Opinión
Si Julio Anguita hubiera sido presidente…
Es probable que no baste con tener razón sino que, tal y como dijera gente sensata antes que yo, hay que tenerla en el momento oportuno, pero no es menos cierto que si Julio Anguita hubiera sido presidente hoy viviríamos en un país mejor.

Es narrador oral y activista.
Si Julio Anguita hubiera sido presidente…
Las emociones y las palabras me salen a borbotones frente a la marcha física de Julio Anguita. Pensé que otra vez engañaría a la muerte y retornaría, como siempre ha hecho, para animarnos a seguir avanzando, mejorando el mundo, juntando pueblo... Parece que esta vez no va a ser así.
Militar en la IU de Julio Anguita era hacerlo en una escuela. Había que estudiar y formarse y ofrecer soluciones en tiempo real para muchos problemas que ahora nos parecen insoportables
Julio Anguita no sólo fue el primer comunista alcalde de Córdoba o el constructor de la IU Movimiento Político y Social de los 90, sino que siguió siendo hasta el final un hombre de presente, el primero que vio la necesidad de romper las viejas etiquetas y congregar a la gente no por sus símbolos, ropajes o culturas sino por lo que quieren hacer, a donde quieren ir: su famoso “programa, programa, programa” alumbró la práctica política de miles de activistas mucho antes de que comenzásemos a hablar de transversalidad. Unas ideas que no dejó de perfeccionar y perfilar en tiempos recientes con apuestas como el interesantísimo Frente Cívico-Somos Mayoría, cuyo rastro e impronta puede verse perfectamente a día de hoy en no pocas organizaciones.
Militar en la IU de Julio Anguita era hacerlo en una escuela. Había que estudiar y formarse y ofrecer soluciones en tiempo real para muchos problemas que ahora nos parecen insoportables: la deriva de la Unión Europea en el cortijo de los ricos y de Alemania, el cambio climático (todavía recuerdo las risas de las empresas de comunicación cuando Julio explicó que había que mirar el consumo de las bombillas cuando ibas a comprarlas y apostar por las de bajo consumo), los problemas que nos acarrearía privatizar, como hicieron PP y PSOE, aspectos esenciales de nuestra economía… Era razonar, explicar las cosas y no tratar al pueblo, a tu vecina o a tu vecino como a un menor de edad.
Era explicar que las dos orillas existen: o te sitúas con la mayoría social o con los que viven a su costa. Era señalar que el emperador estaba desnudo y que Felipe González, a la cabeza del hegemónico PSOE de aquellos años, no quería un pacto con la IU que defendía en el parlamento los interesas de los asalariados, las mujeres, las pequeñas empresas… Felipe siempre se sintió más cómodo pactando con el nacionalismo catalán más excluyente pero defensor de aquellos que viven de las rentas del capital y a costa de lo ajeno, o incluso con el PP tal y como reclama, ya sin tapujos, a día de hoy. Y es que en no pocas ocasiones la verdad de lo que uno es se revela cuando crece y envejece.
Felipe González quien alguna vez habló, ironías de la historia, de la “pinza”, muestra en su vejez todo lo que su proyecto político y personal llevaba dentro, cortejos con la extrema derecha franquista y con los más siniestros multimillonarios latinoamericanos incluidos. Con Julio, ahora lo sabemos definitivamente, nunca ha habido ni trampa ni cartón: es el viejo maestro de escuela que soñó con cambiar el mundo en un modesto pero formidable empeño colectivo. El que disfrutó su vejez jugando al dominó con sus amigos de siempre en el bar de la esquina mientras vivía de su pensión, renunciando a obtener ningún legítimo fruto material por haber sido la voz de tantos.
Julio Anguita tuvo, casi siempre, razón: la tuvo, la tiene, en su crítica al modelo de construcción europea, la tiene en su crítica al sistema tributario español, en su apuesta por el control público de nuestra sanidad o de nuestro sistema energético o bancario. Y esa razón te la tropiezas todos los días. Voy a poner un ejemplo cotidiano: siguiendo a Julio y lo que habíamos aprendido tras unas jornadas sobre Medio Ambiente y modelo energético, explicamos a un alcalde de mi ciudad de infausto recuerdo por qué no podía apostar por unas farolas ineficientes desde el punto de vista energético. Como quien oye llover. 15 años después de aquello mi ciudad tendrá que acabar gastando más de 20 millones de euros en cambiar parte de esas luminarias. Dinero público, de todos, que se va a gastar dos veces para pagar el mismo servicio y adaptarse a los “nuevos” cánones de consumo energético.
En todo caso es probable que no baste con tener razón sino que, tal y como dijera gente sensata antes que yo, hay que tenerla en el momento oportuno, pero no es menos cierto que si Julio Anguita hubiera sido presidente hoy viviríamos en un país mejor. Y eso todo el mundo lo sabe incluidos aquellos que nunca lo reconocerían en público. Gracias Julio por tu ejemplo, por tu lucha, por tu dignidad. Seguimos.
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