Opinión
Argentina: tras el triunfo electoral de Fernández contra Macri, los mercados castigan con una devaluación
Después de la derrota contundente del oficialismo en las primarias, el dólar se disparó y la acciones argentinas se desplomaron en Wall Street. El presidente culpó a los ciudadanos por su voto. La inflación se dispara y se profundiza la crisis.

Las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en Argentina significaron un terremoto político y sellaron resultados prácticamente irreversibles hacia las generales del 27 de octubre próximo, echando por tierra —una vez más— el pronóstico de todas las encuestadoras y consultoras, que llegaron a hablar de un virtual empate o de una victoria ajustada del peronista Frente de Todos frente al oficialista Juntos por el Cambio.
Finalmente, la fórmula presidencial encabezada por Alberto Fernández, acompañado por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, obtuvo el 47,66% de los votos contra el 32,09% conseguido por la fórmula oficialista de Mauricio Macri y Miguel Pichetto. En el tercer lugar se ubicó el ex ministro de Economía Roberto Lavagna, con un 8,23%, mientras que el trotskista Frente de Izquierda-Unidad, encabezado por Nicolás del Caño, retuvo el cuarto lugar conquistado en 2015 con casi el 3% de los sufragios.
La fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández capitalizó un extendido descontento social, acumulado de una amplia mayoría que expresó en las urnas un claro rechazo al ajuste
Las PASO dejaron un contundente voto de castigo contra el candidato favorito del capital financiero. En casi todas las provincias argentinas, salvo en Córdoba, se impuso el Frente de Todos, que sacó más de 15 puntos de diferencia a Juntos por el Cambio, la coalición oficialista. La fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández capitalizó un extendido descontento social, acumulado de una amplia mayoría que expresó en las urnas un claro rechazo al ajuste.
En el contexto internacional, los resultados implican un revés para Donald Trump y el Fondo Monetario Internacional, que han sido un respaldo clave para el gobierno de Mauricio Macri. El FMI dilapidó gran parte de su capital disponible para financiar la fuga de dólares de Argentina en un vano intento de sostener a una administración que hundió la economía en una rotunda recesión combinada con una inflación récord. El brusco cambio de signo político en Argentina también tendrá consecuencias decisivas para el equilibrio del subcontinente y una mala noticia para el golpeado Jair Bolsonaro.
En tanto, los mercados no perdieron el tiempo y salieron a emitir su voto el día después de la dura derrota del macrismo en las PASO, desatando un verdadero lunes negro. El dólar abrió la semana disparandose en más de un 23% hasta superar los 60 pesos argentinos. El gobierno subió la tasa de Leliq —tasa de referencia de la política monetaria argentina— más de 10 puntos porcentuales hasta el 74% en la primera subasta de estas letras de liquidez. El Banco Central de la República Argentina (BCRA) licitó 100 millones de dólares estadounidenses de sus reservas en dos tramos y subastó otros 30 millones a cuenta del Tesoro. En el mercado local, el índice S&P Merval —índice bursátil de mayor difusión en Argentina— cayó casi un 32%, liderado por acciones del sector financiero y energía. Además, las acciones argentinas en Wall Street bajaron hasta 57% y el riesgo país saltó al 68% y superó los 1.460 puntos, el mayor nivel en diez años.
Macri culpó a los que “votan mal”
Mauricio Macri, herido por la derrota electoral y ante el muy probable final de su “gobierno para ricos”, dejó claro que antes de irse se cargará salarios y jubilaciones. El gobierno dejó correr una nueva devaluación. En sintonía con los mercados, el discurso dado por el presidente argentino al día siguiente a los comicios, favoreció la corrida y el golpe de mercado. Macri culpó a la ciudadanía por lo que había votado y de estar “más pobres que antes de las PASO” y después del “aumento del dólar con todas las consecuencias que eso tiene”. Incluso, llegó al absurdo de afirmar que “la elección no ocurrió”, en alusión a que serán las generales de octubre las que definan el nuevo gobierno. Un discurso peligroso que desconoce la decisión mayoritaria y agita el terror económico como recurso para revertir lo irreversible: el final de su gobierno.“Hay un problema grave entre el kirchnerismo y el mundo. No les confían el mundo político y el mundo económico en lo que quieren hacer con la Argentina otra vez. Tienen ellos que trabajar en demostrar que van a hacer algo distinto a lo que hicieron antes, porque por lo que hicieron antes pasa lo que pasó hoy”, aseguró Macri, que volvió a apostar a la polarización con el kirchnerismo como sinónimo del mal de los males.
