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Antiespecismo
La especie animal que se atreve con todo
Los cañones reales disparan en la abarrotada explanada del Palacio de Versalles. Es exactamente la 1 de la tarde, y en este 19 de septiembre de 1783, frente a Luis XVI y su familia, un pato, un gallo y una oveja entran plácidamente en la historia de la aeronáutica. Tras instalarse en la cesta de mimbre fijada al globo aerostático de los hermanos Montgolfier, el aparato no tarda en elevarse hasta los 600 metros de altura y en recorrer varios kilómetros, ante los vítores del público atónito. A pesar de la desgracia de un desgarro en el globo que acortará su histórico vuelo, los tres héroes, ataviados con lana y tela de plumas, aterrizan en los bosques de Vaucresson. Serán recompensados por el delfín, que les abrirá las puertas de su zoológico particular. Sólo unas semanas después de la hazaña de nuestros aeronautas involuntarios, los humanos despegarán de la tierra a su vez, con menos riesgo.
Desde entonces, animales acuáticos o terrestres (codornices, medusas, gatos, perros, monos, salamandras...) han sido propulsados por decenas hacia la estratosfera, sin haber tenido siempre la buena estrella de sus tres antepasados. Todavía a principios del siglo XXI, para realizar experimentos científicos y también para asegurar su producción industrial o satisfacer sus necesidades alimentarias, la humanidad embarca a innumerables animales. En todo el mundo, casi 100 millones de ellos se utilizan anualmente en los laboratorios, se sacrifican 70.000 millones de aves y mamíferos para la alimentación y se pescan un billón de peces. Para hacer posible este productivismo, no sólo hemos ideado sofisticados protocolos científicos y zootécnicos, sino que también disponemos de mecanismos psicológicos que nos permiten ignorar o legitimar los daños que se derivan de esta explotación. Si el daño infligido por el homo sapiens a otras especies no tuviera también consecuencias muy desfavorables para la propia existencia humana, sólo podríamos hablar de insensibilidad o crueldad. Por desgracia, con su explotación generalizada de los animales, la humanidad corre el riesgo de continuar su viaje como el globo averiado: en condiciones peligrosas. Algunos autores publican hoy en día libros con títulos estridentes sobre los estragos ecológicos y la barbarie de las granjas industriales (“Farmageddon”) o denuncian la pesca intensiva (“Aquacalypse”), pero a pesar de estas advertencias, seguimos dormidos como troncos. Porque la especie a la que pertenecemos tiene el peligroso privilegio de estar dotada de los resortes psicológicos que permiten que su espectacular necedad florezca en una relación absurda con otros animales.
Enrique IV, el rey de “la poule au pot (cocido de gallina) cada domingo”, tenía un famoso ministro de Hacienda, Sully, al que le gustaba proclamar que “el pastoreo y el arado son las dos ubres de Francia”. Haciéndose eco de esta imagen rural, se propondrá aquí que las ubres de la estupidez humana en su relación con los animales son tres: incoherencia, ignorancia y racionalización.
Las ubres de la incoherencia lógica
La incoherencia lógica es evidente en los textos legales relativos a los animales, considerados a la vez como “seres vivos dotados de sensibilidad” y “sujetos al régimen de propiedad” (artículo 515-15 del Código Civil Francés). Tomemos el caso del conejo: actualmente es una de las mascotas más comunes en Francia, pero también el mamífero más consumido. Si no cumplimos con nuestras obligaciones con él, descuidando su alimentación, su cuidado y sin garantizar unas condiciones de vida acordes con sus necesidades, corremos un alto riesgo de incumplir la legalidad puesto que, según el código penal “sea o no públicamente, el hecho de infligir un abuso grave, que sea sexual o no, o cometer un acto de crueldad hacia un animal doméstico, o domesticado o mantenido en cautividad, se castiga con dos años de prisión y 30.000 euros de multa” (artículo 521-1 del Código Penal Francés). Sin embargo, la ley autoriza la cría de conejos en batería en condiciones incalificables de confinamiento. Empero detrás de esta incoherencia hay una racionalidad, pero que se sitúa en otro nivel. El valor del animal está ligado al uso instrumental o afectivo que se hace de él, o a las representaciones justificadoras que los humanos mantienen respecto a la especie en cuestión. Lo mismo ocurre entre los defensores de los animales: según las observaciones de un veterinario, los activistas que luchan contra la experimentación animal actúan más contra los laboratorios que utilizan primates o perros que los que utilizan ratones o ratas. Este antropocentrismo, que organiza el valor de los animales según sus propios intereses, es la clave para explicar la jerarquía que operamos entre los animales.
