Salma Amzian y Fátima Aatar, voces contra la islamofobia

Desde Radio Malva hablan con las antropólogas y activistas sociales musulmanas Salma Amzian y Fátima Aatar sobre el aumento de la islamofobia y el racismo.

islamofobia 1
Jordi Pizarro Concentración xenófoba tras los atentados de Barcelona y Cambrils.
Radio Malva
4 dic 2017 11:22

A raíz del repunte de la islamofobia tras los atentados en Catalunya el pasado mes de agosto, desde Radio Malva nos planteamos la posibilidad de contar con testimonios que pudieran contrarrestar estos discursos racistas. En esta ocasión entrevistamos a las antropólogas y activistas sociales musulmanas Salma Amzian y Fátima Aatar.

Los atentados

El pasado 17 de agosto, mientras ocurría el atentado en las Ramblas de Barcelona, Salma Amzian estaba junto a su madre en Marruecos, donde nació. Su padre y sus hermanos estaban en Vic, Barcelona, donde reside la familia habitualmente. Allí, cerca de su casa, encontraron una de las furgonetas utilizadas por los terroristas. Toda esa información llegaba a Marruecos de manera confusa y fragmentada. “Todo lo que nos llegaba se resumía en que la policía estaba matando moros en Barcelona y Cambrils. Lo vivimos con mucho miedo”. 

Durante las primeras horas hubo ataques a las mezquitas y agresiones en las calles. La islamofobia saltó a los medios como un bombardeo, todo el mundo estaba en shock. “En esos momentos se hacía muy difícil pensar con claridad”. En los días siguientes el miedo no fue menor. “Sabíamos que el racismo estructural que existe en el Estado español se iba a recrudecer. Los atentados parecen legitimar que aumente la violencia contra nosotros. Esto no es nuevo. La violencia policial es una constante en nuestros barrios, pero, bajo el prisma islamófobo, parece que ahora está justificada porque somos potenciales asesinos”. 

Fátima vive en Barcelona y aquel día se encontraba a diez minutos de Las Ramblas. Cuando salió del trabajo se encontró la ciudad cerrada, no se podía salir de Barcelona. “Mi miedo era que la información que llegaba hablaba de un terrorista de origen magrebí. Mi padre estaba yendo a trabajar en ese momento y lo que me aterraba era que pararan a mi padre, lo detuvieran, lo insultaran o lo agredieran”. 

Durante las siguientes dos semanas, las opiniones, los análisis, las reacciones de todo tipo se multiplicaban en los medios de comunicación y en la calle. Salma hace hincapié en cómo vive la comunidad musulmana toda esta avalancha en la que se la sitúa en el punto de mira. “A raíz de los atentados de Barcelona y Cambrils, muchos en mi entorno piensan que hemos fallado como comunidad y como musulmanes, por no ver venir los sucesos, por no estar más atentos a esos chicos… Creo que eso es un error, pensar que lo ocurrido tiene que ver sólo con nosotros, que es responsabilidad nuestra. Pensar así es asumir un autoodio, un odio hacia lo que eres y representas. Tiene que ver con que rápidamente se nos exige a los musulmanes que nos desmarquemos, que salgamos a las calles a decir que no somos terroristas, lo que en el fondo significa que te están diciendo que sí lo eres. Con ello estamos criminalizando a un sector de la población que no tiene herramientas para defenderse contra los ataques de la sociedad dominante y las instituciones. Se les/nos está culpabilizando. Incluso se pidió a la madre de uno de los chicos que saliese a pedir perdón, a renegar de su hijo. Esto tiene una función simbólica para el resto de la comunidad: tenéis que salir a pedir perdón con la cabeza agachada porque os merecéis cualquier cosa que os vayamos a hacer. Se necesita tener mucha sangre fría para pensar y vivir todo esto sin caer en el mea culpa”.

