Opinión
Las fiestas de la Karmela, como un Obús

En el año 1982 Los Obús, —mítico grupo del heavy-metal madrileño— grabaron por las calles de Vallecas su tema “Va a estallar el Obús”. Las imágenes de aquel vídeo, las clásicas de los barrios obreros de los 80 donde se mezclaban edificios, casas autoconstruidas, descampados, vías de tren y carreteras, contrastan con la ciudad actual.
Eso sí. Aquella necesidad de prepararse para la guerra nuclear a la que hacía referencia la letra de Obús resuena cercana en las catástrofes climáticas y las guerras de hoy. Y es que más de cuarenta años después de aquel temazo, Los Obús han vuelto a tocar en Vallecas, en las fiestas de La Karmela. Con buen sonido en el escenario y Fortu venido arriba, los más viejos del lugar (y había unos cuantos) zanjaron el pasado jueves -si alguien no lo había hecho ya-, la histórica disputa entre los del Fortu y los Barón Rojo. Los unos en La Karmela dándolo todo por la vivienda y rodeados de banderas palestinas mientras tocaban -por citar solo un ejemplo-, su himno al bandolerismo juvenil de los ochenta titulado “El que más”. Al otro lado, el Sherpa -cantante de Barón Rojo- defendiendo a VOX y promoviendo la islamofobia. No hay más que hablar.
Para quienes no conozcan La Karmela, se trata de las fiestas autogestionadas más grandes de Madrid. “No somos un festi” aclaraba una vez tras otra la cuña radiofónica que sonaba en el recinto ferial. Algo que quedó bien claro en el acto político del viernes noche o en los pregones de la PAH Vallekas y el Sindicato de Inquilinas, el jueves tarde.
Con más de 800 pisos turísticos y precios de alquiler disparatados, en Vallecas se pueden encontrar ofertas de pisos en alquiler de 41 metros y una sola habitación por la friolera de 1070 euros mensuales
Y es que este año las fiestas pusieron en el centro la cuestión de la vivienda. Con dos datos se puede entender la situación. Con más de 800 pisos turísticos y precios de alquiler disparatados, en Vallecas se pueden encontrar ofertas de pisos en alquiler de 41 metros y una sola habitación por la friolera de 1.070 euros mensuales. O habitaciones en alquiler de habitaciones de 12 metros cuadrados por 550 euros. Las cosas de la oferta y la demanda, dirían los liberales. Los estragos del capitalismo, dirían quienes participaron en las fiestas.
Se trata del nuevo mercado del alquiler. Una vez desahuciadas cientos de miles de familias tras la crisis de 2008, ahora toca dejarse el sueldo en pagar a los rentistas que sacan tajada de este y otros barrios. El 10% de esos propietarios, empresas medianas, pequeñas y grandes que se hacen con carteras de pisos en alquiler para llenarse los bolsillos. Y al menos otro 85% de ellos, rentistas particulares que han decidido robarle el sueldo a jóvenes, migrantes y familias de bajos recursos mientras ellos se desplazan a las nuevas urbanizaciones del Ensanche y Rivas-VaciaMadrid o -en el caso de los más pudientes- se compran el chalet.
Esta es la rabia que se respiró en las fiestas de La Karmela, espíritu combativo y mala leche que quedaron reflejados en los conciertos de hip-hop del viernes. El marco, la tensión urbanística y especulativa que expulsa a la población de sus barrios. Como cartel para ponerle sonido a esta batalla, cuatro grupos: Antifa Nation, Elane, Víctor Rutty, Rober del Pyro y Faenna.
Especial mención se merece Elane, rapera barcelonesa que peleó contra algún pequeño contratiempo técnico y que forma parte de las nuevas generaciones raperas que se agrupan en sellos como Propaganda pel fet. Crecidas artísticamente en la sucesión de crisis que van de las secuelas de la crisis financiera de 2008 hasta la pandemia o la crisis inflacionaria y del capitalismo de guerra, sus letras reflejan ya un cambio generacional claro (autodefensa feminista, salud mental, problemas sociales, lucha política y de clase).
La lista es larga: Tribade, Ninyas del Corro, Canchalera, Sofía Gabanna, Sara Socas, Lía Kali, Bewis de la rosa, K1za y -por supuesto- Faenna. La de Huelin, uno de los barrios más activos en las multitudinarias movilizaciones por el derecho a la ciudad de la Plataforma Málaga para vivir, fue la última en actuar y dejó muy buenos momentos en el escenario con su “fé ciega en las preguntas y los problemas”. Quizás el título de su último trabajo, el EP. “Dreamless” (Sin sueños) podría servir de réplica contemporánea del clásico “No future” del punk.

Sea como fuere, el objetivo de las fiestas se cumplió con creces. Calidad musical, contenido político y espacio de encuentro para miles de jóvenes (y no tan jóvenes). Muy visible fue también el esfuerzo de cientos de militantes que llevaron las barras, organizaron los actos y cuidaron de que el espacio mantuviera la tensión política. Sirvan de muestra los mítines, charlas, tifos, carteles y -por supuesto- la pancarta gigante desplegada en la grada el viernes donde se podía leer “Tenemos las llaves de todas las puertas” y que fue rodeada por varias militantes de la PAH Vallekas con antorchas y decenas de personas con bengalas.
¿Cómo agrupar de manera amplia a quienes encarnan los diversos procesos de proletarización que sufre Madrid y Vallekas? Y, sobre todo, ¿cómo hacerlo sabiendo que la migración y la línea racial son elementos centrales de esos procesos?
Quizás el único elemento que quedó en el aire fue la escasa presencia de población migrante, sobre todo latina. La pregunta que suscita esto es, ¿cómo agrupar de manera amplia y compleja a quienes encarnan los diversos procesos de proletarización que sufre Madrid y Vallekas? Y, sobre todo, ¿cómo hacerlo sabiendo que la migración y la línea racial son elementos centrales (constitutivos) de esos procesos? A partir de estas y otras preguntas debemos detallar al máximo qué significa eso a lo que en las fiestas se denominó “nuestra clase”. Entender cuales son las líneas de encuentro y agregación, saber cómo animar y dar soporte a procesos de producción cultural y comunicativos que ayuden a componerse junto a estas y otras realidades.
Sin duda, esto no se resuelve solo con fiestas autogestionadas, ni es asunto exclusivo de quienes organizan La Karmela, que han hecho un esfuerzo fabuloso para hacer posible el encuentro. Se trata de retos que tienen por delante el conjunto de las organizaciones sociales y políticas allí presentes a la hora de interpretar e intervenir sobre nuestra realidad concreta.
Podemos decir que el Vallekas obrero de Obús, -el de la crisis de los ochenta- y el de Non Servium, Natos y Waor, Gata Cattana, Tremenda Jauría o Biznaga -el de las crisis de precariedad de los 90 y el de la crisis de vivienda de 2008- producen codo a codo en la Karmela. Y esto es algo que debemos celebrar. Ahora toca pensar cómo podría producirse esta cultura de contestación y de agregación y composición de clase en la nueva crisis capitalista atendiendo a más factores. Seguro que La Karmela 2026 nos ofrecerá nuevas pistas y podremos disfrutarlas.
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