Vuelta al cole: cinco razones para no bajar la guardia ante el bullying

Los padres denuncian más y los compañeros se callan menos. Pese a los avances en la lucha contra el acoso escolar, queda mucho trabajo por delante.

Padres y madres denuncian más, el profesorado es más sensible y los compañeros se callan menos. Hay motivos para pensar que en el abordaje del acoso escolar, que en algunos casos puede adoptar formas muy violentas y en todos hace mella, se puede ser optimista. Pero no hay que bajar la guardia. Frente a las 13 cintas de Por 13 razones, la serie de Netflix que ha levantado ampollas por su tratamiento del acoso escolar, desgranamos cinco razones para no bajar la guardia ante el bullying en esta vuelta al cole.

Uno. Las consecuencias son graves y trascienden la etapa escolar.

Marica. Mariquita. O nenaza. O gafotas cuatro ojos. Ser siempre el último elegido para jugar un partido. Un empujón en la fila, una patada, dos. Una y otra vez. Durante años. “No sé si llamarlo bullying, pero yo desde que empecé el colegio era rechazado constantemente en los juegos”, dice Javi. El rechazo aumentó en intensidad: insultos diarios, agresiones a la salida del colegio, gafas rotas que difícilmente podía explicar en casa. No habló de ello hasta que llegó a la edad adulta.

“Un niño que sufre bullying vive una tortura”, dice Benjamín Ballesteros, psicólogo y director de Programas de la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo), cuyo teléfono de atención al acoso escolar y otros tipos de violencia tiene ya una larga trayectoria. “Estos niños tienen un trauma complejo, porque todos los días de forma progresiva les están agrediendo, machacando, y sienten impotencia e indefensión aprendidas”, explica. Por eso, añade, “hay niños que tardan en contarlo y algunos no lo hacen hasta la edad adulta”. Además, puede prolongarse más allá de la etapa escolar. “Están en un momento de desarrollo de su autoestima y su autoconcepto, y sufrir bullying puede provocar secuelas importantes”, explica Ballesteros.

Bullying

La memoria de Javi recupera dos palabras cuando piensa en los casi diez años de acoso escolar: “humillación” y “miedo”. El bullying, además, marcó su historia. “Yo quería estudiar una FP de Administrativo, pero como era ‘de chicas y de maricas’ renuncié a hacerlo; llevaban años llamándome marica en el cole, ¿cómo me iba a meter a Administración y reforzar esta idea?”, recuerda. Estudió Electrónica.

La lista de consecuencias de sufrir acoso escolar es larga. Las víctimas tienen “sentimientos de inseguridad, soledad, tristeza, infelicidad, indefensión, ansiedad, nerviosismo, irritabilidad, depresión, ideación suicida, estrés, miedo, baja autoestima, falta de confianza en sí mismos, baja estabilidad emocional, sentimientos de ira y frustración, somatizaciones, trastornos del sueño, fobias, dificultades para concentrarse que afectan a su rendimiento académico, bajo ajuste social”. La lista de 14 líneas es de la catedrática de Evaluación Psicológica y experta en bullying Maite Garaigordobil. “En algunos casos, muchos de estos efectos del acoso tanto en la víctima como en el agresor perduran a lo largo de la vida”, dice la experta de la Universidad del País Vasco.
Javi hoy es educador social, pasa de largo los cuarenta y dice, preocupado: “El otro día una familia en el trabajo me describió exactamente un episodio como el que te estoy contando”.

DOS. Los observadores pasivos ya no son mayoría, pero aún son muchos.

“Hola. Soy Hanna. Hanna Baker. Ponte cómodo, porque estoy a punto de contarte la historia de mi vida”. Así empieza el primer capítulo de Por 13 razones mientras la cámara recorre el pasillo de un instituto de EE UU y llega hasta la taquilla de Hanna. A lo largo de 13 capítulos, la serie irá señalando no solo a sus acosadores sino también a los by-standers: los observadores pasivos.

