Memoria histórica
Trece años del derribo de la cárcel de Carabanchel. Un símbolo de la represión a los movimientos sociales (I)

El próximo 21 de octubre se cumplirán trece años del derribo de la Cárcel de Carabanchel. Desde su cierre en 1998 diversos colectivos, vecinas y vecinos del barrio, han reclamado la reutilización del espacio ocupado por la cárcel para la construcción de equipamientos sociales y un centro para la recuperación de la memoria histórica.
Derribo cárcel Carabanchel
Derribo de la cárcel de Carabanchel (4 de noviembre de 2008). Foto: Nacho Gómez
Asamblea Antimilitarista de Madrid
2 mar 2021 08:00

Cuando el sábado 25 de octubre de 2008 una potente excavadora comenzó a derribar la cúpula de la cárcel madrileña de Carabanchel se inició una acampada y diversas acciones para intentar conservar este espacio emblemático.

En julio de ese año el Ministerio del Interior y el Ayuntamiento de Madrid habían firmado un acuerdo por el cual en la superficie de la cárcel se construirían 650 pisos, un hospital, zonas verdes y oficinas del Estado. No ha sido así, continuaron con su política especulativa y derribaron por completo el edificio. A día de hoy solo existe un complejo policial, compuesto por la Brigada Provincial de Extranjería, la comisaría de Latina y el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE). Poco ha cambiado ese espacio del barrio, que sigue dedicándose a la represión. La Plataforma por un Centro para la Paz y La Memoria (http://salvemoscarabanchel.blogspot.com/) sigue reclamando el uso social de los terrenos y la construcción de un centro para la recuperación de la memoria histórica.

La Cárcel de Carabanchel tiene su origen al terminar la Guerra Civil. El gobierno de Franco inició su construcción, ya que la antigua Cárcel Modelo de Madrid, en el barrio de Argüelles (donde hoy está situado el Cuartel General del Ejército del Aire), había quedado destruida durante la guerra. Las obras empezaron el 20 de abril de 1940 y fueron llevadas a cabo por unos mil presos políticos sometidos a trabajos forzados. Fue inaugurada el 22 de junio de 1944 para albergar a presos políticos y con la amnistía de 1977 pasó a ser cárcel de presos comunes hasta su final.

En sus casi setenta años de existencia, la cárcel de Carabanchel ha sido uno de los símbolos de la represión política. Valgan como ejemplos: el 17 de agosto de 1963, Delgado y Granado, militantes libertarios condenados a muerte en consejo de guerra sumarísimo, fueron ejecutados a garrote vil en sus instalaciones; el 27 de septiembre de 1975, Sánchez Bravo, García Sanz y Humberto Baena, militantes del FRAP, salieron de esta cárcel para ser ejecutados en Hoyo de Manzanares, siendo tres de los últimos fusilados en el franquismo.

Derribo cárcel Carabanchel 2
Operaciones para derribar la cárcel de Carabanchel (4 de noviembre de 2008). Foto: Nacho Gómez
En sus casi setenta años de existencia, la cárcel de Carabanchel ha sido uno de los símbolos de la represión política

Pero la cárcel de Carabanchel no solo es un símbolo para la lucha antifranquista sino también para otros muchos colectivos y movimientos sociales de la transición y de la democracia de este país. Repasamos algunos de ellos, cuyo listado continuará en la segunda parte de este artículo.

Movimiento LGTBI

Durante el franquismo, la disidencia sexual fue reprimida ferozmente a través de varias leyes. En julio de 1954 se reformó la Ley de Vagos y Maleantes con el objetivo, entre otros, de perseguir y castigar cualquier práctica homosexual.

A partir de 1970 la Ley de Peligrosidad Social (http://archivo-t.net/transbutch/archivos-contrahistoricos/papeles-para-todxs/) condenaba a cualquiera que fuera considerado peligroso (www.javilarrauri.com/represaliados/represaliados.html), moral o socialmente, por el régimen: la homosexualidad, la venta de pornografía, la prostitución y el proxenetismo, el vandalismo, el tráfico y consumo de drogas, la mendicidad, etc. La homosexualidad se castigaba con penas de cárcel o reclusión en campos de concentración y reeducación como el campo de Tefía en Fuerteventura o cárceles específicas como la de Huelva o la de Badajoz. En otras cárceles había módulos especiales para personas LGTBI como en la Modelo de Barcelona, la Modelo de Valencia o la cárcel de Carabanchel con su famosa tercera planta de la quinta galería conocida como el “Palomar”. Las personas transexuales, además de represaliadas, fueron sistemáticamente invisibilizadas y tratadas como homosexuales por un régimen incapaz de distinguir entre orientación e identidad sexual.

