Najat el Hachmi: “Apelar al miedo a fomentar el racismo para silenciar todas las discusiones en torno al Islam lo que hace es infantilizarnos”

Nacida en Marruecos y criada en Vic, la escritora Najat el Hachmi lleva muchos años reflexionando sobre identidad, feminismo,  migración e Islam, cuestiones que ha abordado en novelas, ensayos y artículos. En su último libro, Siempre han hablado por nosotras, denuncia el patriarcado en el Islam y rebate a quienes ven en el feminismo blanco una forma de colonialismo. 
Najat el Hachmi 1
David F. Sabadell La escritora catalana de origen marroquí, Najat el Hachmi.
6 oct 2019 06:31

Najat el Hachmi (Nador, 1979) llega a toda carrera al hotel del centro de Madrid donde nos hemos citado. Acaba de publicar Siempre han hablado por nosotras (Ediciones Destino, 2019) un libro en el que relata sus experiencias en el seno de una familia de tradición musulmana y expresa su cansancio respecto a las constricciones que sufren las mujeres musulmanas cuando denuncian las opresiones que las afectan. Entre la condena social de las propias sociedades musulmanas, al feminismo islámico que alerta contra el colonialismo que encerrarían algunos discursos, pasando por la izquierda que se incomoda cuando se cuestiona el Islam, para esta escritora no resulta fácil mantener un diálogo sereno sobre el lugar de la religión en las vida de las personas musulmanas o de origen musulmán.

El Hachmi ha venido a presentar su libro un par de días en Madrid, por lo que su agenda está repleta de entrevistas. Por eso llega un poco tarde a la nuestra y por eso me comprometo a que nuestra charla sea breve para que no llegue tarde también a la siguiente. Objetivo que no conseguimos. Para debatir sobre Islam y feminismo, racismo y extrema derecha, identidad y colonialismo hace falta tiempo. Tiempo y, en opinión de El Hachmi, más voces que provengan de una amplia población de origen musulmán que, lamenta la escritora, a pesar de ser numerosa es poco visible.

Existe una cierta excitación mediática en torno al debate sobre feminismo e Islam. Fuera de lo que reflejan los medios de comunicación que tienden bastante a la simplificación o polarización, ¿se dan estos debates entre las personas musulmanas o de origen musulmán que aquí viven?
Claro, es un debate que nos afecta a las mujeres de esta procedencia. También creo que es bueno que sea un debate público, no podemos hablar de nuestras cosas aparte pues no hay un espacio público diferenciado y yo creo que no lo tiene que haber: esto forma parte también de la sociedad española y es un debate que concierne a la sociedad entera no solo a nosotras.

Hay mucha discusión apasionada entre personas musulmanas, pero eso nos hace personas, en el sentido de que no somos distintos de otros colectivos o de otros ciudadanos, pensamos individualmente.

Por supuesto que hay mucha discusión apasionada entre personas musulmanas, pero eso nos hace personas, en el sentido de que no somos distintos de otros colectivos o de otros ciudadanos, pensamos individualmente. Creo que tenemos que romper con la idea de comunidad musulmana. Esa tendencia comunitarista de englobarnos a todos —por el mero hecho de haber nacido (o tener padres nacidos) en Marruecos— en lo mismo me parece algo tremendamente racista, de hecho.

¿Por qué te parece tan problemática esta idea de comunidad?
Yo he tenido que batallar mucho durante toda la vida para romper con esa idea de comunidad que además al principio era más una necesidad de los políticos que de los propios implicados. Al empezar a llegar familias marroquíes fueron los políticos los que empezaron a necesitar interlocutores dentro de esta población. Desde dentro la gente no tenía la necesidad de dirigirse a los políticos en tanto comunidad musulmana solamente. La única forma en que la gente se ha organizado, se ha articulado colectivamente es por cuestiones muy concretas, por ejemplo los horarios de apertura de oratorio. Pero eso parte de asociaciones que a veces son muy locales y que tienen que ver con relaciones que no se articulan solo sobre el hecho de ser musulmán, sino que tienen que ver con el origen, con la lengua hablada.