Fátima Aatar: "Si estos actos los hubiera cometido un español blanco se habría hablado de un problema de salud mental, de familia, se habrían buscado explicaciones. Pero cuando el crimen lo comete un chico racializado viene muy bien para fomentar discursos racistas

Por su parte, Fátima habla de una responsabilidad conjunta cuando suceden este tipo de cosas y reclama realizar análisis profundos de las causas para poder evitar hechos tan atroces. “Lo más significativo para mí fue que eran niños los que cometieron los atentados; por lo tanto, como sociedad hemos fracasado. Para que unos niños puedan haber cometido tal barbarie, lo estamos haciendo horroroso como sociedad. Tenemos que ser capaces de buscar explicaciones, lo que no quiere decir justificaciones. Siempre hay unas causas. Estos niños no deciden actuar así de un día para otro. Lo que pasa es que tenemos muchas lagunas para poder analizar lo ocurrido, ya que a estos jóvenes los han ejecutado en el momento, como ha sucedido en todos los atentados en Europa. Por lo tanto, no tenemos su testimonio para poder analizar qué les llevó a cometer tal horror, nos falta información para poder plantearnos acciones que puedan evitarlo”.

Fátima también huye de las respuestas fáciles: “Decir que lo hicieron por odio a Occidente me parece muy simplista, hacer un análisis tan abstracto es un error. Hay muchas cosas a nivel sistémico que considerar. Por ejemplo, el hecho de que los niños reciben mucha violencia a través de los medios de comunicación, las películas, la publicidad, los videojuegos. Esa normalización de la violencia hay que replanteársela, pero en este caso no se hace. Si estos actos los hubiera cometido un español blanco se habría hablado de un problema de salud mental, de familia, se habrían buscado explicaciones. Pero cuando el crimen lo comete un chico racializado viene muy bien para fomentar discursos racistas”. 

Una identidad antimora

El día después de los atentados cuatro grupos neonazis organizaron una manifestación en las Ramblas. Había gente que no comulgaba con la ideología de los convocantes, pero habían sido captados por su discurso. Gente sin un odio interiorizado acudía pensando que iban a una protesta contra el terrorismo. Pero el lema de la convocatoria era claro: “Stop a la islamización de Europa”. “Es algo que ya te esperas. La islamofobia no es por los atentados, está latente y hay gente que instrumentaliza la situación para hacerla más grande, se aprovecha de las víctimas para sacar beneficio a su discurso. Manipulan a personas que lo están pasando mal para llevarlas a su terreno” Fátima pone como ejemplo la distinción de Hannah Arendt al hablar sobre quienes contribuyeron al fenómeno del nazismo en los años treinta: “Por un lado están los dogmáticos, por otro los nihilistas que actúan por interés y por último los ciudadanos influenciables. La ciudadanía que no está politizada es la más influenciable por los grupos fascistas. Esa es la gente preocupante”. 

Fátima tiene claro que la islamofobia no es un fenómeno reciente. “Viene de lejos, no de la última década, es una constante histórica que se va reinventando según los contextos nuevos. Yo lo asimilo al antisemitismo que hubo en los años treinta y que ahora se enfoca a los musulmanes. Los mecanismos racistas y criminalizadores son muy similares. Por eso para combatirlo no hay que quedarse en los estereotipos, lo que nos hace daño es más profundo, hay que ir a la raíz de lo que va creando la islamofobia y que se va creando históricamente”. 

Salma Amzian: "El racismo antimoro, antiárabe, la islamofobia tienen que ver con la construcción de la identidad española que forma parte del legado colonial del Estado español

Salma trata de analizar el fenómeno de la islamofobia en nuestro contexto. “En nuestro país el racismo antimoro, antiárabe, la islamofobia tienen que ver con la construcción de la identidad española que forma parte del legado colonial del Estado español. Es un imaginario que viene construido históricamente desde la llamada reconquista contra los moros. Este racismo como parte de la identidad de un país ha ido evolucionando hasta hoy, donde se sigue viviendo la islamofobia institucional y social, el racismo antimusulmán. El racismo contra los moros está totalmente naturalizado. El 80% de las deportaciones son de marroquíes y argelinos, las cárceles también están llenas de magrebíes. Existe un imaginario racista donde el hombre moro es identificado como delincuente, machista, peligroso, terrorista. Una construcción que viene de esa herencia colonial que se ha sofisticado con la irrupción de la ideología del Daesh a escala global. Ahora se tiene una imagen perfecta para representar y justificar los peligros y la maldad del moro. De este modo se legitima la violencia contra esta parte de la población”. 

