En defensa de la verdad sobre Marighella

La llegada al poder de la extrema derecha en Brasil ha supuesto también una ola de revisionismo histórico en la que protagonistas de la resistencia a la dictadura son retratados como asesinos.

Carlos Marighella
Carnet del PC de Carlos Marighella

Profesor del Departamento de Historia de la Universidade Federal da Bahia (UFBA)

16 may 2019 06:34

Recibí, hace unos días, un texto que anda circulando en grupos brasileños de WhatsApp firmado por el comisario de policía Aurílio Nascimento (pude verificar que el original había sido publicado el día 17/02/2019 en el periódico Extra, bajo el título “Lembrando Estela”). Se trata de un intento de destruir la memoria de Carlos Marighella, a raíz del próximo lanzamiento de la polémica película de Wagner Moura sobre el líder guerrillero baiano. Soy estudioso del Partido Comunista, donde militó Marighella antes de pasar a la lucha armada, y he orientado una tesis doctoral de excelente calidad sobre él y, por todo eso, fui miembro de diversos jurados de tesis sobre el asunto. Me han solicitado artículos sobre el militante comunista baiano asesinado el 4 de noviembre de 1969 por las fuerzas de la dictadura, pero nunca había llegado a mi conocimiento que Marighella fuera un asesino despiadado como el que figura en el texto.

Como parece obvio, el artículo en cuestión no es nada más que una de las chapucerías típicas de la fábrica de fake news de la extrema-derecha brasileña, intensificada en los últimos años. Esta vez, se habla de Estela Borges Morato, una investigadora que habría sido “víctima del terrorista”. En abierto apelo sentimental, el artículo la describe como una mujer “joven y bonita” que, al decidir cambiar de empleo, abandona su trabajo en el banco para seguir carrera en la policía. “Estela ha sido designada para una operación de captura de un criminal asaltante de bancos. El peligroso marginal, junto a sus compinches, se resistió a la prisión. Estela fue alcanzada en la cabeza y murió días después”, escribe Nascimento.

El texto, sin embargo, trata hábilmente de no informar del origen del disparo: de este modo, el lector es llevado a la conclusión de que se trató del arma del “peligroso marginal”, “criminal” y “asaltante de bancos” Carlos Marighella. El texto prosigue: “Estela Borges Morato, la heroína, es casi totalmente desconocida de los brasileños. El marginal, por otro lado, no solo es ampliamente conocido, sino que más de una película se ha hecho en su homenaje”. Concluyendo con el absurdo de los intentos de transformar en mártir al “terrorista que luchaba por implantar una dictadura en nuestro país”, el texto asegura que el comunista baiano “no quería el bien para nadie y mucho menos cambiar el mundo. Quería el poder, el poder ejercido a fuego por los dictadores”. Agregando que Marighella no era un pobre diablo, sino alguien que había cursado ingeniería, que había sido diputado; alguien que, por los homenajes y la distorsiones de la historia a lo largo de los últimos 30 años, había sido transformado en héroe, el texto pone peso en la desconstrucción de la memoria recuperada tras la redemocratización y de las políticas establecidas a partir del 2011 con la creación de la Comissão Nacional da Verdade (CNV) en Brasil.

Obviamente el artículo de Aurílio Nascimento no dice nada sobre quien ha sido Marighella. No dice que fue el hijo de una mujer negra descendiente de esclavos y de un obrero italiano radicado en Bahia; nada dice sobre las veces que estuvo en por prisión en los años 30 (1932, 1935 y 1939, en esta última ocasión pasó casi seis años en varias cárceles, incluída la de Ilha Grande) y de las torturas que sufrió en esos años; no aborda su elección como diputado constituyente en 1945 por el PCB baiano, ni sus discursos y accciones en defensa del pueblo brasileño; tampoco hay mención a la absurda casación de su mandato junto a otros 14 diputados electos por el PCB, más allá del senador Luiz Carlos Prestes, en 1948, y no dice una palabra sobre el hecho de que haya debido vivir en la clandestinidad durante casi toda su vida, escapando de los dictadores, pero también de los falsos demócratas, solo por haber cometido el crimen de profesar una ideología diferente al establishment.

