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Ecofeminismo
La justicia restaurativa: una forma de cuidarnos como organización
Ecológas como Lyn Margulis nos enseñan que la vida se explica mejor desde la sinergia y la comunidad que desde la competición y la lucha. Sin embargo, nuestra cultura nos empuja a comprender la historia solo como una sucesión de confrontaciones, derrotas y victorias.
Desde las organizaciones sociales (Ecologistas en Acción entre otras) llevamos años defendiendo la construcción colectiva y horizontal como el camino necesario para ese mundo justo y sostenible que necesitamos como el comer. Y tenemos a nuestras espaldas muchas experiencias de apoyo mutuo, de comprensión y de acogida de las diferencias.
Pero no vamos a caer en la ingenuidad. Sabemos que el fantasma del abuso de poder, el monstruo del patriarcado, del racismo, del clasismo o de la homofobia, el ogro de la violencia, campean ahí fuera. Y los espectros del miedo y de la torpeza. Todos esos monstruos pueden también vivir discretamente en nuestra casa y acompañarnos.
No es extraño. Hemos crecido viendo cómo se impone quien da el golpe más fuerte, escuchando que un señor, una piel blanca o un cuerpo normativo son más adecuados. Presuponiendo que una voz masculina, adulta o universitaria, tiene más peso que otra que no lo es. Que hay trabajos valiosos (que merecen altos salarios) y otros de escaso valor.
Desmontar las jerarquías, identificar las violencias.
Desmontar esa lógica jerárquica, naturalizada desde quien tiene los altavoces sociales, es una de las tareas más complejas y necesarias que los movimientos sociales transformadores tenemos por delante. Necesitamos reconocer esos privilegios y estar alerta para no usar el poder que nos otorgan como herramienta para la imposición.
El poder es la capacidad de incidir en nuestro entorno. Como asociación queremos tener el poder de cambiar nuestro mundo. Todas las personas queremos tener esa capacidad de incidencia, y la tenemos en mayor o menor medida en función de nuestra posición en el ámbito sociopolítico, contextual o personal. Pero este poder se puede ejercer de forma cooperativa, horizontal e inclusiva, o de forma impositiva. El abuso consciente o inconsciente de poder que genera un daño (físico o moral) es violencia. Pero no todas las violencias son fácilmente reconocibles. Forzar a tomar una decisión, imponer un modo de obrar, invisibilizar tareas o acallar voces discordantes, son pequeños ejercicios de violencia que minan los procesos participativos. A menudo esas violencias más invisibles se normalizan hasta aceptarlas como parte de nuestra vida asociativa.
Para enfrentar esta lógica no basta con querernos feministas o antirracistas, en declararnos asamblearias. Esas formas de estar en el mundo se construyen -o se defienden- con esfuerzo y conciencia, descubriendo nuestras debilidades, asumiendo errores, escuchando críticas con apertura y revisando nuestros privilegios. Nadando contracorriente de la cultura hegemónica.
Esto hemos descubierto en años de activismo: en nuestro día a día practicamos los cuidados, el compromiso, la escucha o la solidaridad. Pero no estamos libres de conflictos, daños, abusos de poder o violencias más o menos sutiles.
¿Como afrontamos los conflictos?
¿Qué hacemos cuando hay desavenencias o tensiones en nuestra organización? ¿Cuando de forma repetida se impone un criterio en base al poder de la veteranía, del rol, del género? ¿Cuando unas personas menosprecian o invisibilizan a otras?
En Ecologistas en Acción, hemos desarrollado incontables procesos de escucha, otros tantos de mediación informal, muchos de mediación formal, -con mayor o menor éxito-, y propuestas participativas de apoyo a grupos. Pero en muchas controversias una parte se ha impuesto y otra ha cedido y asumido una decisión no consensuada. Estos cierres en falso generan dolor, desafección y pérdida de cohesión. En algunos casos dejan un rastro de desconfianza y en otros llevan al abandono del activismo. Y no queremos que sea así.
Hasta el presente no disponíamos de ningún procedimiento formal, legitimado por nuestra estructura, que se pudiera hacer cargo de esos procesos de acompañamiento ante conflictos o abusos de poder. Esto nos movió a pensar una estrategia amplia de cuidados que no pasara por alto los conflictos, y que protegiera a las personas de la organización y a la organización en sí misma, sin generar rupturas, daños o culpas en otras personas. Y encontramos un marco idóneo en las propuestas de la justicia restaurativa.
La justicia restaurativa.
La justicia restaurativa es aquella que no se fundamenta en el pago de una pena, sino en la restauración del daño a la persona o personas que lo han sufrido, y la responsabilización de quienes lo han generado, así como de la comunidad de la que forman parte. Pone el foco en una “curación” o restitución y no en el castigo.
Es un enfoque contrario al de la justicia punitiva, en la que quien es considerado culpable paga una pena (en dinero o en tiempo de vida) que supuestamente compensa el delito cometido. Pero esta pena no atiende, ni mejora, ni “sana” la situación de la persona que ha recibido la agresión.
