Memoria histórica
El regreso de Aurora Picornell, la Pasionaria de Mallorca

85 años después de su asesinato, un equipo científico ha logrado identificar en una fosa común los restos de la militante comunista, pionera del feminismo obrero en la España de los años 30.
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@DiegoDazAlonso1es historiador y redactor de Nortes.me
21 oct 2022 09:25

La noche de reyes de 1937 cinco costureras mallorquinas eran sacadas de la cárcel de Palma por un grupo de falangistas. El golpe había triunfado el 19 de julio de 1936 en Mallorca y el desembarco de una expedición catalana para liberar la isla sería un estrepitoso fracaso. Las cinco costureras prisioneras de los golpistas nunca más volverían a ser vistas con vida. Una de ellas era Aurora Picornell, la llamada Pasionaria de Mallorca. Sus restos y los de sus compañeras acaban de ser identificados esta semana, 85 años después de su desaparición, en una fosa común del cementerio de Son Coletes, en la localidad de Manacor.

Aurora Picornell, nacida en 1912 en el seno de una familia del barrio obrero de El Molinar, en Palma, pertenece a esa generación de mujeres jóvenes que se politizaron durante la Segunda República y tomaron partido decidido en esos años de vértigo y revolución por unas izquierdas y un movimiento obrero que anunciaban un mundo nuevo para ellas. Como la asturiana Aida Lafuente o la catalana Lina Odena, con su trágica muerte, Picornell se convertiría en otra mártir de un partido comunista que durante la Guerra Civil española se configura como un poderoso imán para cientos de jóvenes mujeres en toda la España republicana. La figura totémica de una emergente Dolores Ibárruri, Pasionaria, y la apuesta del partido por atraer a más mujeres a sus filas impulsado organizaciones afines de carácter no mixto, algo novedoso para la época, como la Agrupación de Mujeres Antifascistas y la Unión de Muchachas, no serían circunstancias ajenas a esta intensa feminización que experimenta el PCE.

Aurora Picornell pertenece a esa generación de mujeres jóvenes que se politizaron durante la Segunda República y tomaron partido decidido en esos años de vértigo y revolución por unas izquierdas y un movimiento obrero que anunciaban un mundo nuevo para ellas

En la biografía de Picornell llaman la atención muchas cosas. No solo su condición de mujer, sino también su precocidad en la participación política, una militancia muy temprana, que desde la adolescencia la convierten en algo así como la “niña prodigio” de la izquierda mallorquina. Una condición todavía más singular tratándose de una mujer que desarrolla su actividad política, sindical y cultural en un territorio tan poco abonado para las izquierdas como la Mallorca de los años 30, predominantemente rural, con una industrialización débil, y un fortísimo caciquismo que hegemoniza la vida social de la isla. 

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Octubrina Roja, hija de Aurora Picornell y Heriberto Quiñones.

El nombre de Aurora ya daba pistas sobre unos orígenes familiares muy poco convencionales, marcados por un padre obrero e ilustrado. Y es que su nombre no venía de ninguna santa, como marcaba la tradición católica, sino que remitía a La Aurora, una metáfora compartida entonces por todo el obrerismo de la época: el amanecer, el nuevo día, la esperanza de un porvenir mejor... Aurora daba pues sus primeros pasos en el mundo marcada por el signo de la transgresión familiar. Interesada por la política desde muy temprana edad, pasaría brevemente por las Juventudes Republicanas Federales antes de ingresar como su padre y su hermano en las filas comunistas. No obstante, antes que el comunismo llegarían el feminismo y el libre pensamiento. En 1928, con 16 años, escribe el prólogo del libro La mujer, ¿es superior al hombre?, de la escritora Margarita Leclerc. En 1930, con 18, entra en la directiva de Liga Laica de Mallorca, que preside el político y escritor Gabriel Alomar. Todo ello mientras trabaja de costurera.

Autodidacta, Picornell va a ser una de esas “intelectuales orgánicos de la clase obrera” que en palabras de Manuel Vázquez Montalbán tuvieron que hacer “una larga marcha hacia la cultura convencional, pasando por la escolarización, la alfabetización y el descifrar los códigos de la cultura establecida para comprobar hasta qué punto traicionaban sus propias necesidades”. La biblioteca y las conferencias de la Casa del Pueblo suplen, como en tantos otros militantes obreros y obreras, la carencia de una buena educación formal.

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Grupo de comunistas se manifiestan en Palma de Mallorca en 1936 tras la victoria del Frente Popular.

Fueron esas y otras instituciones culturales del movimiento obrero las que ayudaron a la modista mallorquina y a tantos otros proletarios a entender el mundo en el que vivían, a sacudirse complejos de inferioridad, estar en condiciones de leer literatura política y económica, debatir de tú a tú con personas que se habían formado en la educación reglada, escribir en la prensa de partidos y sindicatos y tomar la palabra sin miedo al ridículo en la tribuna de oradores. La cultura fue pues la puerta de acceso a vidas inesperadas, mucho más ricas y apasionantes que las que por su clase social, todavía más en el caso de las mujeres, les habría tocado vivir. La militancia les aportó además algo fundamental: un sentido laico de la trascendencia. Al luchar por sus derechos concretos no solo estaban luchando por lo suyo, sino también por la causa de una humanidad mejor.

