Opinión
Giorgio Antonucci: una vida por la liberación de quienes no tienen poder

Giorgio Antonucci (1933-2017) es una referencia de los estudios y la práctica sobre salud mental. Como él dijo, su método se basó en el principio de que los enfermos mentales no existen y la psiquiatría tiene que ser completamente eliminada.

Centro di Relazioni Umane
Imagen del Centro de Relaciones Humanas (Centro di Relazioni Umane) en Cividale del Friuli.
1 dic 2017 05:50

El sábado 18 de noviembre Giorgio Antonucci murió en Florencia. Fue un médico que se convirtió en una referencia internacional en el ámbito de la crítica a los fundamentos de la psiquiatría. Fue un psiquiatra que intentó desmantelar la disciplina desde el interior una vez que entendió su verdadera naturaleza. Fue el director de varios pabellones de dos hospitales psiquiátricos en el norte de Italia quien, a través de años de trabajo de campo al lado de los denominados pacientes, penetrando en sus historias personales, escuchándolos con aguda sensibilidad, consiguió liberarlos de las garras de la psiquiatría.

Giorgio fue ante todo un humanista, un poeta de la libertad que dedicó su vida a la liberación de quienes no tienen poder. Para mí Giorgio era, y sigue siendo, un amigo especial, que ha dejado en mí una huella indeleble.

Giorgio fue un humanista que combinó sabiamente ciencia y poesía para el verdadero progreso de la humanidad. Su profunda humanidad y su delicada sensibilidad hacia los invisibles, los olvidados, los sin poder, junto con su fuerza y su valentía para luchar contra la violación de los derechos humanos han demostrado que es posible abordar el sufrimiento de una manera distinta, no coercitiva.

Su primer contacto con la psiquiatría no fue teórico, basado en el estudio de las llamadas enfermedades mentales, sino empírico, siempre a través del trabajo de campo

Giorgio estaba en contra del internamiento forzoso, un secuestro legal practicado en todo el mundo, cada día. Estaba en contra del electroshock, ahora llamado eufemísticamente terapia electroconvulsiva de acuerdo con la cosmética lingüística en acto para mejorar la imagen de la psiquiatría, disfrazándola de medicina: Giorgio nunca aprobó, solicitó o practicó un electroshock. Al contrario, siempre luchó contra el uso o intento de uso del electroshock, tuvo también una discusión con la Universidad de Pisa, donde piensan que el electroshock es beneficioso. Giorgio siempre ha rechazado cualquier tipo de coerción, ya sea mecánica, química o psicológica.

Antes de la ‘reforma psiquiátrica’ que tuvo lugar en Italia en los años setenta y culminó en la Ley 180 —que, oficialmente, puso fin al manicomio, pero de facto ha tenido un efecto prácticamente nulo sobre la mejora de las condiciones de vida de las personas, debido a que sustituye el manicomio por el servicio psiquiátrico de los hospitales ordinarios sin abordar el fondo del asunto, sin cuestionar el internamiento forzoso, dejando el poder psiquiátrico inalterado— Giorgio Antonucci ya estaba activamente defendiendo los derechos de quienes no tienen poder.

Las víctimas de la psiquiatría, desde el nacimiento de la disciplina, son víctimas del ejercicio del poder. El aspecto clave es, siempre, el poder

Su primer contacto con la psiquiatría no fue teórico, basado en el estudio de las llamadas enfermedades mentales, sino empírico, siempre a través del trabajo de campo. A finales de los años 50 Giorgio empezó a trabajar en un centro con el objetivo de ayudar a exprostitutas a reintegrarse en la sociedad. Un día hubo una discusión entre una chica, exprostituta, y alguien del personal. Cuando la discusión se volvió acalorada, el personal llamó a una ambulancia. Cuando la ambulancia llegó, el personal médico llevó a la chica al manicomio. En aquel entonces Giorgio, quien era todavía estudiante de medicina, no tenía el poder necesario para evitar el internamiento de la chica.

Antonucci, fotografiado en 2017 por Gerardo Musca. 

En aquel momento entendió la verdadera naturaleza de la psiquiatría: el ejercicio del poder, una manera rápida para eliminar a las personas frágiles, en este caso a la chica exprostituta (en Italia en los años cincuenta los documentos de identidad de las prostitutas llevaban un sello distintivo), sin afrontar el problema, o sea las razones de la discusión. Las víctimas de la psiquiatría, desde el nacimiento de la disciplina, son víctimas del ejercicio del poder. El aspecto clave es, siempre, el poder. La persona internada tiene siempre menos poder que la persona o grupo de personas que solicita el internamiento.

Giorgio defiende un “pensamiento no-psiquiátrico, que considera la psiquiatría una ideología que carece de contenido científico, un no-conocimiento, cuyo objetivo es la aniquilación de las personas en vez de intentar entender las dificultades de la vida, tanto individuales como sociales, para defender a las personas, cambiar la sociedad y dar vida a una cultura auténticamente nueva.” Giorgio sostiene que la “esencia de la psiquiatría se encuentra en la ideología de la discriminación.”

Edelweiss Cotti, un psiquiatra iluminado que fue director de los hospitales psiquiátricos Osservanza y Luigi Lolli en la ciudad de Imola, en Italia del norte, lo invitó a trabajar con él.

La labor de Giorgio se basaba en una escucha honesta, en el respeto, en una sensibilidad aguda. Una relación igualitaria que subvirtió la tradicional relación desigual entre psiquiatra y paciente

En Osservanza Giorgio solicitó trabajar en la sección considerada, por los demás psiquiatras del manicomio, como la más difícil: la sección 14 ‘donne agitate’ (‘mujeres agitadas’), porque una vez desmantelada con éxito la sección considerada la más difícil todas las demás hubieran perdido su razón de ser. Allí encontró a cuarenta y cuatro mujeres, todas diagnosticadas de esquizofrenia, quienes habían pasado diez o veinte años atadas a una cama, a veces atadas a los árboles. Mujeres que habían sido internadas en manicomio décadas atrás, sometidas a humillaciones, mujeres a las que les habían arrebatado la vida.