Por ejemplo: Yo soy de Vic. La ciudad donde crecí es Vic, y ahí hay dos oratorios distintos. Son dos asociaciones que tienen dos formas distintas de entender la religión y también dos lenguas distintas. Esa homogeneización de los musulmanes como una sola comunidad es algo que han provocado los propios políticos mucho antes de que las personas musulmanas empezarán también a pedirlo. ¿Qué es lo que nos están diciendo con esta tendencia comunitarizadora?, pues que en nosotros no prevalece el ser ciudadano, el ser individuos, sino que ante todo nos debemos a esa condición de ser “el otro”, de estar recordando siempre de dónde venimos. Así se exacerba la diferencia, y se pone mucho énfasis en los elementos que son distintos y no en los comunes.

Eso se hacía desde hace mucho tiempo, se empezaba a buscar líderes comunitarios, a preguntarnos por religión cuando todavía no era un tema que nos preocupara a los jóvenes. A día de hoy es imposible salir a los medios a hablar de otra cosa. Eso es una falta de normalidad impresionante, como persona tienes derecho a salir a expresarte sobre cualquier otro tema, no solo sobre la religión de tus padres.

Toda esta reciente ola de internacionalismo feminista tuvo mucho que ver con las movilizaciones en Argentina o en Polonia por el derecho al aborto. En estas semanas, en Marruecos ha habido una serie de protestas por el encarcelamiento de la periodista Hajar Raissouni acusada de abortar [finalmente ha sido condenada a un año]. También han habido importantes movimientos contra el acoso callejero que sin embargo no parecen despertar los mismos ecos solidarios.
Yo creo que las opresiones comunes las conocemos y las mujeres somos muy conscientes de ellas, pero hay movimientos —los podemos identificar de una forma muy clara— que lo que hacen es interferir en la unidad del feminismo. Cuando en 2000 la Plataforma de Beijing puso en marcha algunos acuerdos para que los países legislaran para mejorar las condiciones de la mujer, en Marruecos se quiso implantar ese plan con una serie de medidas que tenía que ver con la alfabetización, con la igualdad en muchos ámbitos, con la lucha contra la violencia, etc.

Hay una pugna muy importante entre las feministas laicas en los países árabo-musulmanes —que siempre han existido y han hecho una labor tremenda— y los partidos islamistas que siempre vienen a frenar esos cambios

Quienes salieron a la calle a manifestarse en contra de eso fueron las organizaciones islamistas y salieron con mucha contundencia. Las ideas que se defendían en esas manifestaciones es que no se pueden cambiar ciertas cosas que perjudican a la mujer porque eso va a ir en contra de nuestra identidad colectiva nacional o de nuestra religión. Ese es un chantaje que se nos hace cada vez que pedimos algo, hay una pugna muy importante entre las feministas laicas en los países árabo-musulmanes —que están muy invisibilizadas ahora mismo pero que siempre han existido y han hecho una labor tremenda— y los partidos islamistas que siempre vienen a frenar esos cambios que se piden desde ciertos sectores de la sociedad.

Cualquier cambio de la situación de las mujeres en Marruecos es tachado de injerencia exterior, de colonialismo occidental, entonces eso está sirviendo para perpetuar esas situaciones. Hay una pugna importante ahí, no es que nosotras no estemos concienciadas, lo que hay son muchas corrientes reaccionarias, eso es un fenómeno global, el movimiento reaccionario contra todo lo que sea el feminismo está en Argentina, está por supuesto en Brasil, está en Marruecos y está en todas partes.

Por otro lado, nadie les pide desde la izquierda a las feministas europeas que no se metan con el cristianismo porque forma parte de su identidad.
Es esencialismo, es encerrarnos en una esencia inamovible de la cual nosotras no podemos hacer cambios, y son cambios que se están pidiendo justamente en los países musulmanes. A mí lo que me llama mucho la atención cuando estos discursos los hacemos desde aquí es que solo recogemos de países como Marruecos lo que se dice desde un ámbito religioso, del Islam político, del fundamentalismo islamista, pero en los últimos tiempos se ha invisibilizado mucho una lucha que a las corrientes más progresistas en Marruecos les ha costado persecuciones, cárcel, torturas, una represión tremenda a las feministas también. Era una lucha que era también por la laicidad, porque lo que quería era separar el poder político del poder religioso, y al mismo tiempo era una lucha anticolonial.