Eso no es lo que interesa en el texto que circula por WhatsApp. De hecho, Marighella ha sido un estalinista, y aún con las diferencias que podamos tener, ya sea con el estalinismo o con la táctica guerrillera adoptada en los años 60 por el comunista baiano, no es posible negar que él, como miembro del PCB durante más de 30 años, luchó a lo largo de casi toda su vida por una democracia en el sentido pleno: con derechos políticos asegurados, pero con extensión de derechos al campo económico —es decir, por democracia material—, con reducción de las desigualdades e inclusión social de los sectores secularmente excluidos. Como dirigente del PCB, Marighella, un hombre negro, o “mulato”, como se decía en el país y como él se reconocía, creía que Brasil necesitaba extirpar los resquicios de feudalismo y desarrollar su capitalismo. Tanto creía en ello que fue signatario de varios documentos importantes del PCB, incluso de la famosa Declaración de Marzo de 1958, un documento que admitía que el capitalismo se había desarrollado en Brasil y en el que se plantea una transición pacífica al socialismo, cuya redacción ha sido atribuida al llamado “grupo baiano” (Marighella, Arménio Guedes, Giocondo Dias, Alberto Passos Guimarães —el único que no era baiano, pero que había vivido en Bahia—, Jacob Gorender y Mario Alves).

Sin embargo, llegó el golpe del 31 de marzo de 1964 y los sueños de Marighella empezaron a deshacerse junto a la expectativa de transformar el país por vías pacíficas. En el mismo día del golpe, Marighella fue perseguido por la policía. En su huida, debió refugiarse en una sala de cine y resistir con bravura a la detención, tras haber sido baleado, pues ya conocía los métodos de tortura. Sobre el episodio, iniciando el balance que le llevaría a la ruptura con el PCB, el militante baiano escribió Por que resisti à prisão, un libro de 1965 que constituye una importante reflexión sobre el país y las limitaciones de las luchas emprendidas por su partido, un libro que prenuncia su camino hacia la lucha armada: “Por una ironía de la historia, los comunistas, ahora acusados de subversión, defendían la democracia burguesa, interesados como estaban en la permanencia de un clima de libertad y en la conquista de la legalidad para el Partido Comunista”, apuntó. 

Tras el golpe, el PCB seguía defendiendo la lucha de las masas, la democracia burguesa y la vía pacífica al socialismo, pero Marighella ya no tenía ilusiones. En 1967, después de participar en la Conferencia de la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), en Habana (Cuba), el dirigente comunista que ya venía desarrollando estudios y una aproximación a los métodos guerrilleros, se puso en ruta de colisión con su partido, habiendo sido expulsado pocas semanas después del evento. En septiembre de 1968, con otros compañeros, Marighella participa en la fundación de la Ação Libertadora Nacional (ALN), organización guerrillera más importante en el período de la dictadura brasileña, dónde militaría hasta ser ejecutado en una emboscada preparada por el temido comisario y torturador Sérgio Paranhos Fleury, director del Dops [Departamento de Orden Político y Social. Nota de traducción] de São Paulo, poco más de un año después.

La ALN organizó muchas acciones en el contexto de la dictadura, incluso secuestros, asaltos a bancos e ajusticiamientos de agentes de la dictadura. La más importante fue el secuestro del embajador norte-americano Charles Burke-Elbrick, junto al grupo de estudiantes de la Dissidência Comunista da Guanabara que, en el curso de la acción, asumió el nombre de una organización que había sido desbaratada poco tiempo antes, el MR-8. A pesar de la participación de la ALN en el secuestro, Marighella no estuvo involucrado directamente en la acción, visto que el grupo actuaba a través de células que casi no tenían contacto entre si.

El 4 de noviembre de 1969 fue preparada la emboscada para Marighella. En ella estaban presentes, además de Fleury, muchos otros agentes del DOPS, incluyendo a Estela Morato. Hay algunos libros y muchos artículos que describen con precisión lo sucedido aquel día en la alameda Casa Branca, en São Paulo. Utilizo aquí la descripción hecha por el periodista Mario Magalhães en su excelente libro Marighella, el guerrillero que incendió el mundo (Companhia das Letras, 2012, p.552-553). A pesar de estar escrita en tono novelesco, la obra de Magalhães es resultado de varios años de investigación y describe cuidadosamente la escena y el hecho de que el dirigente de la ALN no tuvo tiempo de reaccionar. Su única iniciativa tras el abordaje de los policías fue el intento de recoger la carpeta donde tenía el revólver y la capsula de cianuro que cargaba para el caso de que fuera capturado vivo. Según Magalhães, después de que fueran abordados en un Volkswagen en el que iba acompañado de los frailes dominicanos Ivo y Fernando, y dos de sus compañeros fueran  sacados del automóvil, Marighella se dio la vuelta para intentar alcanzar sus cosas, que se hallaban cerca del asiento: “Demasiado tarde: disparan a quemarropa, y la descarga  alcanza la alameda Casa Blanca. Una bala le perfora las nalgas y le provoca cuatro heridas. Otra, de calibre 45, se aloja en el pubis. La tercera penetra y sale por el mentón (...). Hasta que, desde una ventana del Volkswagen, le disparan en el tórax, le lesionan la aorta y él ya no se vuelve a mover”. 

