Colonialismo
El rancio olor de la Iberosfera de Vox

En noviembre de 2021 escribí un artículo el Público.es titulado “Abandonar la idea de Iberoamérica”. En él exponía mi perplejidad en relación con el uso de este concepto, restringido solamente a las instituciones de cooperación iberoamericana, las cumbres y al uso que se hace por parte de España. Ningún país de América Latina habla, en la actualidad, de Iberoamérica. La izquierda española, paradójicamente, nunca ha puesto en cuestión esta idea, seguramente consciente de que al Madrid político le beneficia guardar un poco de influencia sobre las excolonias. La orientación de la política exterior del país guarda, pues, un aroma a pasado difícil de negar. Un anacronismo que contrasta con el concepto que emplean Naciones Unidas o el Parlamento Europeo —y los gobiernos de la región—. América Latina y el Caribe.
Esta reflexión pude contrastarla con algunas de las delegaciones internacionales —la mayoría, latinoamericanas— que acompañaron al Partido de los Trabajadores (PT) brasileño durante la primera vuelta de su elección presidencial. Mi sorpresa fue que comprendían y compartían mi argumento e incluso iban más allá. Algún interlocutor de renombre me comentó que la derecha usaba estas redes para reproducir las élites y para generar un discurso común en diferentes países de habla hispana. Me pareció un discurso atrevido, pero plausible al mismo tiempo.
La ausencia de un debate en el mundo progresista alrededor de este concepto ha dejado un amplio espacio a la ultraderecha, que se ha interesado por la cuestión
La disputa del concepto puede parecer trivial, como tantas otras cuestiones, pero no lo es tanto. La premisa condiciona la relación bilateral entre España y los países latinoamericanos y dibuja un mapa de dependencia que no solo es reaccionario y absurdo, sino que ni tan solo responde a criterios formales. Hoy en día, según datos del Fondo Monetario Internacional correspondientes a 2021, Brasil es la undécima economía mundial, mientras que España es la 14ª y México la 15ª. Es decir, las principales potencias regionales miran de tú a tú a los países europeos de habla latina; teniendo además una capacidad de crecer y una proyección al futuro mucho más prometedora. No hay razones económicas ni culturales para sostener ese esquema deformado en el cual España y Portugal son las potencias coloniales que pretenden influir en su patio de atrás. No las hay.
La ausencia de un debate en el mundo progresista alrededor de este concepto ha dejado un amplio espacio a la ultraderecha, que se ha interesado por la cuestión. Conscientes de la importancia de la expansión regional de las ideas conservadoras, Vox —formalmente, la Fundación Disenso, ligada al partido— lanzó en octubre de 2020 la Carta de Madrid. Este documento instaba a sus socios en América Latina a firmar un manifiesto donde enunciaba la necesidad de combatir el poder de los partidos “del Foro Sao Paulo” y del “Grupo de Puebla”, que, según la Carta, “se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. La carta contrapone la orientación de la región a la “libertad, prosperidad e igualdad ante la ley” a y al “yugo totalitario” de los “regímenes […] de inspiración comunista”. Derecha populista y anticomunista, hasta ahí nada nuevo. La única novedad radica en el uso de un concepto inédito hasta el momento: Iberosfera. La Iberoamérica de Vox.
En ese mismo año 2020, coincidiendo con la celebración del 12 de octubre, la Fundación Disenso anunció la compra del medio La Gaceta, renombrándolo como La Gaceta de la Iberosfera. A la hora de escribir este artículo, en portada de este medio se puede leer un titular bien explícito “Boric insiste en implementar la ideología de género y el aborto libre”. Un instrumento de intoxicación y fake news al servicio del mismo discurso de la ultraderecha, pero esta vez en versión transoceánica.
Conscientes de la importancia de la expansión regional de las ideas conservadoras, Vox —formalmente, la Fundación Disenso, ligada al partido— lanzó en octubre de 2020 la Carta de Madrid
Iberosfera, como decíamos, es un concepto inédito hasta su uso por parte de la formación derechista. Nadie sabe a ciencia cierta qué significa. ¿Incluye a Brasil? ¿Y a los países francófonos? Iberoamérica o Hispanoamérica son conceptos descritos bajo un interés de parte (con el criterio colonial o el lingüístico en el centro), pero definidos, al fin y al cabo. América Latina y el Caribe, asimismo, describe una realidad regional. ¿Qué es la Iberosfera, entonces?
