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1978 se presentaría para el extinto Partido Socialista de Andalucía (PSA), como un año de afianzamiento del llamado “giro nacionalista”. El presente texto es parte de un conjunto de comunicados que el PSA publica para presentar una serie de reflexiones que se concretarán con el giro nacionalista del partido que se implementa despúes de dos hechos cruciales que tuvieron lugar en el año anterior: 1) el fracaso electoral de la experiencia de Unidad Socialista en las elecciones de junio de 1977 junto a otras formaciones socialistas nacionales y al ya en proceso de fagotización por el PSOE, Partido Socialista Popular (PSP), cearrándose así la vía de una opción socialista a nivel estatal de inspiración autogestionaria y federalista; 2) las masivas manifestaciones del 4 de Diciembre en favor del derecho al autogobierno andaluz que, como sabemos se saldó con el asesinato en Málaga del joven trabajador Manuel José García Caparrós.
A lo largo de ese año, se daría un proceso de afianzamiento del PSA como partido socialista nacional andaluz, esto es, como partido andalucista de izquierdas, obteniendo una referencialidad que hizo replantearse a otros actores políticos, especialmente al PSOE y al PCE, pero también a organizaciones ya extra parlamentarias como el PTE, ORT o el MC, su táctica y estrategia en Andalucía. Para finales de 1978, el PSA junto a otros partidos firmaría el conocido como Pacto de Antequera, por el cual los firmantes se comprometían a que Andalucía gozara del mayor grado de autonomía posible dentro del marco constitucional español.
Una de las tareas fundamentales que implicaba el “giro nacionalista” era el profundizar en la figura del que más tarde sería considerado institucionalmente como el Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante. Debemos hacernos cargo de que el grado de conocimiento que se tenía por aquellos entonces tanto de la biografía -praxis política- como de la obra teórica de Blas Infante era mínimo, y no solo en la izquierda andaluza en general, sino en la propia militancia andalucista en particular. La insistencia casi obsesiva del texto en relacionar la lucha nacional con el socialismo, así como en destacar una y otra vez que los planteamientos de Blas Infante se encuadraban en la izquierda y en la consecuente defensa de la clase obrera, era pues fruto de esa lucha encarnizada que se dio tanto dentro como fuera del Partido por situar una opción política andalucista de izquierdas en el convulso momento político andaluz y del Estado español.
El texto concluye situando a Blas Infante, su obra y pensamiento, en el eje de una unidad popular a favor de un Estatuto de Autonomía que debía necesariamente inspirarse en experiencias anteriores como la Constitución Andaluza de Antequera. Igualmente, en la conclusión del texto, se sentencia a modo de reto que no es intención del PSA acaparar la figura de Blas Infante ni el andalucismo político, pero que si eso ocurre será porque así lo quieren otras formaciones políticas.
BLAS INFANTE, EL NACIONALISMO ANDALUZ Y LA UNIDAD POPULAR
El jueves 18 de junio de 1931, en un acto público celebrado en Córdoba por la coalición republicana, Blas Infante, como miembro del bloque andalucista federal del Partido Republicano Autónomo, afirmó que lo característico del andalucismo era su nacionalismo antinacionalista. Y añadió: “Para que en Andalucía fuera una realidad su historia, precisábamos -y por eso venimos a impulsarla- la energía revolucionaria española… Llegó la República y nos sentimos un poco defraudados. Nosotros hubiéramos deseado un sistema de hechos revolucionarios iniciales que cancelaran los antiguos vicios de que adolecía el régimen muerto”.
La claridad revolucionaria de Blas Infante en su época de madurez (que no corresponde a “Ideal Andaluz”, libro de juventud, sino a sus obras “La dictadura pedagógica” y “La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía”) le lleva a considerar, contundentemente, una acción liberadora sumamente radicalizada si las Cortes Constituyentes no respondieran a la necesidad autonómica de Andalucía, tanto en la profundidad como en igualdad de oportunidades con Cataluña y el País Vasco.
FRENTE AL ENGAÑO Y LA OPRESIÓN
Así, en el mismo discurso de referencia publicado en el diario “La Voz” de Córdoba, al día siguiente del mitin de la coalición republicana, Infante dirá que si las Constituyentes Andalucía no va estableciendo una fuerza unitaria y de hechos concretos, aquello se convertirá en un complejo de actividades de partidos, simples aspiraciones verbalistas, que harían del cambio de régimen un camino hacia el caos. Y concluye afirmando que, los andalucistas “no toleraremos más dilaciones, porque hemos creado la energía revolucionaria y en ella hemos cifrado nuestros anhelos. Si las Cortes no responden a estos anhelos, a las aspiraciones nuestras (del pueblo andaluz), consideraríamos el hecho como una estafa de ilusiones, que es peor que una estafa de dinero, y Andalucía proclamaría su República, aunque a la hora de su proclamación las balas de los fusiles vinieran a apagar nuestras vidas”. Pues solo así, piensa Infante en 1931, se atenderían entonces a las peticiones de liberación del pueblo trabajador andaluz frente al engaño y al “coloniaje bárbaro” que lo oprime.