Las ubres de la ignorancia
Para quien utiliza animales, la ignorancia es el más placentero de los consuelos. Recientemente, el artista circense André-Joseph Bouglione, tras decidir excluir a los animales de sus espectáculos, confesó que “el ligero balanceo que hacen los elefantes cuando están parados, para mí, significaba que estaban relajados. […] Lo que creía que era un signo de relajación era en realidad un trastorno relacionado con el confinamiento” (2008 p. 54-55). El desconocimiento de las capacidades cognitivas, perceptivas y sensoriales de los animales habrá permitido su sujeción durante siglos, y aún hoy la ignorancia sobre ellos sigue siendo abrumadora. En junio de 2017, The Washington Post publicó una encuesta en línea realizada a una muestra representativa de estadounidenses que indicaba que el 7% de los encuestados (más de 16 millones de personas) afirmaba que la leche de cacao procede de vacas pardas. Peor aún, una encuesta del Departamento de Agricultura de EE. UU. reveló que uno de cada cinco adultos no sabía de qué animal procedía la carne de las hamburguesas. Dos investigadores de la Universidad de Davis (California), Alexander Hess y Cary Trexler, entrevistaron a niños de 11 a 12 años y descubrieron que el 40% no sabía que la carne de las hamburguesas procedía de las vacas, y el 30% no sabía que el queso se hacía con leche. La ignorancia alimentaria también brilla a este lado del Atlántico: una encuesta francesa realizada entre niños de 8 a 12 años reveló que el 40% no sabía de dónde procedían productos como el jamón, y dos tercios no podían decir de dónde procedía el bistec. Además, una alta proporción de niños informó de que el pescado no tenía espinas.
La ignorancia secular de los humanos respecto a la cognición de los animales ha fomentado relaciones de dominación que aún hoy son difíciles de corregir a pesar de los avances de la etología cognitiva y la neurociencia. Sin embargo, los expertos consideran ahora que “los animales no humanos poseen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados de conciencia, así como la capacidad de realizar conductas intencionales” (Declaración de Cambridge, 2012), y no falta bibliografía para demostrar que los animales no son tan bestias. Pero la mera difusión del conocimiento está lejos de ser suficiente para curar las extravagancias de la razón. La obliteración del animal y la descorporeización de la carne contribuyen a una meticulosa eufemización de las realidades de la cría y el sacrificio de animales que a veces se refleja en las directrices de la industria. Una revisión de los profesionales de la carne citada por Scott Plous, de la Universidad de Wesleyand, recordaba que “hacer saber a un consumidor que la chuleta de cordero que acaba de comprar forma parte de la anatomía de una de esas simpáticas criaturas que se ven retozando en los campos en primavera es probablemente la forma más segura de convertirlo en vegetariano”.
