Arte
“Un pelo de mi coño vale tanto como una obra de Santiago Sierra”
La artista Nuria Delgada pone a la venta su vello púbico en una performance que cuestiona el machismo en el mercado del arte. El precio de partida de cada pelo de su coño es de 200.000 euros, el mismo por el que Santiago Sierra vendió su ninot del rey Felipe VI en la última edición de ARCO.

Advierte Nuria Delgada (Santa Cruz de Tenerife, 1976) que su propuesta es bastante seria porque trata de cuerpo, de género y de dinero. Pocas cosas hay en la vida más importantes que un coño. El dinero, quizá. Y la posibilidad de mezclar ambas para hacer política y arte, o arte y política, tampoco es banal. Ninguna broma, por tanto, hay en el semblante de Delgada, poeta, performer y licenciada en Música, cuando habla de su trabajo artístico, en el que expone el cuerpo para tratar de mostrar algunas realidades que sufren las mujeres y generar una discusión que ayude a superarlas.
El más reciente es una performance que desarrolla hoy, martes 28 de mayo, en la galería de arte Tres por Cuatro, en Madrid. En ella pondrá a la venta su vello púbico. “El coño es simbólico, es un animal político, yo hago política con el coño”, dispara a El Salto en la primera respuesta.
El precio que pide no es casual: 200.000 euros por pelo. “Sería la bomba si alguien pagara eso. No lo hago con esa intención, pero en la vida todo puede pasar. En realidad, estoy pidiendo dinero, el que me correspondería si fuera un hombre: un pelo de mi coño vale tanto como una obra de Santiago Sierra”, explica. Lo dice porque ese precio simbólico que ha estipulado es la misma cantidad por la que Sierra —Premio Nacional de las Artes Plásticas en 2010, al que renunció— vendió en la última edición de ARCO el ninot con la figura del rey Felipe VI.
Con esta acción, Delgada considera que está llevando la crítica al arte contemporáneo a un terreno “muy específico”, que es el orden económico, el parné, el vil metal. “Quiero vivir dignamente —resume—. Parece que hay un fantasma cuando se habla del arte y el dinero. Todas las artistas somos precarias. Es una queja visceral la que hago”.
Dinero, desigualdad y cuerpo se entrecruzan en las primeras frases de la conversación con la artista, al igual que sucede en esta performance. Tiremos de la madeja para entender lo que ha llevado a Delgada a realizarla. “En el arte contemporáneo —afirma la artista— hay un montón de dinero, pero tiene que moverse, está siempre en las mismas manos, en los mismos temas. No hay riesgo. Nosotras llevamos un papel relevante en la sociedad actual, pero eso no se refleja en el mundo del arte contemporáneo, que sigue reflejando los mismos temas universales en los que no están los nuestros”.
Delgada enmarca su propuesta en una “necesaria” autocrítica que ha de llevar a cabo el mundo del arte contemporáneo. Desde otro lugar y con otras herramientas, participa del mismo hartazgo que llevó a Iván de la Nuez a publicar el año pasado su Teoría de la retaguardia, cómo sobrevivir al arte contemporáneo (y a casi todo lodemás). Ella sospecha que si las artistas feministas no hacen autocrítica en el arte contemporáneo, “ellos no la van a hacer”.
Fijarse en la recepción y valía que se otorga a las intervenciones de nombres consagrados en el arte como el de Santiago Sierra, por ejemplo, hace que Delgada lance una reflexión de peso: “Las polémicas de los artistas masculinos como Santiago Sierra están dirigidas hacia lo ‘universal’, que son los temas que ocupan al patriarcado y que vienen perteneciendo desde hace siglos al sufragio masculino. Se respaldan porque forman parte del engranaje. En realidad, no son temas actuales. Polemizar sobre la monarquía, o sobre los presos políticos, es algo que se viene dando desde hace siglos, aunque siga siendo necesario. En cambio, las polémicas generadas por las performances feministas, que son igualmente necesarias, siguen estando relegadas al desamparo económico”.
Y en cuanto al cuerpo, es el material de trabajo de Delgada, el campo de batalla que decía Barbara Kruger, lo que se cosifica hasta la saciedad —o la enfermedad— en los modelos que se establecen como ideales. Para la artista, el cuerpo de las mujeres está “mucho más presionado que el de los hombres”, y señala la bulimia y la anorexia como ejemplos “extremos de adonde nos lleva la sociedad y adonde nos lleva la estética patriarcal, machista, que nos quiere ver más bien enfermas. Si no estás rozando los límites de la delgadez, estás fuera. Algo que afecta sobre todo a las adolescentes. Para el patriarcado somos mera mercancía”.
En 2016, la pieza Manolo, cómeme el coño, una canción-performance de unos 30 minutos basada en la improvisación libre con percusiones minimalistas en la que Delgada toca la tuba, le acarreó dolores de cabeza. Fue manipulada en YouTube y un breve extracto se convirtió en viral, dando pie a críticas muy poco fundamentadas publicadas en prensa local canaria.
Sobre la temática compartida entre esa obra y la acción que hoy llevará a cabo, lo tiene claro: “La palabra ‘coño’ es una liberación de todas esas cadenas. Al sistema patriarcal le choca que la sigamos usando. Por eso lo revindico, no es que esté obsesionada”.
Ahora espera que esta nueva intervención también haga ruido, que haya jaleo. Lo suyo, compara, es como tirar una piedra al agua y sentarse en la orilla a ver qué ondas hace en el curso del río.
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