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Periodismo
Andalucía quiere tener voz
Con Canal Sur en guerra abierta, la brecha territorial en su momento álgido y el auge de la extrema derecha, el debate sobre la comunicación en Andalucía vuelve a abrirse sin que la precariedad y el paro hayan abandonado el sector en ningún momento de la crisis. Pero hay iniciativas en marcha para garantizar el derecho de la ciudadanía a una comunicación libre y a un periodismo independiente
Nota: Este reportaje fue publicado originalmente en el nº 35 de la edición papel de El Salto Andalucía, en marzo de 2020.
Algo se mueve en el panorama comunicativo andaluz. El 30 de diciembre de 2019, el Ayuntamiento jiennense cerraba Onda Jaén. Tras la apertura de un expediente de regulación de empleo (ERE) una semana antes, y entre acusaciones cruzadas de PP y PSOE de mala gestión y manipulación partidista, la cadena local apagaba su emisión. El 20 de febrero, Canal Sur comenzó protestas contra el gobierno de PP y Ciudadanos, justamente cuando Vox lanzó nuevas acusaciones sobre el ente público que obligaban a la asociaciones profesionales a salir en defensa de la RTVA. Un rifirrafe que da más minutos al partido de ultraderecha, que tiene en Andalucía su principal disputa por la hegemonía de la derecha contra los populares. No en vano, el 10N superó al PP en votos en Cádiz, Almería, Huelva y Sevilla y empate técnico en Málaga. La comunicación opera un papel determinante: el caso de Amanecer Dorado en Grecia ha demostrado los efectos que supone dar eco o dejar de hacerlo a este tipo de formaciones.
Otro frente, el territorial. Agricultores alzados en tractores, el dumping fiscal de Madrid en la arena política, la región de León reclamando su autonomía o el Congreso más fragmentado de la historia como consecuencia de la entrada de grupos nacionalistas o regionalistas.
En esa vorágine, la periodista Isabel Pedrote, en una columna en eldiario.es Andalucía titulada Madrid nos mata, en la que denunciaba el centralismo de la capital, señalaba que “en la pérdida del peso político de Andalucía y su visibilidad ha sido determinante la crisis de los medios de comunicación, que devino en una escabechina masiva de emisoras y diarios locales, y el desmontaje de las delegaciones de los principales periódicos nacionales”. De nuevo, la comunicación como campo de batalla.
“El interés aquí siempre es por lo más cercano, Andalucía mediáticamente son casi reinos de taifas” afirma la profesora Aurora Labio para explicar el hiperlocalismo
Pero más allá de lo coyuntural siempre está lo estructural. Hiperlocalización, debilidad empresarial y dependencia política y económica son los tres síntomas del diagnóstico que se aportan desde la academia para comprender el ecosistema de medios andaluz. Para la profesora de la Universidad de Sevilla (US) e investigadora en políticas de comunicación y estructuras mediáticas Aurora Labio, la clave está en el hiperlocalismo: “Es la característica más definitoria de la estructura mediática andaluza”.
Labio sitúa en esa “hiperlocalización” la razón fundamental para la inexistencia de medios de ámbito autonómico consolidados. “El interés aquí siempre es por lo más cercano, Andalucía mediáticamente son casi reinos de taifas”, situando el municipio como verdadero epicentro informativo. Esta profesora de la US entiende que este panorama es fruto de razones muy profundas, de carácter antropológico y económico, pero señala una como determinante en su opinión. “No existe un sentir andaluz, no hay un sentimiento andalucista”. Como ejemplo de ello, Labio señala las divisiones entre las provincias a la hora de abordar la autonomía andaluza en la II República, en especial las reticencias de las diputaciones orientales de Granada, Almería y Jaén.
