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Internet
Chelsea Manning: “Esta internet que conocemos ahora es la primera de muchas”
Chelsea Manning (Oklahoma, Estados Unidos, 1987) es una tecnóloga, analista y consultora especializada en privacidad, seguridad de redes y optimización de hardware. También es DJ y activista por la transparencia gubernamental. Imparte conferencias sobre las derivas sociales, tecnológicas y económicas que está generando la inteligencia artificial (IA). Es columnista en The Guardian y The New York Times y una firme defensora de los derechos de las personas LGTBI. La encuentras en Twitter como @xychelsea o directamente en su web.
En 2010, Manning trabajaba como analista de información para el Departamento de Defensa de Estados Unidos en la guerra de Iraq. Al darse cuenta de que su trabajo estaba matando civiles, extrajo en la tarjeta de memoria de su cámara más de 700.000 documentos militares y diplomáticos clasificados. La analista de inteligencia filtró los materiales a Wikileaks, que a su vez publicaría los documentos que ningún medio conocedor de los mismos había querido publicar antes. En ellos se revelaban asesinatos a civiles, abusos de los derechos humanos y corrupción por parte del gobierno de EE UU en las guerras de Iraq y Afganistán. En 2011 fue acusada de 22 delitos relacionados con la posesión y distribución no autorizada de documentos militares clasificados.
En 2013 fue condenada a 35 años de cárcel por divulgación no autorizada de documentos gubernamentales, una cantidad de tiempo sin precedentes para los cargos que se le imputaban. Tras su condena, Chelsea se identificó públicamente como mujer trans y reivindicó sus derechos legales para recibir tratamiento hormonal. Después de siete años encerrada en una prisión militar, el presidente Barack Obama la indultó. En 2017 recuperó su libertad. Al año siguiente se presentó como candidata a las primarias demócratas para senadora en el Estado de Maryland. En 2019 protagonizó el documental XY Chelsea. En marzo de ese mismo año se negó a declarar ante un gran jurado federal por motivos éticos. Desde 2021 trabaja como experta en ciberseguridad.
En 2022, Manning escribió sus memorias, Readme.txt, donde narra su historia de vida y cómo emprendió al mismo tiempo su lucha por la transparencia institucional y responsabilidad gubernamental, y su lucha por sus derechos como mujer trans.
Eres experta en ciberseguridad, ¿te consideras una hacker?
Me considero una consultora de seguridad. Me centro en intentar proporcionar a la gente capas adicionales de privacidad y de protección. Trabajo en espacios activistas, pero tengo que tener mucho cuidado y no cruzar ningún tipo de línea legal. Me considero, sin duda, una activista, y una profesional que se ha especializado en seguridad digital, en ciencia de datos y en aprendizaje automático. Trato de ceñirme a los límites, sobre todo después de una juventud muy complicada.
Trabajas en Nym, organización internacional con base en Suiza que está desarrollando herramientas de privacidad e investigando en derechos digitales y ciberseguridad, utilizando con la web3, el mundo cripto, tokens, criptomonedas y el libro contable blockchain. ¿En qué consiste tu labor allí?
En Nym he estado involucrada desde el principio, en sus primeras fases como consultora de seguridad, al principio, externa. Ahora formo parte del equipo. Yo me centro en el hardware. Trato de desarrollar soluciones de hardware o, al menos, la hoja de ruta para ese hardware. Busco soluciones para hacer que Nym opere de forma más rápida y eficiente, y por lo tanto hacer la red más segura.
¿Podrías hacer un breve estado de la cuestión sobre el control de las comunicaciones y la ciberseguridad?
El control de la ciberseguridad y la recolección de datos se ha desplazado hacia actores más pequeños. Gobiernos pequeños operan ahora junto a corporaciones gigantescas de Silicon Valley, de otras empresas estadounidenses y de algunas chinas. Hace diez o quince años la ciberseguridad estaba en manos de muy pocos gobiernos muy grandes. Hoy la vigilancia digital está omnipresente en toda la esfera corporativa, pero también está disponible para gobiernos pequeños. De hecho, los proveedores de servicios de internet están teniendo una relación muy complicada. Cada vez es más barato y más fácil vigilar a la gente. Y hay más mecanismos para obligarte esencialmente a dar y recolectar información si quieres usar su sistema.
