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Juventud
La culpa es de los jóvenes
Todos fuimos jóvenes. Aunque algunos ya ni se acuerdan. Aunque tantos lo fueron de la peor forma. Sin dejarse agitar ni un poco la vida ni la conciencia. Transitando caminos muchas veces cómodos sin mirar a los lados ni en las cunetas. Tantas fueron jóvenes que hicieron de su divino tesoro superficial baratija. Muchas sin embargo lo apreciamos cuando lo tuvimos, el divino tesoro, las hojas en blanco, la libertad a conquistar, la alegría de estar entre otros, los caminos a desbrozar entre la maleza.
Hace una semana, muchas jóvenes salistéis a la calle tras el fin del Estado de Alarma. Seguramente habría entre vosotros gente haciendo idioteces, papanatas de todas las edades. Pero no importa cuántos fueran ni qué hicieran exactamente, es lo que tiene alterizar a un grupo entero, estigmatizar al por mayor a la peña, te bastan un puñado de imágenes circulando por las redes para etiquetar a vastas capas de la población. Y así, para muchos, os convertisteis en una amenaza, personificastéis todo lo malo de esta sociedad: el individualismo, la irresponsabilidad, la indiferencia hacia el prójimo. Erais molestos, “subnormales”, bombas contagiadoras, un peligro biológico para las abuelas y antropológico para la humanidad.
Los guardianes del status quo deben de pensar que la madurez es eso, un monólogo continuo, con el que justificar este sistema que, o contribuyeron a apuntalar, o no consiguieron transformar
A menudo se oye ese ruido áspero e irritante que producen quienes insisten en rasgarse las vestiduras ante lo que hacen los demás. Es una práctica que tiene un filón eterno en el escándalo por las conductas, costumbres, valores y gustos de las generaciones que vienen después, siempre peores, siempre menos responsables, siempre más flojas, siempre más consentidas que las que les preceden.
Desconfiad de todo aquel que inicie una frase con la vetusta expresión de: “es que los jóvenes de hoy”, no os toméis en serio a quienes pontifiquen sobre “lo que le pasa a la juventud”, como si fuera una especie aparte y estanca de seres homogéneos, y no, ni más ni menos, que una zona de tránsito de la existencia, una de las más importantes, de las más fértiles cuando no se la estigmatiza y ahoga, de las que más potencial de lucidez y transformación trae consigo, si se la escucha y se la tiene en cuenta.
Y sin embargo, para tanta gente acomodada en el orden del “esto es lo que hay”, guardianes del status quo camuflados de sensatez y sentido común, no sois más que un incordio: les molestáis cuando protestáis, les molestáis cuando os evadís, les molestáis cuando lucháis por cambiar el planeta, les molestáis hasta cuando habláis. Solo se quieren escuchar a sí mismos, deben de pensar que la madurez es eso, un monólogo continuo, con el que justificar este sistema que o contribuyeron a apuntalar o que no consiguieron transformar. Y así, hablar de vuestro individualismo, de vuestro egoísmo, de vuestra inmadurez, permite proyectar sobre vosotros los pecados de una sociedad entera.
No sois la primera ni seréis la última generación de jóvenes teniendo que explicar que les importa el mundo en el que viven, su comunidad, el futuro. No gastéis ni un ápice del precioso tiempo con el que contáis para responder a ese runrún monótono, fue igual hace 10 y 30 y 50 años. Un runrún que ofende a la memoria de todas esas personas jóvenes que entregaron su aliento y su vida, que aún lo hacen, para cambiar la realidad en la que vivían y que por eso se convirtieron y se convierten en las primeras víctimas de la represión y la violencia.
El espacio que se os ha dejado es muy chiquito, necesitaréis toda la energía para expandirlo, para vosotras y para todos. Trabajos mal pagos, privatización de la educación, alquileres inalcanzables, con una mano se os acusa de intolerantes al fracaso y poco apañados, con la otra se saca rédito de vuestro curro, vuestra ansia de futuro y vuestra necesidad de independencia. Cuando protestéis os tacharán de idealistas, de radicales, de violentos, o de estar desconectados de la vida y de cómo funcionan las cosas. Como si hubiese un ápice de normalidad en el régimen que os deja sin casa, sin un duro y sin la posibilidad de planear una mierda. Cuando busquéis evadiros ante tanto muro, se os calificará de flojos y conformistas.
Se venera la juventud mientras se desprecia a las personas jóvenes. Tanta gente queriendo anclarse en una permanente juventud, como si esta no fuera más que una condición estética, y no una disposición ética, de proceso y cuestionamiento
Vivimos en un extrañísimo régimen etario en el que se descuida a la vejez, y se convierte a la infancia en una condición molesta con la que deben lidiar las pequeñitas familias. Un régimen atravesado por una gran paradoja: se venera la juventud mientras se desprecia a las personas jóvenes. Tanta gente queriendo aparentar menos años, cremas, técnicas, cirugías, para anclarse en una permanente juventud, como si esta no fuera más que una condición estética, un privilegio para quienes pueden cuidarse la piel y engañar al tiempo, y no una disposición ética, de proceso y cuestionamiento, de vida por armar, y dudas y voluntad y vértigo.
Todas fuimos jóvenes, y algunas no queremos nunca dejar de serlo, no es que queramos conservar la piel tersa, y el brillo en el pelo, lo que aún atesoramos es la fe en que las cosas aún deben cambiar, la imaginación y el aplomo para inventarse otros caminos, el suspense por lo que vendrá y una ingenuidad militante y creadora mucho más fértil que los resabidillos diagnósticos de los dispensadores de pesimismo.
