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Autogestión
La RiMaflow resiste: el conflicto colectivo
Tenía que ser un desalojo, pero se convirtió en una fiesta. La autogestión obrera de la fábrica recuperada de Trezzano sul Naviglio (en la periferia del área metropolitana de Milán) evitó el desahucio y relanzó su idea de mutualismo y solidaridad.
La experiencia de autogestión más importante de Italia estaba destinada a acabar el 28 de noviembre de 2018. Sin embargo, ha conseguido llegar al cénit de su proceso conflictivo y, desde ahí, no puede sino empezar de nuevo.
La fábrica recuperada de Trezzano sul Naviglio llevaba desde 2013 bajo amenaza de desalojo. El pasado 30 de noviembre, decenas de personas llegadas desde toda Italia se reunieron delante de las vallas de Vía Boccaccio. Estaban preparadas para defender la fábrica, pero acabaron celebrando una victoria. El giro de guión se produjo cuando los portavoces regresaron de la Prefectura de Milán con un acuerdo bajo el brazo, firmado por la cooperativa RiMaflow y el Unicredit Leasing [una de las compañías bancarias más grandes de Italia y Europa, N. del T.], que pretende recuperar las naves industriales de su propiedad. El acuerdo prevé un aplazamiento del desalojo de 6 meses, el tiempo necesario para que el colectivo pueda encontrar un nuevo espacio. Además, tal y como ha exigido la cooperativa RiMaflow, Unicredit Leasing se ha comprometido a contribuir con el fondo Cáritas de apoyo al trabajo. Resultados concretos que coinciden con el compromiso, también concreto, de la cooperativa: trabajar.
Massimo Lettieri, presidente de la RiMaflow, actualmente bajo arresto domiciliario por su imputación en una investigación por tráfico ilegal de residuos (acusación indignante, teniendo en cuenta los principios que han guiado el trabajo en la RiMaflow durante todos estos años), estuvo presente en las voces de Gigi Malabarba y Luca Federici, que hablaron a su regreso de las negociaciones en la Prefectura. Ahora que el desalojo ya no es un peligro inminente y que existen las condiciones para poder continuar el proyecto, los dos representantes hablaron de RiMaflow 2.0 y del plan industrial a desarrollar pensando en la nueva sede que alojará sus actividades.
Desde el 2009 hasta hoy
¿Pero cómo ha llegado un grupo de operarios y operarias, despedidos en 2009, al punto de poder reivindicar el inicio de un nuevo proceso de autogestión? Además de su valentía al no ceder a las lógicas de la precariedad y del trabajador de usar y tirar, han demostrado que nadie, ni siquiera las instituciones, son capaces de ponerle fin a su experiencia. En los tiempos que corren en Italia, este fenómeno resulta, como poco, una anomalía. La experiencia de RiMaflow ha demostrado también que cuando la justicia de las normas no coincide con la justicia social, el camino a seguir es el de la autogestión conflictiva y el mutualismo. Ambos procesos tienen como premisa la existencia de una relación que, en primer lugar, se instaura con quien está en tu misma situación. Se trata de una cuestión de agregación y solidaridad concreta entre trabajadores y trabajadoras con intereses comunes y reivindicaciones similares.
En 2009 se encontraban sobre el tejado de la fábrica para protestar por los despidos. En 2018, siguen unidos para dar vida a un nuevo comienzo. Poder trabajar ha sido siempre el punto inicial y final, el motivo que les ha dado la fuerza necesaria para demostrar la legitimidad de sus acciones. Las formas a través de las cuales reivindicar lo que consideran justo han sido siempre compartidas, escuchadas y sintetizadas.
El conflicto es colectivo y está al alcance de cualquiera porque cualquiera puede dar su contribución
Sería equivocado pensar que la RiMaflow ha conseguido hacer realidad una experiencia ejemplar solo gracias a la presencia de personas como Malabarba, Lettieri y Federici, con largas historias personales de militancia política y sindical. Donatella Marzola, por ejemplo, nunca había participado, antes de 2009, en acciones conflictivas o de protesta. Esa fase que inició, y que continúa aún hoy, ha representado para ella una ocasión para madurar a nivel personal: «Quien trabajaba hacía las horas que le tocaban, y los demás estaban fuera -contaba en 2015, tras dos años de ocupación- con las tiendas y todo lo demás, haciendo guardia delante de la nave. Dormíamos ahí mismo, con el hielo. Yo siempre he sido muy reservada, miedosa, pero esta situación me ha enseñado a responder, a no tener miedo a decir lo que pienso. Ha sido duro, pero ha reforzado mi carácter. Me ha templado. Dentro de lo malo, me ha dado cosas buenas». El conflicto es colectivo, y está al alcance de cualquiera porque cualquiera puede dar su contribución. La conciencia de que cada persona es capaz de formar parte del conflicto ha permitido al grupo estar cohesionado. El conflicto es común igual que el trabajo es un derecho común, que permite que cualquier persona pueda contribuir a mejorar la sociedad.