¿Qué es para ti el derecho a la privacidad?
Me gusta usar analogías físicas para hablar de privacidad. Cuando la gente me pregunta “entonces, ¿tienes algo que esconder?” parece como si, al no tener nada que ocultar, no debieras preocuparte por tu derecho a la privacidad. La privacidad tiene que ver con la comodidad. No se trata necesariamente de hacer algo malo o impropio. Quieres cerrar las ventanas. Quieres cerrar las persianas. Quieres cerrar la puerta. Eso es la privacidad. También está en el espacio físico. Es incuestionable que quieres intimidad, disponer de tu propio tiempo o mantener una conversación privada. No significa necesariamente que tengas que hacerlo, pero hace que nos sintamos mejor.
En una entrevista que concediste en México para el periódico Expansión en abril dijiste que internet como infraestructura tiene un defecto en su construcción, y que es necesario repensar ese defecto para construir otras tecnologías y otra infraestructura: ¿Puedes explicarlo un poco más?
Cuando hablé en Guadalajara me refería al hecho de que al construirse internet en los años 70 nadie pensó el tema de la privacidad. Nadie diseñó internet pensando en la privacidad. Durante un poco más de veinte años hemos tenido una internet ampliamente disponible para la gente. Pero está muy claro que ya no podemos seguir hablando de privacidad dentro de un sistema que fue diseñado desde el principio sin pensar en la privacidad. Cada vez observo más internet como una infraestructura donde esta no está protegida en los niveles más básicos. Y, en lugar de cambiar eso, seguimos creando parches y herramientas que no abordan el problema de fondo.
Veo internet como un servicio público de carreteras, de ferrocarriles, de ríos, puentes, a través de la lente de la ingeniería civil. Tenemos que diseñar proyectos de ingeniería civil en el espacio digital pensando en la privacidad
¿Internet es algo más que una infraestructura?
Creo que internet es fundamentalmente infraestructura. Construimos aplicaciones sobre ella. Capas, si quieres. Yo veo internet como un servicio público de carreteras, de ferrocarriles, de ríos, puentes, a través de la lente de la ingeniería civil. Tenemos que diseñar proyectos de ingeniería civil en el espacio digital pensando en la privacidad.
¿Cómo pensar infraestructuras digitales feministas en un contexto donde la economía digital globalizada sigue tratando de controlar y colonizar los cuerpos de las mujeres?
Cuando hablamos de temas de género y de feminismos, lo primero que necesitamos es una red distribuida. Y también medidas gubernamentales que eviten la concentración de poderes y faciliten su distribución. El problema es que todavía tenemos mucha centralización en nuestra infraestructura. Sé que se ha hablado mucho de descentralización, pero todavía no se abordan plenamente las cuestiones subyacentes a la distribución, ni los problemas de gobernabilidad de internet, ni cómo nos comunicamos o cómo se reproducen los acuerdos sociales, el colonialismo y el imperialismo. Necesitamos una red distribuida, comunicaciones más directas y pautas que impidan a ciertas personas o grupos acumular más poder sobre otras, que es lo que hoy pasa en el espacio físico. No necesitamos replicar esto en el espacio digital. Podemos hacerlo de otra manera.
¿Qué te evoca el término “soberanía tecnológica”, corriente que defiende el empoderamiento colectivo y los usos sociales de las tecnologías digitales? En la línea de la soberanía alimentaria, si somos lo que comemos y bebemos, ¿también somos las tecnologías que usamos?
No estoy familiarizada con el movimiento de soberanía tecnológica, pero siento que está alineado con mis valores. Me interesa saber más. Salgo de esta pregunta aprendiendo algo que no conocía.
Ailton Krenak, pensador de Brasil, aporta —entre otras muchas cuestiones— una crítica a la actual noción de “humanidad”, así como al uso de las tecnologías digitales. Estamos viviendo un proceso acelerado de desposesión de nuestras capacidades y atrofiamiento de nuestras high tecnologies corporales y espirituales para delegar en la máquina y en la IA. ¿Cómo observas estas cuestión?
