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Música
Rebeca Lane: “La sanación no es solo para estar bien yo, sino la comunidad y las mujeres que están a mi alrededor”
Para Rebeca Lane, el hip hop es un arma de expresión y organización con la que se traslada a un territorio en el que los cuerpos, como el suyo, van sanando y aprendiendo día a día de la comunidad y del medio natural.
Centroamérica, Guatemala y la cultura maya no pueden entenderse sin la obsidiana, piedra volcánica, negra, brillante y cristalizada. También se conoce como “Tijax”, y es una energía del calendario maya que está muy presente en la vida de Rebeca Lane, cantautora y rapera guatemalteca, quien cuenta que la obsidiana le ha ayudado a entenderse a sí misma, a enfrentar la cotidianidad, y a comprender el tipo de arte que ella hace.
Con esta energía maya y ancestral, Rebeca Lane está de gira por Europa, y por tercer año consecutivo en el Estado español, presentando su último álbum, Obsidiana. El hip hop es para ella un arma de expresión y organización y con él nos traslada una vez más a su territorio, donde los cuerpos, como el suyo, van sanando y aprendiendo día a día de la comunidad y del medio natural que la conecta.
¿Qué de diferente tiene Obsidiana con respecto a tus trabajos anteriores?
Cada disco es distinto porque para mí es importante tratar de no hacer que alguien escuche una canción y sepa en el primer momento que soy yo. No quiero quedarme en los lugares cómodos y fáciles porque me parece que es un poco antiestético y antiartístico. Para mí, en todos los discos, es importante la búsqueda de cómo puedo seguir hablando de las cosas que me importan y que me mueven de una forma diferente. De hecho, cada disco es más difícil.
Creo que Obsidiana es un disco que tanto la letra como la música hablan de mi aquí y de mi ahora, con una intencionalidad muy grande de sanarme y de poder aportar a los procesos de sanación de las otras, de hablar de las mujeres a las que admiro, de alimentarme de toda esa fuerza que traen las mujeres defensoras del territorio, de las que aprendo constantemente y con las que desaprendo mucho del feminismo occidental que tengo interiorizado.
También los discos anteriores los hice mucho en el caos de la ciudad, en cambio, este lo escribí fuera de la ciudad: fui específicamente a varios lugares para escribir las canciones, y eran montañas, playas, ríos… Y siento además que las letras hablan mucho de los lugares en los que yo estuve inspirándome.
Has dicho en varias ocasiones que “el hip hop me eligió a mí”. ¿Qué crees que te da este género musical que no te darían otros para transmitir lo que transmites con tus letras?
El hip hop nos llegó a nosotros en cierto momento histórico donde los jóvenes en Guatemala necesitábamos una vía de expresión, libre, política y accesible. Porque yo nunca me planteé tener un grupo de rock o algo así porque para nosotros no es accesible tener una guitarra, tener un lugar donde ensayar, ponerte de acuerdo con cinco personas que tengan cada una un instrumento y que sepan tocarlo y que hayan ido a clase o que sean autodidactas. Digamos que requiere cierto tipo de formación a la que la mayoría de jóvenes en nuestro territorio no tenemos acceso.
Yo no había tomado una sola clase de canto antes de empezar a hacer música, y cuando ya me di cuenta de que no era capaz de cantar más de cinco canciones sin quedarme sin voz, ya pensé que tenía que estudiar canto e invertir más en mi formación. Pero en un primer momento era la pura necesidad de sacarlo.
A través de haber empezado en el hip hop he descubierto que también me siento llamada por otros ritmos, pero yo no me imagino enunciándome desde otros géneros porque este es el que me parece que es muy popular, muy necesario, y que es el que a mi generación le ha permitido expresarse, en ese contexto de guerra que todavía estamos viviendo, diferente al que se vivió hace más de 20 años.
“Tzk’at” es un tema de tu nuevo trabajo que habla desde muy dentro del feminismo comunitario, ¿qué significa ese título quiché y en qué consiste?
Esta es una canción inspirada en las mujeres feministas comunitarias de Iximulew, que es el nombre ancestral que conocemos como Guatemala, y lo que yo quería con esta canción era agarrar las cosas que yo he aprendido con las mujeres feministas comunitarias y que me han compartido. La palabra “Tzk’at” es un principio cosmogónico en la cosmovisión quiché que quiere decir “yo soy tú, tú soy yo”, y es este principio de la comunidad que yo creo que es el que le falta mucho al feminismo occidental, porque todo está basado en una lucha de derechos individuales y además se ve el cuerpo aislado del territorio, por eso en la canción hablo de que mi cuerpo es mi territorio y mi territorio también es mi cuerpo.