Hay dos estereotipos que se imponen dentro de esta lógica; el del hombre musulmán como delincuente y el de la mujer musulmana como víctima. “A las mujeres se nos ha intentado convencer de que estos hombres son nuestros enemigos. Mientras el Estado criminaliza, persigue e incluso asesina al hombre moro en las calles de las ciudades europeas, a la mujer la constituyen como sumisa y la salvan en base a esos valores europeos de los que tanto hablan. Así, los buenos europeos salvan a las pobres musulmanas de sus hombres malos; este es el discurso. Se trata evidentemente de una construcción racista”. 

Precisamente, uno de los discursos más recurrentes en estas ocasiones, es el de que están en juego los valores europeos en contraposición de la barbarie islamista. “Todos estos discursos tienen mucho calado entre las instituciones también dentro del feminismo blanco e incluso entre nosotras mismas, nos han hecho dividirnos. No se trata de negar el patriarcado que obviamente existe en el mundo musulmán, pero también en todas las sociedades. Este tipo de discurso consigue desviar la atención sobre un racismo que es pilar fundamental en este relato común europeo”. 

Las identidades fronterizas

Otra de las cuestiones planteadas tras los atentados fue la pregunta de cómo era posible que estos jóvenes se hubieran radicalizado hasta el extremo de cometer tal brutalidad. ¿Por qué si han crecido aquí entre nosotros? Las respuestas que se dieron iban encaminadas a explicar que los jóvenes eran fácilmente reclutables por el Daesh porque tenían problemas de identidad. “Se dice que las familias no son capaces de lidiar con los problemas identitarios de sus hijos, que las mismas familias se autoexcluyen de la sociedad. Echan la culpa al otro. No están lo suficientemente integrados, es decir, europeizados. Porque, como todos sabemos, los europeos no matan, claro. Resumir el debate en cuestiones de identidad e integración es asumir que el problema es el bagaje cultural de origen de estas familias”.

Así, la cuestión de la identidad surge como central. Los hijos de los migrantes tienen identidades fronterizas, la de origen y la de destino. Si son criados aquí y muestran interés por su identidad de origen es que no se integran. “Se nos pide que seamos europeos, eso es que dejemos atrás el islam, que acojamos los valores 'superiores' europeos, los del relato colonial que la construye como éticamente superior. La forma de luchar contra el terrorismo es la integración que se resume en abrazar la identidad dominante”. 

En este sentido, Fátima añade su inquietud ante las arengas en favor de la unidad por los valores democráticos y la libertad. “Cuando se apela a la unidad se está excluyendo a alguien. Cuando se dice que el islam no es terrorismo, inevitablemente se está relacionando los dos términos. Hay que tener cuidado con las narrativas que se están construyendo”. 

Racismo institucional

Cuando se dan este tipo de acontecimientos nos prevenimos ante la dimensión social de la islamofobia. Salma quiere destacar que existe otra faceta a la que no se le presta atención y que determina en gran parte esta dimensión social y es la institucional. “Enseguida se habló de recrudecer el pacto antiyihadista, de crear un estado policial para prevenir la radicalización de los jóvenes islamistas. A raíz de los atentados se ha dicho que hay que entrar a las mezquitas a controlar a los imanes. Sin embargo, todas las mezquitas y sus imanes están más que controlados. Hay policía secreta en todas las mezquitas”. 

