Profesora en el área de Comunicación en la Universidad Rey Juan Carlos. Doctora en Migraciones, feminista, activista e investigadora social.
@crisfuentes7
Durante la campaña de las elecciones generales del 28 de abril de 2019, el feminismo tuvo un papel importante en el discurso político. Unos partidos se abanderaron del movimiento feminista —PSOE y Unidas Podemos—, mientras otros inventaron conceptos nuevos —como el PP y Vox—, hablando de feminismo liberal y alejándose del autodenominado “feminismo del 8 de marzo”. Y bueno, de Ciudadanos mejor no aventurarse, porque su ambivalencia al respecto daría para un artículo propio.
El lenguaje no es inocente y los símbolos tampoco. Comenzando por el PSOE, Carmen Calvo salió, el mismo 28 de abril, a celebrar la victoria en el balcón de Ferraz con una camiseta en la que se podía leer “Yes, I’m feminist”, estrategia meramente populista en virtud con lo que luego han resultado sus acciones políticas. Por su parte, tras la critica social que supuso la elección del nombre “Unidos Podemos” en las elecciones del 26 de junio de 2016, en 2019 se decidió lavar la imagen patriarcal de la marca y concurrir a los comicios con un nombre feminizado, es decir, “Unidas Podemos”.
Sigamos con Vox. Centró su campaña en temas clave de género, como violencia de género, custodia compartida y denuncias falsas. Poner estas temáticas en el debate político provocó que el PP no supiese como reaccionar. Al final lo hizo, pero errático e incoherente. Sin vehemencia para los tradicionales votantes afines a Vox y con ambivalencia para los cercanos a Ciudadanos. Las consecuencias: su peor resultado en unos comicios generales.
Meter el feminismo en la agencia política, y sobre todo en el discurso político —porque realmente esto no estaba reflejado de igual forma en los programas políticos—, generó una movilización electoral sin precedentes del movimiento feminismo. Las mujeres fuimos a votar a los menos malos para nuestros derechos, a sabiendas de que solamente eran los menos prejudiciales para nosotras, porque los otros… ¡uy! los otros daban mucho miedo; y si algo hemos aprendido es que el voto por miedo nunca ha sido una buena elección.
¿Y ahora qué? Tenemos un nuevo escenario político el 10 de noviembre en el que parece que los líderes políticos no han entendido nada de la reflexión feminista. El hastío de las negociaciones entre PSOE y Unidas Podemos, en las que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias evidenciaron una competición de ego y de testosterona, nos deja en una situación paradigmática en la que idénticos candidatos repiten como cabezas de lista.
Esta circunstancia genera confusión y cabreo, ¿quieren que volvamos a confiar exactamente en las mismas personas que nos movilizaron hace unos meses? No propongo un simple cambio de cromos, pero es que si miramos dentro de los partidos políticos observamos como en Unidas Podemos tienen a Irene Montero para liderar la formación o a Teresa Rodríguez. Exactamente igual que en el PSOE con Carmen Calvo, en Ciudadanos cuentan con Irene Arrimadas, en el PP con Cayetana Álvarez de Toledo y hasta en Vox cuentan con Rocío Monasterio. ¿Qué pasa entonces? Porque independientemente de si los partidos son de derechas, de centro o de izquierdas, las mujeres están abocadas a un segundo nivel del liderazgo político. O sea, somos feministas, pero no tanto.
No quiero afirmar con esto que el hecho de que una mujer lidere una formación política sea directamente desarrollar políticas feministas. Tenemos multitud de ejemplos políticos en la historia y dentro del actual espectro político que evidencian que esto no es así. Sin embargo, si que puede cambiar la tendencia y visibilizar el rol de las mujeres dentro de la política española. Que a nadie se le olvide que lo más cercano que hemos estado de tener una presidenta del Gobierno ha sido con Soraya Sáez de Santamaría, quien, bajo la sombra —reproduciendo los valores patriarcales del espacio público/privado—, presidió este país en el segundo gobierno de Mariano Rajoy.
Hace unos días Más Madrid, ahora llamada Más País, ha oficializado su candidatura a las elecciones generales del 10 de noviembre y ¡sorpresa! Iñigo Errejón será el candidato a la presidencia. Fijaros que creía que no; que, por marketing político o por convicción ideológica, iban a presentar a Carolina Bescansa o Rita Maestre; pero no, en conclusión: seis partidos políticos con seis hombres de candidatos a presidir el país.
Vivimos en la política del machirulo, con hombres pensando en hacer política para mujeres. Aunque en realidad solo estén pensando en tener un sólido discurso feminista, o antifeminista, para captar votos y movilizar a las bases, como en el 28 de abril. Quizá nos sería útil implementar y reflexionar lo que propone Clara Serra —actualmente en Más Madrid— en Leonas y zorras: estrategias políticas feministas”.
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