Giorgio eliminó electroshock, drogas psiquiátricas y cualquier forma de coerción. Escuchó las historias personales de las mujeres, sus miedos, sus fragilidades. Introdujo en el pabellón la medicina, la verdadera medicina, ocupándose de la salud de las mujeres, recuperando sus músculos atrofiados por haber pasado años en una cama, cuidando de su alimentación. Al cabo de un mes, trabajando día y noche, Giorgio consiguió liberarlas, devolviéndoles la vida. Luego Giorgio liberó otros pabellones del manicomio. Organizó eventos, música, arte, fiestas. Los pabellones liberados dirigidos por Giorgio eran un oasis de libertad en el desierto de la coerción. La escritora italiana Dacia Maraini describió la atmósfera de los pabellones liberados en su entrevista a Giorgio Antonucci (1978) y en su novela La Grande Festa (2011).

Luego continuó la difícil tarea de ayudar a las mujeres y los hombres liberados a volver a la vida, un trabajo que duró algunos años. Más tarde, en los años noventa, Giorgio hizo varias excursiones con los pacientes ahora libres, fueron incluso al Parlamento Europeo para defender sus derechos. Un debate entre iguales: la falsa división entre normales y anormales desapareció, los llamados especialistas debatían con los llamados pacientes. Fue la primera vez en la historia que ocurrió algo de esta naturaleza.

En el hospital psiquiátrico Luigi Lolli Giorgio fue director de un pabellón autogestionado, el Reparto Autogestito, en el que se les había devuelto a las personas su dinero, su ropa y se les había entregado las llaves del pabellón. La posesión de las llaves es el núcleo de la cuestión. La llave es el elemento que enseña quién tiene el poder, y el punto clave para entender la psiquiatría es el poder.

La labor de Giorgio se basaba en una escucha honesta, en el respeto profundo, en una sensibilidad aguda. Una relación igualitaria entre dos personas que subvirtió la tradicional relación desigual entre psiquiatra y paciente y, en general, entre médico y paciente. Esta sustitución del autoritarismo por una comunicación honesta, por la empatía y la confianza mutua fue constantemente obstaculizada. Giorgio no tuvo una vida fácil, tuvo que luchar contra las instituciones, contra el prejuicio, contra sus colegas. Trabajó la mayor parte del tiempo solo, con el apoyo de algunos amigos, para defender a quienes no tienen poder.

Como escribió en su libro Il pregiudizio psichiatrico, “detrás el más absurdo e infundado diagnóstico siempre hay una historia de marginación y de explotación social y cultural, una historia de crisis familiar y afectiva.” Giorgio rechaza el diagnóstico de un modo claro y preciso: “El poder de la palabra de un psiquiatra es comparable únicamente al poder de la palabra de un juez. Es incluso superior, porque un juez es sólo uno de los actores en un proceso con muchos participantes. El juicio de un psiquiatra, al contrario, puede condenar a un hombre directamente a la segregación sin la necesidad de un juicio.” Giorgio sustituyó el diagnóstico psiquiátrico por el enfoque no-psiquiátrico al sufrimiento psicológico, respetando plenamente a la persona, afrontando los problemas en la situación personal y social concreta.

En 1968 Giorgio Antonucci fue invitado por Edelweiss Cotti a trabajar en el Centro de Relaciones Humanas (Centro di Relazioni Umane) en Cividale del Friuli, una ciudad en el norte de Italia cerca de la frontera con la ex Yugoslavia.

El Centro de Relaciones Humanas era un pabellón del hospital de Cividale alternativo a los pabellones psiquiátricos coercitivos, donde los pacientes tenían la libertad de salir del centro —para ir al cine, a la peluquería...— y tener su propia vida. Al inicio de septiembre de 1968 Antonucci y Cotti vieron acercarse al Centro una columna de camiones de la policía. El despliegue de un número extraordinariamente alto de efectivos junto con la proximidad de Cividale a la frontera les hizo pensar en una acción militar del Gobierno italiano para liberar la recientemente ocupada Checoslovaquia.

El motivo de la acción policial no tenía relación con la liberación de la Checoslovaquia, sino con el escándalo provocado en el Gobierno por los métodos revolucionarios de Edelweiss Cotti y Giorgio Antonucci.

Después del trabajo en Cividale, en 1969 Giorgio trabajó con Franco Basaglia en Gorizia. Mientras Basaglia enfocaba su crítica en el manicomio como institución Giorgio criticaba la naturaleza misma de la psiquiatría: “La psiquiatría es una disciplina que se ocupa del disenso, una disciplina que no tiene ninguna relación con la ciencia médica, una disciplina que juzga el pensamiento de una persona”.

Cuando Dacia Maraini preguntó a Giorgio: “¿En qué consiste este método nuevo con respecto a los denominados enfermos psíquicos? él contestó: “Para mí significa que los enfermos mentales no existen y la psiquiatría tiene que ser completamente eliminada.” Como decía siempre Giorgio, “el manicomio no es un edificio, es un criterio”.

La muerte de Giorgio deja un vacío inconmensurable. Sin embargo después de su trabajo todo es distinto: demostró que es posible abordar el sufrimiento de una manera distinta, afrontando los problemas personales y sociales concretos, rechazando cualquier forma de coerción. Ahora nuestra tarea es seguir sus pasos luchando por la liberación de quienes no tienen poder.

Giorgio nos ha llenado de libertad. Gracias, Giorgio.

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