Opinión
Elon Musk da un paso atrás y eso hay que celebrarlo

A Elon Musk ya no se le ve tan chulo y sonriente. Le ha cambiado la cara. Ha pasado de su vocabulario guerracivilista y vacilón a lamentar públicamente y preguntarse por qué ha recibido él y sus empresas ingentes cantidades de rabia y odio. El último episodio de esta retirada paulatina de Musk ha sido el anuncio en redes sociales de que abandona la dirección del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE por sus siglas en inglés).
El magnate, con cara más triste, ha anunciado que deja sus responsabilidades en ese organismo creado a medida para recortar gasto público y reducir el déficit. Una meta que, pese a que han realizado recortes claves de la guerra cultural como en educación, no se ha logrado ya que el déficit de la potencia se ha incrementado y no parece que tenga intención de reducirse en lo que resta de año según los analistas.
Ese incremento en el déficit, según Musk, es debido a la política fiscal de Trump. El CEO de Tesla criticó las medidas del presidente y señaló que dificultan la consecución de las metas de reducción del desequilibrio presupuestario estadounidense que se le habían encomendado. Tan sólo unas horas antes de anunciar su abandono de la administración, expresó que se sentía “decepcionado” por el rumbo de la reforma fiscal. “Me decepcionó ver el enorme proyecto de ley de gastos, que aumenta el déficit presupuestario, no lo reduce”, argumentó Musk en una entrevista en la CBS.
Pero la realidad es que a Musk la cara le cambió antes de que el déficit creciera y se anunciara el nuevo proyecto fiscal de gastos. El magnate lleva meses viendo como las ventas y acciones de Tesla se hundían. Pese a que en las últimas semanas han vuelto a recuperar vuelo, el valor de la compañía está lejos de sus máximos e incluso la acción llegó a caer por debajo de los 245 dólares desde el que despegó cuando Trump se hizo con las elecciones presidenciales.
Elon Musk no tuvo en cuenta dos factores: la primera es que juntos tenemos mucha fuerza y la segunda es que no nos gustan los fascistas
La subida meteórica como estandarte de la extrema derecha y mano derecha del actual presidente ha sufrido un revés tras otro. Algunos han sido en su propia casa, en Tesla, y otros han venido en forma de cancelación de contratos y recelo sobre otra de sus empresas, SpaceX. Pero otros han venido por parte de movimientos ciudadanos globales como el #TeslaTakeDown, manifestaciones y actos vandálicos en sus concesionarios organizados en redes sociales fuera del alcance de Musk como BlueSky o Mastodon.
En mi opinión, creo que Elon Musk no tuvo en cuenta dos factores: la primera es que juntos tenemos mucha fuerza y la segunda es que no nos gustan los fascistas. Desde que el magnate hiciera el saludo nazi y apoyara a partidos como Alternativa por Alemania (AfD), Vox o la extrema derecha británica, la ciudadanía global ha señalado a Musk como el impulsor del fascimo a nivel global y se ha organizado para plantar cara al magnate mediante boicots a sus empresas.
Un grupo de accionistas de Tesla había pedido públicamente el relevo de Musk como CEO si este no abandonaba la política
Todo ello ha hecho que a Musk le crezcan los enanos en su propia casa. Cada vez son más y más grandes los accionistas de Tesla que han exigido que el sudafricano sea relevado de sus cargos (él solo controla el 16% de la empresa y un conjunto amplio del accionariado podría echarle de su puesto). El poder dentro de su propia empresa se ha ido diluyendo a medida que las caídas de ventas fuera de Estados Unidos se veían mermadas por los boicots al magnate y por el avance de la industria china del coche eléctrico. Desde finales de febrero, cuando los boicots y protestas se intensificaron y las acciones cayeron en picado, un grupo de accionistas capitaneado por Ross Geber había pedido públicamente el relevo de Musk como CEO de Tesla si este no abandonaba la política y se dedicaba íntegramente a la dirección de la empresa.
No ha sido solo una cuestión de coches y boicots ciudadanos. Los gobiernos amenazados por las agresivas políticas arancelarias de Trump y los apoyos a las extremas derechas de Musk también se han plantado ante el par de matones de la Casa Blanca. La empresa aeroespacial SpaceX y su rama de satélites y comunicaciones Starlink también han visto como los mercados le cerraban puertas en las narices. Los gobiernos han dejado de ver a Starlink como una empresa de servicios fiable a ser percibida como una extensión de los tentáculos de Trump. Darle acceso a las comunicaciones militares del ejército de un país, tal y como pretendía hacer Meloni en Italia, sería como poner en bandeja información sensible y altamente confidencial a un Pentágono ahora controlado por la nueva dirección trumpista.
Además, esa necesaria independencia estratégica de las empresas de Trump ha sido el impulso que necesitaba Bruselas y algunos Estados miembro para acelerar el proyecto semipúblico europeo Iris2 (Infraestructura para la Resiliencia, la Interconectividad y la Seguridad por Satélite) que sustituiría y competiría con los satélites multiórbita de Trump y cerraría el mercado europeo.
Más allá del tema Tesla, los contratos estatales de Starlink o el auge del coche eléctrico chino, este paso atrás del hombre más rico del mundo nos vuelve a mostrar que las campañas ciudadanas, la presión social y los boicots funcionan. Plantarle cara al matón del colegio trae buenos resultados. Creo que nunca habíamos presenciado un movimiento global contra un sólo individuo tal y como el que se ha vivido en estos últimos meses (en la época de Hitler no había redes sociales) y ha sido el hombre más rico del mundo el que ha tenido que dar marcha atrás mientras culpa y se distancia de su socio político Donald Trump.
Que haya dado un paso atrás tan solo unos meses después demuestra que la ciudadanía sigue teniendo un poder inmenso para poner contra las cuerdas a cualquier fascista por muy rico que sea
Musk deja un reguero de recortes que claramente han constituido una guerra contra los pobres y contra los derechos básicos más que ir en aras de controlar el déficit. No será fácil revertir la huella impronta del sudafricano tras su breve paso por la Casa Blanca. También será necesario vigilar los siguientes pasos del sudafricano y ver con qué ocurrencia nos sale ahora. Pero que haya dado un paso atrás tan solo unos meses después demuestra que la ciudadanía sigue teniendo un poder inmenso para poner contra las cuerdas a cualquier fascista por muy rico que sea, por mucho que invierta en comprar nuestras plazas de debate y controle el algoritmo o por muy impunes que se sientan hasta el punto de hacer saludos nazis. Se ha conseguido que Musk dé un paso atrás y eso hay que celebrarlo.
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