Pero volvamos al colegio en el que estudió Javi entre insultos y patadas. “Recuerdo pedir ayuda explícitamente, y cómo me decían que no podían ayudarme”, dice sobre algunos de sus compañeros. Implicar a los observadores pasivos está en los planes de la mayoría de las campañas contra el acoso escolar. Es el corazón del método KiVa, importado de Finlandia y con una tímida implantación en España, que trata de romper la ley del silencio entre los “espectadores”, el grupo más numeroso en la ecuación del acoso escolar.

Y parece que cala. Según los datos del informe del II Estudio sobre bullying y ciberbullying desde la perspectiva de los menores de la fundación ANAR, los compañeros de los acosados se callan cada vez menos. Así, en más de la mitad de los casos de acoso escolar y en casi el 70% de los casos de ciberacoso, la víctima recibió apoyo de sus compañeros. Es un aumento significativo si se compara con las cifras anteriores de la Fundación ANAR: en el informe de 2015, los números eran 22% y 15% respectivamente. “Es muy alentador y un cambio de actitud importante, pero es pronto para hablar de un punto de inflexión”, dice Ballesteros.

Tres. Han aumentado los casos de alta intensidad.

Insultos, robos, amenazas, golpes o exclusión son las formas que toma esta violencia, que se torna especialmente dolorosa porque se produce entre pares y porque se da de manera reiterada. Pese a los cambios positivos, el informe de ANAR constata que los hechos violentos continúan siendo muy frecuentes, incluso con ligeros aumentos de los más duros y violentos. El informe recoge que aunque los más habituales son los insultos u ofensas de palabra (71,1% de casos), en el acoso escolar distinto al ciberbullying siguen siendo muy usuales los hechos físicos “fuertes” (golpes y patadas) (51,5%), junto con aislamiento (29,7%), empujones (22,6%), amenazas (22,2%) y robo o rotura de cosas (14,7%). Casi todos se incrementaron durante 2016. 

Además, el ciberbullying permite que el acoso se reproduzca más allá del centro escolar y del horario escolar. Los insultos, amenazas, publicación de rumores, difusión de imágenes o incluso suplantación de personalidad —conductas que pueden ser constitutivas de un delito— acompañan al menor hasta la intimidad de su habitación. Entre los actos específicos de ciberacoso están la difusión de fotos y vídeos comprometidos (20,2%), difusión de información personal (11,7%) y el pirateo de una cuenta personal (8,5%), generalmente a través del teléfono móvil y mediante WhatsApp.

Cuatro. Un 4’7% tiene pensamientos suicidas.

Una fotografía suya junto a un chico difundida rápidamente entre los compañeros del instituto levanta todo tipo de rumores, alentados por el autor de la imagen y sus amigos. Amigas que dejan de serlo, insultos, slutshaming incluido, acoso y ciberacoso. La historia de Hanna, adolescente de 17 años, acaba con su suicidio. Sí, tiene nombre, apellidos y por suerte es un personaje de ficción. No como Arantza, Diego, Alan o, este año, Lucía. El teléfono de ANAR recoge que el 2,6% de quienes aseguraron sufrir acoso escolar dijo haberse autolesionado, el 4,7% aseguró haber tenido ideaciones suicidas y los intentos de suicidio suponen el 1,1%. El total de estas reacciones de las víctimas suponen un 8,4% sobre el total de casos de acoso escolar.
Bullying 3

“Creo que es positivo y necesario hablar con franqueza de las consecuencias del acoso escolar, y la serie lo pone de manifiesto”, dice Garaigordobil sobre Por 13 razones, que ha sido objeto de duras críticas por su escena final. “Algunos consideran que hablar del suicidio lo estimula, sin embargo, no creo que esto sea así si el debate y la reflexión sobre el suicidio se realiza adecuadamente, siguiendo las recomendaciones de la OMS”, añade. En el programa de prevención dirigido a adolescentes que desarrolla el grupo de investigación que dirige en la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco, algunas actividades se basan en casos reales de niños y adolescentes que se han suicidado por el sufrimiento que les ha generado el acoso de sus compañeros. “El hecho de que sean casos reales, conocer su historia y el trágico desenlace de sus vidas es útil para la reflexión”, explica antes de aclarar el peligro que suponen algunas webs que difunden información sobre suicidio. Ballesteros, en cambio, tiene “la peor opinión posible” de una serie que, cree, “está fomentada en la venganza”, y a la que ANAR respondió con una lista de trece “razones para vivir”.

