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De un tiempo a esta parte, Andalucía parece que se encuentra en un mercurio retrógrado continuo: desestabilizada, con problemas de comunicación y con una energía, que ante tantos frentes, no sabe donde colocarse. Los problemas estructurales del territorio se agravan con las políticas de un Gobierno conservador, la ruptura de la izquierda y unos movimientos sociales que no dan abasto.
“Estoy llorando todos los días, cómo no me va a doler si he nacido aquí y me he criado aquí”. Una vecina de Los Guajares llora desconsolada ante los incendios que se están produciendo estos últimos días en la zona. Un grito compartido y extendido por toda Andalucía que durante este verano se ha enfrentado a distintos incendios en sus zonas naturales, además de la desecación de las salinas del Cabo de Gata y de la última laguna permanente en Doñana, La aprobación de la mina de Valdegrama en la Sierra de Huelva y la fuga de un barco petrolero en la Bahía de Algeciras. El gobierno andaluz se llena la boca con una supuesta revolución verde y la promesa de una gran revolución hídrica que en el papel aboga por “conciliar la producción agrícola con la conservación de los parques naturales”, según palabras del propio presidente, Juanma Moreno. Sin embargo, tras este discurso se esconden la sobreexplotación de los espacios naturales y los intereses económicos, como el que ya se ha demostrado con la nueva ley urbanística (Ley Lista), aprobada en diciembre de 2021, que abre la puerta a la construcción en zonas devastadas y espacios naturales.
Si ante este panorama, que es para que se te caigan los lagrimones, una se pone enferma, va a encontrarse con el centro de salud de su barrio cerrado, con una lista para que le atiendan al teléfono reflejo de una sanidad devastada y recortada especialmente en las zonas rurales. La menor inversión que el PP está realizando en las escuelas públicas y el impulso a la educación concertada empuja a padres y estudiantes a elegir colegios por encima de sus posibilidades económicas al no haber otra opción. Por si fuera poco, los datos del CENTRA recogen que más de un 20% de andaluces no puede pagar el alquiler o la hipoteca, debido al encarecimiento de los barrios fruto de la turistificación de las ciudades andaluzas. La comunidad no ha puesto en marcha el Bono de Alquiler Social prometido por Moreno y que hace meses que se ha puesto en marcha en la mayoría de comunidades del Estado. Una paulatina privatización y encarecimiento de la vida en la comunidad con los sueldos más bajos, según la revista Forbes y en la que el paro es cuatro veces mayor que en el resto del estado, según datos del INE.
El pasado lunes, Moreno anunciaba una estrategia de bajada de “presión fiscal” para“competir con los territorios económicamente más fuertes y hacer más atractiva Andalucía a la inversión”, lo que traducido es menos dinero para la inversión social y más privilegio económico para unos pocos. Un Gobierno al que se le vio la patita machista al intentar hacer un borrado de la Consejería de Igualdad poniéndole el apellido “de oportunidades”, hecho que rectificó ante las críticas recibidas. Y que diariamente demuestra la cara racista con medidas como la Aprobación del Plan para Erradicar el Chabolismo en los campos de Huelva y Almería, sin dar solución habitacional a las temporeras. A esto hay que añadirle la situación de la izquierda partidista, que no solo cuenta con poca fuerza parlamentaria, sino con un escenario bélico reflejado en la coalición Por Andalucía. El proyecto político que quiso vender la imagen de unidad y familia durante las semanas de campaña electoral se desmorona incluso antes de lo previsto ante la guerra de IU y Podemos por controlar el grupo parlamentario.
Por si fuera poco nunca falta el comentario ante cualquier reivindicación social “disfruten lo votado”, “para eso votáis” como si la política se redujera simplemente al juego democrático y no tuviera más aristas que demostrar diariamente. Como si el único camino posible fuese que los cuatro millones de personas que no votaron a la derecha se tuvieran que callar, o el abstencionismo no fuera una respuesta política. E incluso como si no fuese posible quejarse de las políticas que propone una persona a las que has votado.
Los movimientos sociales en Andalucía miran el panorama asfixiado por tantos frentes abiertos: servicios públicos, encarecimiento de la vida, antirracismo, feminismos, turistificación, derechos sociales. Sin embargo, una cartografía de gestos devuelve la esperanza a las mayorías sociales: un grupo de jornaleras se levanta y denuncia a un ayuntamiento que quiere expulsarla, la lucha de los trabajadores de Zumosol consigue que Aldi deje de vender los productos de la empresa, tras un verano de reivindicaciones los vecinos de los Barrios Hartos consiguen que Endesa comience las obras para mejorar la infraestructura, las mujeres supervivientes siguen cada semana preparando comida en el comedor del Pumarejo, una vecina comienza a caminar cientos de kilómetros para reivindicar el centro de salud de su localidad. Pase lo que pase la dignidad de los barrios y los pueblos en Andalucía siempre se sobrepone.
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Muy buen artículo, gracias a la autora -Aurora- por recordarnos que muchas veces se consiguen reivindicaciones mediante la protesta callejera, y no metiendo papelitos en urnas (que a veces también puede ser de alguna utilidad, aunque dudosa). Lo de la enseñanza "concertada" desconcierta un poco: Mejor "enseñanza privada subvencionada" (concertada, pactada la subvención correspondiente, el desvio de dinero público para empresas privadas de enseñanza).