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Un pequeño estanque rodeado de zonas verdes, bancos para sentarse y majestuosos edificios de viviendas es el epicentro del botellón bilbaíno. Los Jardines de Albia y las calles colindantes, en el barrio de Abando, reúnen cada jueves, viernes y sábado a cientos de jóvenes dispuestos a sacarle el máximo partido a la noche. Los vecinos del lugar, sin embargo, luchan desde hace más de cuatro años por conciliar el sueño entre gritos, música y riñas.
Medianoche de un jueves cualquiera: grupos de jóvenes, principalmente universitarios, se dirigen a los céntricos jardines de la capital vizcaína cargados con bolsas llenas de botellas de alcohol, hielos y vasos de plástico. Poco a poco van llegando y acomodándose en los cerca de 50 bancos de madera que albergan los 6.000 metros cuadrados de parque. Comienza la noche.
“Desde hace unos años, el barrio de Abando se ha ido llenando de cantidad de locales, algunos de ellos con un aforo muy alto y un horario muy amplio, lo que ha generado que se concentre mucha gente para salir de fiesta en una zona urbana y llena de viviendas”, asegura Marisa Fernández, la secretaria de la asociación de vecinos Uribitarte Anaitasuna. Ciertamente, para el 87% de los jóvenes bilbaínos de entre 18 y 25 años, salir por la noche en festivo es la actividad preferente. Así lo reveló el estudio La realidad del ocio de las personas jóvenes de Bilbao, realizado por el Consistorio local con la colaboración del Instituto de Estudios de Ocio de la Universidad de Deusto en mayo de 2017.
Los ciudadanos del vecindario están hartos de las situaciones generadas por el ocio nocturno y demandan soluciones para poder disfrutar del derecho al descanso. “El botellón genera una cantidad de ruido muy importante y es imposible pegar ojo”, explica Marisa Fernández. Lo que les molesta es el bullicio que se crea en la calle, ya que asegura que los locales suelen estar bien insonorizados.
Los integrantes de la asociación Uribitarte Anaitasuna lo comprobaron ellos mismos hace poco más de medio año cuando, cansados de sufrir cada noche de fiesta, decidieron instalar seis sonómetros dentro de sus hogares para corroborar que el nivel de sonidos indeseados que se alcanzaba era superior al permitido por la legislación. Como previeron, estaban en lo cierto, por lo que el Ayuntamiento de Bilbao se hizo eco y también instaló medidores de ruido en las calles de Abando las pasadas Navidades.
El Consistorio asegura que su objetivo principal es lograr un equilibrio entre una ciudad joven y viva y el reconocimiento del derecho al descanso. Los vecinos, por su parte, continúan esperando los resultados de los sonómetros oficiales que, previsiblemente, saldrán este mes, aunque les parece una medida “insuficiente”. “Que hay ruido es obvio, lo que hay que poner son soluciones eficaces para eliminarlo”, explica la secretaria de la agrupación de vecinos.
Son las dos de la madrugada y los jóvenes van desalojando los Jardines de Albia para distribuirse entre los más de 30 locales con licencia para abrir de noche existentes en Abando. El parque se queda relativamente tranquilo. Tranquilo, pero lleno de suciedad. Todas esas botellas y vasos de plástico, ya vacíos, más cristales rotos y bolsas se integran entre los árboles, césped y zonas de paseo. Además, Marisa Fernández añade que “la gente utiliza la calle como si fuera un baño: orina y vomita con toda la tranquilidad”. Por eso mismo, el Ayuntamiento de Bilbao comenzó en noviembre de 2015 un trabajo para intentar paliar algunas de estas consecuencias generadas por el consumo de bebidas alcohólicas en la calle. La última fue hace cuatro meses, cuando distribuyó 15.000 ejemplares de folletos informativos que promovían valores y comportamientos cívicos entre quienes disfrutan del ocio nocturno.