Y creo que el feminismo va más allá de eso, va a cuestionar las relaciones coloniales que persisten, el neocolonialismo y toda la expropiación de territorio que ocurre ahora con las empresas transnacionales y cómo en esas luchas en defensa del territorio también es importante que las mismas mujeres vayan ganando batallas que son importantes para nosotras en nuestros cuerpos, en nuestras casas, en la gestión comunitaria de la autoridad y del orden, que es muy distinta a la visión occidental.
¿El Tzk’at también es sanación?
Precisamente las mujeres del feminismo comunitario territorial han planteado el Tzk’at pero lo han ampliado a “sanando tú, sano yo; sanando yo, sanas tú”, y cómo la sanación es un acto político y cómo precisamente una mujer que va sanando sus propias heridas también va irradiando eso a las mujeres que están alrededor suyo. Entonces la sanación no es solo para estar bien yo, sino que también mi comunidad y las mujeres que están a mi alrededor reciban algo de la sanación que yo estoy recibiendo. Yo siento que es una visión de ver tanto a la mujer en sí misma como a la comunidad, y no verla aislada dentro de este capitalismo voraz donde tu fuerza de trabajo se compra o se vende… Es cuestionar la realidad misma de estas relaciones.
Al hablar de tierra inevitablemente pienso en el tema “Alma mestiza” de tu anterior álbum. ¿Crees que con él consigues trasladar bien tus raíces?
La identidad étnica es una cuestión vital en Guatemala que determina tu condición de vida porque determina el espacio en el que vas a habitar. El hecho de nacer en Guatemala siendo una persona indígena reduce considerablemente las posibilidades estructurales que tú tienes de tener una vida digna con plenos derechos: de acceder a educación, de tener mejor salud, de participación política, etc. Para mí el proceso de mestizaje fue cuestionarme eso, porque siempre se habla del tatarabuelo italiano pero no se habla del abuelo quiché, que fue el que me ayudó, el que me cargó, el que estuvo conmigo para criarme, etc. Fue cuestionarme: ¿por qué nunca hablamos del abuelo quiché?, ¿de su identidad étnica?, ¿de dónde viene?
Es entonces entender la mezcla, pero sobre todo el conflicto que tiene raíces históricas y que va más allá del color de tu piel o de los apellidos que tú tienes; sino de cómo la estructura social que está creada de una forma tan desigual, en un país como el nuestro, llega a ser tan determinante y tu identidad étnica llega a definir tus condiciones de vida.
El mestizaje es un conflicto permanente además porque yo elijo hablar de las mujeres indígenas y de sus luchas, de escucharlas, pero yo tampoco puedo adjudicarme la voz de las mujeres indígenas porque no es mi voz, mi voz es privilegiada. Yo en Guatemala soy privilegiada por tener este color de piel pero me vengo para acá y cambia la cosa. El mestizaje es eso: el conflicto y entender cómo tu cultura, tu color de piel, tu ascendencia y tus tradiciones tienen distintos significados en distintos contextos.
¿Cómo está la libertad de expresión en Guatemala?, ¿cómo lo vives desde tu experiencia musical?
En nuestro contexto, por ejemplo, todavía no se ha aprobado una ley como la ley Mordaza que ha permitido que todos estos juicios y condenas a raperos sean posibles. Creo que en nuestro territorio hay tanta impunidad que si un tipo de estas leyes se aprobara no sé qué tanto alcanzaría al rap. Ahora la represión está centrada en defensores de derechos humanos y del territorio. Ellas son las personas que están en riesgo, ellas son las personas que tienen limitada su libertad de expresión, que no pueden decir lo que piensan.
Lo que ocurre en el caso del rap creo que más que una censura es que te limitan los espacios, nuestra música no la ponen en la radio y allá si te hacen alguna nota en algún medio es poco común. Pienso que la censura pasa por ahí. “No me invitan a sus fiestas, ni a sus festivales”, lo digo en una canción… Más que censura es que no somos bienvenidas en ningún lugar, no tenemos visibilidad y todo lo tenemos que organizar nosotras.
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