Opinión
Decálogo para quien no participe en una huelga
La exitosa jornada del 8-M ha vuelto a poner en el foco el tema de la huelga. El éxito de movilización alcanzado no puede ocultar el hecho de que muchas de las personas que fueron a las manifestaciones no participaron en el paro. El siguiente decálogo está dedicado a estas, y en general a todas aquellas que, sintiendo empatía con la causas de una huelga, continúan trabajando.
Cuando se declara un paro laboral generalmente las exposiciones y los argumentos se dirigen a incrementar su apoyo activo; pocas veces veremos que el comité de huelga destine energías a hablar con quienes ya tienen firmemente decidido que no van a cesar en su actividad, o bien con que por más respeto que manifiesten hacia las reivindicaciones del sector huelguista, su debilidad, su indecisión o su notable hipocresía les conducirán a no sumarse.
Hasta cierto punto resulta lógico creer que cualquier esfuerzo en dicho sentido es malgastar los recursos, pero esta conclusión es un error. Al preparar una huelga ha de partirse de la presunción de que un porcentaje significativo no secundará el llamamiento –y que en muchas más ocasiones de las que nos gustaría admitir será mayoritario–, pero ese planteamiento no debe impedir la comunicación con el conjunto de la población, lo que viene a ser el propósito final de cualquier reivindicación.
En este sentido, a los esquiroles, los indecisos, los egoístas, los temerosos o los simples espectadores –como se ve, un abanico lo suficientemente amplio como para que, en un momento dado, cualquiera pueda en la nómina– cabe dirigirles un decálogo en previsión de que su no apoyo termine convirtiéndose en un auténtico obstáculo para la protesta, sin miedo por otro lado de caer en una llamada a la desmovilización. Sirvan como sugerencia abierta a matizaciones, aclaraciones e incorporaciones.
El invocar en toda huelga un principio moral universal, el de la justicia, convierte en imposible cualquier actitud de indiferencia. Pero media más de un matiz entre no participar en una huelga y mostrarse impasible con las denuncias de sus protagonistas. El decálogo puede resumirse en que cuando falla el aliento de la adhesión todavía queda abierta la puerta a la humanidad, una humanidad que se revela en gestos, a veces pequeños pero muy significativos.
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