Ahora parece que queremos disociar la lucha anticolonial de la lucha por los derechos fundamentales y por la libertad. Y han ido de la mano, pero la represión ha sido tan tremenda que incluso ha borrado esa memoria

Ahora parece que queremos disociar la lucha anticolonial de la lucha por los derechos fundamentales y por la libertad. Y han ido de la mano, pero la represión ha sido tan tremenda que incluso ha borrado esa memoria, eso es lo que a mí me sulfura. Me gustaría que sobre todo las personas más jóvenes se interesaran por esa historia, que la rescataran porque está ahí, si te interesa la vas a encontrar. Hubo una lucha en los dos frentes contra la colonización y al mismo tiempo contra los regímenes autoritarios, entonces ese olvido nos está perjudicando también porque nos estamos identificando como musulmanes con cosas que no tienen nada que ver con nuestro origen, con corrientes que nos vienen de mucho más lejos, que nos vienen de Arabia Saudí, que nos vienen de formas de entender el Islam que no tienen nada que ver con el Islam que se practica en Marruecos.

¿Y esa no es una forma de colonialismo?
Yo lo siento así. Siento que desde las grandes potencias, con el poder de los petrodólares, nos están colonizando. Están penetrando en Marruecos con muchísima fuerza, están fundando centros académicos de todo tipo, están en contra de las formas tradicionales marroquíes de practicar el Islam. A mis abuelas, que eran unas musulmanas de toda la vida y que nunca se habían planteado ni siquiera poder ser otra cosa, de repente se les dice que su Islam no es el correcto y que tienen que cambiarlo y adecuarlo.

No somos conscientes de esa colonización. No tenemos los instrumentos para verlo. Sobre todo cuando estamos en una situación de mucha fragilidad, como es la migración. Cuando tienes esa crisis de identidad pues te aferras a lo más evidente de tu origen. Porque realmente la herencia que recibimos de nuestros padres es muy pequeña, si en tu entorno inmediato no tienes la posibilidad de acceder a conocimientos sobre lo que es tu origen, te quedas con una idea muy empobrecida. Lo religioso es muy evidente, muy fácil, así que te quedas con eso. Yo no estoy diciendo que tengas que renunciar a lo religioso, de hecho sobre esto ya he escrito mucho, pero hay una complejidad y una riqueza que las estamos dejando atrás, que las estamos perdiendo, no las estamos reivindicando. Y eso a mí me parece peligroso.

¿Y pensar que el laicismo o la lucha por la igualdad son patrimonio único de Occidente, no es también una forma de esencialismo?
Es verdad que en Europa se hizo una separación de lo religioso y lo político que ha cambiado totalmente la sociedad. De hecho, cuando nos damos cuenta de que hay injerencias de lo religioso en lo político es cuando salimos a la calle a protestar porque no queremos volver a eso. Eso es así pero no quiere decir que vaya a ser siempre así, porque una de las cosas que a mí me parece que estamos dejando desatendidas es una educación que insista más en esa idea de construir ciudadanía.

Pero sí, no es patrimonio único de Europa el laicismo. En realidad es muy perverso todo, pues quienes lideraron la lucha por una sociedad distinta, más igualitaria, más laica fueron terriblemente reprimidos por los distintos regímenes y luego desde aquí, no solo se niega absolutamente esa lucha sino que se hace responsables y culpables a los ciudadanos de estos países de las consecuencias que sufren por parte de estos regímenes. Son víctimas de esos regímenes pero desde aquí los vemos como culpables. Esa idea de: “no, es que los musulmanes son así”. Me acuerdo con las primaveras árabes que había opiniones de ese tipo: “no, pero estos países no van a cambiar nunca”. También podemos analizar cuál es ese entramado tan bien construido con la complicidad de las potencias occidentales para que esos regímenes no cambien nunca.

Najat el Hachmi 3
El Hachmi en un momento durante la entrevista David F. Sabadell

¿No crees que el movimiento antirracista y el análisis decolonial están sirviendo para profundizar en ese debate? ¿Ayudan a entender de qué manera el colonialismo o la supremacía blanca han perpetrado y perpetuado estructuras de desigualdad?
A mí me parece interesante hacer una revisión desde la decolonialidad y señalar las formas del neocolonialismo. Pero creo que el peligro es caer en identidades atrincheradas. Si después de que el antirracismo haya luchado durante tanto tiempo por romper esa idea de que hay razas distintas, diferencias insalvables que forman parte de la construcción racista clásica, ahora defendemos esas identidades para esa lucha y nos encerramos otra vez en ese esencialismo aunque sea por voluntad propia, veo un peligro ahí.