También cabe mencionar otra forma de ignorancia. Se trata de la minimización sistemática por parte de los consumidores de la cantidad de carne que ingieren. Por ejemplo, los resultados de varias encuestas indican que entre el 60% y el 90% de las personas que se definen como vegetarianas han consumido, no obstante, carne en los días anteriores a la encuesta. La mayoría de los estudios sobre el vegetarianismo revelan que nada menos que dos tercios de las personas que se autodenominan vegetarianas comen ocasionalmente pollo y ¡el 80% come pescado! Por último, basta con informar a los participantes de que van a ver un reportaje sobre el sufrimiento de los animales para que reduzcan inconscientemente la cantidad de carne que dicen consumir. A veces, para reducir el sufrimiento de los animales, algunos consumidores dejan de comprar bandejas de carne roja... pero aumentan su consumo de aves de corral, lo que amplía el número de animales consumidos y, por tanto, el número de animales que probablemente han sufrido. Para los que finalmente han optado por una dieta sin carne, la cosa no acaba ahí. Un estudio demostró que las personas que recibían una barra nutricional la encontraban menos sabrosa si se les hacía creer que contenía soja.
Las ubres de la racionalización
A la ignorancia ordinaria se añade lo que podría llamarse ignorancia motivada. Para evitar el inconveniente de tomar conciencia de la incoherencia entre los comportamientos de consumo y las representaciones relativas a los animales consumidos (que justificarían abstenerse de ellos), una solución cómoda es modificar estas representaciones, como sugiere la teoría de la disonancia cognitiva. Por ejemplo, una encuesta demostró que las capacidades mentales atribuidas a una serie de animales estaban simplemente correlacionadas con su comestibilidad: las vacas o los cerdos eran percibidos como dotados de vida mental más limitada que los gatos, los leones o los antílopes. En otro estudio, se pidió a los participantes que evaluaran la capacidad mental de una oveja tras ser informados de que ésta se iba a trasladar a un prado diferente, o lo contrario, de que iba a estar en el menú de una próxima comida. En este último caso, la capacidad mental de la oveja estaba reducida. Otros trucos de magia intelectual que se pueden utilizar para justificar el consumo de carne, como las justificaciones teleológicas (“Las plantas existen por el bien de los animales, y los animales salvajes por el bien del hombre” (Aristóteles), apagón empático (“Vemos... que la muerte es dolorosa para los animales. Pero el hombre desprecia esto en la bestia (San Agustín), la mitología eufemística del consentimiento animal (que nos ofrecería su carne a cambio de nuestro ”buen“ cuidado), la negación del sufrimiento animal (”los animales sufren menos cuando son sacrificados conscientemente que cuando son degollados aturdidos“), la invocación de metas superiores (como ”alimentar a la humanidad“ o el ”argumento del niño con cáncer“ para defender la investigación) o incluso la supervivencia (”si el hombre está condenado al vegetarianismo, no sobrevivirá“), la invocación de una aporía alimentaria (el argumento del ”sufrimiento de las plantas“), la demonización del vegetarianismo (presunta de misantropía).
Conclusión:
Los humanos se han atrevido a todo con los animales. Pero no es una fatalidad. Uno de los miembros de nuestra especie, un filósofo, afirmó recientemente: ”Si me pongo a pensar, me vuelvo vegetariano". Esta confesión de Michel Onfray no está desmentida por la ciencia: los que comen leguminosas están lejos de tener un cacahuete por cerebro. Mejor; los niños que tienen un coeficiente intelectual superior a la media a los diez años optan con más frecuencia por una dieta sin carne cuando son adultos, independientemente de su clase social, educación e ingresos. Entre los adultos, la curiosidad intelectual está vinculada a esta elección alimentaria. En conclusión, aunque la carne puede haber contribuido al desarrollo del cerebro en nuestros antepasados, es muy posible que ahora haya cambiado de bando.
En la barquilla suspendida en el espacio que llamamos tierra, hay algo que anda mal los otros animales. El creciente conocimiento de nuestra parte común, el peso de los riesgos sanitarios y el presagio de un colapso ecológico son llamadas a ser un poco más inteligentes.
Traducido por Malou Amselek para Infoanimal.
