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En la perversión ideológica de lo que dice el adversario cuando ataca siempre hay algo de cierto, algo de realidad, que es justamente lo que hace prender la mecha y conectar con la conciencia de quienes están menos prevenidos (o de quienes simplemente no quieren estarlo). El análisis erraría el tiro si explicara dicho efecto (la seducción de parte del oponente) como consecuencia de torpezas culturales o intelectuales, biográficas o sociológicas; las mentiras cien veces repetidas no entran solas ni encuentran solo a despistados: necesitan conectar con algo real (luego están las artes de la manipulación, pero eso me interesa menos ahora).
Los editoriales de El País de estos días han sabido tocar la esencia populista (en el sentido académico del término, que intento explicar aquí y aquí) de Podemos: un partido audaz que ha acelerado la historia de la política española (o al menos su crónica) es también (tiene que serlo) un partido oportunista, que sabe y quiere aprovechar las grietas del sistema (sistema ciertamente viejo pero siempre dispuesto a renovarse y muy capaz de ello; conviene no olvidarlo para medir bien el optimismo de voluntariosos varios, incluido el propio).
El sentido de tal tipo de acciones lo dará después no sólo el relato (que también es puntal necesario y, por cierto, nada nuevo), sino, sobre todo, el grado de verdad que unos y otros sepan hacer emerger a la vida pública; esto es, sus concreciones. Si, por ejemplo, la política económica del gobierno municipal de Ada Colau no alcanza a poner coto a la miseria de los barrios periféricos de Barcelona, en un futuro próximo nadie, salvo la comúnmente fiel y autosatisfecha progresía de la ciudad, se opondrá a la perversión ideológica de quienes culpan de todo a “la Colau” como en tiempos de romanos se culpaba a los cristianos incluso de la lluvia.
Podemos tampoco se librará de pasar por oportunista si no logra concretar sus declarados compromisos con un cambio jurídico y efectivo del status plurinacional de España
Podemos tampoco se librará de pasar por oportunista si no logra concretar sus declarados compromisos con un cambio jurídico y efectivo del status plurinacional de España. Por decirlo un poco (solo un poco) más claramente: la dirección de Podemos tiene la responsabilidad de lograr, junto con IU y demás coaligados, la realización de un referéndum pactado y vinculante.
Si quiere dejar de ser solo un partido populista, ése es su cometido ahora. De lo contrario, la perversidad de los ideólogos de El País (y ya he dicho que en estos momentos no me interesa hablar de artes manipulatorias) prenderá cómodamente en las mentes de catalanes y no catalanes, por muy desgastado y viejo que se encuentre ese intelectual orgánico de la así llamada “Transición”.
En sus acusaciones y soflamas habrá algo de verdad, cuya magnitud, recorrido y credibilidad va a depender, por supuesto, del criterio y de la toma de partido de cada uno. Pero, si Unidos Podemos fracasa en la celebración de un referéndum válido (lo que, conviene ser honestos, es bastante probable a juzgar por la todavía desfavorable correlación de fuerzas), sin duda tendrá más de “revolucionario” admitir la temporal derrota que relamerse el ombligo en clave electoral (estrategia poco edificante y, por lo demás, pronta a desfallecer incluso en lo que respecta al voto emitido en Cataluña en unas generales).
El “pueblo” que, todavía, dice querer “construir” Errejón vive realmente alejado de su elitismo (de corte tanto intelectual como institucional; procuré exponer mis razones para defender algo parecido aquí). Llevarle la contraria a la ideología perversa del tardofranquismo, cuyas recientes expresiones en Cataluña no sorprenden pero enervan y mucho (como tampoco debería sorprender ni dejar de enervar el autoritarismo, Operación Pandora o “caso 4F” mediante, de la Generalitat), no pasa por acudir a un PSOE que “murió accidentalmente” para vivir más tiempo. No existe en España un partido de grandes dimensiones (con posibilidades reales de gobernar) al que quepa calificar de socialista y obrero y dispuesto a celebrar un referéndum de “libre determinación” (el término se explica muy brevemente aquí).