Esta profesora de la Hispalense apunta que esa división política tiene “su correspondencia en términos comunicativos y mediáticos”. “Tampoco ha habido nunca un medio capaz de aglutinar el sentir andaluz, los intentos que se han hecho han fracasado”, añade. Y pone de ejemplo paradigmático el caso de la provincia de Cádiz, donde el mismo grupo mediático, Joly, tiene una cabecera por cada ciudad importante: EuropaSur en Algeciras, Diario de Jerez en Jerez y el histórico Diario de Cádiz. Una atomización que genera “medios muy pequeñitos y que responden a intereses provinciales o incluso locales”, y que tiene sus efectos en la dimensión empresarial. “Aquí en Andalucía hay una debilidad de las empresas periodísticas que se ceba, además, con la profesión”, denuncia Labio, quien apunta hacia el grupo Andalucía Información, el cual presume de tener 32 cabeceras locales, pero “que tiene un periodista que lo mismo le hace la fotografía, le escribe y además está dado de alta como autónomo, no lo tienen contratado”.
Las tesis de Aurora Labio no son nuevas. Vienen siendo respaldadas por distintos estudios de las facultades de Comunicación andaluzas y por académicos. Entre ellos destaca el catedrático de la Universidad de Málaga Bernardo Díaz Nosty. El que fuese miembro del Consejo de Administración de la RTVA avala la “fragmentación mediática y discursiva” de la prensa andaluza y añade otro componente de carácter empresarial: la influencia de los medios estatales. Así, en la obra La comunicación en Andalucía asevera que existe “una fuerte presencia de medios externos o antenas que reproducen mensajes escasamente diferenciados y especializados en el territorio de Andalucía”.
Esa fragilidad de los medios andaluces tiene una consecuencia: su dependencia de los poderes municipales o empresas locales. “Estamos muy acostumbrados a televisiones locales que dependen de los ayuntamientos, que en lugar de espacios públicos sean órganos de propaganda”, lamenta Labio, que añade que, en algunos casos, la servidumbre es otra: es “con los poderes económicos, la publicidad más cercana, porque estos medios más pequeñitos no están al servicio de la ciudadanía, sino que son negocietes para rentabilizar a los publicitarios más cercanos”. Una publicidad a la que hay que sumar la institucional. Como muestra, un dato: solo la Empresa Pública para la Gestión del Turismo y del Deporte de Andalucía gastó, entre 2015 a 2017, cerca de 42 millones de euros.
Canal Sur, agujero negro
Fundido a negro. Silencio. Es lo que provocaron los paros parciales del 20 y 21 de febrero en la radio y televisión públicas andaluzas. A las reivindicaciones históricas de un plan de empleo, inversión tecnológica, mayor peso de la producción propia y democratización de las redacciones, se les unió el estallido de indignación por los nuevos directivos de informativos traídos de fuera de la casa.
La RTVA cumple aquí una misión mayor al ser “el único medio andaluz con vocación y capacidad de mantenerse”, asevera la profesora María Lamuedra
María Lamuedra, profesora de la Universidad de Sevilla y experta en radiotelevisión pública, escribe en su libro El futuro de la televisión pública que “la radiotelevisión pública es el agujero negro del sistema de medios. Señala el lugar de lo que debe ser y, al hacerlo, se sitúa como punto de apoyo sobre el que gira la galaxia mediática”. Eso en cualquier escenario mediático. Pero el andaluz es particular, de ahí que, para Lamuedra, la RTVA cumpla aquí una misión mayor al ser “el único medio andaluz con vocación y capacidad de mantenerse”. “La tendencia histórica de los medios de comunicación en Andalucía ha sido el fracaso. Tenemos una gran historia de medios locales, pero no autonómicos, que han convertido al ente público en el único medio andaluz de gran difusión y amplia trayectoria, capaz de articular una esfera publica andaluza”, explica la profesora de periodismo.
Sin embargo, la crisis crónica de la RTVA le dificulta ejercer ese papel de brújula. Su gubernamentalización es, para Lamuedra, su principal problema. María Limón, miembro del Foro Andaluz de Comunicación y expresidenta de la Red Estatal de Medios Comunitarios (REMC), lo describe así: “Canal Sur está absolutamente vinculado al poder”.
