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Sequía
El agua versus la realidad
El agua se ha convertido en un gran problema delante de nuestras narices, aquí en este país, en esta región, Andalucía y en esta ciudad, Almería, que nos jactamos de usarla medianamente bien, lo que siendo cierto, no es óbice para libramos de los mismos errores. Un dilema que puede llevarnos al colapso, al sufrimiento, e incluso a la guerra. Usamos todos los medios a nuestro alcance para no verlo, embutimos la cabeza debajo del ala, esperando que a pesar de la aparente ineptitud, la mala praxis, incluso la maldad de nuestros políticos, éstos lograrán sacarnos de ésta por arte de birlibirloque.
Sequía
Andalucía se seca Lo que la sequía se lleva en Andalucía: falta de agua y de políticas ante una situación alarmante
Esperanzados en medidas técnicas o científicas, o pidiéndole a la virgen, al final termina siendo lo mismo. Aguardamos a que alguien allá arriba se apiade de nosotros y premie nuestra apatía y devoción, dos comportamientos que les gusta mucho a los dioses y a los poderes que pagan a esos políticos que nos parecen hasta tontos, pero no los subestimemos, quizás detrás de esa bobería nos topemos con su enriquecimiento. Y junto al problema, generado por nuestra superpredación, viene ligada la tabla de salvación de la sequía (no la sequía en sí, siempre ha existido ciclos de sequía en nuestro ámbito mediterráneo, ahora estamos inmersos en uno, y al parecer irán en aumento, una realidad que hay que afrontar). Es maquiavélicamente usada para tapar la falta de previsión de haber gastado el agua del futuro en el que algún día estaremos, si no lo estamos ya.
La sequía es utilizada una y otra vez como ariete repetido por las televisiones, voceras de unos intereses, para destruir por ejemplo Doñana, o las Tablas de Daimiel, o que se corte el suministro en diversos pueblos con la gente ya adoctrinada en que no hay más remedio. Mientras se riegan campos de golf, se llenan piscinas, se alimenta al ansioso césped de las urbanizaciones, se aumentan las hectáreas de regadío legal e ilegal año tras año. Se estima que existe un millón de pozos ilegales en España, el doble que el 2006. Una excusa para que los de siempre se lleven el dinero que produce el agua malgastada. Cuando se termine, nos quedaremos sin agua y sin la ganancia que nos esquilmaron con nuestro beneplácito.
El agua se ha convertido en un gran problema delante de nuestras narices. Aquí, que nos jactamos de usarla medianamente bien, aunque es cierto, no es óbice para libramos de los mismos errores
En España, según datos de la Aemet llueve aproximadamente igual de media que hace cuarenta años, con diversas variaciones en algunas zonas y años, aunque sí es verdad que cae del cielo menos agua en la zona occidental de Andalucía, y Extremadura por ejemplo. También están las que hoy reciben más agua, como la cornisa cantábrica, Galicia, o la Comunidad Valenciana, eso sí, han cambiado los patrones, mayor tiempo sin lluvia durante los meses de verano que se extiende más que antes, y mayor evapotranspiración debido al aumento de la temperatura media anual. El dato positivo es que las personas en los hogares consumimos menos litros per capita, porque se han mejorado las redes de abastecimiento, la gente quizá esté más concienciada en no malgastar, pero siempre el foco se coloca sobre la responsabilidad de la ciudadanía, y sobre esa cualidad terriblemente cristiana de la resignación. Ya se encargan los medios de comunicación de vocear que no se puede hacer otra cosa que sufrir lo que el cielo nos traiga. El cielo y el infierno están aquí, lo olvidamos religiosamente.
¿Pero, qué ha ocurrido con los demás factores responsables de esta sequía técnica, que no tanto meteorológica, que se ha ido sobredimensionado bajo la batuta del crecimiento mal entendido? La explicación podemos encontrarla en la paradoja de Jevons: “A medida que el perfeccionamiento tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, es más probable un aumento del consumo de dicho recurso que una disminución”.
Almería
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No nos entra en la cabeza que la tierra y cualquier recurso que de ella emane, incluso los artificiales que producimos con elementos sacados o modificados de la propia tierra, es finito. Los consumimos como si no lo fueran. Tiramos el petroleo en forma de plásticos de un solo uso, con lo que durará menos, bombeamos el agua desde los acuíferos rellenados durante miles y millones de años esquilmándolos en pocas décadas (esto ha cambiado el eje de rotación de la tierra), hasta el mar que otrora nos pareciera inmenso está cambiando en su composición, en su temperatura. Un día habrá más plásticos que peces, es un dato tan inconmensurable que puede que nos produzca un bloqueo existencial.
Parece increíble pero es cierto. No tenemos nunca bastante, somos una especie pequeña individualmente, pero colectivamente descomunal que está cambiando la fisionomía y la química de la tierra y el agua. Y nuestra respuesta es el silencio de la mayoría de la población, y el adoctrinamiento de la otra que se sujeta al poder, tal vez viendo ya el abismo, pero creyendo que las riquezas atesoradas le resultarán suficientes para salvarse, o que estar cerca de aquellos que gobiernan les garantizará la subsistencia.
A cambio de echarle la culpa a la sequía, que contra ella a corto plazo no podemos hacer nada, luchemos con ahínco contra el cambio climático, prohibamos el aumento de hectáreas de regadío, y si es posible incentivemos su disminución, la reconversión de los campos de golf en campos de golf áridos o semi áridos, ya existe alguno funcionando en la provincia de Almería, o cerrarlos, incentivar que no se tengan piscinas privadas poniendo un precio muy elevado al agua cuando pasan de unos hectómetros, y construir más piscinas públicas que puedan ser usadas todo el año para hacer deporte y en verano también para refrescarse, plantar en jardines y ciudades especies que vivan con menos agua como las autóctonas de la zona, muchos más arboles que den sombra y bajen las temperaturas, y la desaparición del césped, al menos en la España seca, y la vuelta a cultivos del Mediterráneo como el garbanzo que ahora importamos de América. Es decir, se deben incentivar las políticas de adaptación al clima (más justas), y relegar a un segundo plano las de mitigación (por ejemplo el aire acondicionado que todo el mundo no puede poseer o usar).
A cambio de echarle la culpa a la sequía, que contra ella a corto plazo no podemos hacer nada, luchemos con ahínco contra el cambio climático, prohibamos el aumento de hectáreas de regadío, y si es posible incentivemos su disminución
En Almería, por ejemplo, es vergonzoso y aberrante ver como se riega césped cuando nos piden que nos duchemos con poca agua, no se plantan los árboles que se deberían de plantar, y se hacen piscinas individuales por doquier, mientras los agricultores se quejan de la falta de agua sin que dejen de crecer las hectáreas de regadío. No nos queda otra que luchar y denunciar, pues los políticos están siempre miedosos en sus resultados electorales, los paralizan para resolver el problema drásticamente.
Si esto sigue así la solución será un bofetón de realidad, y eso, lo sabemos no terminaría bien.