Con o sin presupuestos, el gasto militar en 2019

La derrota parlamentaria de los presupuestos no es tal en el caso de la política de Defensa y, pase lo que pase en las elecciones, nos va a caer sobre las espaldas a quienes siempre perdemos al menos 31.830 millones de euros de gasto militar para sostener una política inmoral, insolidaria y ajena a las necesidades y preocupaciones sociales, pero bien favorable a los intereses de las élites y a una geopolítica de dominación-violencia de la que España forma parte.

Doce de octubre tanques
Olmo Calvo Desfile del 12 de octubre en Madrid.
25 mar 2019 07:00

“Todo atado y bien atado”

Puede resultar sorprendente volver sobre los presupuestos “que no han sido”, pactados entre PSOE y Podemos, cuando la derrota parlamentaria de los mismos nos ha llevado a la actual confrontación electoral que, al parecer, le va a fastidiar el viernes de Dolores a más de uno de nuestros habituales y sobreactuados políticos.

En el caso de la política de Defensa los presupuestos nonatos nos arrojan un ramillete de malas noticias que, pase lo que pase, nos van a caer sobre las espaldas a quienes siempre perdemos. Ello es debido a que, en lo que tiene que ver con lo militar, todo está atado y bien atado desde tiempos inveterados y nuestra poliarquía no cuenta en realidad con una visión alternativa, sino que todos los partidos forman parte de esa mentira acomodaticia que suelen llamar “política de Estado” y que les hace apoyar lo mismo.

En lo que tiene que ver con lo militar, todo está atado y bien atado desde tiempos inveterados y nuestra poliarquía no cuenta en realidad con una visión alternativa.

Como la anterior afirmación puede resultar excesiva para gente poco informada de lo militar, para sostenerla me baso en varios datos que pueden ser constatados:

1- Si rastreamos el ciclo presupuestario, pongamos de los últimos veinte años (se podría ampliar), y vemos el número de enmiendas a los presupuestos destinadas a Defensa o, ampliando el foco, a las múltiples partidas de gasto militar disfrazadas en otros ministerios, nos llevaremos la deprimente sorpresa de que no alcanzan ni siquiera el 1% del total de enmiendas promovidas y que son, con mucho, las más pobres, tanto por número total, como por su alcance ridículo.

2- Si rastreamos la calidad del “control” que se ejerce en la Comisión de Defensa del Congreso, nuestro asombro crecerá aún más. Una comisión de aplauso y siesta. Un control ridículo que, en sus momentos más álgidos, viene a preguntar sobre anécdotas superfluas aparecidas en la prensa.

3- Si acudimos a los informes que año tras año establece la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE) sobre la liquidación del gasto presupuestario, comprobaremos que ininterrumpidamente Defensa establece un presupuesto de gasto muy por debajo del que finalmente ejecuta (ver cuadro 1 para el período 2011-2018), y ello sin contar que una gran cantidad del gasto militar español ni siquiera se encuentra en el Presupuesto del Ministerio de Defensa y no se controla por IGAE.

4- Si revisamos los informes específicos del Tribunal de Cuentas, de la IGAE o las sentencias judiciales sobre la política de Defensa, sobre el gasto o sobre la transparencia en esta materia, veremos la constante crítica a la práctica tramposa, escandalosamente descontrolada y costosa para la ciudadanía que promueven indistintamente PP y PSOE cuando les toca gobernar.

5- Si acudimos a los programas electorales que nadie lee, veremos que los partidos que hablan de Defensa en ellos (que no son todos) responden de un modo similar al modelo de Defensa: 1) defensa militar encuadrada en la OTAN, 2) apoyo a la injerencia militar (18 escenarios de guerra en el exterior en la actualidad y 96 desde Felipe González hasta la fecha), 3) el mantra de la modernización (que nunca acaba) y profesionalización del ejército (que nunca se consigue), lo cual implica a su vez un desmesurado gasto y un gigantismo militar abrumador, 4) el fomento de programas de adquisición de armas innecesarias y que nos hace arrastrar una deuda militar de más de 40.000 millones de euros, 5) expansión del militarismo a escenarios ajenos y 6) fomento a industrias de exportación de guerras y conflictos (sexta potencia exportadora).

