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Literatura
Julián en la Biblioteca de Babel
Entre mediados y finales de los años ochenta del pasado siglo, tan cerca y a la vez tan lejos, surgieron y se afianzaron en la ciudad de Cáceres un conjunto de bares que venían a romper el modelo tradicional de locales atestados de estudiantes tan propio de la calle General Ezponda, la que enlaza la Plaza Mayor con la de la Concepción, una calle por entonces nombrada por todo el mundo como “la calle de los bares” y antes conocida como “la calle de los vinos”.
Este nuevo tipo de local pululó en torno a la calle Pizarro, la que desemboca, tras una corta prolongación a través de la calle Soledad, en la Plaza de Santa Clara, frente a la Puerta de Mérida, extramuros de la ciudad antigua. El nuevo tipo de bar o cafetería era el de bar-café o café-bar -tanto monta-, un lugar acogedor que abría desde media tarde hasta entrada la noche y donde era posible sentarse a charlar mientras se tomaba un café o una copa, según la hora, en un ambiente relajado que solía acompañarse de una música exquisita, siempre a un volumen que no dificultara la charla íntima entre un grupo de amigos o las parejas que acudían al lugar.
Eran tiempos sin teléfonos móviles. La decoración incluía elementos propios de los cafés modernistas o Belle Époque, con cómodos butacones y mesas de diseño, un ambiente que venía a romper lo que había escrito Ramón Carnicer en su libro Las Américas peninsulares. Viaje por Extremadura, publicado en 1986 por Planeta, a su paso por la ciudad de Cáceres: “En Cáceres hay una atroz penuria de cafés o bares de asiento; en su casi totalidad son de barra y taburete”.
Los dos hermanos, Julián y Javier, disponen de una dilatada carrera literaria. Ambos han aportado a la cultura española parte de su bagaje actual
Entre estos bares nuevos –La Traviata, La Habana y otros- donde uno podía tomarse un té mientras escuchaba Bluebird en el saxo de Charlie Parker, surgió y destacó La Torre de Babel, un local cuyo nombre ya adelantaba que no era simplemente un bar de copas.
Quien lo fundó y regentaba era Julián Rodríguez Marcos, fallecido hace unos días en Segovia, a los cincuenta años de edad, un excelente intelectual y referente cultural del mundo de la edición en España. Una terrible e inesperada pérdida.
A menudo, aquel bar lucía en sus columnas textos literarios, filosóficos, poéticos, reproducidos en folios tamaño DIN A3 o superior, de autoría por lo general bastante desconocida entre el común de los estudiantes que acudíamos a aquel nuevo antro de la cultura cacereña, aunque algunos fuéramos universitarios de la Facultad de Filosofía y Letras, donde compartíamos aula y pupitre con el hermano de Julián, Javier Rodríguez Marcos, muy ligado actualmente al periódico El País y a su suplemento cultural Babelia. Por aquellos tiempos algunos andábamos más empeñados en hacer la revolución política que la revolución literaria, y es de agradecer que, a falta de locales donde reunirnos, los hermanos Rodríguez Marcos nos dejaran utilizar para nuestros conciliábulos una pequeña salita independiente de La Torre de Babel, sin exigirnos ni tan siquiera a cambio que realizáramos alguna consumición, conocedores de lo esquilmados que estaban nuestros bolsillos.
Los dos hermanos, Julián y Javier, disponen de una dilatada carrera literaria. Ambos han aportado a la cultura española parte de su bagaje actual, si bien Julián, entre los muchos proyectos que siempre llevó a cabo y que han sido reseñados durante estos últimos días por todos los periódicos y páginas de ámbito cultural, destacó en el de la edición literaria.
Quien quiera saber de qué hablamos debe entrar en la página de la editorial Periférica
Quien quiera saber de qué hablamos debe entrar en la página de la editorial Periférica. Desde su fundación en compañía de Paca Flores, la editorial Periférica nos ha permitido conocer autores y autoras cuyas lecturas habrían pasado desapercibidas si en su día Julián Rodríguez no hubiera considerado la necesidad de darlos a conocer en España. A la excelente edición de los textos hay que sumar la sabia y acertada elección de las traductoras y traductores de los mismos. El catálogo es tan amplio y variado que es difícil reseñar autorías concretas, si bien quien esto escribe siente especial predilección por los tres libros editados en España de Rodolfo Fogwill – Help a el, Un guión para Artkino y Los Pichiciegos- y, sobre todo, la columna escrita por Julián Rodríguez y Paca Flores en El País, En memoria de Fogwill, tras la muerte de este borgiano autor que supo relatar tan bien en Los Pichiciegos la aventura de un grupo de soldados desertores argentinos en la guerra de las Malvinas.
Los libros de Periférica se caracterizan por indicar en sus créditos iniciales la autorización para la reproducción, total o parcial, de los textos publicados, por cualquier medio, actual o futuro, siempre y cuando sea para uso personal y no con fines comerciales. Este aviso caracteriza a aquellas editoriales –no es la única- que creen que el libro es algo más que un objeto de lucro o un producto de consumo. Son editoriales que convierten la labor arriesgada de sus promotores en beneficio general de esa ciudadanía anónima que aún gusta de leer contracorriente.
Al día siguiente de conocer el fallecimiento de Julián Rodríguez fui a la Biblioteca Rodríguez Moñino de Cáceres en busca de algunos de sus libros. De su autoría solo he leído Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás, una muestra de su erudición y saber contar. Dada la noticia un día antes, esperaba encontrar en el escaparate de la biblioteca, junto al mostrador de préstamos, donde de suelen poner los títulos de un autor o un tema según una fecha determinada, un suceso, un premio, etc., los libros de Julián Rodríguez, que los hay y muchos, tan ligado a la ciudad de Cáceres y a Extremadura, como un homenaje a su persona. Sus libros seguían en los anaqueles, ubicados según su tejuelo entre otros cientos de miles, mientras el escaparate está ocupado por los títulos referentes al Día del Orgullo Gay.
Es de esperar que esta semana alguien caiga en que la Biblioteca, ese edificio que otros llaman el universo, sigue siendo el lugar donde un peregrino como Julián, que ha viajado en su juventud, continúa en busca de un libro.
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Seguro que este referente de la cultura extremeña es más homenajeado y querido fuera de nuestra tierra
Como siempre en Extremadura la cultura tan maltratada en Extremadura y escritores de refencia como Julián en el olvido