La ola feminista en Chile sacude los cimientos de colegios y universidades

Manifestaciones en las calles y ocupación de universidades son algunas muestras del movimiento que desde mediados de abril agita Chile. Las mujeres protestan por los casos de acoso en escuelas públicas y exigen transformaciones que van más allá del ámbito de la educación.

Protesta feminista en Chile
Soledad Rojas Protesta feminista en Chile.
27 may 2018 10:00

Las imágenes comenzaron a correr como la pólvora: el Instituto Nacional, liceo para hombres, autodenominado “foco de luz de la nación”, cuna de un montón de expresidentes, había sido ocupado por mujeres. Se trataba de las estudiantes del Liceo Carmela Carvajal, quienes tapaban las sillas con rejas y colgaban carteles en contra del machismo. En ese mismo espacio, en las últimas semanas se había conocido la denuncia de abuso sexual de un alumno contra una funcionaria y se había visto una imitación al vídeo de La Manada española. Si algo estaba claro es que dentro de los espacios educativos se potencia y reproduce el machismo.

La “Ola feminista”, como ha sido denominado por la prensa el movimiento de las estudiantes chilenas, comenzó el 17 de abril en el lluvioso sur del país, con la ocupación de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral (Uach), protestando por la lenta reacción de las autoridades ante una serie de denuncias por abuso sexual contra académicos.

Ese fue el puntapié inicial para la movilización y rápidamente se multiplicaron las tomas, una herramienta de movilización utilizada con frecuencia por los estudiantes chilenos desde las primeras décadas del siglo XX, pero esta vez había una diferencia: las que ocupaban el espacio, bloqueaban el acceso y se encargaban de realizar actividades para protestar y reflexionar eran mujeres.

La organización de los espacios comenzó a estar en manos de las asambleas feministas, espacios horizontales de discusión entre mujeres. En ellas se viven diversas dinámicas, como una ocurrida en la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales, donde se preguntó si alguna vez se habían sentido violentadas por el machismo. La respuesta quedaba plasmada en un pedazo de papel. Al poco rato, absolutamente todas tenían en sus manos una agresión que contar.

Para Lorena Astudillo, portavoz de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, reconocida articulación feminista que trabaja a lo largo de todo el territorio junto a organizaciones, esta es una movilización transversal, que no se ha sostenido en liderazgos individuales. “Todas nos sentimos identificadas con las manifestaciones de violencia que se condenan. Todas vivimos en esta sociedad estructuralmente patriarcal, por eso nos sentimos convocadas”, comenta.

Efectivamente, el apoyo a la movilización chilena es alto. En pleno auge del movimiento, la encuesta CADEM, que mes a mes se encarga de sondear temas con importancia nacional, afirmó que el 71% de las personas encuestadas apoya las movilizaciones feministas.

Orígenes de la idea de la educación sexista

“Educación no sexista” es una consigna que hoy se puede leer en los diarios como si fuera una novedad, pero es una idea que lleva años formando parte de la discusión en diversos espacios feministas. El año 2011, mientras las y los estudiantes chilenos llenaban las calles manifestándose contra la educación de mercado —herencia de la dictadura de Pinochet— la ya mencionada Red Chilena comenzaba a circular un afiche que exigía “educación pública, laica y no sexista”, aportando una perspectiva a la discusión: más allá de la democratización del acceso, era urgente transformar desde los cimientos la enseñanza que se estaba brindando en Chile.

Ese mismo año comenzaron a investigar el tema. Primero, revisando cuentos infantiles y textos escolares, luego dando cuenta del llamado “currículum oculto”, que solapadamente designa roles para niños y niñas, acercándolas a las tareas de cuidado y alejándolas de las ciencias, por ejemplo. “Estaba absolutamente naturalizada la concepción androcéntrica de lo que llamamos mundo, realidad. La educación, tan valorada en nuestro país, transmite sin filtros ni cuestionamientos la supremacía masculina y la subvaloración de las mujeres”, explica Sandra Palestro, parte de la Red, quien se ha centrado en la investigación de educación sexista y el lugar de las mujeres en la historia.

Una mujer en una marcha feminista en Chile
Una mujer en una marcha feminista en Chile. Soledad Rojas

“La movilización por una educación no sexista viene de hace muchos años atrás, pero no se le había dado la importancia que tenía”, cuenta Valentina Gatica, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Austral. Efectivamente, en 2014, cuando la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile era presidida por la feminista Melissa Sepúlveda, se convocó el Primer congreso por una educación no sexista, que no contó con la participación del Confech, coordinadora que agrupa a las federaciones de las universitarias chilenas.

“¡Este es un hito en la historia! No solo dentro del movimiento feminista”, exclama Sandra Palestro. Esta movilización convoca desde niñas en edad escolar, hasta a aquellas que llevan años de lucha en el cuerpo, incluyendo a las que se organizaron contra la dictadura en los años 80.

