Malcom X
Malcom X. Foto: Marion S. Trikosko for U.S. News & World Report Magazine Collection
21 feb 2020 19:13

La soleada mañana del 21 de febrero de 1965, la sala del célebre Audubon Ballroom, en Manhattan, Nueva York, estaba hasta arriba. El Hajj Malik el Shabazz, Malcolm X, se dirigía hacia el recinto para participar como conferenciante principal en un mitin de la Organización de la Unidad Afroamericana. Una semana antes, su domicilio había sido violentamente bombardeado mientras toda la familia, incluidas sus hijas pequeñas, dormía. Había sido un año extenuante, un periodo de tiempo en el que las continuas amenazas de muerte y los atentados contra su vida habían convencido a Malcolm X de que ya era “prácticamente un hombre muerto”. Fue quizás por todo ello que el carismático líder afroamericano había expresado en confianza a uno de sus colaboradores, Peter Bailey, que, tal y como se sentía aquel día, probablemente, no debía estar allí.

Después de pronunciar ante el público, tal y como era su costumbre, las palabras de paz “As Salamu’alaykum” y recibir la respuesta del auditorio “Wa’alaykum as Salam”, comenzó a producirse un ruidoso alboroto que distrajo la mirada de todos los presentes interrumpiendo el discurso. Dos hombres parecían pelear desde las últimas filas de la sala. Repentinamente, uno de ellos, lanzó una bomba de humo al suelo. Fue entonces, cuando un corpulento individuo se acercó al escenario y disparó de cerca a Malcolm con una recortada que llevaba en el abrigo. Aquel fue el tiro que le arrebató la vida. Tras ello, otros dos individuos dispararon repetidamente sobre su cuerpo, ya tendido en el suelo, haciendo reinar un caos absoluto en el Audubon Ballroom.

Un corpulento individuo se acercó al escenario y disparó de cerca a Malcolm con una recortada que llevaba en el abrigo. Aquel fue el tiro que le arrebató la vida 

Un guardaespaldas de Malcolm disparó en la pierna a uno de los atacantes, Talmadge Hayer, mientras este intentaba escapar. Segundos más tarde, la policía lo salvaba de ser apalizado en la puerta del recinto por los seguidores del icono panafricanista. Los otros participantes del brutal asesinato huyeron del recinto con éxito. Días más tarde, otros dos sospechosos, Norman Butler y Thomas 15X Johnson fueron acusados por la policía como miembros del equipo que organizó el plan. Los tres encausados fueron condenados a cumplir 20 años de prisión.

El caso nunca fue resuelto con éxito. Había demasiados cabos sueltos. Tanto Butler como Johnson aludían no encontrarse ese día en el Audubon Ballroom, versión que el único acusado que reconoció su participación en los hechos respaldó siempre. Al mismo tiempo, la versión oficial se centraba demasiado en la presunta y única culpabilidad de la Nación del Islam, organización que Malcolm X había abandonado aproximadamente un año antes. Apenas se mencionó el papel de la Policía de Nueva York, el FBI o la CIA, entidades que espiaban y vigilaban de cerca a Shabazz desde hacía años y para quienes este representaba lo que J. Edgar Hoover llamó la posibilidad de un ‘mesías negro’.

El ‘mesías negro’ sería una carismática figura que conseguiría reunir a toda la militancia radical negra de los EEUU y convertirse en lo que más tarde fue el Partido de los Panteras Negras, el enemigo público interno número uno de Norte América. Con el objetivo de neutralizar a Malcolm y a otros líderes potencialmente peligrosos para la supremacía blanca y el capitalismo estadounidense, los servicios de inteligencia diseñaron en 1956 el COINTELPRO, Programa de Contra Inteligencia. Organizaciones como el Partido Comunista, la Nación del Islam y figuras como Martin Luther King Jr o el propio Malcolm X fueron objetivos fundamentales del COINTELPRO. A través de métodos de infiltración de confidentes y agentes, guerra sucia y agudización de conflictos internos, espionaje, hostigamiento judicial y métodos de extorsión y violencia, el Programa de Contra Inteligencia dirigía cualquier movimiento disidente hacia su propia destrucción.

Who Killed Malcolm X?

La producción de Netflix se desarrolla en seis episodios en los que un heroico guía turístico, ferviente seguidor de Malcolm X que lleva décadas estudiando de forma independiente el asesinato del activista, exige justicia. Abdur-Rahman Muhammad se entrevista con colaboradores de Shabazz, con antiguos miembros de la Nación del Islam y con agentes de entidades estatales norteamericanas que lo vigilaban de cerca. Pronto comenzamos a percibir que la investigación sobre el asesinato fue un sospechoso desastre.