El “pueblo” que, todavía, dice querer “construir” Errejón vive realmente alejado de su elitismo (de corte tanto intelectual como institucional
De hecho, el órdago lanzado estos días por Pablo Iglesias a Pedro Sánchez corre el riesgo de volver a ser leído (de nuevo, con grado de verdad) en clave electoralista, “oportunista”. Así que la tarea que corresponde a Unidos Podemos en la crisis catalano-española es justamente la contraria de lo que fueron las tesis de Errejón para “Vistalegre II”: resistir. Hay que resistir frente a las prisas de quienes, estos sí, llevan lustros engrasando el electoralismo y han de seguir conservando, merced al viento y la marea “post”-franquista, su ya de por sí sobrada hegemonía.
Vicenç Fisas, director de la Escola de Cultura de Pau, de la Autónoma de Barcelona, y conocido independentista, explicaba el pasado mes de enero (la actualidad de lo que dice en este artículo titulado “Referèndum trampa i suïcidi?” es increíblemente rabiosa) que, quienes, como él, están «dispuestos a esperar un poco más hasta conseguir una mayoría estable y suficiente», condición indispensable para plantear legítima y honestamente algo así como un proyecto de escisión de un Estado a la sazón autoritario, no podían dar por bueno un referéndum cuyas reglas de juego son «impropias y tramposas». «Siento decirlo», añadía, «ya que es una apuesta al todo vale, que es una estrategia suicida» y, cuando menos (hoy es realmente lo de menos), abocada al «ridículo». Para ERC es una estrategia, más bien, electoral, pero profundamente irresponsable, como irresponsable y electoralista fue su campaña de acoso y derribo a los “comunes” durante los últimos comicios generales.
Si las instituciones del Estado comandadas por el ejecutivo del PP cometen mayores torpezas en lo que llevamos de hirviente otoño (y hablando de torpezas, la de los neoliberales y autoritarios dirigentes de C’s, que fantasean con la convocatoria de elecciones autonómicas, les puede hacer perder las esperanzas de Arrimadas de gobernar Cataluña), si el PP, digo, continúa exhibiendo “post”-franquismo, Unidos Podemos debería volver a mostrar músculo en las plazas de todo el Estado: a la coalición le toca jugarse esa carta; tal vez más cómoda en el resto de España que en Cataluña, teniendo en cuenta las muchas suspicacias que levantaría en ERC-ANC y en la conservadora entidad Òmnium Cultural, quienes al fin y al cabo no han hecho sino acometer contra todo lo que oliera a “comunes”.
A Unidos Podemos le toca, pues, responsabilizarse de lo que Gramsci llamaba una “reforma moral e intelectual” del país, aprovechar la coyuntura con un nuevo golpe de audacia que conduzca hacia un referéndum de verdad, y no un canto de sirena (los primeros párrafos de este texto del profesor Gordillo no han envejecido nada).
Post Scriptum
Soy muy consciente de que buena parte de lo que escribo habrá de recibirse como una lectura “institucionalista”: no puedo sino estar de acuerdo con el grueso de este análisis de Emmanuel Rodríguez previo a “Vistalegre II”, quien, entre otras cosas, denuncia que, «objetivamente, Podemos ha construido un nuevo discurso de legitimación de una democracia que es siempre oligárquica y de una clase política interesada en representarla». No es cuestión de discutir sobre ello ahora, aunque hay mucho de verdad en el escrito de Rodríguez y convendrá seguir teniéndolo en cuenta. Pero Unidos Podemos es, o debería ser, una plataforma que ha de llevarnos a superar al propio Podemos…En todo caso, hoy, mucho más que ayer, la cosa va de alianzas, medida de los tiempos y capacidad transformadora real. Pregunta perversa: ¿está actuando la CUP como un partido oportunista y legitimante de las oligarquía y burguesía catalanas?
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Se me olvidaba. Creo que Podemos dejó claras sus ambiciones políticas tras Vistalegre II. Aquello de las listas plancha nos defraudó a much@s, no he visto ni atisbo de rectificación...
Interesante artículo. Me alegra ver que las voces discordantes con Podemos siguen teniendo voz. La abundancia de referencias en forma de "link" sumada a la prisa que impone la prensa "internética" me pospone a una lectura más sosegada, pero avanzo una duda semántica que me corroe hace tiempo: ¿Existe algún partido de los aquí nombrados, o de los del orbe español, que no sea populista? Creo necesaria una concreción de ese manido y "versátil" concepto, corre el peligro si no, de convertirse en un comodín acomodaticio, si no lo es ya. Felicidades por lo demás al autor, y gracias al El Salto por su publicación.