Coronavirus
Piezas para una profecía imposible

Proyectos e ideas hoy marginales o casi marginales pueden pasar a ser hegemónicos, mientras que proyectos e ideas hoy predominantes pueden, contra toda evidencia y todo pronóstico, desaparecer.

28 abr 2020 16:49

La profecía es imposible porque la historia no está nunca escrita de antemano. Y menos en escenarios como éste. En las épocas o fases menos críticas se podrían hacer previsiones bastante probables, pero en las más críticas eso es pedir demasiado. Si, como pensamos muchas, estamos ante una crisis de fondo, de sistema, una crisis necesariamente hacia abajo, no hacia arriba, regresiva, en determinados aspectos, la profecía es absolutamente imposible. Pueden suceder cosas tan contrarias como la noche y el día. O puede suceder pri­mero la noche y después el día. O cualquier otra combinación.

La minoría que nos discrimina y nos subordina (acaparando los privilegios y el poder) ni es omnisciente ni es omnipotente. Ni lo sabe todo, ni lo prevé todo, ni lo controla todo, ni lo puede todo. Y, por el contrario, la gente, el pueblo, las y los de abajo, ni somos tan tontas, ni tan impotentes. El que creamos eso es el objetivo de la manipulación de los privilegiados. Sabemos mucho y podemos mucho.

Una crisis de fondo es una centrifugado­ra: todo lo que estaba más o menos unido, aunque fuera a la fuerza, se desperdiga. La “unidad” que se construía, a la que para abreviar podemos llamar globalización, tenía contradicciones profundas que la detienen y la hacen estallar. Tienen que ver con el sufrimiento y el destrozo que causa, tanto a las personas como a la naturaleza. Una vez que el sistema explota, viene un periodo de oscuridad y, a continuación, una explosión de propuestas que intentan abrirse camino, consolidarse y expandirse. Las crisis profundas son períodos largos, períodos de lucha, en los que se tantean diversos modelos de salida, hasta que alguno se impone. Podemos prever, con cierta probabilidad una edad oscura y, seguidamente, una edad de ensayo y error. Con lucha, de la que no podemos prever el desenlace. Hay piezas profetizables, pero no hay un resultado profetizable.

En contra de lo que pudiera parecer, creo que el neokeynesianismo verde tiene poco recorrido

Sin embargo, y esto es lo paradójico, los gérmenes del futuro ya están aquí. No sabemos qué cosas de las que ahora existen van a constituir los elementos predominantes del futuro, ni que combinación de ellas, ni en qué orden temporal o espacial. Proyectos e ideas hoy marginales o casi marginales pueden pasar a ser hegemónicos, mientras que proyectos e ideas hoy predominantes pueden, contra toda evidencia y todo pronóstico, desaparecer.

Me voy a arriesgar. A prever líneas generales, y a desear -no a profetizar, aunque lo parezca- resultados. Y menos, después de haber argumentado su imposibilidad. Dejaré sin embargo que alguna contradicción se me vaya de las manos.

Va a haber tres líneas (dentro de las que existirán muchos proyectos diferentes): la línea neocon con sus aperturas al neofascismo y al ecofascis­mo; la línea reformista, que va a sustituir en sus propuestas el estado del bienestar por el green new deal, un neokeynesianismo verde o pintado de verde; y una línea de transformación radical -ecofeminismo, ecomunitarismo, municipalismo, confederalismo…-.

Inicialmente va a desarrollarse una lucha entre los dos primeros modelos. En contra de lo que pudiera parecer, creo que el neokeynesianismo verde tiene poco recorrido, que dicen aho­ra. Así que yo diría que esta primera pugna va a saldarse con la derrota de las propuestas reformistas. Ojalá me equivoque, porque el triunfo de los modelos autoritarios traerá más sufrimiento en forma de control y exclusión. Joderles aún más la existencia a miles de millones de perso­nas necesitará del incremento exponencial de la manipulación más burda, del control más extremo de las vidas, de lo que podríamos llamar la “industria de las murallas”, de las tecnologías del espionaje y, por encima de todo, de la nueva carrera de armamentos. La deriva autoritaria y/o neofascista traerá sangre, mucha sangre: guerras por las materias escasas, guerras por la tierra y la comida, guerras por el agua, guerras -las más generali­zadas y masivas- por el poder y el predominio. Más pronto que tarde traerá también el re­torno de las “invasiones bárbaras”, cada vez menos pacíficas, cada vez más violentas.

Romper en la mayor medida posible, lo más absolu­tamente posible, en nuestra cabeza, en nuestro corazón, en nuestro vientre, en nuestras manos, con este sistema tan miserable

¿Porqué no tiene recorrido la opción reformista? Porque no resolverá nada (ni el vuelco cli­mático, ni el desastre social, ni las nuevas pandemias...), porque se teñirá de autoritaris­mo ante los problemas más graves, porque no hay perspectivas de una época de bonan­za relativamente prolongada ni siquiera para los países ricos.

Ahora llegamos a la parte optimista -y más injustificada con los parámetros actuales- y a sus condiciones. La opción revolucionaria pasará mucho tiempo en la penumbra, entre la marginalidad y la minoría, poniendo en pié sus pe­queños proyectos y sus referencias -islas con vocación de archipiélagos, archipiélagos con vocación de continentes, continentes con vocación de totalidad-. Pero terminará constru­yendo una nueva hegemonía sin dominación ni discriminación.

Y esta profecía tan hermosa ¿qué condiciones requerirá? Paciencia, firmeza, valor, trabajo y lucha, organización sin jerarquía, creatividad, ausencia absoluta de sectarismo -del que huirá como de la peor pandemia-, ideas fundamentales claras y acordadas y, sobre todo, ética, mucha ética. Que necesariamente se traducirá en desobediencia e insumisión… y en sororidad/fraternidad.

Tenemos que ser más felices que ellos, más alegres que ellos, vivir mejor que ellos -con menos, claro, incluso con poco-, defendiendo nuestro tiempo, nuestra autonomía, nuestra independencia… con uñas y dientes. Romper en la mayor medida posible, lo más absolu­tamente posible, en nuestra cabeza, en nuestro corazón, en nuestro vientre, en nuestras manos, con este sistema tan miserable, con este modo de vida tan irracional y frustrante, con este horizonte tan mezquino.

Un período prolongado de autoconstrucción colectiva y personal, en la acción, en el com­promiso, en la militancia. De alguna manera, pasar a la estrategia de guerrilla, sumar y potenciar fuerzas. La estrategia de la mancha de aceite, que termina por satinar grandes espacios. También luchar en la calle… para evitar las agresiones más dolorosas contra las personas más castigadas, para colar alguna medida favorable… Pero, sobre todo, por encima de todo, construcción del sujeto colectivo poniendo en pie proyectos reales de vida comparti­dos, ligados a las producciones básicas (alimentación, sanidad, educación, comunicación, cuidados…).

Ya sé que he terminado contradiciéndome, pero la esperanza es un rescoldo que hay que alimentar para que se convierta en llama que avanza y supera obstáculos.

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#58836
28/4/2020 19:30

Me ha emocionado mucho tu reflexión, con contradicciones y todo. Cada vez me seduce más la idea de los falansterios... La vida utópica para quien se la trabaja.

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