Las herramientas tecnológicas digitales empezaron a ser accesibles en los países industrializados como Estados Unidos o los países europeos. Una de las cosas más fascinantes que me he encontrado en la última década y media de trabajo en el espacio digital es que cuando grupos de personas del Sur Global se encuentran con las tecnologías por primera vez y comienzan a aplicarlas, a nivel local o regional, sus enfoques son muy diferentes al de los países occidentales del hemisferio norte. La gente va a utilizar las herramientas de forma muy diferente en las distintas regiones del planeta en cuanto puedan afirmar su autonomía y su identidad en el espacio digital.
Vivimos en un mundo digitalizado y datificado. ¿Cómo se cuida colectivamente de nuestros datos digitales?
Creo que el papel y la responsabilidad de desarrollar esta infraestructura recae en las personas tecnólogas. Es muy injusto pedirle a la gente que no tiene experiencia en seguridad ni privacidad que sea capaz de tomar decisiones, especialmente a medida que se hace más avanzada y compleja. Es como el análisis por parálisis, esencialmente, donde estás abrumada con enormes cantidades de información. Por eso, creo que es injusto pedirle al público general, o a cualquier persona que no tiene ninguna oportunidad con el análisis de su privacidad, que se espera que lo haga. Para eso tenemos ahora una aproximación a la infraestructura (internet) basada en el diseño y desarrollo de herramientas de privacidad. Creo que estas cosas se deberían incluir por defecto en todo.
Si internet fuera de código abierto, ¿tendría sentido la seguridad?
Creo que el open source [código abierto] nos permite verificar mejor la información y los datos. No es perfecto, pero es mejor que depender de información con la que no podemos probar modelos, jugar ni hacer cosas que no puedan ser analizadas ni revisadas por pares. Cuantos más ojos haya sobre algo, menos probable es que algo vaya mal. Eso es, al menos, la teoría.
En mayo, la Corte Suprema Brasileña bloqueó Telegram durante cuatro días en todo el país. La compañía se había negado a entregar datos en el marco de una investigación de ataques a escuelas y guarderías. El gobierno de Lula ya había puesto límites años atrás a los directivos de Facebook... ¿Cuál es tu opinión?
Lo que ha pasado con Telegram en Brasil es muy reseñable. No creo que sea una buena idea que este tipo de gente [Telegram] se organice y haga cosas como negar información a la Corte Suprema, usando herramientas encriptadas. El gobierno de Lula aplicó un enfoque de mano dura para prohibir o desactivar las funciones de una aplicación. Y creo que grupos como estos deben ser detenidos y ser interrumpidos de alguna manera. Pero el problema es que, cuando se detiene y se interrumpe toda una aplicación, se inhabilita también a las personas que no hacen nada malo, que no son contrarias a eso, que tienen opiniones e intenciones diferentes y derecho a poder utilizar la herramienta. De ahí importancia de las aplicaciones seguras, que incluyen cosas como Signal [un servicio de chat- mensajería instantánea]. Yo uso y abogo por Signal. Eso no significa que haya algo necesariamente malo con iMessage o WhatsApp para una persona promedio. Pero siempre que hablemos de escenarios y casos donde impliques al gobierno y la censura, te relaciones con grupos muy hostiles, toques cuestiones éticas y legales, me inclino hacia el lado de que más cifrado y más descentralización son mejores. Las herramientas que tenemos a nuestra disposición para que la gente sea capaz de organizarse bien en internet son mejores. Hemos dedicado un montón de esfuerzo para evitar que las censuras ocurran con la descentralización. Y eso que creo que los intentos de censura, a veces, son buenos, como es bueno cerrar grupos de personas, como grupos bolsonaristas o fundamentalistas religiosos.
La pandemia de covid-19 mudó el escenario global en materia de derechos digitales. Vimos nuestros derechos reducidos y constatamos que compartimos millones de datos para el beneficio de las grandes empresas tecnológicas. ¿Qué valoración haces pasada la pandemia?