Otra de las diferencias entre la justicia punitiva y la restaurativa es que en la segunda el colectivo al que pertenecen las personas afectadas se implica en ese proceso reparador. Si la organización ha permitido que se dé esa situación indeseable, es en alguna medida corresponsable y tendrá que responsabilizarse de su transformación. Porque el daño que se genera en ella no es un daño privado, sino que tiene un componente social y comunitario.
La práctica de la justicia restaurativa es un proceso voluntario y confidencial, en el que las personas que lo facilitan han de velar por que se de en un entorno seguro de comunicación, con un adecuado equilibrio de poder, desde una posición de imparcialidad (o quizá multiparcialidad) libre de juicios o toma de partido, que haga posible la expresión y la escucha empática de motivos, sentires y necesidades .
Existen otros sistemas de abordaje de conflictos. En los procesos de arbitraje una instancia externa a la situación (aceptada por las partes), después de escuchar a las partes y conocer el problema, resuelve y decide las medidas que se tomarán en la controversia.
En el caso de la mediación, una persona externa (mediadora) facilita restablecer la comunicación entre las partes para que estas lleguen a un acuerdo que pueda satisfacer a ambas.
El enfoque restaurativo, basado en la escucha y en la comunicación no violenta, atiende a las necesidades de quien o quienes han sufrido una situación de violencia. Sabemos que no siempre es posible ponerlo en práctica y que es mucho más costoso en tiempo y energía, pero también que es más respetuoso y sanador con las personas y con los procesos grupales, y por eso el esfuerzo que requiere merece la pena.
Para construir esta estrategia amplia de cuidados en Ecologistas en Acción se han consultado documentos de otras organizaciones y se ha ido construyendo uno propio. En sucesivas reuniones abiertas las personas que se unían señalaban puntos débiles, dudas o aportaciones. Y ese documento ha ido creciendo, y se ha ido matizando y respondiendo a esas reflexiones.
Sin buscarlo, el grupo motor está formado en su mayoría por mujeres, muchas de ellas del área de ecofeminismo. El hecho de que un proceso que pretende el fortalecimiento y el cuidado de la asociacion desde la no violencia este protagonizado por mujeres, en una organización que no es esencialmente femenina y en la que la mayor parte de las personas implicadas en conflictos son hombres, nos mueve a la reflexión feminista. Ese es un punto de arranque que también queremos transformar. Necesitamos un cambio profundo en la cultura organizativa en el que el cuidado de las relaciones se haga transversal al activismo en defensa de las aguas, la movilidad sostenible o la denuncia de los tratados internacionales.
Por el momento se han llegado a redactar dos documentos: Una guía de buenos tratos, que enmarca la filosofía que queremos oriente las relaciones dentro de Ecologistas en Acción, basada en el reconocimiento de las situaciones de abuso de poder, el cuidado, la prevención y la responsabilidad colectiva. Y un protocolo de justicia restaurativa, que explica cómo será la estructura y los procedimientos que atiendan las situaciones de abuso de poder en la organización, dentro del marco de la justicia restaurativa.
Nos queda pendiente la redacción de otros dos documentos: uno que aborde la resolución de conflictos, entendidos estos como desavenencias o choque de propuestas que se perciben como contradictorias, en los que no existe una diferencia significativa de poder. Y un protocolo de intervención ante abusos sexual es (acoso sexual y por razón de sexo) en el ámbito laboral (este último obligado por ley).
El proceso de debate y aprobación de estos documentos es en sí mismo un acto educativo de concientización y de transformación interna. Los diferentes grupos y federaciones están leyendo el documento, aclarando dudas, discrepando, debatiendo sobre esta forma tan infrecuente de afrontar los conflictos y las violencias. En el camino van reconociendo y visibilizando situaciones de desequilibrio de poder, imaginando otros modos de gestionar malestares o reconociéndose en esas propuestas de escucha y restauración. De este modo la justicia restaurativa va poco a poco formando parte de nuestra cultura organizativa.
Se avecinan tiempos convulsos, de confrontación entre grupos cercanos, de voces sordas, de violencias estructurales donde los populismos pedirán mano dura, castigo, sometimiento o venganza. La lógica de la justicia punitiva. Pero el daño no se cura con más daño.
Necesitamos como nunca construir una cultura de la reparación, de la escucha. Un poder que no se construya imponiéndose sino acompañando. La generosidad y la humildad que nos permita confiar en compañeras y compañeros de los que quizá discrepamos. La necesitamos como destino. Pero también para hacer el camino.
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Me encanta esto de la “justicia restaurativa” o reparadora. Es un ideal al que la humanidad aspira desde que tiene noción de lo que es la “justicia”.
Si conseguimos implantar esto, por fin acabaremos con crímenes irreparables, ¡como el homicidio!
(Esto del artículo me lo enseñaban los curas en el cole; pero es una chorrada insostenible).
Me encanta esto de la “justicia restaurativa” o reparadora. Es un ideal al que la humanidad aspira desde que tiene noción de lo que es la “justicia”.
Si conseguimos implantar esto, por fin acabaremos con crímenes irreparables, ¡como el homicidio!
(Esto del artículo me lo enseñaban los curas en el cole; pero es una chorrada insostenible).