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Se puede ser ecologista sin ser animalista, cualquier tribu del amazonas es más ecologista que cualquier animalista y comen animales. Defender el medio ambiente no va de dejar de comer carne, sino no de terminar con la producción industrial de carne. No lo entenderéis en la vida porque para ustedes animalistas, los animales son muñequitos de Disney, por cierto, las plantas tienen cierta constancia del daño que reciben, si cortas una rama saldrá un cayo y la planta intentará repararse. Así que las plantan sienten, porque pueden responder a impulsos externos.
Muchas personas de tribus del Amazonas son más ecologistas que muchos animalistas, en efecto. También muchas de esas personas son más feministas y más solidarias que muchos animalistas. Por supuesto, estamos de acuerdo. Sin embargo esta realidad que describes no da legitimidad a dañar a los animales o matarlos.
Defender el medioambiente no va de dejar de comer carne, también estamos de acuerdo en esto. Pero dejar de comer carne sí tiene buenas consecuencias para el medioambiente. Y por otra parte, dejar de explotar y dejar de matar a otros individuos por el hecho de ser de otra especie, sí va de comer carne. Los animales no son muñequitos de Disney, totalmente de acuerdo. Aunque son seres que sienten todo lo que les hacemos, que no quieren ser dañados ni encerrados y no quieren ser privados de sus vidas. Es extraño que pienses que las plantas sienten, vas en contra del consenso científico mundial al respecto. Que las plantas respondan a estímulos externos no significa que sientan. También algunos objetos responden a estímulos externos. Algunos metales se dilatan con el calor, pero eso no es una evidencia de que sientan. El dolor es una interpretación que se crea en un cerebro ante un estímulo externo que es transportado por un sistema nervioso, como mecanismo de defensa evolutivo ante una situación de peligro. Los vegetales no tienen un sistema nervioso capaz de transportar estímulos externos, ni tienen un cerebro capaz de interpretar dichos estímulos como dolor, ni tampoco tiene sentido evolutivo, ya que no podrían escapar de dicha situación de peligro.
Justificar la supuesta maldad humana por decir que los niños no saben la procedencia de los alimentos procesados me parece una auténtica necedad, o por el porcentaje de la gente más estúpida del planeta...
Yo muy bien se lo que como, de donde viene y que consecuencias tiene para el animal depredado.
Cómo ejemplo se muy bien que al cerdo no le va a volver a crecer el "jamón serrano", es más, no resucitará. Pero para mí no representa ningún dilema moral ni existencial como a algún rastafari peludete que otro.
Simplemente diferencio entre necesidad de alimentarme y maltrato injustificado(ya ves, coincido con la susodicha ley francesa).
Recuerda que la vida no es justa para el que sobrevive, y mucho menos para el que muere. Los leones no siempre esperan a que su presa muera para devorarla, así es de fría y cruda la naturaleza.
La moraleja, por más aires de grandeza que nos demos, por más aires de superioridad que expiremos, no somos ajenos a la naturaleza, y simplemente seguimos las normas que ella nos ha impuesto.
Todos esa "gente" (lo remarco porque parecen estar más cerca del mono que del hombre) que empatiza más con los animales que con los hombres, pues ni una lagrima derraman cuando mueren millones de niños al año en todo el mundo, se rasgan las vestiduras por mandar una rata o un mono al espacio. Decid lo que queráis pero así suele ser, de hecho, se han llegado a alegrar por el coronavirus porque a matado a mucha gente.
Por último añadiré a todo aquel valiente salva conejos que vea si es capaz de alimentar a su familia e hijos sin dañar a ningún animal.
Así pues, ni tan blanco ni tan negro, la próxima vez pon tu pellejo para que prueben las médicinas que espero nunca necesites en el futuro, o prueba el próximo modelo de avión tu mismo, para que tu familia se puedan ir al caribe de vacaciones, o gira tu la noria y dale vacaciones al burro...