Lo primero que nos sorprende es constatar que a pesar de que, por regla general, el Audubon Ballroom solía gozar de un gran despliegue policial durante los grandes mítines, el 21 de febrero de 1965 solo había dos agentes de policía uniformados que ni si quiera se encontraban en la sala. Lo segundo es que, tras el asesinato, la policía de Nueva York llegó tranquilamente, sin urgencia alguna, lo cual enfureció a muchos de los presentes. Mientras todavía había gente llorando, gritando y tendida sobre el suelo, los agentes se paseaban serenamente por el recinto, actuando como si supieran perfectamente lo que iba a ocurrir. Otro hecho indignante es que el auditorio no fue ni tan siquiera precintado tras el atentado, sino que fue limpiado y preparado para alojar un baile la misma tarde de los hechos. Capítulo tras capítulo Abdur-Rahman Muhammad va incidiendo en todos los puntos ciegos de la descuidada investigación.

Tras el asesinato, mientras todavía había gente llorando, gritando y tendida sobre el suelo, los agentes se paseaban serenamente por el recinto, actuando como si supieran perfectamente lo que iba a ocurrir

La creciente militancia política de Malcolm X representaba un problema para Elijah Muhammad, líder de la Nación del Islam, quien siempre había advertido sobre el carácter preeminentemente religioso de la organización. Al mismo tiempo, el ascenso meteórico del llamado ‘número dos’ de la Nación provocó divisiones y profundas envidias, incluso en el núcleo familiar de Muhammad. Malcolm era percibido como alguien cuyo carisma era demasiado mimado, tolerado; alguien a quien se la había subido el éxito a la cabeza. Una parte importante de la cúpula de la Nación del Islam veía con malos ojos el protagonismo y el extraordinario poder de convocatoria del activista.

El FBI y la Policía de Nueva York estaban interesados en acelerar estos conflictos y generar más cisma interno. Tras la muerte de J.F. Kennedy, Malcolm realizó unas declaraciones incendiarias en las que aseguraba que el cruento asesinato del presidente no representaba más que la violencia racial e imperial ejercida por el estado norteamericano volviendo para llevarse a su jefe principal. Como castigo, Elijah Muhammad condenó al silencio a Malcolm X por un periodo de 90 días. A pesar de que se trataba de una medida temporal, el conflicto interno había estallado para siempre.

El Hajj Malik el Shabazz, una amenaza para el gobierno de los EEUU 

Cuando Malcolm X abandonó la Nación del Islam fundó la Organización de la Unidad Afroamericana, entidad panafricanista autónoma a la que cualquier persona negra, independientemente de su orientación religiosa —o ausencia de esta—, podía unirse. Al mismo tiempo creó la Muslim Mosque Inc. para dotar, desde la filosofía islámica, de fuerza espiritual a la lucha por la liberación del pueblo negro. El relato convencional sobre la deriva del histórico líder afroamericano ha consistido en reafirmar de todas las maneras posibles su conversión en una figura mainstream. Así, sus viajes por el continente africano y sus reuniones con Gamal Abdel Nasser en Egipto, con Ahmed Ben Bella en Argelia o Kwame Nkrumah en Ghana han sido reducidas a anecdóticas visitas culturales. Sin embargo, lo que El Hajj Malik el Shabazz estaba ganando durante esta gira era el apoyo oficial de los estados africanos para llevar la cuestión del racismo practicado contra la población negra en los EEUU a la corte suprema de las Naciones Unidas. La intención era denunciar al gobierno norteamericano por vulneración de los derechos humanos. 

Abdur-Rahman Muhammad conversa a lo largo de la serie con el único encausado vivo por el asesinato de Malcolm X, Norman Butler, ahora Muhammad Abdul Aziz. Después de 20 años de cárcel, Aziz sigue defendiendo su inocencia, tal y como lo hizo hasta su muerte el otro arrestado, Thomas 15X Johnson, Khalil Islam. Lo llamativo es que tras la sacrificada investigación de Abur-Rahman, no son precisamente los documentos desclasificados de las entidades gubernamentales los que le llevan hasta el descubrimiento top de la serie, sino que es la misma calle. Siempre se ha rumoreado que los cinco asesinos de Malcolm X provenían de Newark, Nueva Jersey, más concretamente de la Mezquita número 25 de la Nación del Islam en la ciudad.

