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Han pasado 31 años desde que se estrenó la película “¡Viven!” firmada por el matrimonio formado por el director Frank Marshall y la productora Kathleen Kennedy y basada en el conocido libro “¡Viven! La tragedia de los Andes” de 1974, donde Piers Paul Read narra la historia del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya ocurrido en 1972 gracias a las entrevistas realizadas a los dieciséis supervivientes. El pasado 15 de diciembre se estrenaba en el Estado español “La sociedad de la nieve”, el último film del director Juan Antonio Bayona basado en el libro homónimo de Pablo Vierci en el que se narra también el trágico accidente de aquel vuelo 571.
Si se ven con detenimiento las dos películas se puede observar cómo, a pesar de que ambas están basadas en una misma historia real, al ser contadas de diferentes formas y por diferentes personas, es fácil hacernos ver la realidad que se oculta tras ellas de manera muy diferente, el mensaje que nos llega es distinto aunque los hechos sean los mismos. Mientras que la de 1993, de Marshall y Kennedy, es un film totalmente americanizado (ni tan siquiera tienen la delicadeza de caracterizar a los actores basándose en el lugar de procedencia de las protagonistas reales) se cuenta la historia como si fuera poco más que una excursión por la nieve que no acaba muy bien -incluso deja espacio para el humor-; la de 2023, dirigida por J.A. Bayona, centra el protagonismo en la víctimas que más perdieron en aquel accidente, las que no sobrevivieron, y añade con dureza la agonía de los pocos supervivientes, su radical cambio físico, el drama psicológico que supuso el tener que comer carne humana de sus propios compañeros, etc. intentando narrar la historia lo más aproximadamente a una tragedia de esa magnitud.
Sirva este ejemplo para invitarnos a pensar en la cantidad de veces en las que, según qué parte de una historia, de un relato o de una noticia nos cuenten o dependiendo de quién nos lo cuente, la perspectiva de unos hechos y la opinión que nos hacemos de ellos puede variar mucho. En este artículo vamos a intentar trasladar al espectro político las perspectivas que nos generan los acontecimientos actuales según las observemos a través de las diferentes narrativas propuestas en “Viven” o en “La sociedad de la nieve”.
Llevamos ya más de cinco años del gobierno de coalición PSOE-Podemos/Sumar y no han parado de autodenominarse como progresistas llegando incluso a autohalagarse y autodefinirse como “el gobierno más progresista de la historia” (¿empezarán ya a escribir "de la Historia” con mayúscula?). En este sentido hay que darles la razón, pero no por los hechos, sino por los antecedentes, es decir, y para que se entienda, el que tus antecesores no hayan pasado de 3º de Primaria no te hace ser mucho más listo que ellos el que hayas dejado los estudios al aprobar el Graduado Escolar.
Durante estos cinco años hemos visto como el Consejo de Ministros y Ministras y la mayoría del Congreso han aprobado diferentes leyes y normativas encaminadas, supuestamente, a las mejoras laborales y sociales de la población. Estas leyes y normativas han venido precedidas de campañas mediáticas en los medios afines al gobierno elogiándolas y exponiendo lo mucho que iban a afectar en el día a día de millones de personas: trabajo redondo, el gobierno aprueba una ley, sus medios afines la aplauden con las orejas y la inmensa mayoría del pueblo se cree el mensaje con un: aunque a mí no me afecte, a mucha gente le va a venir muy bien. Cómo se cuenta es más importante que lo que se cuenta, porque aquí es donde radica el verdadero problema de las medidas aprobadas por el gobierno: el mensaje de “aunque a mí no me afecte…” se convierte en un mantra repetido por casi todo el mundo. Las políticas “progresistas” de este gobierno afectan a muy pocos y ni siquiera son la solución a sus problemas reales, ni para esos pocos ni mucho menos para el conjunto de la población, es la película americana: bonita y bien contada, pero alejada de la realidad.
Las políticas “progresistas” de este gobierno afectan a muy pocos y ni siquiera son la solución a sus problemas reales, ni para esos pocos ni mucho menos para el conjunto de la población.
Para hacer un análisis más profundo vamos a centrarnos en las “medidas estrella” del gobierno: la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), la supuesta derogación de la reforma laboral y la reciente reforma del subsidio por desempleo.
