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Coronavirus
Debajo de casa, la vuelta del pequeño comercio
El comercio de barrio ha florecido en esta pandemia frente a las grandes superficies. Sin embargo, su clientela más fiel, las personas mayores, se han convertido en invisibles. Muchos ancianos no se atreven a salir a la calle, pero los comerciantes no dudan en llevarles la compra a la puerta de casa
La pandemia está cambiando el modo de compra de millones de personas y, por primera vez en dos décadas, el cambio, aunque sea temporal, es positivo para el pequeño comercio. Las tiendas de barrio han vuelto a cobrar importancia y muchas personas confinadas, que ya no pueden desplazarse a las grandes superficies, visitan ahora la frutería, carnicería y pescadería de debajo de casa, que han visto cómo aumenta su facturación.
Es el caso de Eliane de Souza, que regenta el puesto Frutas y Verduras Eli en el mercado de Pamplona y la tienda de ultramarinos Comestibles Ibañez, que abrió sus puertas en 1962 y ha resistido los embates de la llegada de Eroski, Mercadona y el resto de supermercados. En la misma ciudad, Armando Martínez, dueño de la Carnicería Deierri, ganadora dos años consecutivos del primer y segundo premio a la mejor txistorra, lo explica con datos: “Si antes pasaban a la semana cien clientes que gastaban de media 18 euros, ahora pasan 100 clientes que gastan 40 euros cada uno. Compran para dos o tres días. Y ahora en casa come más gente, desde los niños que antes se quedaban en el comedor escolar, hasta los trabajadores de la fábrica Volkswagen, que en su cantina ofrecían un menú por cuatro euros”.
Hay un cliente de estas tiendas de barrio que se ha vuelto invisible con la pandemia, y al que estos dos comerciantes no dudan en cuidar: las personas mayores, que ahora no se atreven a salir de casa para ir a comprar
Pedidos a domicilio para personas mayores
Pero hay un cliente de estas tiendas de barrio que se ha vuelto invisible con la pandemia, y al que estos dos comerciantes no dudan en cuidar: “Las personas mayores están muy asustadas y muchas no quieren salir de casa, así que nos llaman por teléfono, les preparamos el pedido y se lo subimos a casa”, indica De Souza.
Era un servicio que estos comerciantes ya ofrecían gratuitamente antes de la pandemia a sus clientes y que utilizaban, sobre todo, en caso de enfermedad, desde neumonías hasta cáncer. “Aunque sean mayores, les encanta salir a dar un paseo diario, hacer una pequeña compra en las tiendas de confianza y comprar productos locales. Pero ahora tienen miedo y prefieren llamarnos y que les subamos la compra, y nosotros lo hacemos encantados ”. Si antes de la pandemia realizaban cuatro o cinco entregas cada semana, “ahora hay diez veces más”, explica De Souza.
En su puesto del mercado, donde trabaja junto con tres compañeros, ahora les solicitan entre ocho y diez pedidos a domicilio cada día y todos los puestos han acordado ofrecer el servicio de reparto que, de momento, gestiona Daniela, la floristera, que al no vender alimentos ha tenido que cerrar su puesto de flores y plantas.
Para evitar el contacto y las colas en las tiendas, muchos clientes también han optado por pasarles la lista de la compra “por mensaje de whatsapp, se la preparamos y vienen para pagar y llevársela, así no tienen que realizar los veinte minutos de cola, que es engorrosa, al tener que respetar la distancia social”, coinciden ambos.
Abastecimiento
Sobre el abastecimiento de sus tiendas, Eliane de Souza reconoce que los primeros días fueron “complicados” en el mercado. “La gente compraba para almacenar, ¿pero quién almacena una lechuga? Hubo un exceso de ventas que complicó las reposiciones, ya que una lechuga tiene que crecer” .
Por su parte, Armando Martínez indica que la mayoría de los productos que vende son de su propia ganadería y, el resto, de tres proveedores habituales. “Nosotros no vamos a Mercairuña. Seguimos la misma línea y vamos bien. El único cambio que he visto es que ahora nos compran más pollo, lo cual es normal en épocas de crisis, porque es más barato que el filete y el cordero”, remarca.
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Oso ona Dabid! Aurrera denda txikiak! Sin tiendicas pequeñas la ciudad muere.
Donde se ponga la comodidad de comprar en un súper, que se quite el pequeño comercio que es bastante más caro, rancio y sucio, además no me gusta que el tendero me pregunte por el bypass de mi suegra.