Estamos muy jodidos. Y sois conscientes. No hay pantalla ni evasión ni droga dura que disimule esto. Salís a gritarlo en las calles de Cali o de Barcelona, de Dakar o de Berlín, de Gaza o de Santiago, como otros lo hicieron antes en la Puerta del Sol o en la Plaza Tahrir. Muchas y muchos tenéis los ojos muy abiertos. Muchos creéis saber lo que os espera y coherentemente lo teméis y os desborda. Pero la historia está por escribir. Sabemos que tiende a repetirse, pero también que a veces hace piruetas y sorprende. Sabemos que no se escribe sola y sois tan válidos como cualquier otra generación para escribirla.
Pobres de quienes no escuchan a la gente joven, tristes quienes les miran por encima del hombro desde el falso pedestal de una presunta madurez o sabiduría adquirida con los años. Claro que la experiencia es un grado, claro que en el paso por la existencia se pueden sumar saberes y perspectivas, conocimientos e inteligencia. Pero también hay quienes caminan desde la más tierna infancia con el piloto automático puesto, dirigido hacia la nada. Desconfiad de aquellos que no se dignen a escucharos, a aprender de vosotras, a mezclarse con vuestras ganas. Tengamos piedad por quienes os señalan desde lo alto, su torre está asediada de pura resignación y abismo.
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Una epístola muy emotiva.
No estaría de más, en justicia, señalar que quizá vivamos en los momentos históricos en los que más voz, crédito y atención tiene la gente joven. ¿No? Jamás en la Historia han tenido los jóvenes tanto poder para influir en la sociedad, y con ello, tanta responsabilidad. Hoy, los jóvenes crean contenidos audiovisuales, publican música o fotos, tienen miles de "seguidores", invierten en criptomonedas o en el póquer, emprenden "start-up"s, modifican hábitos de consumo...
Claro que hay que animarles, y hasta reposar nuestra confianza en ell@s. Son nuestros hijos e hijas, y los amamos y respetamos, nos sorprenden y aprendemos de ellos. (En fin, que no se emparanoien y se metan demasiado en el victimismo del artículo...)
La leche, ya me gustaría a mí vivir en tu mundo de piruleta. Los jóvenes invierten en criptomonedas y crean startups? Con qué dinero, si la mitad está en el paro, y gran parte de la otra mitad está repartiendo mierdas en bicicleta por calderilla? Los jóvenes no tienen ninguna capacidad real de influir en la sociedad; ser influencer ni es representativo de la juventud, ni es influencia real en la sociedad, porque Instagram no es la sociedad, es fundamentalmente una plataforma de adtech y marketing. Sus "miles de seguidores" están tan disenfranchised y tan en la mierda como ellos. Estados Unidos acaba de reemplazar a un líder octogenario por otro. El poder real está lo más lejos posible de la gente joven, y por mucho que infles el alcance y efecto de las redes sociales, si no salen quemando contenedores en Telecinco la gente ni se acuerda de que los jóvenes existen.
...Fíjate en las dos "figuras ocultas" en nuestros dos primeros posts (lectura paradójico-realista):
-Todos los supuestos "poderes" de "la juventud" que yo cito son verdaderas chuminadas (creí que se intuiría).
-Todos los males que tú denuncias, que oprimen a "la juventud" podrían aplicarse a cualquier franja de edades (si me dejas sustituir lo de repartir en bicicleta por conducir en Uber).
Las ideas, la realidad, y el lenguaje son asuntos complicados. Lo que siempre es bueno es "pensar", que además está al alcance de todos.
Completamente de acuerdo, ya que mi comentario asumía mi postura irónica y cínica.
El nudo ideológico es que no existe materialmente "la juventud" o "la senectud" (p.ej.); son categorías mentales que nos ayudan a "ordenar" la realidad, pero no tienen sustancia propia (las "gemas", la "música"... son generalizaciones de la razón).
Lo que Sí existe materialmente (pues se puede medir con exactitud, empíricamente) es la riqueza y la capacidad de creación de riqueza (o una canción cuando la escuchas; no "la música").
Mark Zuckerberg es rico, como Ana Botín. La "juventud" puede referirse al hecho material de la edad, pero tiene parecida importancia que la "altura", el "acento", o la "simpatía". Define mucho más el rasgo "de familia acomodada" (independientemente de la edad) que "joven".
Epílogo: a mí lo que me preocupa es la tendencia mediática a crear "grupos" sociales diferenciados y -si se puede- enfrentados. Es inquietante.
Te compro que al final proyectamos en jóvenes y viejos lo que es realmente una diferencia entre pobres y ricos, olvidándonos que hay muchos viejos pobres y algunos jóvenes ricos. Sin ir mas lejos, yo puede que aún cuente como joven a mis veintimuchos (permitidme este delirio) y por suerte no estoy ni repartiendo mierdas en bicicleta ni en el paro, de hecho no me puedo quejar de mi situación económica. Podría invertir en criptomonedas, si no fuesen una estafa piramidal, o montar una startup, si tuviese tiempo y fuerzas. Ahora, soy muy consciente de que mi situación no es representativa ni de mi generación, ni de mi clase social.
Los jóvenes que lucharon contra el franquismo,los jóvenes que se opusieron a la guerra de Irak,los jóvenes del 15M,hoy están en el Gobierno y siguen criticando a los jóvenes como a ellos les criticaron en su día,desconfía de quién tenga más de 30 ..