Todo este contexto da pie a proyectos como el Proderai (Protocolo de Prevención, Detección e Intervención de Procesos de Radicalización Islamista). Se trata de protocolos elaborados de manera conjunta entre los Mossos d'Esquadra y el Departamento de Enseñanza de la Generalitat que comenzaron a implementarse en colegios e institutos el año pasado. “Hablamos de un sistema atroz. Los directores y profesores de los centros deben vigilar a sus alumnos y alertar si se están radicalizando los jóvenes que provienen de la migración, ya que se les considera potencialmente yihadistas”. Los mismos Mossos son quienes se encargan de formar a los profes para que sepan cómo detectarlos. Por posible radicalizado se entiende a alguien que no esté bien integrado. Se dan varios ejemplos al respecto: si solo tiene amigos magrebíes, si escucha música árabe, si rechaza beber Coca- Cola (al parecer el Daesh la condena) y otros ítems igual de absurdos. “De este modo se estigmatiza y criminaliza a estos jóvenes, es un instrumento de racismo de Estado, del español o el catalán para el caso es lo mismo”. 

Por su parte, Fátima alerta del peligro que se corre cuando se relaciona directamente el racismo que sufren los jóvenes con su radicalización. “Hay que ir con cuidado con esto porque entonces podría parecer que las personas que sufren racismo, que somos muchos y por supuesto no solo musulmanes, somos potencialmente terroristas. Esto es un error. Decir que el racismo sufrido los ha llevado a radicalizarse, que puede ser cierto, me parece que puede ser una trampa aunque parezca un argumento para combatir el racismo: no hay que fomentar el odio y el racismo porque si no puede derivar en terrorismo. Pero lo que se está diciendo con esto es que si eres moro y sufres racismo puedes ser un terrorista. Puede haber una intención buena, pero existe el riesgo caer en un planteamiento racista”. 

Volviendo al Proderai como ejemplo de racismo institucional, Salma afirma que “tenemos mucha preocupación con la vuelta al cole”. Y es que los colegios e institutos se convierten en colaboradores del Estado racista. Además, el profesorado se convierte en un vigilante vigilado. “El profesorado tiene la obligación de registrar en unas plantillas que debe entregar después a la policía, el resultado de sus observaciones. Si no asume esta nueva función podría ser juzgado por incumplir con su deber ciudadano en caso de que sucediera algo”. En el momento en que estos informes dan aviso de un chaval que puede estar radicalizándose, el asunto pasa directamente a manos de la Fiscalía. “Esto, en un contexto en la que la sociedad está emparanoiada con el tema, puede dar lugar a muchos abusos. Sistemas como el Proderai nos atacan a nosotros, pero también contribuye a hacer más racistas a la sociedad”. 

La izquierda y la educación islámica

Volviendo a la búsqueda de las causas que pueden llevar a que se cometan actos tan terribles como los de los atentados, Salma llama la atención sobre las dificultades de expresar y vivir abiertamente los valores del islam en un contexto racista como el actual. “Siempre se nos habla de integración como la salvación ante la posible radicalización, descartando totalmente que el islam pueda ser fuente de valores de paz y convivencia. El llamado proceso de integración es un ataque constante a nuestra identidad musulmana, a nuestra identidad de origen. Lo que esto hace es desestructurar nuestras comunidades, quitando poder a las familias y líderes religiosos, por ejemplo. Yo no tengo la solución al problema de la radicalización, pero si estos chicos estuvieran viviendo en una comunidad musulmana sin esos ataques racistas, pudiendo vivir con normalidad en una Europa realmente plural, sin sentirse criminalizados, sin un Estado policial racista, sin leyes de extranjería, entonces quizás no serían presa fácil de los extremistas y los locos del Daesh”. 

“Este razonamiento nos lleva a otra pregunta: ¿por qué en este país no hay formación sobre el islam en las escuelas? No la hay porque no les da la gana, sí que hay formación católica”. Hay acuerdos entre el Gobierno y las comunidades, firmados en 1992, para que se pueda dar educación islámica en las escuelas. Nunca se han llevado a cabo. “Si hubiera educación islámica sería mucho más difícil para los captadores fanáticos entrar en nuestras comunidades. Sin una formación islámica es fácil que un loco pueda manipular a los jóvenes con su versión falsa del islam. La generación de los hijos de los migrantes no tiene el derecho a aprender sobre nuestra religión y nuestra espiritualidad”.