La cultura fue pues la puerta de acceso a vidas inesperadas, mucho más ricas y apasionantes que las que por su clase social, todavía más en el caso de las mujeres, les habría tocado vivir. La militancia les aportó además algo fundamental: un sentido laico  de la trascendencia

Aurora estuvo involucrada a fondo en ese gran movimiento colectivo que fue el socialismo. Incluía partidos, sindicatos, periódicos y revistas, casas del pueblo y ateneos, organizaciones juveniles y deportivas, y hasta orquestas y grupos de teatro. Fue levantado con muy pocos medios, luchando contra la represión y las calumnias de los poderosos, pero también contra el temor y los prejuicios de muchos de los de abajo. Lo construyeron hombres y mujeres, que como Aurora, apenas habían ido a la escuela. Contaban a veces con la ayuda de algunos pocos traidores de clase, que a pesar de sus orígenes burgueses identificaban su suerte con la de los subalternos, y ponían sus conocimientos al servicio de la clase trabajadora organizada.

En los cinco años de la República la militancia de Picornell no tiene descanso en una sociedad mallorquina en la que la conciencia de clase está empezando a arraigar y las izquierdas, hasta entonces muy minoritarias, comienzan a ganar músculo y masa crítica. Organiza el sindicato de costureras y escribe en el periódico comunista Nuestra Palabra, del que también es vendedora en los barrios obreros. Sus artículos en la prensa del partido revelan a una buena propagandista, siempre muy interesada en unir las reivindicaciones femeninas y de clase.

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Aurora Picornell, con un periódico, tercera por la derecha.

De hecho, dentro del PCE mallorquín será la encargada de llevar la secretaría femenina del partido, que a nivel nacional dirige Dolores Ibárruri. Tras la fallida revolución de 1934 pone en marcha la sección local del Socorro Rojo Internacional, y emprende junto a otros vecinos de su barrio una asociación cultural. Su vida está contada por el historiador David Ginard en el libro Aurora Picornell. Feminismo, comunismo y memoria republicana en el siglo XX, que reconstruye la vida y el mito de un personaje que pasó de la popularidad al silencio y el olvido, y de ahí a una creciente reivindicación y presencia en el imaginario progresista de la Mallorca democrática.

¿Cuándo se forja el mito de Picornell? Es tras la fallida revolución de octubre de 1934 y su breve estancia en la cárcel, en 1935, cuando según Ginard la esforzada militante obrera comienza a ser conocida como la Pasionaria mallorquina. Un sobrenombre que popularizan sobre todo los reaccionarios de Mallorca. Y es que, para las derechas, Aurora representa la doble transgresión, de clase y de género, de una mujer obrera y reivindicativa.

Para las derechas Aurora representa la doble transgresión, de clase y de género, de una mujer obrera y reivindicativa

El 8 de Marzo de 1936, cuando habla ante centenares de personas en la celebración en la Casa del Pueblo de Palma del Día de la Mujer Trabajadora, ya es un referente para muchas mujeres de izquierdas en la isla. Su presencia rompe moldes. Tiene 24 años.

Toda esta hipermilitancia se desarrolla al tiempo que se estrena en la maternidad. En 1934 da luz a una niña. Se llamará Octubrina Roja, nombre tomada de una heroína del cine de propaganda soviético. El padre es el misterioso Heriberto Quiñones, pareja de Picornell desde 1932, y seudónimo de un agente moldavo del Komintern afincado en Mallorca con el inicio de los años 30. Tras la derrota de la República será el malogrado dirigente que reconstruya el clandestino PCE en el peor momento de la historia. Cuando las cárceles y los campos de concentración están llenos de antifascistas, todas las noches se fusilan presos políticos y Hitler parece estar a punto de dominar Europa. Morirá en Madrid fusilado por el franquismo, atado a una silla, destrozado por las palizas y torturas de sus carceleros, y calumniado por los dirigentes de su partido, que le han acusado de ser un espía y un traidor. Antes de este trágico final, Quiñones, en Madrid en el momento del golpe de Estado, trata de salvar a su mujer, a la que la sublevación sorprende en Palma, propiciando un canje de prisioneros. No lo conseguirá.

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Tras el triunfo del Frente Popular una manifestación celebrada en Palma de Mallorca recorre las calles de la capital de la isla. Un grupo de jóvenes comunistas uniformados porta una pancarta en recuerdo a la joven ovetense Aida Lafuente, asesinada durante la represión de la Revolución de Octubre de 1934 en la capital asturiana. Falta muy poco para que el golpe triunfe en la isla y Aurora y otros muchos compañeros y compañeras corran la misma suerte que la mártir asturiana a la que rinden tributo en ese momento. La marcha ascendente de la clase trabajadora española está a punto de interrumpirse, pero la foto que ha llegado hasta nuestros días refleja sin embargo lo que bien podría ser un instante de felicidad, un instante de felicidad suspendido en el tiempo, ajeno a la catástrofe que está por venir: el momento de antes de la tormenta.

Y es que la represión franquista será un auténtico genocidio cultural. Desde el 18 de julio de 1936 los golpistas, formados en el norte de África en los métodos de la guerra colonial, procederán a la sistemática destrucción de una cultura política, o mejor dicho de varias culturas políticas, las del republicanismo y el obrerismo, en sus diferentes variantes, englobadas bajo una misma marca, la de la AntiEspaña.

Más allá de la martiriología roja y el fetichismo de los huesos, la identificación de los cuerpos de Aurora y sus compañeras, por parte de un equipo formado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en colaboración con ATICS, supone una pequeña reparación simbólica de aquel genocidio cultural. “Hoy podemos decir que Aurora vuelve a casa. Sus asesinos, cuando la llevaron al cementerio de Manacor y la asesinaron, la quisieron hacer desaparecer y afortunadamente no lo consiguieron. Es un triunfo de la sociedad democrática”, ha dicho el vicepresident del Govern balear, Juan Pedro Yllanes. Ojalá esté en lo cierto.

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