a un gobierno de izquierdas y a un fondo de inversión británico. Pasen y vean.

Extremadura es el lugar perfecto, con las conexiones políticas perfectas para este nuevo colonialismo teñido de verde. Y, de todos modos, si por alguna circunstancia incontrolada la cosa se pone fea en el debate político o social, este se trasladará desde el plano autonómico al plano de lo local presionando a ayuntamientos y pequeñas poblaciones con la falsa y eterna promesa incumplida del empleo garantizado y el progreso de la zona. Un nuevo yacimiento de empleo para Extremadura que creará miles, cientos de miles de trabajos, gritarán desde las tribunas. Regresamos al modelo socialista que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

No crean que se trata de una estrategia regional o de la brillante idea de un avezado impulsor de valor añadido o nuevo emprendedor, aunque en algún momento así quieran presentarla sus defensores, sino un episodio más de la lógica extractivista global

La industria del cannabis es la nueva apuesta de la economía financiera global y los fondos buitres de inversión, amparada y defendida por políticos de todo signo y color en busca de su propio pelotazo electoral o algunas buenas comisiones por el desarrollo de leyes que aseguren el negocio. “Es como la Apple del futuro”, en palabras de Steven Hawkins, presidente de Horizon Etf, un fondo de inversión especializado. El propio BBVA, Caixabank o Bankinter ya están también en el negocio. Por eso no crean que se trata de una estrategia regional o de la brillante idea de un avezado impulsor de valor añadido o nuevo emprendedor, aunque en algún momento así quieran presentarla sus defensores, sino un episodio más de la lógica extractivista global que pone la maquinaria de saqueo a trabajar siempre en regiones periféricas con escasa contestación social y buenos contactos.

En Extremadura se dan las condiciones climáticas para su cultivo y las condiciones sociales y políticas para sus beneficios. La nueva burbuja financiera de los de siempre para los de siempre. Revestirlo de desarrollo rural o de progresismo será el enésimo engaño contra la libertad y la emancipación de un pueblo. Lo bueno de la propuesta es que esta será defendida seguramente por la denominada izquierda de gobierno o incluso por sus socios más radicales; quizás los conservadores se opongan aparentemente durante un tiempo, lo que ayudará a que la medida tenga un cierto aire subversivo inesperado y a que eso que llaman neoliberalismo -la avaricia sin escrúpulos de toda la vida- logre una nueva victoria. Todo vale para mantener las condiciones de vida de la beautiful people. Ya lo decía el propio Pablo Iglesias: “Si es con marihuana, a lo mejor hasta con Felipe González se puede fumar la pipa de la paz”.

Las y los agricultores que decidan sumarse a esta industria no tendrán ningún control sobre sus producciones ni sobre sus precios

Pero, ¿qué va a traer realmente a Extremadura la creación de estas macroplantaciones de marihuana? En primer lugar, las y los agricultores que decidan sumarse a esta industria no tendrán ningún control sobre sus producciones ni sobre sus precios. Pasarán a ser asalariados dentro de sus propias tierras. ¿Para qué comprar la tierra si puedo explotarla bajo mis propias condiciones de explotación y abandonarla cuando ya no sirva para nada? Mínima inversión, máximo beneficio.

Las licencias de producción de cannabis son propiedad de la empresa farmacéutica así que la producción y sus precios serán fijados por ella misma en función de sus propios beneficios y los de sus inversores. Las condiciones laborales también. Las administraciones clamarán sobre la gran cantidad de puestos de trabajo y las bondades que reportará en forma de impuestos e inversiones, pero Alcaliber y sus empresas hermanas pagarán impuestos en paraísos fiscales como las Islas Caimán o, dicho de otro modo, no pagarán impuestos. Pero que nadie se preocupe porque a cambio los lugareños tendremos las mejores orquestas en las fiestas del pueblo, algún concierto anual de artista de prestigio, parques nuevos para nuestros hijos, pabellones de deportes e incluso algún arreglo de acerado.

El pelotazo es tan grande que a nadie le molesta tener un detallito con el servicio. Para que se hagan una idea: solo con la aprobación de una ley que permita la producción legal de marihuana terapéutica en Extremadura, alguno se hará millonario sin todavía plantar una semilla. Es lo que tiene la economía de casino bursátil; y la marihuana ya cotiza en bolsa. Todo por el módico precio de la libertad y la soberanía de un pueblo. Probablemente este sea otro ejemplo más del profundo desarme ideológico frente al capitalismo, porque después de la mayor estafa reciente del sistema, las hipotecas subprime y la crisis financiera mundial, de la que todavía ni siquiera hemos salido, no solo no hemos aprendido nada sino que estamos dispuestos a lanzarnos de nuevo a la mesa de Black Jack y apostar una vez más a un juego que viene trucado de base. 

Hablar además de los estragos ecológicos de este cultivo cuyas consecuencias pueden verse ya, por ejemplo, en los campos y montes del norte de Marruecos, donde ha destruido bosques, agotado la tierra, llenado los acuíferos de fertilizantes y llevado a la población al monocultivo y a la dependencia absoluta del mercado especulativo global de las drogas, es para estos saqueadores internacionales un asunto irrelevante. Si mentamos la dictadura de las patentes sobre las semillas o la destrucción de la soberanía alimentaria de los pueblos, un absurdo propio de indígenas y campesinos. El dinero lo justifica todo, las cotizaciones siguen subiendo, la Banca siempre gana… A menos que no entremos en sus casinos.

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