Sin embargo, los vecinos de Abando consideran que los efectos de estas medidas no son muy visibles. Según cuenta Marisa Fernández, los servicios de limpieza de Bilbao acuden a la zona la mañana siguiente y “dejan todo impecable”. Los miembros de la asociación Uribitarte Anaitasuna consideran que está bien que se limpie, pero creen que no es una medida educativa porque se manda un mensaje a las personas que se comportan de esa manera de que pueden ensuciar todo lo que quieran con impunidad. “Lo que hay que hacer es no manchar y respetar”, defienden en la vecindad. Para ellos, el uso que hace esa gente de la plaza es “poco solidario” y opinan que “el respeto y la solidaridad son valores que deberían primar en nuestra sociedad”. Paradójicamente, el 85,3% de los jóvenes bilbaínos es consciente de las molestias que sus incursiones nocturnas generan en la comunidad, tal y como reveló el estudio realizado por el Ayuntamiento de Bilbao.
Avanza la noche. Los establecimientos están a rebosar de jóvenes, concretamente 6.080 personas son las que caben entre todas las salas del distrito. Entran a los locales, salen, cambian de lugar, fuman, beben, hablan y ríen entre las calles en las que viven unos 50.000 residentes. “Se apropian del espacio público que, en realidad, es de todos, también de los estamos dentro de las casas”, opina Marisa Fernández. Los vecinos no critican que haya locales de ese tipo en Abando, lo que no entienden es que haya lugares que admitan tanto aforo y que abran hasta las seis de la mañana en el centro de la ciudad porque les resulta “imposible” dormir. Entienden que hay un problema de salud pública que tiene dos vertientes: por un lado los jóvenes, incluso menores de edad, que beben alcohol “de manera compulsiva” y, por otra parte, las personas que no pueden conciliar el sueño por las noches, ya que “perjudica gravemente” su salud.
No obstante, los locales de la zona cumplen los requisitos de horario de apertura y los jóvenes defienden su derecho a disfrutar del ocio nocturno, ya que esta es una de las pocas zonas de la capital vizcaína dedicada a ello. Como resultado, a las cuatro de la mañana del jueves, dichas calles se convierten en el lugar de reunión con más jóvenes de Bilbao. En ese momento también se incrementa la inseguridad callejera: robos, peleas y situaciones de acoso sexual. Leyre Mateos, una joven universitaria, explica que es habitual encontrarse con “comentarios incómodos” o “situaciones desagradables” de tipo sexista. Y lo cierto es que, como indica el Informe Noctámbulas del Observatorio sobre la relación entre el consumo de drogas y las violencias sexuales en contextos de ocio nocturno, en este tipo de ámbito festivo, la violencia sexual está naturalizada, normalizada y generalizada. Aunque la Policía Municipal registra también otros tipos de incidentes cada día. Los vecinos del barrio realizan, incluso, un registro con las llamadas que hacen a esta institución para contabilizar el número de quejas y el motivo. No obstante, la asociación Uribitarte Anaitasuna afirma que, cuando contactan con el cuerpo, “en ocasiones van a ver qué pasa, pero en otras directamente ni acuden al lugar”. Marisa Fernández reclama que “quien actúa incívicamente debe tener una respuesta para que entienda que ese comportamiento no es el adecuado”, algo que no ven que ocurra.
Seis de la mañana, hora de cierre. Muchos jóvenes ya se han ido, pero todavía quedan quienes se resisten a terminar la jornada de fiesta. Los establecimientos encienden sus luces, apagan la música e invitan a salir de los locales a los que están dentro. Los que aguantan, se vuelven a reunir en grupos en la calle: hablan, terminan su copa y bromean con seguir la velada en algún otro lugar. Disfrutan y defienden la vida y el ocio nocturnos. Los vecinos, por su parte, respiran aliviados porque termina el jaleo, pero saben que su despertador sonará en breve. Están cansados, aunque no se resignan ni pierden la fuerza para seguir reivindicando su derecho al descanso y medidas para compatibilizar adecuadamente la vida diurna y nocturna de Bilbao. “Los grupos políticos conocen esta situación”, aclara Marisa Fernández, pero desde Uribitarte Anaitasuna creen que “falta voluntad política para solucionarla”.
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Es imposible de compatibilizar el derecho al descanso con el alboroto y la suciedad .
Cierre y a otro sitio,no hay otra .