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Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
Hace muchos años era reportera especializada en tenis y estaba caminando por un aeropuerto con Martina Navratilova. Olía a perritos calientes, al olor que, como vegetarianas, echábamos de menos. Aunque de las dos, solo Navratilova era una vegetariana de verdad. Yo seguía comiendo pescado. “Los peces también tienen alma”, le gustaba decirme.
Recientemente, Paul Watson, de Sea Shepherd y cofundador de Greenpeace, escribió: “El marisco es una forma socialmente aceptada de la carne de caza”. Criticando la hipocresía reinante, continuaba: “Juzgamos a los africanos que cazan mamíferos y aves, pero el llamado mundo desarrollado no piensa lo que significa cazar especies salvajes como el pez espada, el atún, el hipogloso, tiburón o salmón para comer. La realidad es que la carnicería global contra las especies marinas es la mayor masacre contra la fauna del planeta”.
Asociaciones de ciudadanos y pescadores se han opuesto desde el primer momento. El vertido definitivo del agua siempre parece estar a dos años vista, y siempre se dice que es la única “solución”. Pero no lo es. Es, con toda probabilidad, la solución más barata, pero no la única. El estroncio, cesio y tritio presentes en el agua (el tritio no se puede separar, como han admitido las autoridades) se irán acumulando en la cadena trófica marina hasta acabar en el consumo de los humanos. En el mundo antropocéntrico que vivimos, nos va a alcanzar.
El estroncio, cesio y tritio presentes en el agua (el tritio no se puede separar, como han admitido las autoridades) se irán acumulando en la cadena trófica marina hasta acabar en el consumo de los humanos. En el mundo antropocéntrico que vivimos, nos va a alcanzar.
“Se puede juzgar la grandeza de una nación y su progreso moral por como trata a sus animales”, escribió Gandhi. Y sin embargo, nunca nos hemos aplicado el cuento. Las vacas pueden ser sagradas en India, pero muchos otros animales domésticos solo conocen allí una vida cruel. Hay complejos ganaderos y fábricas de cachorros en los EEUU, factorías de bilis de oso en Vietnam y mercados de animales salvajes en China, que nos pueden haber traído el Covid. Los japoneses siguen cazando ballenas. Y no he agotado todos los ejemplos. Hay crueldad animal allá donde miremos.
El razonamiento que precede a la pregunta “¿cómo va a afectar a la salud humana el vertido de agua radioactiva de Fukushima?” nos ha conducido adonde estamos ahora. Somos responsables de la sexta extinción masiva. Controlamos el medioambiente y el hábitat de todas las demás formas de vida, y los hemos modificado a peor para los animales y plantas que dependen de ellos. En realidad, también hemos empeorado las condiciones de vida para nuestra propia especie.
Aunque nunca comiésemos el pescado procedente del Pacifico, e incluso si los depredadores marinos nunca se comieran a las demás especies, contaminar el océano con sustancias radioactivas es un error. Que ya hemos cometido. Sobre criaturas que no tienen responsabilidad alguna sobre su producción y que jamás han necesitado encender la luz.
En lo referente a la energía nuclear, este no se trata del único ejemplo de maltrato contra la vida marina. Con el mero mecanismo de enfriar las centrales, las consecuencias sobre la vida marina son inmensas. Miles de millones de peces, alevines y demás acaban dentro de la central y son pulverizados. Sus “restos” acaban al final del circuito como sedimento. Sin licencia de pesca. Las nuevas centrales prometen ser aun mayores depredadores marinos. Qué hacer con el agua radioactiva es un dilema científico, pero también moral. Como regla general, es inmoral no solucionar un problema que hemos creado. Aún peor es arrojar nuestro problema sobre otras formas de vida. Punto.
Empeorar el problema tampoco ayuda, como hacemos con nuestro uso continuado de la energía nuclear, que produce más residuos radioactivos y, al no saber qué hacer con ellos, seguimos impactando las vidas de otras personas y animales con sus riesgos. Sin embargo, Japón quiere hacer desaparecer el agua radioactiva y olvidarse de ella. Todo conforme nos acercamos a los Juegos Olímpicos. Pero como el activismo japonés reclama, el Pacifico no es un vertedero para los residuos nucleares. Y jamás debería serlo.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.
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Lo que me parece una aberración es que sabiendo la repercusión que tendrá la radioactividad ; que la comunidad internacional no haga nada 😒😤
Faltaría comentar las implicaciones más profundamente. La duración de la radioactividad de las partículas en el tiempo (miles o millones de años), como viajará ese agua contaminada por las corrientes oceánicas, las enfermedades relacionadas (con certeza) con esas partículas.
Aterrador.
Estos tíos son unos imprudentes. Y puede no ser la última burrada radioactiva . A ver las lumbreras del mundo.
Que se puede hacer?
Putin haz algo manda más chino haz algo, porque os afectará los primeros.
O es que queréis eliminar unos millones, como dice Bill Gates sobramos.