El mutualismo y la apertura a la ciudadanía, a las migrantes y a los artesanos y artesanas que ahora trabajan en RiMaflow, han convertido este espacio en un lugar de legalidad y justicia social
La cohesión de un grupo de trabajadores y trabajadoras solidarios se hace realidad más fácilmente cuando existe una contraparte con la que confrontarse o contra la cual enfrentarse. En el caso de la RiMaflow, fue primero el empresario y más tarde la empresa propietaria de las naves. La autogestión conflictiva ha llevado a intensas discusiones, complejas y a menudo dolorosas, para intentar obtener el reconocimiento institucional de una experiencia que, ya en el 2013, aparecía en los periódicos, las televisiones, los estudios académicos, obtenía el apoyo de asociaciones laicas y religiosas, políticas, sindicales, de ciudadanos y ciudadanas individuales, y de personas del mundo de la cultura y el espectáculo.
La autogestión conflictiva
Las relaciones entretejidas a lo largo de todos estos años con el territorio, con la red Fuera del Mercado, que aúna experiencias de economía solidaria, reapropiación del trabajo, de las tierras y de los espacios; con Cáritas, con Libre contra las mafias y con la Red de los números pares han permitido que la fábrica pasase de ser un simple lugar de producción a convertirse en un nodo de referencia para la construcción de un tejido social solidario en el que reconocerse y en el que poder apoyarse. El mutualismo y la apertura de los espacios a la ciudadanía, a las migrantes y a los artesanos y artesanas que ahora trabajan en RiMaflow, han convertido este espacio en un lugar de legalidad y justicia social. De deshechos a recursos: personas que han sido expulsadas o rechazadas del mercado de trabajo han respondido dando a la producción una dirección ecologista (reutilización y reciclaje). Reapropiación del trabajo y reapropiación de sí mismos, del propio valor y del valor de los demás: necesidades esenciales que quienes trabajan en la RiMaflow satisfacen día a día.
Las fábricas recuperadas no sobreviven a través de financiamientos, ni por la inversión de grandes capitales, sino gracias a las relaciones de solidaridad que se instauran, antes que nada, entre los trabajadores y, más tarde, entre éstos y el territorio. El tipo de producción gira en torno a una idea de economía y de sociedad en la que no prevale el interés individual sino, precisamente, la solidaridad y el mutualismo.
Todo esto convierte a la RiMaflow en una experiencia a la que no se puede poner fin, incluso si fuera necesario cambiar el lugar de la producción. En las naves de la vieja Maflow llegaron a trabajar hasta 320 personas. Más tarde, como consecuencia de distintas transacciones societarias, ese número disminuyó hasta el cierre definitivo de la empresa en 2012. Las naves fueron primero abandonadas y más tarde recuperadas, pasando a formar parte integrante de un proceso de regeneración urbana, ecológica y personal, así como de reapropiación del trabajo.
Después de todas las crisis que se han sucedido desde 2009, la batalla de la RiMaflow es la única que ha tenido continuidad porque hemos ocupado, porque aún estamos aquí e intentamos avanzar en nuestra experiencia
Igual que quienes trabajaban en ellas, las naves han pasado de ser deshechos a convertirse en recursos. Massimo Lettieri ha estado siempre muy unido a la fábrica. Está convencido de que un lugar denso de significado es capaz de contribuir, a nivel motivacional, a hacer avanzar una batalla: «Después de todas las crisis que se han sucedido desde 2009, la batalla de la RiMaflow es la única que ha tenido continuidad porque hemos ocupado, porque aún estamos aquí e intentamos avanzar en nuestra experiencia con la cooperativa RiMaflow. Nunca me he ido. Nunca he huido». No obstante, el espacio físico puede convertirse en un obstáculo capaz de debilitar la experiencia, porque su manutención requiere de un esfuerzo que quita tiempo y energías a la producción.
El proceso de autogestión conflictiva y de mutualismo que lleva a cabo la RiMaflow ha llegado a un nivel de madurez tal que ya no resulta indispensable salvar los espacios: existe una amplia experiencia que permite desplazarse para encontrar un lugar idóneo sin arriesgarse a perder valor por el camino. Reivindicar que un nuevo inicio presupone un nuevo espacio significa poner en evidencia, una vez más, que el objetivo es concreto, y por tanto noble: el objetivo es trabajar. RiMaflow no podía acabar su recorrido el 28 de noviembre, porque desde 2009 las trabajadoras y los trabajadores han puesto las bases para hacer realidad una experiencia que ha permitido al grupo estar unido, practicar el mutualismo y recibir solidaridad desde todo el territorio italiano. Y cuando ya no hace falta defender un espacio físico para defender una experiencia significa que ésta ha llegado a un auténtico punto de inflexión y, sobre todo, que es imposible pararla.