Más en concreto en el caso de la lucha feminista creo que se están haciendo unas acusaciones un poco injustas hacia las llamadas mujeres blancas occidentales. Yo durante años la verdad es que nunca escuché hablar de la mujer blanca occidental y no tenía esa conciencia de que estuviéramos en caminos distintos. Cada realidad es diferente y cada feminismo se concreta de maneras distintas en cada lugar porque las luchas son muy distintas, pero tampoco me parece correcto que asimilemos la imagen de la mujer blanca occidental a la mujer blanca occidental privilegiada. Es lo que cuento en el libro: las mujeres con las que yo trabajé en la fábrica que también eran blancas y occidentales, ¿dónde quedan? ¿la cuestión de clase dónde queda?

No vayamos a construir ahora un estereotipo en el que solo reconocemos esa condición de privilegiada. Yo antes de ser escritora trabajé en trabajos muy distintos, fui kelly, estuve en una fábrica, en muchos lugares y compartí espacio con mujeres de muchas procedencias, también catalanas y españolas, y me di cuenta de que en esa clase social no nos diferenciábamos tanto. Entonces no rompamos esos lazos de solidaridad tan importantes.

¿No crees que en las últimas décadas la clase está cada vez más racializada? ¿No puede ser que el apogeo de discursos que se centran más en la raza puede tener que ver con nuevas generaciones que ven cómo la clase más precarizada está cada vez más compuesta de personas inmigrantes o de origen extranjero?

Yo no cuestiono el antirracismo, yo soy antirracista, solo señalo algunos peligros que yo veo. Evidentemente hay mucha más gente de origen migrante que está ocupando puestos de trabajo proletarios. Pero yo creo que lo que no hay que romper es esa conciencia de clase, que ya se olvidó, yo creo que no hay ahora mismo. Sustituirla por la cuestión racial, creo que no es ese el foco central. Hay que aunar esfuerzos, no hay que dividirnos. Es que eso se ha practicado continuamente.

Yo vengo de un lugar como Catalunya donde antes de la migración de origen marroquí, o la migración internacional que hubo, sobre todo desde finales de los 90 y hasta la crisis, en la época de los 60, llegaron muchísimas familias de afuera. Son personas a las que quizás no se les llama inmigrantes porque procedían de otras zonas de España, pero que vivieron unas situaciones tremendas de exclusión, de pobreza, de marginalidad. Y yo tengo que reconocer esa realidad como algo muy cercano a mi realidad, no como algo ajeno a mí por el simple hecho de que esas personas no eran de otra “raza”.

¿Los antiguos charnegos serían a día de hoy racializados? Pregunto. Hay un libro espléndido que en Catalunya siempre se lee por el lado identitario pero que explica muy bien las condiciones sociales en las que vivió esa población que es Los otros catalanes de Paco Candel. El libro explica las barracas, esa no pertenencia, eso de que a los niños se les pregunte: “¿quién de vosotros es catalán?” y no se les identifique como catalanes porque sus padres nacieron fuera.

Marroquíes y charnegos hemos crecido en los mismos barrios, hemos ido a los mismos colegios, hemos sufrido la misma segregación y la misma exclusión. Pero en algún momento nos empezaron a enfrentar entre nosotros

Hay toda una serie de cuestiones que las hemos vivido exactamente igual muchos años después los que vinimos de Marruecos y lo que he visto es que hemos crecido en los mismos barrios, hemos ido a los mismos colegios hemos sufrido la misma segregación y la misma exclusión, pero en algún momento nos empezaron a enfrentar entre nosotros. A quienes habían llegado antes se les decía: “tu problema no es que estés en una clase social en la que te están perjudicando como trabajador, tu problema es el inmigrante que acaba de llegar”, cuando en realidad estábamos viviendo lo mismo. Yo soy muy partidaria de establecer más alianzas, me siento muy identificada con lo que me cuentan señoras mayores de mi barrio, lectoras de mis novelas que me dicen: “es que yo he pasado por lo mismo”.