Es este rumor el que lleva al protagonista a dar finalmente con la identidad del individuo que, según la autopsia, quitó la vida a Malcolm, quien disparó la recortada, William Bradley, Al Mustafa Shabazz. Poco a poco, a medida que el protagonista de la serie-documental se va acercando a Bradley, la comunidad de Newark se muestra más contrariada y esquiva. La implicación fundamental de William Bradley parece ser un secreto a voces, pero a pesar de ello, el presunto asesino nunca fue acusado por ello. Es más, Al Mustafa Shabazz se convirtió en un líder comunitario respetado y admirado incluso por determinadas autoridades políticas de la ciudad, lo cual le permitió llevar una apacible vejez y ser enterrado con honores poco antes de que Abur-Rahman Muhammad se propusiera enfrentarlo en público y ante las cámaras. No es descabellado inferir de todo lo mencionado que Bradley pudo ser un confidente protegido del FBI. Una de las últimas veces que Muhammad pregunta por su implicación, un miembro conocido de la comunidad le advierte: “Déjalo en paz. Probablemente está siendo protegido por el estado. Si hizo lo que hizo y sigue ahí fuera, lo están protegiendo. No te quiero en la cárcel. Solo quiero avisarte”.

Una crítica justa a la serie de Netflix

Tras la emisión de Who Killed Malcolm X en Netflix, la fiscalía de Manhattan considera reabrir la investigación sobre el asesinato del histórico militante después de 55 años. La vida y trágica muerte de Malcolm X es como un mapa multidimensional. Es imposible ser justo con una polifacética figura de tal calibre en un puñado de páginas. Cada observador contempla un Malcolm X diferente y pretende apropiarse de él, de su memoria, de su legado, presentando su interpretación como la única posible. Sin embargo, este hecho común a la condición de cualquier icono político no debe justificar la manipulación deshonesta de un referente de esta magnitud. Las críticas al documental no se han hecho esperar, y es que, gran parte de la narrativa en la que se basa Who Killed Malcolm X se encuentra en un famosísimo libro, inédito en castellano, que provocó en 2011 una gran polémica en torno a la figura de Malcolm X, se trata de A Life of Reinvention del profesor Manning Marable.

Poco después de la publicación del libro, dos intelectuales críticos Jared A. Ball y Todd Steven Burroughs editaron en 2012 A Lie of Reinvention. Correcting Manning Marable’s Malcolm X un libro lleno de aportaciones de compañeros de Malcolm X y estudiosos de su legado. A través de este ensayo, Ball y Burroughs destapan el carácter ideológico de la obra de Marable en torno a la vida de El Hajj Malik el Shabazz. Según los autores, esta nueva biografía que pretendía ser definitiva no es más que un retrato mainstream de Malcolm. En ella, su condición como figura de la tradición radical negra se ve estratégicamente atenuada. Ni su pensamiento como intelectual crítico, desde el que combinó el nacionalismo negro, el internacionalismo anticolonial y una postura panislámica global, ni su alianza y acercamiento al socialismo radical y al comunismo, entre otros factores, parecen ser relevantes. La cuestión entonces, según Jared A. Ball, es que la producción de Netflix opta por centrarse en quién mató a Malcolm X, en lugar de afrontar por qué lo mataron.

Tras la emisión de Who Killed Malcolm X en Netflix, la fiscalía de Manhattan considera reabrir la investigación sobre el asesinato del histórico militante después de 55 años.

Who Killed Malcolm X presenta algunos de los descubrimientos de Abur-Rahman Muhammad como nuevos y sorprendentes hallazgos, pero lo cierto es que muchos de los datos expuestos en la serie son conocidos desde hace décadas. El historiador Zak A. Kondo, quien aparece como uno de los entrevistados, publicaba en el año 1993 el libro Conspiracys (Conspiracies): Unravelling the Assassination of Malcolm X, considerado por muchos como el texto definitivo sobre el asesinato de Malcolm X. En él, Kondo proporciona los nombres de los cinco asesinos del carismático líder y, lo más importante, ahonda en los posibles entramados de poder que pusieron fin a su vida el 21 de febrero de 1965 cuando tan solo contaba con 39 años.

Quizás nada mejor que abandonar este texto que se reconoce inconcluso e incompleto con las palabras de Zak A. Kondo: “Hay que preguntarse: ¿por qué al FBI no le interesa buscar a los verdaderos asesinos? Seguramente el FBI no quiso poner en duda su propio papel para no destapar la caja de Pandora y así no tener que enfrentarse a esto.” ¿Por qué mataron a Malcolm X? Preguntamos quienes seguimos estudiando su legado, y la respuesta es clara: Malcolm representaba un peligro real para el estatus quo. Y es por eso por lo que no debemos permitir que su memoria se convierta en un producto de consumo ni sea transformada en algo asumible para la cultura mainstream. Desde esa conciencia, debemos honrarle y seguir exigiendo justicia para Malcolm X y para la familia Shabazz.

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