Y cumpliendo la tesis de Lamuedra, con ese agujero negro, el abundante mapa local de radios y televisiones también ha girado. Limón lo lamenta. “Hace 35 años, la red de medios municipales cumplía una función fundamental después de una dictadura, la necesidad territorial de contarse, de relatar la identidad cultural de un pueblo y de reivindicación de la democracia. Esa red se institucionaliza, se convierte en una herramienta de los partidos políticos de los municipios de Andalucía, se regula. Se estanca como herramienta de participación ciudadana, como espacio de libertad de expresión”.
“La necesidad de los medios comunitarios, su sentido es recordar de nuevo la lucha por la libertad de expresión en un momento en que está en riesgo por las leyes mordaza y el relato de los medios de nuestra tierra es totalmente hegemónico desde la agenda política” considera María Limón
Los órganos reguladores, cuando hablan de pluralismo político, siempre lo circunscriben al ámbito partidista electoral, no analizando el espacio dedicado a informar de movimientos sociales o acciones ciudadanas. Sin embargo sirva lo siguiente como muestra del estado de los medios locales: el Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA) advertía de nuevo en enero “que las televisiones locales públicas andaluzas no mejoran” en pluralismo político. De las 17 analizadas, tan solo cinco cumplían los indicadores recomendados por el CAA y utilizados para evaluar su pluralidad. Según estos, los partidos del gobierno no deben exceder del 60% del total del tiempo de los informativos, los partidos de la oposición deben tener un mínimo del 35% y un 5% mínimo para grupos que no tengan representación institucional pero sí “una contrastada relevancia social”.
Con una prensa privada hiperlocalizada y dependiente y unos medios públicos gubernamentalizados y en crisis, Limón, Lamuedra y Labio coinciden en lo “fundamental” de que haya otros actores sociales que canalicen ese derecho a la comunicación de la ciudadanía.
“Ahí surge la necesidad de los medios comunitarios, su sentido es recordar de nuevo la lucha por la libertad de expresión en un momento en que está en riesgo por las leyes mordaza y el relato de los medios de nuestra tierra es totalmente hegemónico desde la agenda política”, considera Limón. “Sin periodismo no hay democracia”, alerta Labio.
La comunicación como derecho
Desde que el célebre Informe Macbride consagrase la comunicación como un derecho humano y reclamase la democratización de la información, mucho se ha escrito sobre las diferentes problemáticas de los medios de comunicación y su relación con el poder. Sin embargo, algunas iniciativas se han propuesto hacer salir esas ideas bienintencionadas del papel y llevarlas a las calles y casas andaluzas. La Poderío, El Topo, Paradigma Media u Onda Color son solo cuatro ejemplos de medios de comunicación andaluces que buscan dar la batalla por que la comunicación sea un derecho y no un negocio.
La más veterana en esa tarea es la radio comunitaria Onda Color, que lleva doce años desde el barrio malagueño de Palma Palmilla utilizando las ondas para empoderar a una vecindad en situación de exclusión. “Somos una reivindicación de nuestro barrio, Palma Palmilla. Tanto para luchar contra el estereótipo de barrio peligroso como para señalar que se trata de un barrio empobrecido. Tanto para que la información fluya por el barrio como para ayudar a la gente a entender que hay procesos globales que les perjudican”, afirma Alejandro Blanco, vocal de la asociación.
También al calor de las luchas barriales nace Paradigma Media en 2016, en torno al Centro Social Rey Heredia de Córdoba. Un colegio abandonado en el centro de la ciudad que, tras años de ocupación y reivindicación, fue cedido a una coral de colectivos sociales. El Topo Tabernario de Sevilla, por su parte, nace sin un centro concreto sino con muchos en el activo barrio de La Macarena hace seis años. Y el proyecto más joven, la revista feminista La Poderío, surge en abril de 2017 del encuentro de mujeres andaluzas de nacimiento y acogida de diversas provincias.