La Radical Gay, Lesbianas Sin Duda y el colectivo Gais Antimilitaristas de Madrid tendrían un papel fundamental en la denuncia de las cárceles

Tras la muerte de Franco, el indulto de 1975 y la amnistía de 1976 no incluyeron a ninguno de los considerados “peligrosos sociales”. La homosexualidad fue considerada delito en España hasta diciembre de 1978. A comienzos de la década de los ochenta comenzaron a aparecer los primeros casos de sida en todo el mundo, estigmatizando y criminalizando, aún más, a la población homosexual y transexual. El VIH se cebó con los sectores más débiles de la sociedad y del planeta, dejado un panorama en el que “la clase, la raza, el género y las sexualidades minorizadas” fueron factores determinantes en el desarrollo de la pandemia. La población reclusa la sufrió especialmente y más con el olvido de las políticas sanitarias dentro de las prisiones.

La Radical Gay (http://archivo-t.net/transbutch/archivos-contrahistoricos/el-eje-del-mal-es-heterosexual/), Lesbianas Sin Duda y el colectivo Gais Antimilitaristas (https://floredo.wordpress.com/2009/07/13/gais-antimilitaristas/) de Madrid tendrían un papel fundamental en la reivindicación de “la dimensión política de la pandemia” y en la denuncia de las cárceles, realizando campañas de difusión y sensibilización, charlas exposiciones, acciones de denuncia...

 Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL)

Al final de la dictadura había más de 14.000 presos en las cárceles españolas, sometidos a torturas, hacinamiento, suciedad y la indigencia más absoluta de la mayoría de ellos. A esto se unía un régimen interno de desfiles, palizas y misas.

Las primeras amnistías (1976 y 1977) tampoco incluyeron a los “presos sociales”, y dejaron a más de ocho mil entre rejas, la mayoría condenados por la citada Ley de Vagos y Maleantes y por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Fue la llama que encendió los ánimos; los presos comienzan a organizarse, se convocan asambleas, plantes, huelgas de talleres, negativa a ir a misas o desfilar... A finales de 1976 se crea en la cárcel de Carabanchel la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) (https://expresxsocialescopel.wordpress.com/), con el apoyo de familiares, abogados/as y grupos de solidaridad con los presos.

El 18 de julio de 1977, se organizó un motín en la cárcel de Carabanchel durante el cual ocho presos subieron al tejado de la prisión con una pancarta y el escudo de la COPEL. Al entrar los antidisturbios, otros ochocientos presos subieron al tejado gritando ‘Amnistía’. El motín fue sofocado cuatro días después y las autoridades dispersaron a gran número de presos a otros penales. No fue el único, más motines estallaron en otras cárceles del estado.

El 18 de julio de 1977, se organizó un motín en la cárcel de Carabanchel durante el cual ocho presos subieron al tejado de la prisión con una pancarta y el escudo de la COPEL

Las reivindicaciones fundamentales se referían a las condiciones de vida dentro de los penales, unidas a otras de carácter político como la amnistía general, la reforma del Código Penal y Penitenciario, la desaparición de las jurisdicciones especiales (como el Tribunal de Orden Público, Ley de Bandidaje y Terrorismo, Ley de Peligrosidad Social, Consejos de Guerra militares a civiles) o la depuración de jueces, policías y carceleros con vínculos con la extrema derecha franquista. La respuesta del estado fue la represión pura y dura: dispersión de los presos que consideraban “cabecillas” de la revuelta, incomunicación para evitar su autoorganización, palizas, torturas (como la sufrida por Agustín Rueda, militante libertario y de la COPEL que le ocasionó la muerte), etc.

La COPEL se disolvió en verano de 1978, pero su lucha no fue estéril. Aunque sus reivindicaciones políticas fueron rechazadas, sí se recogieron otras medidas que “humanizaban” las condiciones de vida en las cárceles.

En la continuación de este artículo veremos la implicación en la lucha anticarcelaria de Coordinadora de Barrios y Madres Unidas contra la Droga, así como del movimiento antimilitarista, que conoció la cárcel como consecuencia de la campaña de Insumisión.

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Con ganas de leer la segunda parte. Gracias

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