Dólar, fuga y salarios
Desde que asumió el gobierno en 2015, el macrismo devaluó el peso argentino casi en un 500% y dilapidó gran parte de los millones de dólares prestados por el FMI. Con el aval de Donald Trump, el organismo autorizó a vender reservas en el mercado de divisas. Así, financiaron la fuga de capitales, que llegó a unos 11.000 millones de dólares estadounidenses en el primer semestre del año. Además, el endeudamiento escaló en la era de Macri. Cambiemos —coalición con la que se presentó Macri a las elecciones de 2015— pagó 258.000 millones de dólares estadounidenses en cuatro años y la deuda subió en 111.000 millones.Mientras tanto, los grandes empresarios festejan el dólar más alto. Las patronales de la soja vinculadas a la exportación, a pesar de la cosecha récord que venían obteniendo, no estaban liquidando sus divisas a la espera de un aumento del tipo de cambio.Tras la devaluación del peso, se abaratan los salarios en dólares. Una pieza clave de los programas de “estabilización” impulsados por el FMI.
Fernández: “El gobierno tiene que gobernar”
A un paso de convertirse en el nuevo presidente de Argentina, Alberto Fernández mantuvo su primera reunión con los principales referentes de su fuerza. Al ser consultado por la subida del dólar, Fernández dijo que “es lo que pasa cuando un gobierno durante tanto tiempo no dice la verdad sobre la economía y un día la verdad se le aparece. El gobierno tiene que gobernar, nosotros somos oposición”. En campaña, Alberto ya había sostenido que “el precio del dólar es una ficción”, pronosticando una subida segura hacia fin de año que finalmente se terminó adelantando.Desde el entorno de Alberto Fernández salieron al cruce del fantasma agitado por Macri, que responsabilizó a la oposición peronista —particularmente al kirchnerismo— por la subida cambiaria. Matías Kulfas, uno de los referentes en materia económica de Alberto Fernández, desmintió al presidente y ratificó que un eventual gobierno del Frente de Todos asumirá todos los vencimientos de deuda y negó que la intención de un futuro gobierno de los Fernández sea volver a imponer un nuevo cepo al dólar, tal como había llevado adelante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. En declaraciones radiales, el economista recordó además: “Hemos conversado con enviados del FMI cuando estuvieron hace unas semanas y le hemos ratificado la voluntad de diálogo, pero desde una posición en la que procuramos modificar el acuerdo con ese organismo, porque por este camino no se están logrando los objetivos”.
El futuro gobierno de Alberto Fernández deberá enfrentar fuertes dificultades en medio de una crisis social y económica en curso. Los acuerdos que el gobierno macrista cerró con el FMI dejan un país hipotecado y deberán ser renegociados bajo condiciones aún desconocidas.
Fernández, mientras tanto, prometió durante la campaña subir el salario de los jubilados antes que optar por los bancos y poner nuevamente a la economía de pie. Para eso, apeló al ejemplo histórico de 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia del gobierno que él integró como jefe de ministros en medio de la crisis abierta en 2001, tras la renuncia del entonces presidente radical Fernando De la Rúa.
Sin embargo, las condiciones no son las mismas en el mundo de Donald Tramp, de las tensiones con China y de la perspectiva de recesión de la economía mundial. El gran interrogante es si el gobierno de Mauricio Macri, absolutamente debilitado tras la derrota electoral, podrá garantizar una transición ordenada y llegar al final de su mandato en diciembre. El fantasma del gobierno de Raúl Alfonsín y la crisis hiperinflacionaria de 1989 vuelve a aparecer en el imaginario. Entonces, el presidente radical debió dejar anticipadamente el poder y entregárselo a quien había ganado las elecciones de ese año: el peronista Carlos Menem.
Sin embargo, toda lectura sobre el desarrollo de la situación argentina tras la turba que se debate entre las urnas y los mercados corre el peligro de quedar desactualizada por la velocidad de los acontecimientos.
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