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Ayer me desperté con ruido en la calle. Lo que parecían gritos resultaron ser consignas de las compañeras de la PAH. Bajamos a la calle y nos unimos al grupo que trataba de impedir a la comitiva judicial acceder a la vivienda de Lamia y sus dos hijos menores, de 11 años y 8 meses, para desalojarlos. Los Mossos d’Esquadra habían cerrado la calle y poco a poco nos fueron desalojando. Una imagen seguramente demasiado habitual en vuestras retinas. Lo habéis vivido en directo, lo habéis visto en vídeos y fotos en las redes sociales, en reportajes de medios de comunicación de todo tipo… mil veces, cientos de miles.
Hoy hago huelga. Es una huelga convocada por la situación política que vivimos en Catalunya. Una huelga como una propuesta de mínimos para denunciar el juicio a la democracia que está teniendo lugar estos días en el Tribunal Supremo. Un juicio en el que se están poniendo en duda nuestros derechos más fundamentales, entre ellos, los derechos a la protesta: el derecho a manifestación, derecho de libertad de expresión, derecho de reunión.
Se pregunta a los acusados y acusadas, entre otras cosas, si son socios de Omnium Cultural o la ANC. Sería esperpéntico si no fuese tan grave.
Hoy declaran, parece ser que a toda prisa, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, como representantes de Omnium Cultural y ANC, a quien se acusa de rebelión. ¿Qué rebelión? Pues la de participar en la celebración del referéndum del 1 de octubre en Catalunya (como hice yo misma y tantos otros miles de personas), y de organizar manifestaciones el 20 y 21 de septiembre, convocando a la ciudadanía a concentrarse delante de unos edificios oficiales con el fin de impedir una operación policial legal ordenada por un juzgado de Barcelona que conllevaba el registro de varios edificios oficiales.
Un referéndum y unas manifestaciones que fueron ejemplo de movilización pacífica por parte de los organizadores y de la gente que participamos en ellas. Unas manifestaciones en las que Omnium Cultural y ANC, entre otros colectivos, protestaron contra la actuación policial y judicial … pero no trataron de impedir. Si tenéis dudas, podéis ver el documental 20-S que encontrareis fácilmente en YouTube.
Yo ayer traté de impedir la actuación de la comitiva policial y judicial. Lo he intentado centenares de veces a lo largo de mi vida activista. Con muchas de vosotras a mi lado. Hoy hago huelga. Hoy hay y habrá protestas en las calles, cortes de carreteras, piquetes en puertos y centros de trabajo, movilizaciones masivas … Como ha habido tantas otras veces en las calles de todo el Estado español. Con vosotras a mi lado. Ayer, y hoy y mañana, volveremos a protestar, pacífica pero desobedientemente, contra actuaciones policiales, judiciales y las que haga falta. Porque no nos van a parar, no van a impedir que sigamos protestando, no nos van a quitar el derecho a la protesta… ¿o sí?
Porque eso es precisamente lo que se juzga hoy en el Tribunal Supremo. No la rebelión de Jordi Cuixart y Jordi Sánchez (bendita rebelión!), sino nuestro (vuestro) derecho a manifestación, nuestro (vuestro) derecho a libertad de expresión, nuestro (vuestro) derecho a reunión pacífica. Y por eso me duele no veros ahora al lado de Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, o no veros al lado de todo el resto de acusados en este juicio de la vergüenza.
Podéis estar en contra de la declaración de independencia, que no es más que asumir los resultados de la voluntad popular (admito que podemos discutir ampliamente ese punto). Pero a todos los acusados y las acusadas se les acusa también por organizar un referéndum no permitido por los tribunales… como hemos hecho tantas veces desde la sociedad civil. Organizar algo no permitido por los tribunales. De aquella consulta social por la abolición de la deuda externa de marzo de 2000, que prohibieron e hicimos igualmente, con voluntad popular y desobediencia, a las protestas de la PAH ante miles de desahucios.
Estos días en el Tribunal Supremo no solo juzgan a Jordi Cuixart, Jordi Sánchez, Carme Forcadell, Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Dolors Bassa, Jordi Turull, Josep Rull o Raül Romeva. Estos días nos juzgan a todas y a nuestra manera de ver el mundo.
Os esperamos en las calles.
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Patético.
Lo único que se juzga en este proceso es a una clase media, elitista, nacionalista y valedora del libre mercado que lleva más de 40 años (salvo períodos efímeros) controlando las instituciones autonómicas como si fueran su cortijo. Un clase acomodada que ha visto como fracasaba su proyecto político y ahora busca refugio en las clases populares a través de la herramienta clásica de la lucha trabajadora: la huelga. Huelga que ha resultado un fracaso por la sencilla razón de que las clases populares paaaaasan olímpicamente del procés y de su discurso identitario. Si todavía no lo ves es que tienes un problema o te pagan muy bien.
Mezclar a la PAH, con personajes como Turull, es indignante para cualquiera que haya trabajado en las asambleas vecinales. Ese personaje se merece acabar sentado del Tribunal Supremo, es cuestión de justicia poética, fue él (entre otros) los que recurrieron la sentencia absolutoria de los indignados y la llevaron al Supremo. No pararon hasta que consiguieron penas de cárcel, pues mira tú, es el karma. Ahora te toca a ti.
Ni una lágrima por los pijos de aquí.
No sé, me cuesta solidarizarme con gente que se mueve sólo por su amor a la patria o su derecho a separase pero que cuando hay recortes, desaucios, explotación y percariedad no se han movido tanto. Claro que se criminaliza la protesta, ya lo vimos en Sol, nuestro derecho a manifestación y a reunión ya sabemos que está en peligro y nos rebelamso contra ello, pero lo que no me queda claro es si a los que se juzga ahora están del lado de los oprimidos o de los opresores. En cualquier caso cuando la lucha es por algo tan particular (vuestro derecho a tener un estado propio) es difícil empatizar.
Una huelga promovida desde el poder. Menuda huelga.
Por otro lado, no se juzgan las ideas, se juzgan los actos de las personas que se sientan en el banquillo. Podemos discutir si estos actos son constitutivos de delito o si la reacción judicial es desproporcionada. Pero no se puede mentir y manipular. Y tampoco se puede acusar a los que no compramos vuestro relato victimista de ser cómplices con el Estado represor.
¡Ya está bien!
no se trata de si sois cómplices, sinó de si sois indiferentes. Vinieron a por los independentistas y no hice nada, vinieron a por los indignados y no hice nada, etc..
La solidaridad es entre iguales, hacia abajo es caridad y hacia arriba es sumisión.