Esta posibilidad de ver la religión y la cultura islámica como un posible freno al fanatismo religioso no ha sido considerada por la izquierda de nuestro país. “Las izquierdas son nuestros aliados potenciales en esta lucha contra el racismo y el Estado policial, sin embargo, posicionados en el laicismo, ven con desconfianza cualquier atisbo de religiosidad. La izquierda no entiende una liberación sin el abandono de la religión y de la espiritualidad. Desde ese laicismo no se está reconociendo al otro musulmán por esa tradición ilustrada de la secularización de la religión que tiene que ver con la trayectoria, con la historia europea, pero esto no es universal como se pretende, no sirve para todas las comunidades, ni para todas las culturas”. 

Salma insiste en este punto: “La historia de la izquierda con la religión ya sabemos cuál es, y por eso aquí es muy difícil hablar de religión. A nosotras nos piden que aparquemos la religiosidad relegándola al ámbito privado cuando el islam es un mensaje de liberación y de justicia social. Para nosotras no tiene sentido abandonarlo porque es nuestra herramienta para luchar contra el racismo, contra el capital y el fundamentalismo. Por todo esto es importante la educación islámica de nuestros jóvenes. Ante esta cuestión la izquierda no sabe cómo responder porque tiene muchos complejos con el tema de la espiritualidad y mucho trabajo que hacer para descolonizar esa visión del otro religioso. El discurso de la integración en la cultura dominante europea no sirve. Hay que desmantelar este tipo de discursos”. 

A pesar de que Fátima está de acuerdo con estos planteamientos y reconoce que a pesar de que “en debates y discusiones en redes sociales nos encontramos a diario gente en la izquierda que tiene posicionamientos islamófobos y racistas, hay que decir que a raíz de los atentados la reacción de la izquierda ha sido muy positiva. La respuesta antifascista ante las convocatorias de grupos nazis fue brutal, clara y numerosa”.

Recuerda muy bien cómo se sintió aquel día: “Yo estaba muy tensa, tenía una sensación de nerviosismo desde que pisé las Ramblas. Me había encontrado a nazis en la ciudad que me miraban mal pero no era lo mismo encontrarlos en grupos. Yo quise estar en primera fila para que me vieran bien, que vieran que no les tengo miedo ni a ellos ni al Daesh, al fin y al cabo, de lo que se alimentan es muy parecido. Los veía con el odio en los ojos, algo que notaba en el cuerpo entero, pero tenía tanta gente detrás que te hacían sentir segura, sentir que esa calle te pertenece a ti más que a ellos”.

Fátima también quiere recordar la manifestación que se convocó después de los atentados de las Ramblas a la que acudieron los políticos y el monarca. “Personalmente me hizo sentir orgullo vivir en una ciudad como Barcelona. La gente no asumió el discurso de 'este es un momento apolítico de apoyo a las víctimas', sino que se plantó diciendo que no iban a aceptar que los políticos, que son cómplices de lo que está pasando, vengan a dar el pésame como si no tuvieran nada que ver con lo sucedido. Se le dijo a esa clase dirigente que no eran bienvenidos y se hizo precisamente así en honor a la memoria de las víctimas. Más allá de nuestras disputas y contradicciones, en aquel momento la gente supo reaccionar saliendo a la calle dando una respuesta contundente. En el bloque antifascista el lema fue 'Contra el terror del Daesh y el odio fascista'. La respuesta fue muy positiva y espero que esto sea el principio de algo que vaya a más”.

Salma concluye lanzando un mensaje sobre el trabajo que pretenden continuar haciendo en contra de la islamofobia. “Seguiremos buscando alianzas con los sectores de la izquierda que están en proceso de descolonizar sus discursos y posiciones occidentalocéntricas. Emanciparse de ese discurso etnocentrista de lo blanco es muy difícil. Para ello tenemos que dejar de hablar del racismo como un tema de personas extremistas, tenemos que analizarlo como una cultura y un orden racial, tratando de poner el foco en la violencia y el racismo institucional. Pensamos que estos son algunos de los pasos a seguir para ver cómo converger en una lucha antirracista conjunta”. 

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