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Antimilitarismo
Guerras, las justas. Las “guerras justas” en la historia
Ninguna guerra es injusta para quien la promueve. Mejor dicho, todas encuentran su justificación desde un principio. Nunca una guerra es ofensiva, sino defensiva, como el material armamentístico que se utiliza en ellas y con el que obscenamente se comercia. La guerra de Ucrania ha sido un escaparate para demostrar esto último, ingentes cantidades de material militar (ofensivo, defensivo o el eufemísticamente denominado “de doble uso”) han sido enviadas por los gobernantes bajo el pretexto de ser solo defensivo (un tanque, un misil, ya nos dirán cómo puede ser defensivo), mentira multiplicada por las terminales mediáticas sin someterlo a crítica ninguna. También el estado español ha vendido “munición” a Israel, como recientemente hemos sabido.
Una mirada crítica a las teorías que justifican las guerras, precisamente, es la que se aplica de principio a fin en El pensamiento militarista. Sobre las “guerras justas”, volumen recién publicado por Los Libros de la Catarata por Fernando Hernández Holgado, compañero antimilitarista que ha asomado en distintas ocasiones por este mismo blog.
El libro, prologado por Carlos Taibo, toma como punto de partida las justificaciones medievales (san Agustín y santo Tomás de Aquino) y se detiene en los autores de la llamada Escuela de Salamanca, que trataron con especial atención el tema de la “guerra justa” en el contexto de la Conquista de América. Francisco de Vitoria ha sido siempre un hueso duro de roer para los partidarios de versiones rosas imperiales. Estas disputas entre iusnaturalismo y derecho positivo dan paso al grueso de la obra, que se centra en el mundo contemporáneo. No en vano el autor es profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense y lo ha escrito “pensando en mis alumnas y alumnos del Grado de Historia, Historia del Arte y Filosofía” de dicha institución. Y lo que ha salido prácticamente es un manual de Historia Contemporánea visto a través de sus guerras que camina de la mano de grandes nombres de la política, filosofía, sociología y de la propia Historia como disciplina. Una revisión feroz pero reposada, documentada y analítica que ofrece contexto, eso que desaparece de las noticias de prensa cuando se desencadena el conflicto bélico.
La composición de los estados-nación del siglo XIX, con sus grandilocuentes y patrióticas proclamas esencialistas dejaron abonado el camino a las dos guerras mundiales del siglo XX, a multitud de las regionales y finalmente a la Guerra Fría (la primera y la segunda), escenario que parecía superado y en el que hoy, como nuevo bucle histórico, nos hallamos otra vez de lleno, inaugurando quizá una tercera fase. Vietnam, las contiendas del Golfo, los Balcanes, Afganistán y, finalmente, Ucrania son tratados con especial atención. Finalmente, no. Cuando el libro estaba casi en imprenta se desencadenó el genocidio gazatí a raíz de los actos terroristas de Hamás, y el autor pudo añadir una “Coda palestina”.
Una revisión feroz pero reposada, documentada y analítica que ofrece contexto, eso que desaparece de las noticias de prensa cuando se desencadena el conflicto bélico
El libro, organizado en seis grandes bloques subdivididos en un total de 88 capítulos de unas tres páginas cada uno, permite la lectura autónoma de estos, algo de agradecer. Subyace en todos ellos, al margen del conflicto bélico que se trate, la crítica a la épica de la guerra, a los motivos profundos que subyacen a las justificaciones concretas que cada político beligerante y su cohorte de prohombres hayan dado en cada momento. El “mito de la experiencia de guerra”, expresión del historiador George Mosse, es abordado desde todos los puntos de vista, ya que a través de un poliedro infinito de formas de cultura (currículos escolares, estatuaria urbana, conmemoraciones patrias, coplillas populares, la Filosofía y la Historia, hasta, añadimos, la foto del hijo jurando la bandera encima de la mesa camilla de cada saloncito español) ha influido en estos últimos dos siglos, que son los que se desgranan con más detalle, puesto que tal “mito”, sin duda, es rastreable mucho antes. En palabras de Hernández Holgado, “Este mito de glorificación, embellecimiento y trascendencia de la guerra -muy relacionado con un modelo de masculinidad violento y sacrificial que celebraba la muerte con la pretensión de trascenderla- se oponía y cifraba precisamente su supervivencia y su desarrollo en la exclusión de la verdadera realidad y consecuencias de los conflictos bélicos: los asesinatos masivos y las destrucciones que habían denunciado Erasmo y Voltaire” (p. 45). Con acierto, tal épica es inseparable de la propia concepción de la masculinidad (ethos heroico, desprecio de la vida, incluso la propia; en fin, llevado al extremo, los “novios de la muerte”) en el sentido más grosero y en el más fino. Guerras y patriarcado son consustanciales, al menos tal como las hemos conocido. No sabemos si una sociedad no patriarcal, si algún día llegamos a ella, encauzará sus conflictos de otra manera. Hasta ahora ha sido así. La “brutalización” de la guerra ha sido un proceso que arrancó a principios del siglo XX y se ha demostrado imparable. Deshumanizar al enemigo es el primer paso para exterminarlo.
