Antimilitarismo
Indignaos, el gasto militar español es muy superior al 2,1% del PIB

Urge un cambio de rumbo a la indignación. Una indignación transversal, pues el gasto militar es un agravio comparativo para cualquier lucha social
Protesta contra la feria de armas FEINDEF (2021)
"La guerra empieza aquí, parémosla aquí", protesta contra la feria de armas FEINDEF (2021). Fotografía: Enrique González (Colectivo Miradas)
2 jul 2025 08:00

En los últimos días de junio hemos asistido a la escenificación de una de las retóricas políticas militaristas más humillantes de los últimos tiempos: unos líderes europeos besando los zapatos del presidente de EE.UU. y aplaudiendo su plan de desarrollo y su portafolio militar-industrial.

En tal escenificación Sánchez Castejón, el presidente de un gobierno que empieza a caminar como un pato cojo en el plano doméstico, ha jugado un papel escenográfico y escatológico esencial, al representar un papel algo barroco (barroco en los términos políticos de juego de luces y fingimientos de la que hablaba en su día el profesor Tierno Galván en su obra escrita previa a su inclusión en el grumoso PSOE) en la lucha del bien contra el mal, oponiéndose a un gasto militar que acapare el 5% PIB de los treinta y un socios de EEUU en la OTAN (3,5% para gasto directamente operativo y compra de armas).

Se ha construido así una especie de consenso desde arriba que consagra y normaliza un gasto militar “aceptable” del 2,1% del PIB en España, cierra la protesta por el aumento del gasto militar, al incluir (aunque sea de forma resignada) a la izquierda más allá del PSOE en ese tope y, legitima la política que desde 2018 ha desarrollado el gobierno que no quería dejar a nadie atrás de brutal aumento del gasto militar en detrimento de la ambición de políticas más cercanas a la seguridad humana, a la lucha contra la desigualdad, a la justicia social o al cambio de rumbo en defensa de la ecología.

El consenso desde arriba ha sido bien difundido por una gran mayoría de medios de comunicación y adoctrinamiento expertos en las políticas agnotológicas propuestas por los planes de comunicación de los distintos militarismos. Por desgracia, la falta de conocimiento crítico en muchas de las articulaciones sociales ha permitido que muchas de ellas caigan en la doble trampa de asumir el gasto militar del 2% PIB y de creerse que este es en realidad el gasto militar español.

Al margen de la mentira de que España no pasará del 2'1% del PIB en gasto militar que proclama la propaganda del gobierno PSOE-Sumar, el hecho de que Trump haya amenazado con que España, por no asumir el 5% PIB de gasto militar, pagará el doble en aranceles comerciales, desvela que no se está hablando de “capacidades militares necesarias” sino de cuota de mercado para industrias y bienes de EE. UU. Se trata de pasar factura para hacer “grande” a la América plutocrática con la que sueña la extrema derecha racista, negacionista, supremacista y reaccionaria de EE. UU.

Pero volvamos a los datos.

España lleva años por encima del 2% del PIB destinado a gasto militar

España lleva años por encima del 2% del PIB destinado a gasto militar. Así lo denuncian diversos organismos independientes y yo mismo en los informes anuales que junto con el Grup Antimilitarista Tortuga vengo realizando (puede verse por ejemplo el informe referido a 2024 en este enlace).

Lo que ocurre es que el gasto militar español está hábilmente disfrazado en más de cincuenta partidas y programas fuera del gasto del ministerio de defensa, y el gobierno sólo reconoce una parte del mismo, precisamente la que se refiere al gasto del ministerio militar.

Ya es significativo que la propia Intervención General de las Administraciones Públicas, que controla la ejecución presupuestaria del Estado, se haya quejado en varias ocasiones del normalizado aumento del gasto militar presupuestado (una media de más del 18% en los últimos diez años) y de la no inclusión en el mismo al menos de las partidas disfrazadas en el ministerio de industria para créditos de interés militar. También lo es que el Tribunal de Cuentas se queje de la afición de los diversos gobiernos (a pesar de existir una sentencia del Tribunal Constitucional que lo prohíbe) a incrementar el gasto militar presupuestado acudiendo a créditos extraordinarios y abusando del fondo de contingencia.

No me quiero liar con aspectos arduos del gasto militar, pero debo decir que al gasto comprometido por Sánchez de 33.123 millones de euros (2.1% PIB) hay que sumar todas aquellas partidas que no están en Defensa y que no vienen incluidas en esos treinta y tres mil y pico millones de euros.