La Iberosfera de Vox es una especie de internacional anticomunista y anti izquierdas que, por el momento, está dando menos resultados que una calculadora estropeada. Si bien en un primer momento consiguió sumar el apoyo de algunos senadores del centro-derecha mexicano (el PAN) a la carta de Madrid, su impacto se ha circunscrito a sus aliados naturales: Milei, Espert y sectores de la derecha del PRO en Argentina y otras figuras conservadoras de países como Ecuador, Perú, Paraguay y Chile. La derecha de la Iberosfera, liderada por Abascal, armada contra el populismo rojo de izquierdas, que conspira a ambos lados del Atlántico. El enemigo interno, la amenaza global. Un relato que ni en la película de la semana de cualquier canal privado de televisión.
La Iberosfera de Vox es una especie de internacional anticomunista y anti izquierdas que, por el momento, está dando menos resultados que una calculadora estropeada
Más recientemente, en junio de 2021, los diputados de Vox en el Parlamento Europeo organizaron la I Cumbre ECR-Eurolat “por la libertad y la democracia en Iberoamérica”. Es que, a decir verdad, lo más llamativo de la cuestión es que por coherencia intelectual, Vox no renuncia al uso del concepto tradicional de Iberoamérica. La maniobra de márketing (Iberosfera) no pretende substituir el viejo concepto poscolonial en el que tanto ha invertido el Estado para perpetuar su influencia en América Latina.
Estos 10 y 11 de octubre se celebra en Madrid la segunda cumbre ECR-Eurolat, esta vez titulada “Cumbre de la Iberosfera”. Contará con la presencia, además de políticos de Vox como Buxadé, Monasterio o Tertsch, de José Antonio Kast (excandidato presidencial de la derecha populista chilena), de representantes de Fratelli d’Italia —el partido de Meloni—, de los republicanos estadounidenses o de Partido Liberal de Brasil, la formación de Bolsonaro. ¿Los temas a tratar? Adoctrinamiento de masas, narcocomunismo, terrorismo y guerra cultural. Todo ello, responsabilidad según los ponentes de “la izquierda más radical que ha subvertido y dominado a toda la socialdemocracia”, de “las políticas de género, sus ataques a la familia tradicional, el apoyo a los nacionalismos e indigenismos identitarios y desintegradores, la promoción de religiones diferentes y hostiles al cristianismo o la inmigración irregular”. Ahí es nada.
Vox pretende impulsar una agenda reaccionaria común que sitúe a la formación de Abascal en el centro de la derecha populista global. La idea de Iberoamérica es complementaria y nada incómoda para la ultraderecha, que la usa como sinónimo de su nueva “Iberosfera”. Es complementaria porque pone a España en el centro y reproduce el esquema de dominación colonial. Es tan descarado, que bautizaron su documento fundacional como “Carta de Madrid”. La derecha populista latinoamericana siguiendo la pauta del partido español. El sueño húmedo de Abascal.
Las fuerzas transformadoras de América Latina y el Caribe deben disputar el concepto de Iberoamérica precisamente por esta razón, porque ofrecen a la derecha extrema un campo discursivo donde desplegar su agenda reaccionaria. El Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla, (principales foros de la izquierda) donde también participan miembros europeos, no erran el tiro; el protagonismo central corresponde a los actores latinoamericanos. La pluralidad y la complejidad de toda la región latinoamericana se debe de analizar con rigor y respeto desde Europa, fortaleciendo aquellas relaciones bilaterales que no partan de un esquema de desigualdad previo. La idea de Iberoamérica y la entelequia llamada Iberosfera forman parte de ese olor a rancio de un mundo que ya no existe y que, algunos, pretenden devolver a la vida. La festividad del 12 de octubre es una oportunidad más para quitarnos ese aroma hediondo y añejo de encima.
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