6- Y lo que es más grave: Las políticas de gasto militar se deciden y planifican con períodos más largos del presupuesto anual (aunque luego se esconden aparentando menor gasto), se engrasan con la red clientelar y puertagiratoria del lobby militar-industrial-político y se supeditan a la orden principalmente de instituciones bastante lejanas de la idea de soberanía y democracia que cualquier usuario de nuestra democracia de baja intensidad puede tener del asunto.

El Gasto Militar oculto

Por este tipo de razones, conocer tanto la cifra realmente escondida de gasto militar en los presupuestos fallidos, como el para qué se pretende usar, nos va a dar una clave, no de lo que pudo pasar, sino de lo que va a pasar, gane quien gane las elecciones. ¿O alguien puede pensar que las derechas varias van a empeorar precisamente estas partidas?

Conocer tanto la cifra realmente escondida de gasto militar en los presupuestos fallidos, como el para qué se pretende usar, nos va a dar una clave, no de lo que pudo pasar, sino de lo que va a pasar, gane quien gane las elecciones.

Con estos antecedentes tan deprimentes (y una ciudadanía que consiente), presentar la cifra de gasto militar que aparece en los presupuestos indica no lo que querían hacer Podemos y PSOE, sino lo que sabemos que al menos (la cosa puede empeorar) se va a gastar en Defensa.

La cifra es brutal y ya ha sido publicada y detallada, partida por partida, por el blog del grupo antimilitarista Tortuga. Nada menos que 31.830,82 millones de euros (más del 2% del PIB), si contamos tanto el gasto militar oculto en diversas dotaciones ajenas al Ministerio de Defensa que se esconden en los presupuestos y que alcanzan a 10 ministerios de los existentes, a las clases pasivas y a organismos autónomos, así como a otros entes públicos (cuadro 2). Cifra que podría ser peor si tenemos en cuenta, además, el resto del gasto establecido en el presupuesto del Estado destinado a financiar las instituciones de control social, cada vez más indisolublemente unidas a la expansión del militarismo.

Un gasto militar de esta dimensión implica soltar diariamente 87,2 millones de euros para la realización de la política de nuestro militarismo, a una velocidad de 3,63 millones de euros por hora, distribuidos en una media de 727,89 euros por persona y año, que pagamos tanto en impuestos directos, como en cada barra de pan, cada kilovatio de electricidad, cada litro de agua o cada hora de trabajo prestada por la ciudadanía. Un impuesto de sangre al militarismo.

Nada menos que 31.830,82 millones de euros (más del 2% del PIB)

De este enorme gasto, solo “afloran” en el presupuesto del Ministerio de Defensa 9.263,81 millones de euros, destinados fundamentalmente a pagar sueldos (la principal actividad del Ministerio), invertir en los programas de armas innecesarias y sofisticadas de “proyección” (eufemismo que encubre que son armas de invasión) y trasferir dinero para pagar hospitales y servicios asistenciales y sanitarios de los militares y residualmente por otras actividades.

El resto del gasto, y principalmente el destinado a la acción de la estructura militar fuera de autopagarse sueldos y comprarse armas, lo ocultan en otras partidas, como es la inmensa partida de pago a la Guardia Civil (un cuerpo militar homologable a otros considerados como “cuerpos paramilitares” del tipo de la gendarmería francesa, los carabineros italianos, etc. y que para el concepto de gasto militar de la OTAN debe computar como gasto militar), de pago de pensiones y clases pasivas militares (igualmente gasto militar conforme al criterio OTAN), los “Organismos Autónomos Militares”, los pagos de operaciones de paz encuadrados en parte en el Ministerio de Exteriores y en parte en el fondo de contingencia, los créditos de Industria a la industria militar, y un largo etcétera que incluye la parte militar de AEMET, los barcos comprados por otros ministerios y que opera Defensa en operaciones militares y la guardia Civil en actividades de vigilancia y control de frontera, los gastos y subvenciones a instituciones militares desde Cultura y otros similares.

Un gasto militar de esta dimensión implica soltar diariamente 87,2 millones de euros para la realización de la política de nuestro militarismo, a una velocidad de 3,63 millones de euros por hora, distribuidos en una media de 727,89 euros por persona y año.

De este modo, una primera distribución del gasto explícito de los PGE responde al cuadro siguiente:

A ello hay que sumar el gasto que Defensa ya tiene comprometido pero que no se encuentra en los presupuestos, a fin de que ni siquiera aparezca contabilizado. Este es el que con carácter anual “programan” gastar de más y luego refleja la IGAE.

