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Feminismos
Las feministas y el conflicto
El mito de la sensibilidad femenina no sólo es mentira: es una trampa. Es la construcción de un supuesto universo femenino de consenso y amabilidad. Es negarnos la posibilidad de responder cuando nos atacan.
El auge del feminismo ha provocado, entre otras cosas, una transformación importante en los modos de debatir, de confrontar y de exponer ideas. El boom de los discursos en torno al cuidado, la humanización de la militancia, o la adaptación de los tiempos de las asambleas y de los ritmos en general a las necesidades de la vida, han hecho que se intenten construir espacios de participación cómodos para todas, libres de violencia y basados en la empatía.
Frente a la lógica agresiva, competitiva e individualista de la masculinidad dominante, el feminismo pone en valor la colaboración, la escucha activa, el aprendizaje mutuo y el auto-reconocernos como sujetas capaces de errar y de cambiar de opiniones. No hay debilidad en ello sino todo lo contrario: una fortaleza enorme que brota del sabernos vulnerables e interdependientes y de querer trabajar colectivamente a partir de ahí con muchas otras como nosotras.
Frente a la lógica agresiva, competitiva e individualista de la masculinidad dominante, el feminismo pone en valor la colaboración, la escucha activa, el aprendizaje mutuo
Para quienes nos iniciamos como activistas en otros mundos (en mi caso, el movimiento estudiantil madrileño post-Bolonia y las asambleas del 15M), la participación feminista de los últimos años ha supuesto un proceso de aprendizaje y de transformación personal intenso, en el que hemos tenido que desaprender muchas de las prácticas que traíamos interiorizadas y a las que nos veíamos obligadas a recurrir para poder ser escuchadas.
Actitudes que en otros espacios nos permitían ser valoradas, aquí son tachadas de agresivas (poco feministas) y masculinas (o lo que es lo mismo, ay, poco femeninas). Y esto, que por un lado nos ha servido para aprender muchas cosas buenas, por otro nos deja desvalidas para intervenir en entornos de confrontación o para abordar debates polémicos.
Los temas conflictivos se evitan por miedo al enfrentamiento, y los sindicatos, las organizaciones políticas y determinados colectivos sociales son caracterizados como masculinos y patriarcales. Como si la posibilidad misma del conflicto fuera anti-feminista, como si por el hecho de ser mujeres debiéramos (de nuevo) adaptarnos a un canon inmutable de sensibilidad y delicadeza. Va tocando hacernos una pregunta: ¿qué nos pasa a las feministas con el conflicto?
Feminizar la política o el mito de la sensibilidad femenina
Durante los últimos años, la “feminización de la política” parece haber aparecido como la solución a toda una serie de problemas de muy diverso tipo: hiperliderazgos, déficit de democracia dentro de los partidos políticos, agresividad en los debates parlamentarios, ausencia de acuerdos entre las distintas fuerzas, etc.Da igual que existan debates políticos de fondo o incluso que no quede muy claro qué quiere decir eso de feminizar: todo se solucionaría más fácilmente si fueran las mujeres las que estuvieran a cargo de ello. El culmen de esta argumentación lo pudimos ver este verano durante el impasse electoral, y más recientemente en la posición de algunas feministas en torno al golpe de Estado en Bolivia: si Pablo Iglesias y Pedro Sánchez hubieran sido mujeres —se leía en algunas columnas de opinión e hilos de twitter—, no habríamos tenido que ir de nuevo a elecciones; si las mujeres mediaran entre Gobierno y golpistas, la solución se hallaría rápido. Porque en ambos casos el desacuerdo, al parecer, no era de tipo político, sino que todo se limitaba a una “pelea de gallos”, a una “lucha entre machos” que las mujeres, con nuestro carácter dialogante y conciliador, habríamos sabido resolver rápidamente.
Los argumentos que reducen las controversias a una “pelea de gallos” son peligrosos. Eliminan la dimensión política del conflicto y contribuyen a una re-esencialización de la feminidad
Los argumentos de este tipo son peligrosos. Eliminan la dimensión política del conflicto y reducen todo desacuerdo a una cuestión de egos personales (que existen y ejercen influencia, claro, pero que casi nunca explican los fenómenos políticos) además de contribuir a una re-esencialización de la feminidad, aunque esta vez se haga en base al rol social y no a cualidades biológicas-psicológicas de nacimiento.
Esta forma de entender la feminización, según la cual bastaría con poner más mujeres para que las cosas se hicieran de otra forma, niega la necesidad e incluso la inevitabilidad del conflicto y olvida el papel que históricamente han jugado las mujeres en las diferentes derechas. La enorme visibilidad de Esperanza Aguirre, Angela Merkel, Cristina Cifuentes, Díaz Ayuso o incluso Rocío Monasterio no ha traído consigo una derecha más dialogante o menos agresiva (¿es acaso eso posible?) ni una tendencia a la escucha activa. Y no lo ha hecho porque ellas sí tienen claro que hay que dar la pelea… contra nosotras, claro.
El mito de la sensibilidad femenina no sólo es mentira: es una trampa. Es la construcción de un supuesto universo femenino de consenso y amabilidad, donde tragamos café y galletas con nuestras enemigas históricas porque al parecer las mujeres somos seres de luz ajenas al mundo del conflicto. Es negarnos la posibilidad de responder cuando nos atacan, obligarnos a ceder en la defensa de nuestros derechos y libertades y en la lucha por vidas mejores, negarnos la posibilidad de adoptar posiciones políticas fuertes.