Sé que estos discursos en torno a la identidad pueden interesar más a esas generaciones más jóvenes que no saben a lo que aferrarse, pero para mí lo necesario es más ciudadanía y no es exacerbar la diferencia racial, cultural, religiosa. Pero igual no veo eso tan peligroso. Lo que me parece peligroso es cuando esto se utiliza desde algunas corrientes en clave islámica, la decolonialidad islamista —porque no es islámica, es islamista— pues en el momento en el que tú dices: es que el islam es algo fundamental en mí y esencial y no lo puedo cambiar y no lo quiero cambiar y estoy haciendo una resistencia identitaria en contra de la dominación, ahí nos estás encerrando en esa esencia religiosa. Si nos encerramos ahí va a ser muy difícil salir. Y sobre todo las mujeres, porque básicamente allí a quien más se encierra es a las mujeres. Es a nosotras a quienes se nos pide que renunciemos a ciertas demandas de igualdad por lealtad a ese origen, por resistencia identitaria, por decolonialidad. Yo no voy a renunciar ni a la igualdad ni a pedir un trato más digno como mujer por sostener esa resistencia.

¿Qué es el concepto de Islamofobia para ti?
Siempre había sufrido racismo y de repente se cambió el concepto, también hay que analizar de dónde viene ese cambio porque no creo que sea casual, tendrá algún origen. Yo he sufrido racismo toda la vida y lo sigo sufriendo. Yo creo que en España, más que islamofobia hay morofobia, porque hay una construcción específica española de rechazo al moro. Antes de saber si el moro es musulmán o no musulmán hay un rechazo frontal que además tiene un origen histórico muy concreto.

Aquí nadie se acuerda de que hubo un protectorado en el norte de Marruecos por parte de España y de que hubo un proceso colonizador tremendo, muy traumático, que todavía sigue determinando las vidas de las personas de esta zona. Allí se hizo toda una construcción de lo que era el moro. Hay un libro magnífico de Eloy Corrales [La imagen del marroquí en España, Edicions Bellaterra, 2002] que analiza las imágenes que se difundieron de lo que era el moro durante el proceso colonizador. Es lo que ha ocurrido siempre, esa construcción estereotipada y denigrante del otro para poderlo colonizar. La persona que te discrimina no sabe si eres musulmán.

¿Pero no aprecias en la esfera pública este tipo de discursos que apuntan en concreto a las personas musulmanas?
Sí, claro. Pero es racismo puro y duro. Un racismo muy claro dirigido a las personas de origen musulmán o que parecen de origen musulmán, eso es una realidad innegable y que la sufrimos en el día a día. Yo he escrito mucho sobre ese racismo. El primer artículo de opinión que escribí fue cuando nació una formación en Vic de extrema derecha, racista, solo centrada en el rechazo al moro. Se trata de Plataforma Per Catalunya, con Anglada. A mí me chocó mucho en aquel momento descubrir que la ciudad en la que estaba viviendo de repente había vecinos míos con los que había convivido toda la vida que habían votado a esa formación. Anglada era un personaje que —aún no había pasado lo de las torres gemelas— utilizaba la guerra civil que estaba habiendo en Argelia, utilizaba Afganistán para justificar sus postulados racistas. Eso existe, pero yo no me voy a atrincherar en defender el Islam porque a ellos no les guste el Islam.

Parece que hay un gran desconocimiento de la heterogeneidad de los países de mayoría musulmana y de las persona que de ellos provienen.
Sí, yo me doy cuenta de que a nivel público es muy difícil profundizar en un debate un poco mas matizado y más rico. Porque siempre es como un debate muy simplón, estás en contra o a favor. Bueno o malo. Y de eso también se aprovechan tanto unos como otros. Se aprovechan los que quieren simplemente borrar cualquier presencia musulmana en Europa por su racismo puro y duro como también esas corrientes que a mí me parecen igual de peligrosas que son las del fundamentalismo islamista, que también son corrientes de extrema derecha, que eso no somos conscientes aquí: eso es extrema derecha que nos está entrando sin ningún tipo de resistencia.