Tu argumento es falaz. No existe la necesidad de causar daño, confinar y matar a los animales para alimentarse. Yo por ejemplo llevo desde 1992 sin comer animales. Mi hijo y ni hija quienes superan los veinte años nunca lo han hecho. Tu supuesta "necesidad" es falsa. Si promueves la muerte de los animales es por una simple preferencia gastronómica, no por necesidad.
Actualmente vivo en Italia, en una zona de campo, y ver como tratan a los animales me parte el corazon. Para ellos son simple comida, durante un año crecen a un cerdo, lo limpian, le ponen de comer y luego lo matan de cualquier forma. Muchas veces me pregunto como de psicopata hay que ser para darle de comer a un animal todos los dias y no ver que ahi hay un ser que siente, que seguramente se alegra cuando ve al humano llegar. Para ellos tdner aninales dentro de casa es ser sucio, y de hecho la familia de mi pareja que es italiana nunca viene a comer a casa porque tenemos gatos y creen que esta todo infectado. Para ellos los animales estan fuera y les prestan la minima atencion, incluso tienen dos pastores alemanes y los pobrecitos estan siempre muertos de hambre porque total, como son animales, qie se aguanten. Queda aun demasiado trabajo por hacer y por educar a las personas. Estoy cansada de las conversaciones en que desprecian a los animales y te cuentan como mataron a un animal y se quedan tan tranquilos, ni siquiera respetan el hecho de que yo no como carne y me encantan los animales y saben que simplemente no me agrada escuchar esas cosas. Esperemos que llegue el dia en que la gente aprenda lo que es empatia.
...Es como denunciar que la Medicina es "antropocéntrica".
Y es como querer pintar de otra manera: pintar con todos los colores que todos los seres sintientes perciben; una pintura que tenga en cuenta cómo ve el perro, el toro o la abeja.
Alucinante.
... y tu conclusión es que puedes matar a todo lo que se menea por el hecho de no pertenecer a tu misma especie. Eso si que es alucinante.
...Yo no he concluido eso... Sí me parece alucinante que se deba respetar el sentir de los animales a la vez que se ignora o tergiversa el pensamiento expresado de otro humano. (Me releo y no encuentro nada de matar a todo bicho viviente. Entienden a los perros, pero a mí no. Sí: alucinante).
Ni tengo perro ni los entiendo. Me releo y no encuentro nada que haga referencia a los perros. Al grano: ¿No has concluido eso? quizá debamos profundizar en ello para que veas que sí. Has ironizado en contra de tener en cuenta los intereses de los animales, o lo que es lo mismo en contra de respetar derechos a los animales (los derechos existen para proteger los intereses de un individuo). Si defiendes negar a los animales el derecho a no ser dañados y el derecho a que se les arrebate SU vida, estás legitimando que se les pueda matar, torturar y recluir en pequeños recintos toda su vida. Al ironizar sobre la empatía con los animales, justificas que no se tenga en cuenta su sufrimiento, si no tenemos en cuenta la capacidad de sufrir de un individuo, no existiría ningún motivo para no hacerle sufrir. Cuando defiendes con tu ironía no tener en cuenta el interés por seguir vivo de un animal, defiendes que nada nos impida matar a todo lo que se menee siempre y cuando no pertenezca a nuestro grupo: nuestra especie. La ciencia nos dice que la mayoría de los animales son seres autoconscientes que tienen interés en permanecer vivos, negar la empatía hacia los animales como lo has hecho, y vulnerar dichos intereses por razón de especie equivale a dar legitimidad a matar a todo lo que se mueva que no sea de nuestra especie.
El “antiespecismo” es un anti-humanismo. Los humanos tenemos responsabilidad ética hacia todos los seres vivos, y la ejercemos: matamos ratas y otras plagas, cuidamos de nuestras mascotas, protegemos a otras especies que queremos se perpetúen. Y tomamos decisiones desde nuestra capacidad de razonar. Dado que somos seres humanos, el “antropocentrismo” simplemente describe un rasgo que yo creo es ineludible...
