Opinión
Crónicas de un despertar
Relato en primera persona de las protestas masivas en Chile, que ya cumplen varias semanas desde aquel estallido el pasado 18 de octubre.

La revuelta chilena cumplió varias semanas. Todo sucede a gran velocidad. Para el presidente, pasamos de ser un “verdadero oasis en Latinoamérica” a “estar en guerra” y posteriormente, a pedir perdón y ofrecer un paquete de medidas reformistas. Masivas marchas, junto a cánticos, músicas y cacerolazos son contrapuestos a golpizas, asesinatos, violaciones, torturas y toque de queda. Hay enormes manifestaciones frente a embajadas y consulados chilenos en Buenos Aires, Barcelona y Nueva York, debates en el parlamento francés y columnas periodísticas que citan a Chile en todo el orbe.
Mi ánimo, como el de la mayoría, cambia a ritmo vertiginoso. Despierto angustiado escuchando noticias (ya no se sabe a quién creer), intento contener como puedo a personas que no duermen, escuchan helicópteros y tienen dictatoriales pesadillas, para por las tardes salir a marchar, hacer música y abrazarme con desconocidos. No hay psiquis que aguante.
Luego de vivir el comienzo de la revuelta en la capital, me trasladé al norte del país, a Iquique, región fronteriza con las convulsionadas Bolivia y Perú. Escenario de grandes contradicciones, en esta ciudad coexiste una fuerte militarización producto del proceso de chilenización posterior a la Guerra del Pacífico (1879-1883), con una histórica resistencia popular, como aquella que finalizó con la triste y reconocida internacionalmente matanza obrera de 1907 que inmortalizara Quilapayún en la “Cantata de Santa María de Iquique”.
Lo que me encontré en Iquique estos días fue una concentración inmensa, y bien al estilo nortino chileno: expresada de forma festiva, apoyada en su acervo cultural aymara. Martes, miércoles y jueves dejé las piernas en el suelo y el pulmón en la mano de tanto soplar zampoña —instrumento de aire propio de los Andes centrales—. Las manifestaciones, sus motivos y circunstancias se sumaban a la gran revuelta. Estuve en la Marcha de los Pueblos Originarios, cuya consigna era por “La defensa de nuestro pueblos, el agua y la dignidad. Basta de despojos y terrorismo de estado neoliberal”. Se trató de un acto absolutamente masivo, condición que sin el contexto de La revuelta no se habría logrado.
Sé por experiencia de las insurrecciones populares que no logran constituir una agenda de demandas, propuestas y proyecciones no siempre terminan bien
El desafío ahora es avanzar con la lucha y darle forma. Por experiencia propia, sé que las insurrecciones populares que no logran constituir una agenda concreta de demandas, propuestas y proyecciones no siempre terminan bien. Estuve en enero del 2000 en Ecuador cuando, como fruto de una profunda crisis económica, el pueblo —con la activa presencia de la impresionante CONADIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador)— logró expulsar al entonces presidente. El movimiento fue posteriormente instrumentalizado y retornaron, con más fuerza aún, las políticas neoliberales. El 2013 me recibió viviendo en São Paulo.
En aquella megalópolis fui testigo de una gran revuelta producto, justamente, de la subida del pasaje del transporte público. Se armaron masivas marchas, cacerolazos y asambleas populares. ¿En que terminó? En un impeachment a Dilma Rousseff, la asunción de un gobernante interino acusado de corrupción en decenas de causas y, finalmente, el accenso al poder de la extrema derecha. Ni hablar de los nefastos desenlaces de la esperanzadoras primaveras árabes.
¿Será Chile una excepción? Esta curiosa y larga faja de tierra se ha caracterizado por marcar el rumbo. Hoy, el país que tuvo al primer presidente socialista elegido democráticamente y que se constituyó en laboratorio del neoliberalismo, tiene la posibilidad, una vez más, de ser vanguardista.
Relacionadas
Málaga
Málaga, el punto de inversión para los fondos israelíes a pie de playa
Región de Murcia
Belinda Ntutumu
“La violencia racista no parará mientras Vox pueda presentarse a elecciones”
Palestina
La coordinadora europea contra el antisemitismo dice que los informes sobre la hambruna en Gaza “son rumores”
Palestina
Más de mil caras conocidas de la cultura exigen al Gobierno que cese la venta de armas a Israel
El Salto n.79
La celulosa o la vida: periodismo situado y lucha social para frenar un ecocidio
Castellón
El BDS Castelló pide al FIB que facilite la devolución de entradas por su vinculación con KKR
Opinión
Torre Pacheco: el síntoma de un sistema agroexportador podrido
Comunidad El Salto
El Salto estrena nueva página: una web como una casa
Violencia machista
El 30% de los feminicidios íntimos se producen en verano pero no es el calor, es el patriarcado
Últimas
Opinión
Cuando una huertana llora: saquen sus racistas manos de nuestra región
Análisis
La crisis por el ‘caso Cerdán’ empuja al PP y Vox por encima de los 200 escaños
Cómic
Gotham como estado mental
Opinión
Día Internacional de las Personas No Binarias: no pedimos nuevos derechos, exigimos los que tenemos
Palestina
La masacre se intensifica en Gaza, donde 800 personas han sido asesinadas mientras esperaban alimento
Estados Unidos
Donald Trump amenaza a la Unión Europea con aranceles del 30% a sus productos a partir de agosto
Murcia
Colectivos antirracistas denuncian la impunidad de la ultraderecha en Torre Pacheco, donde sigue la violencia
Economía social y solidaria
¿Dónde está la juventud en la Economía Social y Solidaria? Un relevo que se teje entre retos y oportunidades
Río Arriba
Javier Guzmán: “Desde la izquierda falta la visión de que el derecho a la alimentación es un tema básico”
Recomendadas
Feminismos
Patricia Reguero
“Mis relatos están escritos al lado de otras, arropada por la escucha de otras”
LGTBIAQ+
Mana Muscarsel
“La amistad da más juego para salir de la lógica de la familia porque tiene menos reglas"
Barcelona
El reciclaje invisible: la relación entre la chatarra y la ciudad de Barcelona
Medios de comunicación
El futuro del periodismo no lo está escribiendo una máquina
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!