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Opinión
Algunas claves para hacer un análisis feminista de las masculinidades y el patriarcado

El repunte patriarcal que estamos viendo a nivel global, en particular entre los chicos jóvenes, cada vez cuenta con más foros de análisis, desde los medios y las políticas públicas hasta las producciones de HBO o de Netflix. Aunque esta tendencia lleva tiempo consolidándose, parece que es ahora cuando se le está otorgando la importancia que merece en el debate público, desde la complejidad que ello requiere.
Se habla de sistema educativo, del repunte del estoicismo neoliberal machista, del impacto de los intereses de la broligarquía y sus corporaciones digitales, de la precaria salud mental y la falta de vínculos reales, del proceso de construcción de identidad y de quién está respondiendo a las necesidades básicas del ser, de la vinculación entre patriarcado y militarización... Como fenómeno multicausal que es, hay que analizarlo desde muchas perspectivas.
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Series Masculinidad hegemónica o plomo: la sátira contra los hombres en ‘The White Lotus’
Entre los últimos estudios que tratan de evidenciar el peso de la igualdad y la desigualdad de género en Euskal Herria se encuentra el estudio “La Caja de la Masculinidad”, publicado en 2024 por Emakunde. Esta investigación indica que más del 22% de los chicos jóvenes se identifica con valores asociados a la masculinidad hegemónica. Sin embargo, el estudio también concluye que la mayoría de la población vasca adopta opiniones y actitudes a favor de la igualdad.
En este mismo sentido, de aparente contradicción, encontramos que un 80.3% de la población vasca muestra rechazo a la violencia de género, calificándola de problema muy grave, mientras que casi la mitad de los hombres encuestados afirma que “se ha perdido la presunción de inocencia de los hombres”. Dependiendo de qué medio recoja la noticia, se hace hincapié en el vaso medio vacío o medio lleno sobre la cultura patriarcal en el País Vasco.
Lo que evidencian estas contradicciones es probablemente ese fenómeno global y complejo marcado, por un lado, por el repliegue identitario, en clave machista y conservadora y, por el otro, por el fortalecimiento del movimiento feminista y de la conciencia a favor de la igualdad de género. Ambos fenómenos se retroalimentan, evidenciando el carácter estructural del orden de género.
Se usa a las mujeres como chivos expiatorios para canalizar los malestares de la masculinidad, por una socialización de género de rechazo y subordinación de todo lo femenino
Por ello, aun reconociendo que este repliegue ha de analizarse en su grandísima complejidad, desde la militancia feminista no podemos dejar de insistir en que, aunque la desposesión simbólica y la precariedad existencial son claves fundamentales, el componente misógino no es contextual, no es un elemento más, sino que es absolutamente central. Es a las mujeres en concreto a quienes se usa como chivos expiatorios para canalizar las frustraciones, incoherencias y malestares de la masculinidad, porque la socialización masculina de género se desarrolla a través de rechazar y subordinar todo lo femenino.
En este sentido, para hacer frente a este fenómeno de repunte patriarcal deberíamos denunciar que el neoliberalismo reduce la vida a su mínima expresión y que la inseguridad material tiene un impacto psicológico brutal, a la vez que seguimos denunciando todos esos mecanismos que siguen reproduciendo el género, por muy sutiles que puedan parecer.
Hay que responder a Borja Semper: “Sí, Borja, puedes relacionarte con mujeres sin que haya interés sexual. No lo haces porque te han enseñado que las mujeres son sexualidad y cuerpo principalmente”
Por ejemplo, si Borja Semper hace una declaración diciendo que no puede tener amigas porque siempre aparece “el hecho físico”, ahí hay que responder: “Sí, Borja, puedes relacionarte con mujeres sin que haya interés sexual. No lo haces porque te han enseñado que las relaciones con mujeres son fundamentalmente sexuales, que las mujeres son sexualidad y cuerpo principalmente, que además como hombre tú te tienes que mostrar siempre disponible para el acto sexual y que el hecho de tener muchos encuentros sexuales es lo que valida tu hombría. Todo ello es aprendizaje patriarcal. Hay que cambiarlo”.
Además de denunciar todas las maneras por las que se hace género, habría que visibilizar aquellos estudios e investigaciones que puedan aportar en positivo. Por ejemplo, estudios recientes sugieren que cuidar de la naturaleza podría actuar como barrera a esa construcción masculina tan ligada al extractivismo, la caza y la inversión en energías fósiles o que aumentar los vínculos sociales y personales de los hombres podría ser un antídoto al avance de la ultraderecha antifeminista, ademas de aliviar la carga mental emocional de las mujeres.
Todas estas investigaciones actuales deberían de ir acompañadas de sus antecesoras, las realizadas por mujeres feministas. Recordemos que el debate sobre las masculinidades lo inició la teoría feminista en los años 80, como explica Olivia Tena Guerrero, en su “Estudiar la masculinidad ¿para qué?”. Ahí tenemos a Almudena Hernando y la reivindicación de los vínculos de los hombres, o a Amaia Pérez Orozco y el papel social de los cuidados. Es crucial reivindicar este legado. Demasiado frecuentemente se obvia esta historiografía y estas aportaciones al debate sobre la masculinidad.
Contar con la escucha de los compañeros sería un punto de partida estupendo para crear masculinidades igualitarias
Hay también, otros frentes de actuación. Evitar que se formen grupos de reflexión de hombres donde no existan profesionales con conciencia de género que eviten que esos grupos acaben reproduciendo el victimismo, la autorreferencialidad y la evitación de la responsabilidad. Es decir, que vuelvan a poner “lo del hombre” en el centro de todo, sin reflexión sobre las relaciones de poder. Estas dinámicas patriarcales se entienden bien leyendo los comunicados de Errejón y Monedero y son contrarias a lo que más se necesita cuando se es hombre para poder cuestionarse el machismo: autocrítica, humildad y asunción de la responsabilidad.
Para terminar, es menester hacer un comentario sobre el “not all men” y sus derivadas. Estaría bien pedirles a los compañeros (de cama, de militancia, de movimiento), a quienes ya tienen o no conciencia feminista, que hagan todo lo posible para acabar con el pacto entre caballeros y que participen más, por ejemplo, en acoger los relatos de violencias de las mujeres que les rodean.
Recordemos, en este sentido, que como indica la jueza Gloria Poyatos “hablar de la violencia sufrida supone un resarcimiento terapéutico inmediato para las víctimas”, haya denuncia en comisaría, o no. O como dice Nerea Barjola, que “hay que reivindicar el testimonio como acto político transformador”. Contar con la escucha de los compañeros sería un punto de partida estupendo para crear masculinidades igualitarias.