Esta obra tiene una obvia lectura antimilitarista, pues desde esta clave está interpretada. Nos debía hacer reflexionar ante el uso y abuso de ciertos lemas que hablan de “victoria”, que glorifican acríticamente la “lucha”, ciertas formas de “resistencia”. La violencia en su máxima expresión es la guerra. Los ejércitos y los grupos armados que les emulan son los encargados de ejercerla en sus modos más ásperos y cruentos, con un proceder “profesional” del horror. Más nos valdría reflexionar “en tiempos de paz” a la luz de lo ocurrido en el mundo en estos últimos siglos y cuestionar de raíz adónde nos ha llevado y adónde nos lleva esta forma de regular conflictos. Son muchos los intereses en juego, y en una economía capitalista mundializada, controlada por las grandes corporaciones, con unas instituciones “mundiales” tan precarias como la ONU, en manos de los países responsables del mayor número de muertos, cualquier intento de denunciar la lógica de la guerra es un acto subversivo. También aparecen estas voces en el libro, con protagonismo femenino en muchas ocasiones (Bertha von Suttner, Käthe Kollwitz, Virginia Woolf, Marta Hillers, Petra Kelly, Christa Wolf). Las páginas desgranan multitud de nombres, datos y, lo principal, análisis. Toda una mina para que cada cual encuentre la veta por la que quiera seguir profundizando, para lo que se ofrece una extensa bibliografía final articulada por capítulos.
La “brutalización” de la guerra ha sido un proceso que arrancó a principios del siglo XX y se ha demostrado imparable. Deshumanizar al enemigo es el primer paso para exterminarlo
Hernández Holgado había publicado ya Miseria del militarismo. Una crítica al discurso de la guerra (Virus editorial) en un lejano 2003. No es nuevo el tema para el autor. Los veinte años transcurridos solo han añadido más “sucesos” repetidos, aquí y allá, pero no han movido los argumentos de fondo, pues no ha habido ningún salto cualitativo trascendental, que en este campo se inició con el atentado contra las Torres Gemelas (2001). Poco parece que hayamos aprendido.
El brutal incremento del presupuesto militar, en el mundo y particularmente en España, no presagia nada bueno. Más “codas”, si acaso. Los partidos de izquierda con poder no es que hayan permanecido en el manoseado “estruendoso silencio”, sino que directamente han decidido esa barbaridad en los Presupuestos Generales del Estado. Son las derechas las que han callado, como cada vez que “el enemigo”, por lo que sea, hace algo que les favorece. Y es que el militarismo trasciende derechas o izquierdas, por más que las simpatías suelan escorarse un poco más hacia el primero de los lados. Es una cuestión transversal, como la de los grandes problemas que como humanidad tenemos (la relación entre los sexos, entre colores de piel, la catástrofe climática…). Un libro como este nos ayuda a entender el mundo en que vivimos, como todo buen libro de historia.
El pensamiento militarista. Sobre las “guerras justas” se dedica a la memoria de nuestro compañero José Manuel López Blanco, y se presenta hoy en el Ateneo La Maliciosa (C/ Peñuelas 12, Madrid).
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Cada día más colmado de tanto pacifismo irreflexivo del "poner la otra mejilla" frente a las opresiones existentes y otras amenazas.
A læs autoræs de este artículo/libro supongo que se les ha olvidado que las principales revoluciones contra el status quo de turno fueron en esencia guerras civiles contra el opresor, bien sean las de Francia, Rusia, las de descolonización...
Tampoco conviene olvidar las veces que el "pacifismo" nos condenó al conflicto más sangriento de la historia: En vez de "firmar la paz" con Hitler, los países aliados tendrían que haber invadido Alemania antes de concluir su rearme.
Por otra parte, también el "pacifismo" abandonó a su suerte a la República Española frente a los fascistas