Manteros
Después de la manta
No queda claro que los manteros tengan lugar en “la nueva normalidad” a la que apela el Ejecutivo. A no ser que se atienda a una de las campañas que ha sonado más fuerte en estas semanas, y en la que el propio Sindicato de Manteros participa: la que reclama #RegularizacionYa!

Mame vendía gafas, Moussa gorras y Serigne camisetas. Ahora ya no venden nada. Lo hacían en las calles, vigilantes de la llegada de la policía, siempre con los ojos y los oídos atentos porque se jugaban perder la mercancía o la libertad. Desde mediados de marzo, las calles están vacías, son una zona de tránsito donde nadie puede detenerse. Y mucho menos ellos que con sus mantas violentaban en sus tretas de supervivencia las rígidas normas de la ciudad que vuelca sus aceras a la hostelería y el buen gusto de franquicia, pero no tiene espacio ni rendija legal para quien se busca la vida.
A estos tres senegaleses, manteros circunstanciales, pues, como insisten, no hay otra cosa que puedan hacer sin papeles, la vida les viene pesando más de lo habitual en las últimas semanas. La mente de Mame Gor se enreda en una secuencia de causas y consecuencias angustiosa: si no puedo salir a la calle, no trabajo; si no trabajo, no gano dinero; si no gano dinero, no puedo mandarle nada a mi familia. Es Ramadán, esa fiesta social que se basa en el encuentro y compartir rezo y comida. Un momento para la celebración y la abundancia. Pero en Madrid el Ramadán es solitario y en Touba, ciudad natal de Mame, el Ramadán es austero.
La mente de Mame se enreda en una secuencia de causas y consecuencias angustiosa: si no puedo salir a la calle no trabajo; si no trabajo, no gano dinero; si no gano dinero, no puedo mandarle nada a mi familia
Debilitado por el ayuno y sin ninguna alternativa, Mame dice pasar gran parte del día en la cama: “No sabemos qué va a pasar”, cuenta. Habla en plural porque es en plural como está viviendo esta situación: con sus compañeros de piso, también manteros, pero también con el círculo más amplio del Sindicato de Manteros de Madrid. “Son los únicos que brindan ayuda, algo de dinero”. Y quizás en esa primera persona del plural incluya también a su familia en Senegal: una mujer, un hijo, padre y madre y tres hermanas menores, dependientes todos de la ayuda que Moussa no puede mandar.
“Es un momento muy difícil, somos los últimos. Pero nosotros también somos personas”, afirma Mame, no teniendo muy claro si esto, si el hecho de no tener papeles, le roba su identidad humana, del mismo modo que le desposee de toda posibilidad de supervivencia económica.
A Moussa Diop hay algo que no le cierra con esto de los papeles y los derechos: “No tengo papeles pero necesito comer y pagar la luz y el alquiler. Vosotros podéis viajar a mi país y a cualquier lugar, pero para mí hasta salir a la calle es un problema”. Este senegalés natural de Lambaye lleva tres años en España, pero esto no le ha alcanzado para regularizar su situación.
“No tengo papeles pero necesito comer y pagar la luz y el alquiler. Vosotros podéis viajar a mi país y a cualquier lugar, pero para mí hasta salir a la calle es un problema”
Sale a la calle a comprar con una bolsa de Carrefour como salvoconducto. Tiene experiencia en intentar evitar llamar la atención a la policía. También conoce antecedentes que le invitan a aferrarse a su bolsa. “El otro día un amigo salió sin bolsa y la policía le interceptó dos veces para preguntarle”.
Moussa vive en Delicias con un compatriota, de momento han acordado con el casero aplazar un par de meses el pago del alquiler. Ahora tienen preocupaciones más urgentes. “Mi familia es muy grande, si yo no mando nada, no comen. Hace un mes que envié dinero a Senegal, ahora ellos tampoco pueden trabajar. Además, es Ramadán, mis padres y mis hijos esperan mi ayuda”.
En una casa de Lavapiés viven ocho personas, había una más, pero el compañero decidió viajar a Senegal en un mal momento y, con el cierre de fronteras, no ha podido volver. En realidad, no está muy claro si quedarse allá ha sido bueno o malo, en vista de la situación de sus compañeros. Todos familiares. Todos senegaleses. Casi todos manteros.
En este domicilio, Serigne Carre pone números a la solidaridad emanada del sindicato: son 63 las personas a las que pudieron ayudar al principio. Ya hay 125 registradas. El dinero lo ponen y lo reciben compatriotas senegaleses, manteros o no. Son la última red de contención para quienes se han quedado sin ningún ingreso.
Serigne cocina para el piso, un piso grande que cuesta demasiado, ahora más de lo que pueden pagar. El casero ha tenido a bien permitirles ir pagando poco a poco cuando su hermano mayor, que lleva 15 años en España, le hizo ver lo evidente: en la situación en la que se hallan lo prioritario es comer y lo demás va después. Durante el Ramadán mata las horas del día cocinando para el Iftar, la ruptura del ayuno que no llega hasta después de las 21 de la noche, prepara arroz con pescado (thieboudiene) o arroz con carne y salsa de cacahuete (maafé). Antes de que amanezca, desayunan yogur o cuscús.
Duermen, hablan con sus familias en Senegal, y organizan la entrega de ayuda a sus compatriotas (para comida, para pagar el alquiler, para comprar crédito en internet) o piensan en un futuro donde ya no cabe la manta
En medio duermen, hablan con sus familias en Senegal, y organizan la entrega de ayuda a sus compatriotas (para comida, para pagar el alquiler, para comprar crédito en internet) o piensan en un futuro donde ya no cabe la manta. “La hemos olvidado, la gente tendrá miedo a comprar en la calle, no es algo que vaya a ser fácil. Muchos están pensando en trabajar en el campo”. Es también el proyecto de Serigne, que aunque lleva desde 2008 en el país aún no ha conseguido regularizarse. Pero ahora está cerca.
El 28 de abril Pedro Sánchez, presidente de la coalición progresista que ha anunciado semana tras semana inicitivas sociales para amortiguar el impacto de la crisis, medidas que no han alcanzado en ningún momento a este colectivo, anunció la desescalada del confinamiento. Un proceso hacia la vuelta al espacio público de manera ordenada.
No queda claro que los manteros tengan lugar en “la nueva normalidad” a la que apela el ejectivo. A no ser que se atienda a una de las campañas que ha sonado más fuerte en estas semanas, y en la que el sindicato participa: la que reclama #regularizacionya! amplia e indefinida para todas las personas migrantes que residen en el estado español. De momento, ninguno de los movimientos del Gobierno ha apuntado a esa hipótesis.
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