Alimentación
Innovación contra el despilfarro alimentario
Varias empresas tecnológicas facilitan el vínculo entre establecimientos y clientes para salvar productos que de otra forma acabarían en la basura.

Oscar Ekponimo pasó hambre. Este nigeriano arquitecto de software tuvo una infancia complicada y esquivaba las penurias mientras los productos que eran inaccesibles para su familia esperaban tristemente su fecha de caducidad en los estantes del supermercado. Alrededor de 820 millones de personas pasan hambre en un mundo que ve cómo aproximadamente un tercio de toda la comida producida se pierde o se desperdicia anualmente, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Ekponimo quiso asaltar la paradoja que deja en evidencia a un sistema alimentario insostenible e ideó Chowberry para combatir el desperdicio de comida en Nigeria. Esta plataforma conecta establecimientos con organizaciones que distribuyen provisiones para las personas más necesitadas. La aplicación alerta a los negocios de aquellos productos cuya fecha de caducidad está próxima y ante la inminente pérdida, los supermercados reducen el precio. El descuento se notifica entonces a los colectivos sociales adheridos al sistema. Esto ha favorecido que desde su lanzamiento en 2016, más de 52.000 familias hayan podido acceder a productos que, de otra forma, hubiera sido imposible y que hubieran acabado en la basura o destruidos.
“Al principio, los usuarios eran básicamente personas de bajos ingresos aunque recientemente nos centramos en desplazados internos y en aquellas comunidades que se enfrentan al hambre y a quienes podemos impactar a través de nuestras colaboraciones con ONG”, explica por correo electrónico Ekponimo a El Salto.
A pesar de la reticencia inicial, los supermercados han visto una reducción de sus pérdidas y Chowberry ya colabora con 120 negocios en las principales ciudades de Nigeria. En esta batalla, Ekponimo, elegido por la revista Time en 2017 como uno de los líderes de la nueva generación, lo tiene claro: “Producimos más que suficiente, sin embargo, la utilización y distribución equitativa de los recursos es un desafío, por lo que existe un fuerte vínculo entre el hambre y la sostenibilidad en el sistema alimentario. Si pudiéramos facilitar la distribución eficiente y el uso sostenible de los recursos, el hambre en el mundo se reduciría a la mitad”.
Una prioridad política
En España, 1.339 millones de kilos o litros de alimentos o bebidas acaban en la basura, según los datos de 2018 publicados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. El despilfarro alimentario en nuestro país supuso entonces un 8,9% más que en 2017 y en 8 de cada 10 hogares se reconoce esta práctica que va ligada al agravante de la crisis climática. Tomando las cifras de la FAO, la huella de carbono del despilfarro de alimentos supone alrededor de un 10% de las emisiones globales de gases invernaderos. Además, los recursos naturales utilizados para elaborar esa comida se esfuman en balde. Este desaprovechamiento provoca que el volumen total de agua que se utiliza cada año para producir los alimentos que se pierden equivalga al caudal anual del río Volga. Asimismo, el 28% por ciento de la superficie agrícola del mundo se trabaja anualmente para producir alimentos que se pierden o se malgastan.
Con la ONU empujando su Agenda 2030, muchas empresas como Too Good To Go recogen el guante en su intento de cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La compañía tecnológica basa su modelo de negocio en la conexión del excedente alimentario con el usuario que está dispuesto a salvar unos productos que de otra forma acabarían en la basura.
Bajo la etiqueta #Lacomidanosetira se busca la concienciación tanto en la tienda como en la ciudadanía para abordar el despilfarro alimentario. Con unas campañas muy divulgativas, Too Good To Go ha sabido enganchar a los ciudadanos que apuestan por soluciones sociales y ambientales en España, séptimo país que más desperdicia en Europa. “Es parte de nuestro papel el de inspirar y hablar del problema, pero sobre todo darlo a conocer y resaltar las consecuencias”, explica el director de Too Good To Go España, Oriol Reull.
Eva Cristina Pérez, dependiente de una panadería suscrita a la aplicación, solo ve beneficios en su uso. Ella prepara cada día dos paquetes sorpresa que incluyen panes y pasteles y cuyo precio es mucho menor que el que se paga en venta directa. El cliente se aprovecha de esta reducción y ayuda a salvar el medio ambiente. El establecimiento genera un ingreso en vez de tirarlo. “Son productos que se pueden comer al día siguiente, pero que no se pueden vender debido a los estándares de la empresa”, dice Pérez.
Pero, a pesar del esfuerzo de distintos proyectos, Reull explica que la responsabilidad no puede recaer solo en los ciudadanos o en las compañías. “Todos ahora somos muy conscientes de que el plástico es negativo, pero si nos vamos una década atrás, no lo éramos. Lo somos porque a nivel legislativo se ha hecho una imposición —el hecho de pagar por la bolsa— y se han hecho campañas que vienen desde la Unión Europea. Lo mismo ahora tiene que ocurrir con el desperdicio”. Y continúa: “Necesitamos más [apoyo de los poderes públicos]. Creo que 2020 y ahora con el nuevo gobierno hay una oportunidad para que se trabaje en ello. El desperdicio alimentario está en la agenda europea por lo que también tiene que estar en la española”.
Los avances en España pueden tomar diversos caminos. En Francia, la legislación prohíbe a los grandes retailers tirar los alimentos que no vendan. Así, más del 80% de las cadenas de supermercados del país vecino están inscritas a Too Good To Go. En Italia se favorece más la donación aunque a veces es compleja por motivos legales y de sanidad. “Son formas de equipararnos a nuestros países vecinos, pero podemos ir un paso más allá y buscar soluciones creativas a este problema”, dice Reull.
En la práctica, el desperdicio alimentario es una carrera de fondo que los ciudadanos ya corren. Junto con la implementación de nuevas legislaciones, los ajustes de la maquinaria empresarial, de las logísticas, de las redes de distribución, etc. Reull reclama un esfuerzo social. El de las pequeñas acciones. “No se trata de un gran cambio legislativo sino de un cambio de hábitos del día a día” porque, como remata el director de Too Good To Go España, “nadie se va de casa y deja las luces encendidas, pero ¿cuánta gente sigue tirando comida a la basura?”.
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