Cinco. Se puede acabar con el acoso escolar. El bullying ha existido siempre, advierte Garaigordobil, aunque solo en los últimos años se le está prestando la atención que merece. De la mayor sensibilización dan fe, por ejemplo, las más de 40.000 firmas que recogieron los padres de un niño pidiendo que se investigara el acoso escolar a su hijo de siete años en un centro de Madrid. Cuando el colegio se negó a investigar y decidieron hacer pública su denuncia, salió otro caso a la luz. Tras la intervención de la Consejería de Educación y el revuelo mediático, el caso se resolvió con la dimisión de la directora. Hoy, los padres de estas familias prefieren quedar en segundo plano para tratar de garantizar a sus hijos una vuelta al cole más tranquila que el fin de curso. Jose, profesor de secundaria en un instituto madrileño, se queja de la imagen de inacción que se transmite de los profesores, entre quienes, asegura, hay preocupación y cada vez más sensibilidad para actuar ante casos de acoso en las aulas. Porque no hay que resignarse.

"No, no hay que resignarse en absoluto”, dice Garaigordobil ante unas cifras, las del acoso escolar y ciberacoso, que presentan una prevalencia similar en todos los países: la victimización grave se da en entre el 2% y el 10% en casos de bullying, y en entre el 1% y el 8% en el caso de ciberbullying. “Hay que prevenir para que las conductas de acoso en todas sus modalidades no aparezcan e intervenir cuando aparecen”, dice la experta. “Y claro que se puede evitar, pero la prevención e intervención implican acciones desde la sociedad, la familia y la escuela. La colaboración de todos, y la firmeza en acabar con esta lacra, son indispensables”, concluye.


kepa otero:
"hacen falta protocolos contra el acoso racista"
Un 5,1% y un 5% de las víctimas de acoso declaran que el motivo por el que fueron blanco de acoso escolar y ciberacoso respectivamente fue su color de piel, cultura o religión, según la encuesta de Save the Children. Y es que el racismo no se resiste a abandonar las aulas. Comentarios racistas generales y marginación son los incidentes racistas más frecuentes. Desvío de la matrícula, diseñar diferente itinerario educativo y segregación son los incidentes más graves. Lo explica Kepa Otero, integrante de la Comisión Pedagógica de SOS Racismo Bizkaia, que advierte de la diferencia entre bullying racista e incidentes racistas. Así, el acoso escolar racista es el que se produce entre iguales y de manera sostenida. Los incidentes racistas, en cambio, pueden ser puntuales y además no se producen necesariamente entre iguales. Además, “un incidente racista se puede dar también por medios tecnológicos, entonces se podría hablar de ciberincidentes racistas”.
Los efectos de estos incidentes: “Fundamentalmente un sentimiento de inferioridad”, dice Otero, que puede traducirse en bajos resultados académicos. “Eso lleva a decir que los inmigrantes entre otras cosas bajan el nivel educativo, pero no es así”, dice este docente, autor del Manual para la prevención y gestión de incidentes racistas en las aulas. ¿Qué hacer frente a un incidente racista? “Lo fundamental es ser consciente de que es un tema grave”, explica Otero, que dice que uno de los errores más frecuentes es no darle importancia. En caso de incidentes violentos, desde un punto de vista pedagógico hay que trabajar con el agresor y proteger a las víctimas. Y por otra parte se tiene que abrir un protocolo que contemple sanción y resarcimiento para las víctimas.