Sin duda alguna, la medida que más ha llamado la atención en los últimos años es el notable aumento del SMI desde los 707,70 € establecidos en 2017 hasta los 1.134 € recién acordados de la actualidad, es decir una subida de más de 420 € en seis años. Nadie con dos dedos de frente y que dependa de un trabajo por cuenta ajena va a estar en contra de este aumento, llevamos años con congelaciones del SMI o con subidas irrisorias como para que ahora nosotros mismos, la clase trabajadora, se oponga a una subida del SMI, pero el principal problema de estas subidas es el ya nombrado antes “aunque a mí no me afecte…”. Realmente deberíamos de pararnos a analizar a qué porcentaje de la población afecta esta subida de SMI y, sobre todo, deberíamos de analizar la evolución del resto de salarios que no van ligados al SMI. Describamos la dureza de los Andes.
La situación laboral real del Estado español muestra que hay muy pocas personas trabajadoras que no estén ligadas a un convenio colectivo que siempre mejora, poco o mucho, lo establecido en el Estatuto de los Trabajadores y, por lo tanto, la mayoría de los y las trabajadoras se desligan de las subidas del SMI. Es decir, que sí que es verdad que dicha subidas afectan positivamente a la parte más vulnerable de la población trabajadora, viéndose sus salarios aumentados considerablemente, pero también es cierto que el porcentaje de personas que ven aumentado su salario de una manera notoria es muy pequeño y en su mayoría pertenecientes a sectores en los que históricamente ha sido muy fácil saltarse la ley y vulnerar sistemáticamente los derechos aprobados. Ya enfocamos un poco más en el accidente del vuelo 571.
Por otro lado, hay que analizar qué ha pasado en este mismo periodo con el resto de salarios, es decir, aquellos que van ligados a un convenio colectivo. La evolución del poder adquisitivo de la gran mayoría de la población activa se ha visto retraído en los últimos años de forma considerable: las congelaciones salariales, las subidas salariales por debajo del IPC, la creación de “categorías de entrada”, los ERTE, EREs, prejubilaciones, etc. han hecho que en los últimos años el poder adquisitivo de la inmensa mayoría de la clase trabajadora del Estado español sea cada vez menor.
Resumiendo, la subida del SMI ha traído, por un lado, que aquellas personas que tenían salarios muy precarios pasen a tener sueldos algo menos precarios, pero, a la vez, con la incapacidad de este gobierno de aplicar medidas tales como que los salarios y las pensiones suban al mismo nivel que lo hace el IPC se ha conseguido que la clase trabajadora en su conjunto salga más empobrecida y con mucho menos poder adquisitivo. Ahora, empezamos a ver el rostro de las víctimas.
Otra de las medidas que este gobierno llevaba por bandera “progresista” era la de la derogación de la última reforma laboral aprobada por el PP. Todas y todos sabemos cómo quedo aquello: sin echar abajo los puntos más lesivos de aquella reforma, chapa y pintura para salir en la foto y poco más. El resumen de por qué un gobierno que se autodefine de izquierdas jamás debería de haber aprobado una ley que solamente retocaba la anterior reforma laboral es fácil de entender; para sacar adelante la reforma de la reforma tuvieron que contar con el apoyo y el voto a favor de los diputados y diputadas de Ciudadanos (de aquellas aun existían), fin de la cita. Pero más allá del voto a favor de los naranjas en esta ley, vamos a analizar lo que realmente está suponiendo en algunos aspectos la aprobación de la misma.
Uno de los pilares fundamentales de la aprobación de mal llamada reforma laboral fue la de acabar con la precariedad y la eventualidad en sectores en los que se entendía que no debería de existir tanta eventualidad como la existente hasta la fecha. Con los datos actuales, se puede corroborar que los índices de eventualidad en muchos sectores no ha cambiado y que solo en los sectores más precarios se ha visto reducido, pero ¿quiere esto decir que los trabajadores y trabajadoras de esos sectores tienen mejores condiciones laborales que antes? Pues no, para nada. Lo único que indica esto es que en esos sectores a la patronal le cuesta lo mismo deshacerse de una trabajadora sea fija o eventual ya que su despido le sigue saliendo casi gratuito.
El resumen de todo esto es fácil de entender. Si una persona tiene un contrato eventual precario y se le cambia por un contrato indefinido, su contrato y sus condiciones laborales no van a dejar de ser precarias por ello. La precariedad laboral no solo está basada en el tipo de contratación, sino en el salario, en las horas de trabajado semanales, en la flexibilidad, en los mecanismos de control de los abusos…
Es decir, que la mal llamada derogación de la reforma laboral nos puede vender unos datos maravillosos de estabilización en el empleo, pero la realidad detrás de ello es que lo que se ha conseguido es la estabilización de una precariedad ya existente que seguirá existiendo mientras que no se tomen medidas reales y contundentes para acabar con ella. En esta película ya caben pocas bromas, los cadáveres están esparcidos entre la nieve, congelados, el hambre empieza a aparecer...