El mayo feminista chileno: las razones las ponen las mujeres

Durante los últimos años, el movimiento feminista chileno ha adquirido cada vez más fuerza y visibilidad. La pelea por el derecho al aborto en tres causales y los obstáculos que han presentado los grupos conservadores fundamentalistas, junto a diversos hechos de violencia contra las mujeres que pasan por el destape de una serie de casos de abusos por un conocido productor de TV a una violación colectiva son solo algunos de los motivos que, en el último mes, le han puesto urgencia a la organización feminista.

Las personas acá entrevistadas concuerdan en que lo que está ocurriendo ahora responde a una historia de violencia machista. A la fecha, hay cerca de cerca de 20 facultades en toma y muchas más carreras en paro. La mañana del 25 de mayo amaneció tomada la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica, un bastión del conservadurismo chileno. En los lienzos del frontis, las estudiantes lo dicen claro: no van a callar más.

Si bien en un inicio las autoridades gubernamentales y universitarias buscaron centrar el conflicto en la elaboración de protocolos para enfrentar casos de abuso sexual, el mensaje fue claro: no basta con normar institucionalmente. Sin embargo, es urgente que se creen y mejoren, agilizando los procesos y protegiendo a las víctimas. Hoy en Chile solo siete de las 60 universidades que forman el Consejo de Rectores (CRuch) tienen un protocolo para abordar estos casos.

Entre las principales demandas está terminar con la educación sexista, lo que implica transformar los contenidos que se pasan en las aulas de clases, analizando el rol que cumplen las mujeres en ellos, el lenguaje utilizado en esos espacios, el derecho de las personas trans a vivir de acuerdo a su identidad y eliminar los estereotipos que replican que existen áreas para hombres y otras para mujeres. También centra la atención en el comportamiento de los docentes, pues en tono de broma muchas veces se denosta las habilidades de las niñas en ciertas maneras, o se deslizan comentarios sobre cuerpos de niñas o jóvenes.

La necesidad de mirar los contenidos se extiende a las universidades. En los distintos planteles están surgiendo propuestas que apuntan a integrar cursos obligatorios con perspectiva de género acorde a las carreras. También se busca transformar la composición de las universidades en lo que respecta a cargos de relevancia. El mismo CRUCh no cuenta con ninguna mujer entre sus filas, planteando una enorme dificultad a la hora de dialogar sobre estos temas.

“pequeñas humillaciones”

Más de un mes después de iniciadas las movilizaciones, el movimiento está en la cresta de la ola. Las movilizaciones se extienden a lo largo del territorio, algo inusual en un país tan centralizado como Chile, donde la mayoría de las actividades solo tienen visibilidad si ocurren en Santiago, ciudad capital.

Las primeras aproximaciones del oficialismo al tema no han tenido buena recepción entre las mujeres movilizadas. Imposible no destacar las declaraciones del ministro de educación, Gerardo Varela, quien al ser invitado a exponer al senado junto a otras autoridades en la materia educacional, presentó al equipo que lo acompañaba, destacando a las dos mujeres que lo componían y afirmando que ellas tras su paso por prestigiosas universidades habían vivido en carne propia “las pequeñas humillaciones” por las que hoy reclama el movimiento feminista. Sus palabras generaron rechazo a nivel nacional, evidenciando la actitud del gobierno frente al tema.

Pocos días después, el presidente Sebastián Piñera presentó su agenda de género. Lo que desde el oficialismo se anunciaba como un fuerte aliado para luchar contra la desigualdad, no eran más que proyectos que ya estaban en curso dentro del senado, sin mencionar el sexismo en la educación. “Es de un oportunismo horrible —señala Lorena Astudillo, de la Red Chilena—, ninguna persona que va a anunciar una agenda de género dice ‘nuestras mujeres’. Además, son las mismas personas que niegan el derecho al aborto, entorpeciendo el cumplimiento de la ley imperante en Chile, que permite interrumpir los embarazos en caso de riesgo de la madre, violación e inviabilidad fetal”.

“Los extremistas dicen que queremos modificar la historia, pero es falso: queremos que se explicite que a la historia que nos enseñaron le falta la otra mitad de la humanidad, que esa exclusión no se pase como un hecho fortuito y también se incluya los aportes invisibilizados de las mujeres a lo largo del desarrollo humano”, reflexiona Valentina Gática al analizar el horizonte desde el presente que se ve a toda luz, como un hito histórico no solo para el feminismo chileno, también para los movimientos sociales.

Para Sandra Palestro, esto va incluso más allá de los petitorios o las conversaciones que se puedan tener con las autoridades. “¿A quién se lo pedirán? ¿a los que están en el poder? Esto es tarea nuestra. Quizás lo primero, conocer y seguir construyendo nuestra historia, para afirmarnos en ella, y mostrar que no somos ni el estereotipo creado ni queremos ser iguales a los hombres. Queremos ser como somos, diferentes y diversas, sin límites de público y privado, protagonistas y autónomas. Necesitamos un piso firme para ir por más”, indica, estableciendo en las miles que se congregan en las calles la firmeza necesaria para continuar.

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