 

joaquín álvarez:
"Los adolescentes lgtb viven secuestrados emocionalmente"
Joaquín Álvarez puso en marcha la primera Tutoría de Atención a la Diversidad Afectivo-Sexual GLBT (sí, en ese orden) del Instituto Duque de Rivas en Rivas (Madrid) en el año 2003. Lo hizo, según explica, “desde el convencimiento de que tenía una obligación moral con los adolescentes homosexuales y transexuales del instituto que podían estar sufriendo igual que yo en los años 70 del pasado siglo”. Los primeros en acudir fueron dos alumnos: “Semanalmente nos reuníamos en un encuentro confidencial, a última hora de la mañana, cuando no quedaba prácticamente nadie en el instituto”, recuerda. Entonces, “estaba todo por hacer”. Cree que los adolescentes LGTB constituyen el flanco más débil del sistema educativo y da un dato: el índice de suicidios es tres veces superior en adolescentes LGTB que entre jóvenes heterosexuales. “Viven secuestrados emocionalmente, con el temor constante a ser descubiertos en su entorno más cercano”, apunta. ¿Cómo abordar estos miedos desde el aula? “Es necesario completar los contenidos de la educación formal con agentes de la educación no formal que permitan crear espacios seguros para los estudiantes que están en una situación de riesgo”. Porque, subraya, “un alumno homosexual no se puede percibir como un problema; el problema es que haya alumnos homófobos”.
Álvarez cree que desde las administraciones se tiende a minimizar el problema y que la mayoría del profesorado no está sensibilizado. De ahí que muchas veces la reacción sea el silencio. Contra ese silencio, en las aulas del Duque de Rivas se seguirá trabajando cuando empiece el curso: “Hemos creado un espacio mucho más seguro para los alumnos y profesores que deciden expresar abiertamente su hecho diferencial, en el instituto se percibe con absoluta naturalidad la realidad LGBT”, señala orgulloso. Cuando este curso vuelvan a llenarse las aulas, también volverán a abrirse las puertas de la tutoría.

 

kika fumero:
"Cada vez más chicas reconocen la violencia de género"
Contenido...Profesora, bloguera y activista por los derechos LGTB, Kika Fumero es coautora de Escuelas libres de violencias machistas (Edicions Universitat de les Illes Balears, 2016), un libro que no sobra en ninguna mochila. Coeducación y perspectiva de género en el currículum oculto y no solo en el formal son los pilares para repensar unas aulas en las que no quepa la violencia de género ni la homofobia.
Entre 2003 y 2011 once chicas fueron asesinadas por violencia de género. La violencia no es menor por ser menores…
La violencia se aprende mediante la socialización a la que estamos sometiendo a chicos y chicas. No es que lleguemos a la edad adulta y aprendamos a establecer relaciones no sanas y no igualitarias en las que hay violencia. No. Viene desde pequeño y se da en un contexto en el que comienzan cada vez antes las relaciones afectivas y sexuales.
Entre 2010 y 2013 se duplica el número de chicas que reconoce sufrir violencia de género. ¿Han aprendido a reconocer que son víctimas?
Hay una mayor sensibilización y cada vez más chicas reconocen la violencia en sí misma.
¿Entonces hay que preocuparse por la violencia de género entre adolescentes?
Hay que preocuparse mucho porque son chicos y chicas que están en pleno desarrollo de su personalidad y están siendo sometidas a una violencia de la que no son conscientes. Pero la violencia de género se puede atender, se puede prevenir y se puede solucionar.
¿Cómo?
Trabajando, incorporando la coeducación, cambiando las escuelas socializadoras por escuelas coeducadoras. Implementando la perspectiva de género en el curriculum oculto y no solo en el formal, sensibilizando a la comunidad educativa, y eso implica a las familias, a la sociedad.
¿Cómo se detecta a un alumno que sufre LGTBfobia?
Es muy difícil porque son personas que están totalmente invisibilizadas. Hay estudios que demuestran que el 80% del alumnado descubre su orientación sexual con forma de insulto.
¿Entonces eres una profe lesbiana visible?
Yo digo que viví quince años enferma, porque la homosexualidad era un enfermedad según la OMS hasta 1990. Y después vino la convalecencia. Por eso, cuando llegué a la escuela pública y vi que el alumnado LGTB estaba sufriendo, me di cuenta de que podía ser ese profesorado que no tuve en mi época.
¿Cala ese discurso?
Sí. Y quien es LGTBI descubre un espacio seguro para poder ser y existir, descubre referentes, encuentran que ese tío trans o ese hermano gay tiene cabida… Mis alumnos saben que están a salvo. En mis clases está prohibida la LGTBfobia, la homotransfobia.

 

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