Las dificultades derivadas de la escasez de recursos y del trabajo militante son una constante en todas las iniciativas. Sin embargo, ninguna de ellas renuncia a su vocación de servicio
público y de llegar a las clases populares. El caso paradigmático lo representa El Topo de Sevilla, que pese a editar una publicación bimestral en papel, esta es de carácter gratuito. Maca Hernández, miembro del Consejo de Redacción de El Topo, explica que la publicación “no se vende, es un periódico con valor de uso pero sin valor de cambio”.
El Topo obtiene su financiación por tres vías: las suscripciones de las personas socias, las aportaciones de las entidades colaboradoras, así como eventos y fiestas. Sin embargo, la ineludible necesidad de aportaciones de personas hace, para Hernández, que esto suponga una fortaleza porque “ayuda a construir una comunidad física en torno al proyecto, que es una de sus principales características”. Por su parte La Poderío encuentra en la venta de merchandising o en pequeñas microdonaciones puntuales en plataformas como Ko-Fi o Teming uno de sus principales soportes económicos. Crear comunidad también es importante, de ahí que esta asociación de comunicadoras feministas haya llamado “hacerse Prima de La Poderío” a su suscripción. La financiación pública, escasa, solo la tienen Paradigma Media y Onda Color.
“Si hacemos un repaso de los medios de comunicación en Andalucía, vemos cómo, al igual que en otras muchas cosas, estamos sometidas al imperio de los medios de fuera” denuncia La Poderio
Si bien La Poderío es el único medio de ámbito andaluz, El Topo desde Sevilla, Onda Color desde Málaga y Paradigma Media desde Córdoba comparten vocación andaluza en la agenda y el tratamiento informativos. Comunicación pegada al territorio, coinciden todas.
“Queremos construir y apuntalar un imaginario de la esperanza, condición necesaria, aunque insuficiente, para la plenitud de los derechos humanos. No se puede sostener eso si mantenemos el colonialismo mediático de Madrid y Barcelona. Necesitamos comunicación pegada al territorio y hecha por la gente de aquí”, explica Blanco, de Onda Color. En la misma tónica, La Poderío denuncia que, “si hacemos un repaso de los medios de comunicación en Andalucía, vemos cómo, al igual que en otras muchas cosas, estamos sometidas al imperio de los medios de fuera”.
“Existe la necesidad de contar con medios de comunicación que no estén atados por la publicidad pagada por grandes multinacionales o partidos políticos, una información de proximidad, que no venga marcada por procesos centralistas y cada vez hay más gente concienciada de ello”, afirman optimistas desde El Topo.
Esa conexión con el territorio vincula a estas iniciativas con sus comunidades, ya no solo en lo económico, sino también en lo comunicativo. En Paradigma Media se reconocen como “integrantes de movimientos sociales” y, por tanto, persiguen que “cualquier colectivo pueda expresar, en primera persona, cuáles son sus luchas, sus problemas y sus victorias”. Es decir, que combinan la profesionalidad periodística con la participación ciudadana y las estructuras organizativas democráticas. Si bien los recursos no permiten en la mayoría de casos que la primera de ellas pueda ejercerse desde empleos remunerados.
En último término se sitúa, de nuevo, la comunicación como campo de batalla. Y que la ciudadanía pueda enfrentarla con armas propias. “El estado actual de la comunicación en nuestro país vulnera el derecho fundamental a la información, recogido en la carta de Naciones Unidas y en nuestra propia Constitución. Derecho de la ciudadanía a recibir información veraz, plural y constatada y que sitúa a los medios de comunicación como mediadores de ese derecho que pertenece a la gente, que es su verdadera propietaria”, afirman las comunicadoras feministas de La Poderío.
Pero no están solas. La vanguardista Radiópolis de Sevilla, la comunitaria granadina Radio Almaina, la revista de cultura contemporánea SecretOlivo y otros medios, con estas u otras coordenadas, siguen tejiendo una red para hacer de la comunicación un derecho.
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