Cine
Fahrenheit 2018: la temperatura a la que arde la calidad

Se estrena en HBO una nueva interpretación de Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury. Las expectativas prometían algo que finalmente ha estado muy lejos de conseguirse. 

Fahrenheit 451, la nueva película de HBO
Micheal Shannon y Micheal B. Jordan prendiendo fuego a libros, como buenos bomberos. Fuente: HBO.

Hay una reflexión atribuida a Ray Bradbury explicando los motivos que le llevaron a escribir Fahrenheit 451: "El tema de Fahrenheit 451 surgió del descubrimiento de un documento de 1790 que exigía a los bomberos norteamericanos la quema de cualquier libro de influencia británica en las colonias. El firmante de esa orden era nada menos que Benjamín Franklin". Es un comentario que nunca viene acompañado de la fuente original, lo que lo hace sospechoso. Cabe destacar que en 1790 Norteamérica no era una colonia, era EE.UU. 

Como si ya hubiéramos llegado a ese mundo que el ilinés relató en 1953, en Internet se afirma que Benjamin Franklin ordenó quemar libros, tal y como se cuenta en la novela. En 1790 Franklin moría con 84 años tras una larga y tediosa enfermedad, pero a quién le importa ya cuál es la versión oficial y la versión correcta. 

Ramin Bahrani, director de la peli ya disponible en HBO, comentaba a raíz del estreno que la adaptación de la novela 65 años después necesitaba de un temor a las tecnologías que, entre otras cosas, era lo que de verdad llevó a Bradbury a escribir la historia. "Imaginen lo fácil que será rescribir la entrada de Wikipedia de Benjamin Franklin para que concuerde con lo que los bomberos de la novela de Bradbury aprendieron sobre la historia del departamento de bomberos". 

La novela, escrita mientras el senador Joseph McCarthy ordenaba la prohibición de libros, de guionistas de cine y acusaba a diestro y siniestro de antiamericano a cualquiera que diese una nota discordante con el partido republicano, recogía ese temor que Truffaut supo dirigir con sencillez y sabiduría en 1966 en la que es la gran adaptación de la novela. Una obra que no quiso jugar en exceso con dobles sentidos hacia ningún gobierno y que llamaba la atención al peligro de menospreciar la filosofía, el arte o la historia. La nueva adaptación de HBO no cumple con esas cualidades.  

Pese a durar poco más de 90 minutos, el Fahrenheit de Micheal B. Jordan y de Bahrani se disuelve entre escenas de acción y una predominancia del ruido de fondo en detrimento de un guion sólido, crítico o desesperanzador aunque adapta con acierto ciertas preocupaciones de Bradbury al lenguaje actual; si bien la novela hablaba de una prensa dócil y manipuladora, Bahrani muestra pavor a los titulares y noticias generadas por algoritmos. Durante toda la película la estética (Truffaut pensaba la distopía pulcra y blanca y aquí se piensa oscura y sucia) recuerda a lo más turbio de Black Mirror, sumando pequeños guiños a la nostalgia que produce lo analógico en estos tiempos. Los resistentes a ver arder la cultura guardan con tanto cariño un libro como una cinta VHS. 

Puntos fuertes

Los mejores momentos llegan al hacer de remake del Fahrenheit de Truffaut a la vez que aporta ciertas licencias, siendo sin duda la escena de la biblioteca clandestina el gran punto fuerte de esta nueva interpretación. La mujer que se quema con sus propios libros aparece con un cinturón de novelas sobre su cintura, un inversión de papeles sobre el actual fundamentalismo que se ata explosivos al pecho. Sin embargo en los primeros compases de la obra se ve a Montag, el protagonista, caer junto a sus compañeros en cierto nihilismo inesperado, puesto que los bomberos encienden fuegos para acabar con egos y opiniones personales del pasado, no para retroalimentarse con ello. Pequeñas licencias que van sumándose con más o menos acierto para tener una interpretación propia de la historia pero que acaba haciéndose demasiado evidente y maniquea. Por momentos tan zafia que solo faltaba que los que defienden la cultura tuviesen como arma frente a los bomberos bidones de agua de manantial. 

El Fahrenheit original denunciaba que el entrenimiento no debería suplir nunca la cultura y a la reflexión y vemos como esta misma película cae en ese peligro. Imita a Jesús y a Sócrates, aseguraba a modo de consejo Franklin en su autobiografia. La tentación de lo prohibido, un sentimiento que aparece desde que nos dicen que no corramos por los pasillos del colegio y que Montag sufre como el que más al quemar libros sin saber qué los hace tan peligrosos. Hacer de la literatura una escena porno. Eso es Fahrenheit y eso es lo que no ha sabido transmitir la nueva adaptación de HBO films. Una bala honesta pero mal disparada. 

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