No vaya a ser que sonemos muy agresivas o, lo que es peor, muy masculinas. Es devolvernos a la cárcel de la feminidad impuesta y es, en fin, no querer comprender que detrás de muchos enfrentamientos hay discrepancias reales, importantes e irreconciliables, y que detrás de muchos acuerdos vendidos como consenso se esconde una derrota o una renuncia a cuestiones que pueden ser vitales.
En defensa del conflicto
¿Tiene cierto feminismo pánico al conflicto en sí mismo? Me decía una compañera, apoyándose en la experiencia de las mujeres kurdas, que la clave no es rehuir el conflicto sino ser capaces de gestionarlo de otra forma, con métodos feministas que faciliten el diálogo y el acercamiento. Y yo me pregunto: ¿qué pasa cuando no queremos que haya acercamiento ninguno? ¿Vamos a exigir a las kurdas que bajen los brazos y dialoguen con el Estado turco porque coger las armas es agresivo, masculino y poco feminista? ¿Es por defecto todo enfrentamiento patriarcal, innecesario y deseable de ser evitado? Precisamente nosotras, que venimos de las que tiraron piedras y de las que rompieron escaparates, sabemos que esto no es cierto.¿Es por defecto todo enfrentamiento patriarcal, innecesario y deseable de ser evitado? Precisamente nosotras, que venimos de las que tiraron piedras y de las que rompieron escaparates, sabemos que esto no es cierto.
Hemos reflexionado tanto sobre cómo construir espacios seguros y expulsar de nuestras asambleas y colectivos las prácticas nocivas y excluyentes, haciendo un esfuerzo considerable en re-programarnos a nosotras mismas para ello, que hemos olvidado que fuera de las discusiones intra-feministas es necesario a veces aparecer con agresividad y violencia.
Reducir los conflictos políticos a “peleas de gallos” o “luchas entre machos” que, por algún atributo esencialista, las mujeres estaríamos en mejor predisposición para resolver dialogada y pacíficamente, no sólo nos aparta voluntariamente de la política. Contribuye además a ocultar e invisibilizar los antagonismos sociales y nuestra posición en ellos, como si las mujeres funcionáramos con lógicas propias y no tuviéramos intereses más allá de los de género.
No se trata de reproducir acríticamente las formas de funcionar que no nos gustan, sino de asumir que el modo en que aspiramos a resolver los debates entre nosotras no puede ni debe ser trasladado a otros espacios, y que el enfrentamiento y el conflicto no siempre son evitables, en ocasiones son necesarios.
No hay ni debería haber ningún modo específicamente de mujeres de gestionar un conflicto laboral, un desalojo, una redada racista (sí que lo hay, o al menos uno feminista, de resistir juntas en el mientras tanto). Nos toca comprender esto y aceptar que entre todos los que tenemos enfrente (las diferentes derechas, el fundamentalismo religioso, las empresas explotadoras, los bancos que nos desahucian y las instituciones que nos reprimen) hay también muchas mujeres que no van a sentarse con nosotras a suavizar posturas en base a algún inexistente esencialismo de género.
Una de las potencias del feminismo es que convierte el cuidado entre nosotras en una parte central de nuestro estar en política. Pero la fortaleza radica, realmente, en ser capaces de compatibilizar eso con dar batallas que exigen agresividad y dureza. Cuidarnos entre nosotras para atacar más fuerte.
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El Salto Radio ¡Viva el mal!
Qué reinvención del cantar más original !!!
Os dejo una web donde hay un montón de libros feministas:
https://www.cosasfeministas.com
Un saludo.
Muchas gracias, Julia Cámara, por el texto, muy interesante y certero.
y vaya panda de machitroles que han entrado a intentar boicotear el artículo... qué pena dáis.
Evitar el conflicto es una mentira liberaloide para dejar hacer. El conflicto está ahí, es real y hay que sacarlo a la luz. Las magdalenas no son el camino.
Frente a la lógica agresiva, competitiva e individualista de la masculinidad dominante, el feminismo pone en valor la colaboración, la escucha activa, el aprendizaje mutuo..que aberracion de Afirmacion es esa ?? la Naturaleza Misma es agresiva, competitiva e individualista , si quieren Igualdad de Trato agarren un Arma y Reafirmense asi Mismas como entidades separadas de la masculinidad , todo Conflicto de esta magnitud solo se resuelve con una Guerra Abierta y si es Cierto , hay cosas Irreconsiliables sobre su Postura , asi que cuando Colonizen marte , ojala se vallan y creen su Propio Mundo Alli, estais acabadas , con el uso de Androides Mujeres y la Fertilizacion y Gestacion Industrializada sereis desechadas , como la media parte de una Humanidad que fue Programada para Cumplir un solo fin Biologico en 100 anos ya no habran Mujeres, y como se que no van a publicar esto porque es la verdad lo llevare alos medios igual
Tú que sabrás de la naturaleza bot. La naturaleza no es individualista. Las especies individualistas desaparecen. Te recomiendo más ciencia y menos superstición.
Hay conflicto... no se rindan. por favor, nos jugamos las sociedaes, el planeta, la vida.... Un abrazo muy, muy solidario.
VICTIMISMO, eso es el deporte empleado por el actual feminismo.
No cabe el esforzarse, superarse, ......
Haciéndose la victima se consigue más y de forma rápida