Las cosas podrían ser peor, porque para elaborar el cuadro presente he adoptado un criterio conservador. Esto es, no he contemplado algunas partidas en las que dudo si serán de aplicación este año o en los siguientes de entre los 35.318 millones de euros autorizados por los diversos consejos de ministros habidos desde enero hasta junio de 2025 (gran parte de estos generarán deuda y condicionarán políticas y generaciones futuras, como es fácil comprender). Tampoco he adoptado el criterio más gravoso en cuanto a la participación de nuestro militarismo en la amortización de deuda pública durante 2025 (he sumado el porcentaje del ministerio de defensa sobre el conjunto del gasto ministerial previsto y no el conjunto del gasto militar contando también el oculto).

De modo que 65.015 millones de eurazos de gasto militar en 2025 lo debemos considerar no como una cuenta final, sino como una aproximación inicial al mismo.

El 2% del PIB destinado a Defensa equivale de forma aproximada a lo que se gasta todo el Estado (incluyendo comunidades autónomas) en gasto educativo anual, o igual a algo más de un tercio del gasto sanitario del conjunto de las administraciones públicas, o a casi 10 veces más de lo que se ha destinado (contando con ayudas y fondos  europeos) a inversiones que apoyan la transición ecológica, casi nueve veces más  de lo que gasta en ayuda al desarrollo, 1,4 veces más de lo que destina a políticas  de apoyo a la infancia y a las familias, más de 190 veces lo que se destina a lucha  contra la violencia contra las mujeres y más de 10 veces lo que se destina al ingreso mínimo vital.

Pregúntense lo que supone multiplicar por dos el gasto militar y échense a temblar.

Pero eso no es todo. Si acudimos a los avances de liquidación de deuda pública que publica la IGAE, en concreto al último publicado, referido a abril de 2025, resulta que España, además de su gasto ejecutado, tiene un compromiso de pago diferido de gasto plurianual por parte del Ministerio de Defensa de más de 30.000 millones de euros, y un gasto autorizado también superior a esta cifra.

Y ello sin contar que en el Consejo de ministros de 10 de junio el gobierno autorizó más de 15.000 millones de euros de gasto plurianual para programas de armamento y que tiene prometido hacer otro gasto extra de 1.000 millones para Ucrania.

¿Cómo no va a repercutir en la calidad de nuestra democracia o en la cancelación de las aspiraciones de cambio para bien el uso desaforado y en favor de los intereses de una minoría cruel el destino de sesenta y cinco mil millones de euros anuales (y creciendo) al militarismo y la construcción de un clima bélico?

Creo que todo ello nos debe llevar a quienes aspiramos a un cambio de rumbo a la indignación. Una indignación transversal, pues el gasto militar es un agravio comparativo para cualquier lucha social transformacional en marcha y para cualquier política pública en favor del procomún y de sus aspiraciones. Pero también transversal porque, digámoslo claramente, es un gasto cómplice y con muchas complicidades: desde los partidos del gobierno que lo autorizan y ejecutan hasta sus apoyos mediáticos y propagandísticos, los sindicatos que piden más carga de trabajo militar o un impuesto a los trabajadores para financiarlo y las organizaciones de toda índole que lo asumen sin rechistar. Y desde luego cómplice de todas las derechas que lo jalean, ahora con cierto disimulo, esperando la lluvia de millones que atornilla una de sus políticas de máximos.

Este gasto militar inasumible nos debe llevar a quienes aspiramos a un cambio de rumbo a la indignación. Una indignación transversal, pues el gasto militar es un agravio comparativo para cualquier lucha social transformacional en marcha

La pregunta relevante es: ¿Qué queremos defender? ¿Cuál es el concepto de seguridad que necesitamos en esta época de Antropoceno, el de seguridad militar o el de seguridad humana? y, por tanto, cuáles son nuestros verdaderos enemigos.

Urge más que nunca reconstruir una agenda de lucha pacifista que abandone lo testimonial, vaporoso y desiderativo del discurso de una paz negativa y entendida como ausencia de guerra y que profundice en líneas estratégicas de desmilitarización estructural y social, que priorice la resistencia, el enfrentamiento directo noviolento, la desobediencia civil frente a los mandatos del militarismo.

La construcción en común desde las distintas articulaciones sociales y desde sus vasos comunicantes evidentes de una alternativa global de seguridad humana y transarme puede ser un empeño hoy mucho más necesario que nunca, para construir esa nueva agenda pacifista o, mejor aún, eco-feminista-decolonial-anticapitalista-luchas por la justicia-inmigrante-pacifista, y todas las articulaciones que queramos poner, que nos permita enfrentar en términos de defensa social compartida nuestras aspiraciones de cambio y nuestras estrategias para quitar poder al militarismo y empoderar a la sociedad en un paradigma de seguridad centrada en la vida, los cuidados y la ecodependencia.

La identificación de alianzas que ayuden a hacer sinergias y de intereses y enemigos a los que enfrentar en términos de defensa social también.

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