A nivel público es muy difícil profundizar en un debate un poco mas matizado y más rico. Porque siempre es como un debate muy simplón, estás en contra o a favor. Bueno o malo

Qué es lo que estamos haciendo con eso. Porque ese es un problema, no ayuda a solucionar nada y nos confronta cada vez más. Nos aísla y nos lleva a atrincherarnos en esa defensa de una religión que nada tiene que ver con nuestra práctica normal. Pero como en el debate público no hay una discusión un poco más a fondo, acaba siendo algo que solamente nos preocupa a las que estamos metidas en el tema porque nos atañe directamente y eso creo que debería cambiar. Deberíamos tener unos debates que no estén centrados en si estás en favor o en contra de no sé qué sino en analizar qué es lo que estamos viviendo, por qué lo estamos viviendo. No tenemos instrumentos, no tenemos ese debate colectivo, estamos muy aisladas las unas de las otras y cuesta muchísimo ubicar espacios de encuentro.

Pero ahí hay algo complejo, en el sentido de que ese discurso sobre el peligro del fundamentalismo lo capitaliza la extrema derecha europea, amalgamando además a todas las personas de origen musulmán en un mismo lote peligroso. 
Sabemos de dónde vienen los discursos, ¿no? No es lo mismo que cierto discurso lo haga la extrema derecha que lo haga una persona que es conocedora de esta realidad. No metamos a todo el mundo en el mismo saco, porque yo lo que veo es que se mete a todo el mundo en el mismo saco.

Te dicen: “Lo que estás diciendo se parece a lo que dice la extrema derecha”. No. Yo lo estoy diciendo desde un lugar que no tiene nada que ver con la extrema derecha, entre otras cosas porque sufro a la extrema derecha. Yo creo que eso es madurar como ciudadanos, porque el apelar al miedo a fomentar el racismo para silenciar todas estas discusiones lo que hace es infantilizarnos. Yo quiero ejercer mi ciudadanía sin tener que estar pendiente de cómo utilice la extrema derecha mi discurso. Porque lo va a utilizar de todas formas, lo lleva haciendo siempre.

A mí no me va a condicionar lo que haga la extrema derecha. No voy a dejar de trabajar en aquellos asuntos que me parecen muy conflictivos y muy problemáticos y que me preocupan desde la condición de hija de familia musulmana porque la extrema derecha vaya a estar de acuerdo conmigo. El debate lo vamos a tener personas civilizadas, normales, que somos conscientes del mundo en el que vivimos y que dejamos a la extrema derecha fuera. Vamos a dejarla afuera y a discutir con serenidad sin salir a acusar a todo el mundo de racista y de islamófobo.

No todo es islamofobia. Hay un observatorio de islamofobia en Barcelona y yo me pregunto quién decide qué es la islamofobia, ¿es la sensibilidad del creyente la que define la islamofobia?. Porque entonces si escribo una columna en la que yo pueda criticar el pañuelo porque me parece algo patriarcal, a alguien creyente le puede parecer muy islamófobo.

No podemos hacer esos discursos tan burdos, tan simplificados. No es lo mismo que te critique alguien de la extrema derecha y que te critique alguien que pertenece a esa realidad porque sino la consecuencia de todo esto es que al final somos las mujeres que pertenecemos a familias musulmanas pero que reivindicamos el feminismo laico quienes acabamos silenciadas siempre, nos dicen siempre que nos callemos. Sea en nombre de la prevención de la Islamofobia, en nombre de la inclusión, para no ofender o perjudicar a los musulmanes. No estamos persiguiendo ni estamos juzgando a personas, estamos analizando las estructuras en las que hemos vivido y que hemos sufrido, que eso también se olvida.

Tú puedes ser una mujer musulmana que no ha vivido ciertas situaciones y que libremente ha escogido todo pero, por favor, no me niegues la realidad que yo he vivido.

Me resulta muy doloroso que a veces se olvide que de lo que estamos hablando es de algo que hemos sufrido en nuestra propia piel y que nos ha costado mucho dolor. No se puede negar la realidad. Tú puedes ser una mujer musulmana que no ha vivido ciertas situaciones y que libremente ha escogido todo pero por favor, no me niegues la realidad que yo he vivido. No me niegas la violencia, no me niegues la discriminación, no me niegues cosas muy básicas.