En 2020 mucha gente, en su espacio de trabajo, en su vida personal y en su vida académica, tuvo que hacer la vida de forma remota, trabajar a distancia, aprender a distancia... La gente se vio obligada a usar muchas de estas herramientas por primera vez. En los países que tienen acceso a internet de banda ancha hemos pasado mucho más tiempo en línea. Estadísticamente hubo un cambio de cerca del 9% de personas online en 2019, hasta casi el 30% a finales de 2021. Así que hemos estado exponiendo nuestra información cada vez más y más. Mucho más que cuando hacíamos las cosas en persona. Esto ha llevado a un aumento de la recogida de datos y también a una especie de desconexión, una sensación de que nuestras relaciones valiosas están en el lugar de trabajo, pero en casa se mantienen de la misma manera cada vez que nos desconectamos, si fuéramos capaces de desconectar más.
La Inteligencia artificial (IA) está integrada en casi todas las partes de nuestra vida, pero estas configuraciones del algoritmo reproducen los ejes de poder que nos atraviesan en la vida física e incorporan las violencias racistas, colonialistas, clasistas y sexistas de nuestras sociedades. Esto es más que problemático.
Creo que estamos en unos tiempos muy interesantes. Soy un poco más optimista. Hasta ahora solo las grandes corporaciones habían accedido a las inteligencias artificiales. Pero ahora el coste de entrenar a esas IA es cada vez menor y empieza a ser posible entrenar a las IA de otra manera. Así que vamos a tener IA más diversas. Aunque las grandes empresas hayan centralizado el número y el acceso a las IA, hoy existen nuevos modelos de entrenamiento espacio visual, de lenguaje de longitud... Ahora que ya están formadas estas máquinas, se trata de hacerlas funcionar y ponerlas a punto. Creo que van a ser mucho más accesibles para todo el mundo. La gente, las pequeñas organizaciones y cualquier grupo de personas van a poder utilizarlas. Pero es frustrante y preocupante que las instituciones más grandes del mundo hayan sido las primeras. ¡Están siendo las primeras en usarlas! Además, nos hemos quedado sin datos de entrenamiento para alimentar estos modelos, así que los mayores modelos ya están construidos. Ahora se trata de ver cómo los usamos. Y lo caro o barato que sale replicarlos.
Has dicho que la IA no tiene capacidad de hacer arte y que no se va a poder prescindir de las personas artistas. También has puesto en valor la idea de artesanía humana.
Cuando se trata de la escritura, de las artes y de la IA generativa en el ámbito artístico, una de mis preocupaciones no es que los seres humanos puedan dar indicaciones a una máquina y generar arte. No creo que haya nada malo en ello. El problema, para mí, es que son máquinas y que están haciendo predicciones. Están haciendo esencialmente predicciones basadas en la relación entre el lenguaje, los datos espacio visuales previos y todo el corpus previo de información en el que están entrenadas estas máquinas. Si bien creo que el arte puede ser generado con una IA por un ser humano a través de mensajes, mi preocupación es que no es lo mismo y no tiene la misma profundidad. Como le dije a una amiga hace poco: “La IA parece carecer de alma”.
El mundo digital ha reconfigurado la economía mundial. ¿Qué piensas de las criptomonedas y del libro contable del blockchain?
Creo que la tecnología base del blockchain es fascinante y veo un montón de casos de uso potencial para los libros de contabilidad criptográficamente firmados. Mi preocupación siempre ha sido que cuando se intenta hacer activos tokenizados de las cosas y convertirlas en algo especulativo, casi todos los casos de uso están unidos a un sistema de poder y control, y a la propia centralización del poder de la que estas herramientas a menudo dicen renegar. Por eso he sido muy escéptica con las criptomonedas, en general. Al mismo tiempo, estoy muy fascinada por la tecnología subyacente. El motor y creación humana que hay por debajo es impresionante. Creo que puede tener usos muy buenos en escenarios distribuidos.También soy consciente de que en el Sur global las criptomonedas se ven de forma muy diferente y pueden tener otro significado y práctica para ayudar a las personas. Han sido útiles y han hecho que las transacciones económicas sean más accesibles para la gente. Dentro del gran esquema de las cosas, lo mío es el replicado de sistemas subyacentes. Y pienso que, desde las perspectivas del sur global, el mundo cripto puede ser mucho más interesante.