Marighella murió sin efectuar ni un solo disparo, pero la versión fabricada por Fleury fue la de que él se había resistido a la prisión disparando en contra de los policías y atacando a Estela Borges Morato, la investigadora “olvidada por la historia”, motivo del artículo de Aurílio Nascimento, quien habría muerto en manos del “terrorista”. ¿Pero de dónde partieron los tiros que mataron a Estela? 

En su libro, Mario Magalhães afirma que los policías mataron al último suspiro de Marighella tras haberlo arrastrado hasta la acera padeciendo de una hemorragia interna. Aprehendieron, además, el frasco de cianuro que se hallaba en la carpeta que el guerrillero intentó abrir. Sin embargo, ocurrió un hecho inusitado: el protético alemán Friedrich Adolf Rohman desafía la barrera policial y cruza la Alameda Lorena con su Buick negro, avanzando por la Casa Branca. “Lo toman como un miembro que llega con retraso de un fantasioso aparato de seguridad de Marighella. (…) Esta vez, disparan también con ametralladoras. Matan a Rohmann y su auto se detiene. La segunda descarga deja a otros heridos a manos de sus propios colegas. Tucunduva, baleado en la pierna izquierda en plena calle; y Estela Morato, en la cabeza, dentro del Chevrolet. La sangre del delegado chorrea, pero él se podrá zafar. La investigadora fallecerá dentro de tres días” (p.553).

O sea, quién mató a Estela Morato fue el fuego amigo de las fuerzas represivas comandadas por Fleury, hecho atestado por el relatorio de la Comissão Nacional da Verdade: “También se constató no haber existido tiroteo, pues todos los disparos observados partieron desde afuera hacia adentro del vehículo y el arma encontrada junto a Marighella estaba en el interior de una carpeta, sin haber expelido ningún disparo” (p.448).

Según Mario Magalhães, la DOPS “tejió su ficción histórica” en torno a los acontecimientos en la alameda Casa Branca, pero algunos periódicos —como el Diario de Noticias, de Rio de Janeiro— no esperaron siquiera la versión oficial para estampar en su portada: “Marighella mató Estela”, una versión reforzada posteriormente por otros periódicos que apoyaban la dictadura, y por el torturador Carlos Alberto Brilhante Ustra, quién ha preparado una lista de “víctimas del terror” en la cual incluyó a Rohmann y Estela Morato, “eternizando el embuste”, como ha escrito Magalhães (p558).

La historia no es una ciencia exacta, hay innumetables controversias sobre muchas cosas, pero lo que se presta a la falsificación no es historia, sino ficción adecuada al interés de los poderosos. Hay historiadores serios que trabajan sobre documentos y apuntan hipótesis consistentes que van siendo testadas ante las evidencias que surgen. Para la inmensa mayoría de esos historiadores, Brasil ha vivido un golpe civil-militar en 1964 y una dictadura entre 1964 y 1985. Los historiadores no buscan héroes al contar sus historias, pero inevitablemente se encuentran con víctimas y victimarios sobre los cuales tienden a tomar partido. Tomar partido no es escribir en contra de las evidencias que han sido descubiertas y que constituyen comprobaciones de lo que ha pasado. Quienes escriben en contra de las evidencias, falsifican la historia, volviéndola revisionista o negacionista. Hay en el Brasil de hoy un fuerte movimiento revisionista que, a diferencia de hasta hace muy poco, no parte de los historiadores sino de aquellos interesados en modificar la versión de los hechos simplemente porque ocupan el poder. Si esto logra tener éxito, corremos el riesgo de perder una parte frágil de la memoria histórica que, a duras penas, se ha construido sobre el pasado reciente del país. Parafraseando a Walter Benjamin, ni los muertos estarán seguros ante el enemigo si éste vence. Por ello, necesitamos luchar por el establecimiento de la verdad y luchar por la verdad quiere decir salvaguardar la memoria de Marighella, de Marielle Franco y de todos aquellos que tumbaron luchando por un país mejor, lo que quiere decir también, un país capaz de apropiarse del pasado en su plenitud.

esquerda online
Texto publicado originalmente en portugués en el medio brasileño Esquerda Online.
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