Opinión
Los límites de la conciencia de clase blanca
La opresión de raza y clase son inseparables. El racismo del estado español lo ha demostrado, históricamente, con su población gitana y lo demuestra hoy con la población racializada e inmigrante. A nuestras comunidades se las quiere como mano de obra barata.

El grito de “nativa o extranjera, no es la misma clase obrera” es un grito legítimo emergente de la agencia política del colectivo inmigranteEl grito de “nativa o extranjera, no es la misma clase obrera” es justamente una expresión de hastío frente a esa invisibilización, es un grito legítimo emergente de la agencia política del colectivo inmigrante que se quiere hacer cargo de sus propias cuestiones. Esta consigna no es nueva sino que surge de forma lógica como conclusión propia de la explotación capitalista y dominación racial dentro de algunos espacios de la lucha de la migración. No es la primera vez que las comunidades que viven la jerarquización racial han reaccionado frente a la pretensión universalista del lema ‘proletarios del mundo, unánse’.No negamos la opresión de la clase obrera blanca, pero no podemos ignorar el hecho que la gran mayoría de hombres y mujeres blancas, a través de todas las clases sociales, perpetúan la superioridad blanca, la islamofobia, el antigitanismo, el antisemitismo, la expansión del régimen fronterizo y sus dispositivos, la violencia y la criminalización racial de la policía, etc. El antirracismo político no quiere esconder la precariedad, ni la subalternidad de clase. Nuestras comunidades y nuestras familias conocen bien lo que significa vivir en esa condición, subsistiendo con dignidad, limpiando sus casas, sus espacios laborales, explotadas en sus campos, recogiendo sus olivas y fresas; conocen la realidad aún más cruda de nuestros lugares de origen, expoliados hasta el día de hoy por países como el suyo.Lo que si nos sorprende son las reacciones de un sector de la izquierda que creíamos más sensible y consideramos como futura aliada, esa que ha interpretado lo que se quería decir, la que no ha dudado en señalar que la consigna es contraproducente, y nos ha dicho cómo hemos de hacerlo mejor. Sentimos su poca falta de honestidad política. Preferiríamos que intenten tener más dignidad aceptando que no les preocupa realmente un antirracismo político, antes de reducirlo a una actitud que se ha de superar para unir a los sujetos de la clase obrera, o de limitarlo a su uso frente al surgimiento de un neofascismo europeo, intentando salvar un pan que en la puerta del horno se les quema.Hemos de advertirles que no haremos concesiones. No deseamos exhibiciones paternalistas en nuestra defensa, ni aceptamos premisas de alianzas que pretendan sumar mientras esconden lógicas integracionistas. La condescendencia no los ayuda. No, señoras y señores, no permitiremos que hablen por nosotros, ni que nos digan cómo hemos de llevar nuestras luchas. Si la voluntad es comprender verdaderamente la dimensión de la consigna, podrían preguntarse ¿para quién es contraproducente?, ¿y para quién es favorable? Si acaso son conscientes que sus organizaciones obreras están atravesadas por el racismo ¿por qué se señala a colectivos de inmigrantes y antirracistas y se busca en ellos a los culpables de su propia incapacidad frente al racismo? Y ¿por qué señalan la consigna como contraproducente y no se atreven a decir que es la clase obrera blanca, la que le ha hecho el juego a la extrema derecha todos estos años al perpetuar las lógicas racistas en prejuicio de sus ‘compañerxs’ racializadxs y migrantes obrerxs?
El internacionalismo de la lucha de la clase obrera puede ser una potencialidad, pero no es realEl internacionalismo de la lucha de la clase obrera puede ser una potencialidad, pero no es real. La población surgida de la inmigración poscolonial en Europa no ha llegado a ser parte de una “misma clase obrera” hasta el día de hoy. Es evidente que en los procesos de politización, la conciencia de clase sin la inclusión de la opresión racial no es suficiente para las comunidades racializadas. Así como nunca lo fue para las comunidades racializadas que lucharon por una liberación revolucionaria.Y sí, creemos en la necesidad de establecer alianzas pero lo que no aceptamos es esa manera simplista y utilitarista de entender e identificar el racismo. No hacerse cargo de la blanquitud, y de la opresión racial no suma, resta. Las tensiones históricas entre las clases obreras blancas y racializadas son testigo de ello. Señalar que la explotación histórica colonial y racial fue una de las causas por la cual la opresión de clase llegó a las metrópolis, es una condición para entender las opresiones reales, no solo de los colectivos racializados y migrantes, sino también de las organizaciones obreras blancas. Hasta que el racismo y el colonialismo en todas sus formas no sean abolidas por completo, no verán éxito alguno en la lucha de clases, menos aún en la lucha antifascista.Nuestros colectivos no entorpecen el camino de los movimientos emancipadores de clase, nuestros colectivos no tienen otra opción más, que la de construir caminos más anchos - aunque sean más largos y empedrados, para poder andarlos junto a nuestras comunidades, aquellas que aún son relegadas en su existencia política.Por todo esto, la consigna es valiente y se atreve a pensar más allá de los límites de una conciencia de clase blanca que imposibilita a una izquierda aprisionada aún en la blancura, poder pensar los problemas modernos de otro modo. Pues, la consigna no solo señala lo más evidente. No reivindica una lucha limitada a alcanzar los mismos derechos de la clase obrera autóctona. Más bien, pone en evidencia que la construcción de esos derechos se fundamentan en las relaciones de poder de una estructura racista y colonial. Porque junto a la estructura capitalista racial que desarrolla nuevas formas de esclavismo y servidumbre, que normaliza las muertes en sus fronteras y se beneficia de ellas, existe aún el despojo de nuestra auto-determinación, el mito de una ciudadanía blanca, la dominación política que nos subordina, la construcción eurocéntrica racista y colonial de nuestros cuerpos, nuestra forma de ser, estar y comprender el mundo.No podemos construir un proyecto en común sin un cambio de paradigma que no se limite a rehacer las estructuras económicas, ni que devenga en otra forma de dominación. No será posible eliminar ni la continuidad colonial, ni la dominación racial, ni el patriarcado, ni la desigualdad de clases sin atacar el sistema en toda su totalidad.
Racismo
Marcha antirracista del 11N
Racismo
El antirracismo político y las alianzas contra el fascismo
Los colectivos racializados interpelan a la sociedad y el Estado, a la izquierda y al feminismo, sobre racismo y colonialidad.
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