El mundo cripto debe descentralizarse y estar al servicio de una economía para las personas, enfocarse mucho más en la línea de lo que yo describiría como una economía mixta o una economía en la que todo el mundo pueda tener una parte justa
Pero hoy el mundo cripto está lleno de lobos capitalistas que quieren acumular dinero y seguir concentrando riqueza basada en la explotación de territorios y pueblos. Es paradójico, entonces. Existe una crítica fuerte dentro de los movimientos sociales hacia las criptomonedas. ¿Cómo ves este dilema?
Los activos especulativos son una construcción capitalista. Por eso, replicar las estructuras de poder existentes y las jerarquías que han utilizado estos sistemas durante siglos —disfrazándolas ahora con matemáticas de lujo— solo profundiza el problema y, esencialmente, coloniza el espacio digital. Creo que el mundo cripto debe descentralizarse y estar al servicio de una economía para las personas, enfocarse mucho más en la línea de lo que yo describiría como una economía mixta o una economía en la que todo el mundo pueda tener una parte justa.
¿Cómo observas el uso que hacen de las tecnologías digitales los movimientos sociales de base?
He visto usar las redes de manera muy diferente, pero ha habido similitudes generales entre, por ejemplo, las protestas de Black Lives Matter, las de George Floyd y Breonna Taylor en 2020 en EE UU, o las protestas de 2019 en Hong Kong, la Primavera Árabe de 2011... Observo algunas cosas en común entre los movimientos de protesta y activistas: organización, descentralización y prioridad en la privacidad. Están centrados en el compromiso social y en involucrar a la gente canalizando su rabia. Este enfoque en la construcción de comunidades siempre ha sido el uso más eficaz de las redes. Y las herramientas de privacidad han sido una parte de todo esto: cómo evitar la censura y ser capaces de elevar las voces que, de otro modo, no se oirían en el espacio digital.
¿Qué es para ti la tecnopolítica?
La tecnopolítica es política, pero con teléfonos y ordenadores portátiles, y con internet. En realidad, es sólo política.
¿Es posible un colapso digital y volver a una era preinternet?
Creo que vamos a ver varias internet a lo largo del próximo siglo. Creo que las redes de información como internet son un fenómeno del que apenas hemos arañado la superficie. Y creo que esta internet que conocemos ahora es la primera de muchas. Vamos a tener más de una red de información. Ya estamos empezando a ver una fragmentación de enfoques y estilos diferentes. Pero creo que las herramientas de base irán asemejándose entre ellas con el tiempo. No me sorprendería que pasáramos por muchas repeticiones para resolver cosas. Yo nunca he visto internet como una entidad singular, sino más bien como un concepto o una idea que cambiará y se transformará con el tiempo. Hay otras realidades que van a emerger de las redes.
¿Internet Invisible es todavía la misma internet que conocemos hoy?
La internet invisible, tal y como está, tiene la misma infraestructura por debajo. El fenómeno de la Dark Web y los servicios ocultos de Tor (navegador anónimo y proveedor de VPN y otras herramientas de privacidad), fueron formas de describir con otras palabras las mismas capas de privacidad que tiene la internet existente.
En el WebSummit de Río de Janeiro hablaste mucho y sigues haciéndolo en conferencias internacionales, ¿puedes contarnos algo que no hayas dicho públicamente?
Me apasiona y me preocupo mucho por los usos de las herramientas digitales de privacidad. Me interesa mucho lo abstracto, pero también la práctica. Me dedico a analizar cómo se construyen estas herramientas y cómo funcionan. Porque hay una usuaria final, una destinataria, que para mí es lo principal. Yo también fui una vez una usuaria final. Por eso quiero ayudar a las personas a ser capaces de utilizar estas herramientas digitales, a estar más seguras y funcionar mejor en sociedad. Quiero que la gente se empodere desde ahí.
Eres creadora de mundos, ¿necesitamos algún hardware que no se haya desarrollado todavía?
No creo que necesitemos ningún hardware especial. Creo que tenemos que igualar las condiciones de vida, jugar con un tablero nivelado que facilite oportunidades para el cambio. Y asegurarnos de que la gente tiene este poder distribuido, y no concentrado.