En ese sentido yo me siento un poco defraudada porque durante mucho tiempo pensaba que estábamos en la misma lucha y me doy cuenta de que no porque algunas de las reivindicaciones que hacemos nosotras, para mujeres que no sienten la necesidad de hacerlas, son consideradas secundarias, incluso una frivolidad. ¿Por qué no hablamos de sexualidad cuando entra en juego todo el tiempo en toda la cuestión relacionada con el Islam, la identidad, el feminismo?. El feminismo islámico por ejemplo, qué es lo que dice sobre la sexualidad de la mujer, qué es lo que dice sobre la opresión de la sexualidad de la mujer, la persecución de sus cuerpos.

Yo he leído a feministas islámicas y no he encontrado ninguna respuesta a eso. Y ese es un malestar muy importante, no es ninguna frivolidad, la libertad sexual es algo fundamental en la lucha feminista, no podemos decir que es secundario y que es incluso algo propio de Occidente que es lo que dicen los islamistas en Marruecos cada vez que se cuestionan algunas leyes.

Te reconozco que algunos de los pasajes de tu libro, así como los titulares que he leído de algunas de tus entrevistas, me generan incomodidad, desasosiego. Titulares como por ejemplo “El Islam es una desgracia para las mujeres”. Intento pensar cómo sonaría “El cristianismo es una desgracia para las mujeres”, y si bien puede sonar fuerte no me genera tanta desazón. Hay una incomodidad en la izquierda con la crítica contra el Islam que es difícil de obviar.

Decía Mona al Hathawayi: “quieren proteger al Islam de mí”, quieren proteger al Islam de mí misma que soy musulmana. Creo que hay que normalizar eso, es una actitud muy paternalista. Es una actitud de no vayamos a perjudicarles. No, normalicen el debate, tengamos un debate sereno, profundo, visibilicemos opciones distintas para que dejemos de ser esa comunidad musulmana y nos convirtamos en personas con ese origen, y veamos la diversidad de opiniones. Yo creo que hay que romper con cualquier tipo de esencialismo. Y ese paternalismo también es una forma de racismo, que nos impide el avance, sentirnos personas con voz propia que estamos pensando. No piensen por nosotras. No hablen por nosotras pero no piensen por nosotras tampoco.

Parece que los debates que durante décadas se han dado en los países de mayoría musulmana, al llegar al exterior, a través de la diáspora, se han “contaminado” de otras controversias propias de cada lugar.
Sí, hay mucha confusión, hasta que identificas cuáles son los discursos y de dónde vienen se tarda un poco, a la vez también hay más información de la que yo tenía a los 17 o 18 años, cuando estaba intentando entender mi origen. Esa información hay que gestionarla a través de la educación y a nivel educativo todas estas cuestiones no aparecen. Nadie nos está hablando de la complejidad de la identidad, de la historia de otros países que no sean España, (hasta para hablar de la historia de España hay límites). De lo único de lo que se habla en referencia a nuestra cultura es de la religión. Ese es el problema: la literatura, la lengua, la música, la gastronomía, las costumbres, hay muchísimo por aprender, muchísimo por conocer, muchísimo por rescatar. Y si quieres, la religión también, pero contextualizada porque el problema es que cuando la religión la sacas de contexto y solamente te quedas con ciertos elementos estás teniendo una visión mucho más empobrecida de lo que es la realidad.

¿Qué pasa con esa gente que se declara atea y musulmana al mismo tiempo en tanto que pertenece a un mundo cultural —como es aquí ser ateo y celebrar la Navidad? ¿Mirar a estas personas no puede dejar más clara la diferencia entre cultura y religión, la diversidad en las formas de vivir el Islam?
Sí, pero públicamente no se le da visibilidad a esa opción, porque lo religioso es mucho más atractivo. Hay que salir a visibilizarlo, a defender esa cultura musulmana siendo laica y feminista sin apellidos y atea o no atea. Osea, también hay formas muy distintas de relacionarse con lo religioso, no es un constructo tan cerrado en sí mismo. Creo que hay que salir, que tiene que haber muchas más voces, no es normal que no haya más voces con la cantidad de gente de origen musulmán que hay en España.

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