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Consumo
Día sin compras, día sin consumir violencias machistas
Llega el día Sin compras y el Día contra las violencias machistas, ¿qué tienen en común ambas convocatorias? SETEM Hego Haizea lleva años estudiando el consumo de violencia desde la perspectiva de los feminismos y el consumo responsable. Nos lo cuenta en este texto imprescindible para no perder la cabeza ni salirnos del tiesto esta semana...
Con el ‘Black Friday’ llega un nuevo momento, otro más, en que recibiremos un incesante bombardeo para que consumamos. Lo que sea y como sea. Pero que consumamos, porque de no aprovechar semejantes descuentos, estaríamos desperdiciando una oportunidad única de conseguir los productos que nos permitirán alcanzar todos nuestros sueños. ¿Cómo íbamos a dejar pasar la ocasión?
Así que, pocos días antes de que nos vuelvan a bombardear para las compras navideñas, nos ponen en bandeja comprar cualquier cosa. Basta con dar a “aceptar” para añadir productos al carrito de la compra para hacernos con el último gadget, ropa, muebles… lo que sea, sin siquiera margen para que nos hagamos preguntas básicas antes de una compra, tales como “¿me hace falta?”, “¿puedo conseguirlo de segunda mano?” o “¿comprando esto estoy alimentando las desigualdades de nuestro sistema capitalista?”. Lo importante es que ni nos lo pensemos. Compra rápida, sencilla y barata.
Esta fecha trampa representa valores radicalmente opuestos a los de la Economía Social y Solidaria. Se actúa como si nuestro planeta fuera una inagotable máquina expendedora de recursos, como si nos diera igual el lucro de unos pocos frente a la precariedad de una gran mayoría, como si no se pudiera hacer nada para reducir las desigualdades… Es por eso que numerosos colectivos sociales rebautizan este día como el ‘Día sin compras’, en el que llaman a la huelga de consumo.
Y hablando de desigualdades… Dos días antes del ‘Black Friday’, el 25 de noviembre, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Que el ‘Black Friday’ tenga lugar dos días después no es la única manera en que se relacionan el consumo irracional capitalista y las violencias machistas.
¿Consumimos violencia?
“¿Consumimos violencia?”, es la pregunta que desde 2016 lleva planteando SETEM Hego Haizea. Esta ONGD propone comprobar de qué manera se interrelacionan las violencias machistas con los consumos. Y es que, según sus dos estudios publicados al respecto, en este sistema capitalista heteropatriarcal, estas violencias se han naturalizado de tal manera que se han vuelto invisibles para la mayor parte de nuestra sociedad. Más allá incluso, pues están interiorizadas y asumidas como normales por nuestra sociedad.
SETEM comenzó esta reflexión con la publicación de la investigación ‘¿Consumimos violencia?’ realizada de forma colectiva junto a organizaciones feministas y organizaciones que trabajan el consumo consciente, responsable y transformador. Este estudio surgía para identificar las violencias machistas que genera el modelo de consumo capitalista y, por otro lado, para conseguir crear nuevas iniciativas de consumo responsable libres de violencias. Más adelante, este estudio se transformó en el documental Fabricando Mujeres, que recientemente ha sido liberado y se puede ver online.
El estudio indica que el sistema capitalista y heteropatriarcal justifica las violencias machistas, dado que los valores y los estereotipos de género que propaga a través de la venta de sus productos son reconocidos como “campañas de marketing” y no como violencia.
Este sistema crea necesidades de consumo diferenciadas para mujeres y hombres, que se apoyan en los estereotipos de género y en la división sexual del trabajo. Desde esta perspectiva, la violencia se considera un reflejo de la sociedad y no una problemática que desde el consumo se reproduce y alimenta.
Ámbitos analizados
Además, en esta investigación y su ampliación, publicada en 2020, se analizaba las violencias machistas presentes en diferentes ámbitos del consumo: el doméstico, la estética, la movilidad, las series de ficción, la telefonía móvil y la energía. Se tienen en cuenta los 3 niveles de violencia: directa, simbólica y estructural.
Al analizar el consumo doméstico los resultados muestran que la decisión de la compra sigue siendo responsabilidad de las mujeres, perpetuándose los roles de género y la división sexual del trabajo. El que las mujeres crean poder con todo no es casual. Además existe la presión social de ser “buenas” (buena madre, buena hija, buena ama de casa, buena trabajadora, buena esposa…) y asumir el rol de superwoman.
Y qué decir de la relación simbólica entre la alimentación y la estética que afecta a las mujeres, basado en un cuerpo 10 (¿qué es eso de 10?) y que se aprovecha para vender productos ligth o similares de dudosa calidad alimentaria. El que la mayoría de los productos adelgazantes estén dirigidos a las mujeres, no es casual, es premeditado y es violencia.
Relacionado con esto podemos seguir con ese canon único de belleza impuesto, inalcanzable, para poder vender toda una retahíla de productos y servicios cosméticos. ¿El objetivo? Gustar a los hombres heterosexuales, manteniendo vivo el sistema de dominación machista. Y a menudo consiguen su objetivo, ya que muchas mujeres deciden cambiar su cuerpo consumiendo cremas, cirugías, tintes, dietas… La mayoría de las mujeres hagan un uso medio o alto de productos de belleza, pero en el caso de los hombres este uso es casi inexistente.