A este abultado gasto se suma todavía el que gastan desde otros capítulos ministeriales para operaciones de paz, pago de la OTAN, pago de intereses de la deuda militar de años anteriores y contribución del gasto militar a la deuda del Estado (dado que el presupuesto español es deficitario, debe asumir deuda para pagar sus gastos. Nosotros aplicamos el porcentaje del gasto militar previo sobre el gasto presupuestario anterior a la deuda, a la deuda que los presupuestos dicen que va a asumir el Estado).

De ahí sale el total de gasto militar español que, gane quien gane, con o sin presupuestos, nos van a atizar sobre nuestras sufridas (y por lo general obedientes y resignadas) espaldas.

El Gasto Militar sirve, ¿pero para qué?

Y todo este pastizal de gasto improductivo (tan improductivo que no computa en la elaboración del PIB) e insolidario (tan insolidario que se hace en detrimento del gasto social y de las necesidades de seguridad humana tanto “aquí” como de escala planetaria), ¿para qué sirve en realidad?

Y todo este pastizal de gasto improductivo (tan improductivo que no computa en la elaboración del PIB) e insolidario (tan insolidario que se hace en detrimento del gasto social y de las necesidades de seguridad humana tanto “aquí” como de escala planetaria), ¿para qué sirve en realidad?

Primero, sirve para pagarse sueldos un ejército gigantista e innecesario, con una ratio de un mando por cada 1´7 soldados y una nutrida reserva de oficiales sobrantes que nos cuestan más de 500 millones de euros por quedarse en su casa y poder desarrollar a la vez otro puesto de trabajo en otro lado. A este hay que sumar los efectivos de la guardia civil, también sobredimensionada y con misiones cada vez más expansivas a campos que nada tienen que ver con lo militar ni necesitan de militares para su desarrollo.

Segundo, para pagar prestaciones sociales y sanitarias a este ejército y de la guardia civil.

Tercero, para pagar pensiones a los más de 2.500.000 pensiones y prestaciones de clases pasivas a militares jubilados y sus beneficiarios (más de 2.500.000 familias como votos cautivos son un botín explicativo del mimo político hacia la casta militar).

Cuarto, para pagar las más que discutibles y opacas actividades y sueldos del CNI.

Quinto, para fomentar la industria militar que tan buena acogida da a los políticos giratorios, ya sea mediante créditos a sus actividades a interés “cero”, subvenciones y ayudas, o encargo de programas de armamento por los que debemos más de 40.000 millones de euros de deuda, que, según reconoció en su día el que fue secretario de Estado Constantino Méndez, no responden a necesidades de defensa sino a intereses industriales.

Sexto, para consolidar el papel de España como el primer contribuyente militar (por encima incluso de EEUU) en número de operaciones en el exterior (no así en el de número de soldados desplazados, donde aún nos ganan los americanos y otros estados de tradición colonialista), nada menos que 18 en la actualidad.

Séptimo, para certificar y financiar la adscripción de nuestra política de seguridad a los intereses de la OTAN y supeditarla a los intereses militares de ésta.

Octavo, para amplificar y transversalizar lo militar a todos los ministerios públicos y para potenciar una cultura “sumisa” de defensa entendida como adoctrinamiento militarista.

Noveno, para hacer posible el creciente papel securitizador y de fomento de las instituciones de control social, así como que la estrategia de defensa nos siga considerando como potenciales enemigos internos y sospechan de una quintacolumna de enemigos potenciales islámicos, marcianos o de Reticulina.

Décimo y último, para mantener un enorme patrimonio especulativo (el segundo terrateniente estatal, después de RENFE, con inmuebles, suelo urbano, urbanizable e incluso gestión de espacios naturales) con el que los militares negocian por medio del INVIED y consiguen ingresos propios para inversiones militares.

Y lo triste, lo más triste y grave, es que, pase lo que pase, esta es y será la cruda realidad del inmoral gasto militar que prometían los PGE y que, con o sin ellos, se llevará a cabo en 2019.

En definitiva, para consolidar una idea de defensa basada en el paradigma dominación-violencia donde España forma parte de la cola de león del negocio de la guerra.
Y lo triste, lo más triste y grave, es que, pase lo que pase, esta es y será la cruda realidad del inmoral gasto militar que prometían los PGE y que, con o sin ellos, se llevará a cabo en 2019.

Eso sí, nadie hará preguntas. Eso lo garantizamos desde ya.

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