Todo el artículo está razonado, pero parece totalmente absurdo por inconsistencia lógica El “derecho”, las leyes, están hechas por los humanos, con razonamientos humanos, tomando a los humanos como centro, origen y finalidad, con conceptos construidos por humanos, y para organizar las relaciones entre humanos.
Y todo lo demás, siendo importantísimo, ya pertenece al campo de la ética, de las decisiones morales.
Pues esos humanos pueden legislar sin estar en el centro. Poniendo ahí a los animales o a la naturaleza.
...Si se pone en el centro a los animales o a la naturaleza, serían ellos quienes legislasen y fijarían derechos y deberes.
(Ná, que es un imposible, como un círculo cuadrado).
No somos ajenos a la naturaleza, no a nuestros compañeros de viaje. Y ahí lo hemos visto. Que no apredemos apredemos....
Es decir, si no te estoy entendiendo mal, consideras que solo es relevante para legislar, hacerlo pensando en el grupo al que perteneces, dejando de lado a quienes son diferentes, a quienes no pertenecen a tu grupo por determinadas características físicas, genéticas o intelectuales. Independientemente de que dichos individuos sean conscientes y sean capaces de sentir todo lo que se les hace. Quienes no pertenecen a tu grupo, o sean considerados inferiores, no deben ser tenidos en cuenta y deben ser discriminados.
Sí: hay que discriminar, distinguir.
Cuidamos los árboles, el hielo ártico o a los animales, debemos respetarlos; pero no podemos convertirlos en sujetos que cumplan leyes. Son animales sintientes pero sería absurdo exigir de ellos una noción de la justicia, obras literarias, conciencia ciudadana o proyecto de sociedad...
Es sencillo, y se distingue o discrimina con facilidad.
(Pero decir que no son humanos no es rebajarlos de condición o despreciarlos).
No sé si eres consciente pero estás defendiendo discriminar a todos aquellos individuos que no pertenecen a tu grupo, en función de cosas como el interés económico o las preferencias gastronómicas. Discriminar a quien es diferente por el mero hecho de serlo.
Sí: soy tan raro, que no entendería que mi hija se casase con un ciervo.
No eres raro por eso. Lo que eres es injusto por defender que podamos discriminar a quien es diferente.
Que tu hija se case con un ciervo no guarda relación con lo que se está tratando aquí. De lo que hablamos es de que el ser humano cría a millones de seres capaces de sentir el dolor, les causa sufrimiento, les confina de por vida entre hormigón y excrementos, les condena a una vida de dolor, angustia y sangre, y les mata de forma sistemática y cruel a muy corta edad en la mayoría de los casos. Todo ello por dos motivos: para obtener un beneficio económico de ello y por una preferencia gastronómica. Esto es una verdad innegable te guste o no. Lo que haga tu hija con los ciervos u otros animales con cornamenta poco tiene que ver.
Toda discriminación arbitraria es INJUSTA. Defiendes la injusticia..
No sé de dónde sacas la idea de que los animales deben ser sujetos que cumplan leyes, que tengan noción de justicia, capacidades literarias, etc. Cuando hablamos de dañar a los animales, de confinarles y de terminar con su vida, lo único relevante es si tienen interés en no sufrir, interés en conservar la vida e interés en no vivir encerrados. Está claro que los animales no tienen interés en votar o en ir a la universidad, por eso no deberían tener derecho a votar o a ir a la universidad. Sin embargo sí tienen interés en no sufrir. Basta observar nuestro alrededor para darse cuenta de que un animal hace lo posible por escapar del sufrimiento. Cuando se habla de derechos para los animales, se habla de derechos que protejan sus intereses básicos, intereses que la ciencia ya ha demostrado que tienen, intereses como los mencionados (no sufrir, conservar la vida, no ser confinados...).