La falta de aceptación de su cuerpo por parte de las mujeres y aquello que se hace para alcanzar un modelo ideal, no es inofensivos: trastornos de alimentación, baja autoestima, daños físicos por el uso de tacones, cremas blanqueantes o dietas lesivas…
En cuanto a la movilidad, hablamos de que se mantiene una división sexual en el transporte. Las mujeres se desplazan caminando o en transporte público mucho más que los hombres. Esto repercuto en los tiempos, uniéndolo además a las tareas tradicionales impuestas del cuidado de la descendencia o/y la casa.
Hablamos además de violencias machistas en la movilidad cuando se multiplica la sensación de vulnerabilidad o miedo por agresiones en la calle. Las violencias se detectan en acciones como tener que cambiar de hábitos de movilidad por miedo a ser atacadas en la calle, sentir inseguridad al caminar solas de noche por la calle y tener miedo real… o seguir viviendo abusos en los transportes públicos y la pérdida de espacios públicos de ocio (plazas, mercados) que se mercantilizan o se dirigen hacia el consumo privado.
En su ampliación ‘¿Consumimos violencia?’ quiso integrar de forma más presente otras miradas, hacia la interseccionalidad. Se ve con claridad en los tipos de violencia recogidos en el ambito de las series de ficción, en las que se habla de relato único que refuerza las desigualdades de género e invisibiliza a cualquier sujeto que se salga de la norma. Así pues, las personas LGTB+, migradas, racializadas, etc. aparecen caricaturizadas.
La mayoría de personas encuestadas en la investigación cree que las series no muestran una realidad igualitaria entre hombres y mujeres. No podemos olvidarnos de que la ficción construye realidad, y no sentirnos representadas genera en la mayoría de los casos frustración e impactos negativos en nuestra salud emocional. Además, vemos que la mayoría de personas que se identifica con un personaje de ficción lo hace con personajes masculinos, y los rasgos mejor valorados en los personajes son aquellos relacionados con lo masculino: fuerza, poder, autonomía.
En el ámbito del uso de móviles observamos que la brecha tecnológica genera exclusión sobre todo entre las mujeres de mayor edad. Y es que vivimos en una era tecnológica que crea nuevas necesidades, obligaciones y nuevas formas de control, sobre todo en las mujeres. Hablamos de una comunicación rápida, agresiva, que poco tiene que ver con el cuidado y la expresión de las relaciones de poder machistas. Entre las personas que afirmaron sentirse amenazadas a través del móvil, o que recibieron mensajes agresivos, todas eran mujeres.
En el último ámbito analizado se habla de pobreza energética, que afecta en su mayoría a mujeres de mayor edad. Las grandes corporaciones energéticas invisibilizan o no toman en cuenta la diversidad de realidades de vida, y además priorizan siempre el beneficio económico sin importar que la energía proporcione la posibilidad de cubrir necesidades básicas para una vida digna.
Acceder a estos servicios y, por tanto, a una vida digna, es más difícil para la población más vulnerable, con menos recursos económicos, y para quienes no encajan en la norma capitalista productivista y heteropatriarcal: mujeres mayores, personas migradas en situación irregular, personas trans, etc.
Esta pobreza tiene, además, consecuencias emocionales y psicológicas. Son sobre todo las mujeres quienes sienten vergüenza por el frío en su hogar y evitan, por tanto, tener visitas. Esto provoca otra forma de violencia como es el aislamiento.
¿Y ahora, qué?
La recta final de noviembre es un buen momento para denunciar las discriminaciones existentes contra las mujeres y su interiorización por parte de la sociedad, que las asume como algo natural. Desde SETEM proponen que las personas que detecten alguna situación de violencia machista en el consumo la haga visible en Twitter con el hashtag #nosfabrican, de modo que aparezca después junto a otras denuncias en la docuweb www.fabricandomujeres.org.
Así, también es momento de celebrar los logros alcanzados y plantear, desde la mirada de nuevos modelos que den luz a lo invisible, un consumo consciente, responsable y transformador que ponga en marcha mecanismos que frenen las desigualdades y construya una sociedad más justa y equitativa en la que se visibilicen y reconozcan todas las diversidades, en todas sus variantes, y logremos una sociedad y que cuestione los modelos marcados y, al menos, los desnaturalice. Aquellas alternativas con perspectiva feminista también se pueden visibilizar enviándolas al espacio al respecto de la mencionada docuweb.
Podemos construir las alternativas desde 3 poderes: el poder individual, el poder colectivo, y el poder de cambiar las reglas del juego. Esto no es una utopía, el cambio está en marcha. Ya se han creado muchas iniciativas, y tenemos que seguir por ese camino, apoyando a las que ya existen y creando nuevas.
Planteándonos ciertas preguntas, realizando un consumo crítico, daremos con la clave para realizar un consumo que no alimente las violencias machistas. Aquí hay algunas preguntas que ayudan a reflexionar.
Seguro que varias de las respuestas a estas preguntas nos las brindan las entidades de la Economía Solidaria, cuya actitud siempre mira hacia eliminar todos aquellos comportamientos que hemos asumido y que generan violencias y desigualdades. La Economía Solidaria busca de forma permanente esas otras formas de organizarse, producir y consumir que ponen la vida en el centro.
Pero antes de nada, podemos comenzar transformando el ‘Black Friday’ de este 27 de noviembre en ‘Día sin compras’. Y para el resto del año, cómo no, consumamos dentro de la Economía Solidaria. ¿Sabes qué pasaría si la Economía Solidaria consumiera al máximo dentro de la Economía Solidaria? ¡Dejemos de consumir violencia!
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Que el ‘Black Friday’ tenga lugar dos días después no es una manera de relacionar dos eventos que no tienen nada que ver el uno con el otro, se llama manipular y hacer que encajen tus paranoias en el discurso antimasculinidad (NO anticapitalista) imperante.