Por último, analizaremos la más reciente de las medidas aprobadas por el Consejo de Ministras y Ministros para el aumento de la cuantía económica de los primeros seis meses del subsidio por desempleo. Medida que de momento, a sido rechazada en el congreso, pero que no por ello deja de marcar las intenciones del ejecutivo.
En primer lugar hay que decir que junto a esta medida llegaba oculta otra que iba a significar una merma económica en las jubilaciones de aquellas personas mayores de 52 años y que tengan la desgracia irse al paro o que se vean afectados por un ERTE, la reducción de la cotización a la Seguridad Social. Esto, de por sí, muy progresista no es, la verdad.
Además, analizando de fondo lo que es el aumento de la cuantía económica del subsidio por desempleo, hemos de darnos cuenta de que no era nada más que otra medida de legitimación de la pobreza dando por bueno, por parte del gobierno, que cobrar 570 euros al mes puede solucionar la vida de una familia. Aquí también encuentra su protagonismo la frase “aunque a mí no me afecte, a mucha gente le va a venir muy bien”. Pensar que con esa cantidad económica se puede vivir, mantener una familia, tener fuerzas suficientes para buscar activamente trabajo, etc. es sencillamente un disparate y más aún en la situación en la que vivimos donde la inflación con el precio de la cesta de la compra, la factura energética, los alquileres e hipotecas, etc. disparados hacen que la vida de millones de personas, incluso percibiendo un salario, sea insostenible obligando a quienes perciben este tipo de ayudas a aceptar cualquier oferta de empleo, creando y fomentando así el trabajo precario y con condiciones laborales miserables corroborando, de nuevo, la nula intención del gobierno en llevar a cabo medidas dirigidas a que la clase trabajadora pueda vivir de manera más digna. La película americana empieza a parecernos un chiste.
Seamos sinceros, en estos tres puntos analizados nos han ganado la partida y bien ganada. Solo unos pocos hablamos ya de la no derogación de la reforma laboral, prácticamente nadie ha abierto la boca con la nueva forma con la que querían calcular las pensiones para los mayores de 52 años que vayan al paro, casi nadie exige medidas contundentes para acabar con la pobreza y la precariedad laboral y la subida de los salarios conforme al IPC, se ha convertido en muchos casos en una utopía… Y por qué nos han ganado esta partida, pues por lo que exponíamos al principio, por la forma en que nos ha llegado la información y por el interlocutor de quien nos ha llegado, si se tiene escondidos y silenciados a los medios de comunicación que son capaces de hacer análisis críticos y las noticias, el relato, nos llegan directamente de quienes las promueven, si el mensaje que nos llega es el que quieren ellos a través de los medios que ellos controlan es muy fácil hacer ver a una gran parte de la población que esas medidas son las correctas “aunque a mí no me afecte…”.
Si el mensaje que nos llega es el que quieren ellos a través de los medios que ellos controlan es muy fácil hacer ver a una gran parte de la población que esas medidas son las correctas “aunque a mí no me afecte…”.
Y aquí es donde entramos nosotras y nosotros, aquellos que no nos conformamos con lo que nos cuentan y con lo que quieren que escuchemos, aquellas y aquellos que preferimos la dureza de “La sociedad de la nieve” a la ciencia ficción de “Viven”, aquellas y aquellos que entendemos que en este 2024 debemos de seguir saliendo a la calle de manera conjunta y de manera más contundente para reivindicar nuestros derechos. Somos nosotros y nosotras los y las que nos sentimos rebeldes frente a quienes estén en el poder quienes tenemos la capacidad de revertir las cosas y somos nosotras y nosotros porque creemos que el problema es precisamente el poder, lo ocupe quien le ocupe, y que para revertir la situación no hay que cambiar a quien está en el poder, sino que hay que acabar con él.
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Creo que en este caso que Miguel Fabrique, secretario general del sindicato al que pertenezco CGT, se equivoca utilizando el "aunque a mi no me afecte". Es cierto que las medidas del gobierno en materia laboral no van en un camino que mejore la vida de la clase trabajadora, pero también es cierto que desde la perspectiva anarcosindicalista debemos de alegrarnos de las medidas que puedan ayudar a nuestros compañeros de clase, eso es la solidaridad.
A muchos no les afecta la subida del SMI porque no perciben el mínimo pero debemos luchar todos por mejorar las condiciones aunque no nos afecten