ANDALUCISMO, NACIONALISMO, SOCIALISMO
La línea de actuación y compromiso de Blas Infante en momentos claves de transformación constitucional del Estado español es coherente. Sólo los que ignoran la historia del andalucismo y la trayectoria del pensamiento político elaborado por el movimiento llamado “juntero” (1835, Junta Soberana de Andújar) y punto de arranque del federalismo que llevará en 1873 a la proclamación del “Cantón Andaluz”, y en 1883 al radicalismo anticentralista y anticapitalista que culmina con la Constitución Federal para los Cantones Andaluces, elaborada en Antequera a propuesta del diputado andaluz Saornil, sólo desconociendo todo esto -repetimos- o queriendo olvidarlo, pueden algunos atreversea decir que “andalucismo”, “nacionalismo” y “socialismo” son incompatibles.
Por el contrario, el andalucismo como recuperación de la identidad popular, como táctica nacionalista (admitida incluso por Marx al enjuiciar el problema “nacional” de Irlanda), como política interesada en el perfeccionamiento y mejor explotación de los propios medios de producción y desarrollo; más aún, como protagonismo de las clases oprimidas en la lucha por la liberación económica, social y política de sus respectivos pueblos, entronca con la moderna concepción federal del Estado y, especialmente, con las nuevas doctrinas socialistas aparecidas tras el desarrollo industrial , y que hoy por hoy, todos los políticos tienen que reconocer para dotar de contenido a las tendencias emancipadoras que presionan sobre ellos.
Por tanto, forzosamente los socialistas que sepan interpretar fielmente las doctrinas más actuales, comprenden ya que todas sus aspiraciones serán irrealizables mientras no exista un Estado Federal en que sus fines se hallen esferas de acción propias, autónomas, desligándose por igual del centralismo estatal y del centralismo de los partidos.
EL SOCIALISMO ANDALUZ ES NACIONALISTA
Autonomía no sólo de nacionalidades, territorios y regiones, sino autonomía municipal, análoga a aquella que la Constitución de Antequera llamaba Cantones o Provincias autónomas libremente federadas.
Hace muchos años un socialista afirmó que el socialismo de Estado sería funesto sin Estados municipales. Y cuanto más pensamos en la idea, más llegamos a la conclusión de que un socialismo sin autonomía y autogestión confundiría al Estado con la sociedad, convirtiéndose en un organismo de Estado, trasladando de signo la centralización y llevando a nuevas calamidades a los países que integren dicho Estado.
Por otra parte, ¿qué defensa quedaría a los trabajadores -según sus propias características nacionales y regionales- si el Estado Central y los partidos centralistas no les reconociesen en totalidad sus propios organismos autónomos? ¿No estaríamos así en un “autonomismo verticalista”, remedo de libertad y calco del “sindicalismo vertical” tantos años padecido?
El andalucismo ha sido y es, históricamente, nacionalista, federalista, autogestionario y de clase, con planteamientos autonómicos muy amplios, de abajo arriba, y que abarcan al municipio, la comarca, la provincia, las regiones naturales, así como a las organizaciones obreras con especial atención al problema de la tierra, su socialización, cultivo e industrialización.
Llamarse hoy socialista andaluz es ser nacionalista; llamarse mañana nacionalista andaluz, será ser socialista. Y Ya Díaz del Moral determinaba muy bien el carácter autóctono del que él llamaba “socialismo indígena”, y que tradicionalmente define a los sectores más amplios del pueblo andaluz.
BLAS INFANTE ERA DE IZQUIERDA
La obra y la vida de Blas Infante sigue siendo desconocida por la mayoría, incluída gran parte de nuestra “clase política”. Seguir su trayectoria con seriedad y sin prejuicios sería analizar la dolorosa aventura de un progresivo desclasamiento. Así de claro, Blas Infante estaba convencido de sin planteamientos nacionalistas no podía servirse eficazmente a la clase trabajadora andaluza. Socialismo internacionalista y federalista y federalismo de nacionalidades autonómicas se convierten en sinónimos. Pues sin tales convencimientos difícilmente podría pensarse en la organización de un “poder andaluz” que, procediendo del pueblo, se convirtiera en fuerza reivindicativa de la liberación real de Andalucía.
El pensamiento de Blas Infante, conectado con toda lucidez a la tradición de Andújar, y a las tesis políticas expresadas en Antequera y Ronda, es por ello, inequívocamente, de izquierda.
Por otra parte, Blas Infante sostuvo siempre que proyecto de liberación de Andalucía debía ser asumido por las clases populares, especialmente por el campesinado, al ser la clase trabajadora andaluza la más afectada por las amargas consecuencias de la situación de subdesarrollo y dependencia en que se contraba (y continúa encontrándose) el Sur. Esta actitud lo llevó a una auténtica opción de clase, llegando incluso a traicionar gravemente, con su conducta, los intereses de la clase a la que pertenecía.
No es por tanto una casualidad que en las elecciones de 1918, 1919 y 1931, Infante afrontara como nacionalista andaluz el proceso electoral. En todas aquellas circunstancias actuaba de hecho y de derecho en situación constituyente. En todas las ocasiones graves en que se jugaba el futuro del País Andaluz y, más concretamente, de sus casi cinco millones de proletarios, Infante no elude la responsabilidad política y el compromiso con el mundo obrero.
En enero de 1918, dirigiéndose a sus posibles votantes por el distrito de Gaucín (Málaga), les dice estas palabras: “He visto entregada esta tierra a aventureros de la política; advenedizos que de fuera vinieron a hacer de ella asiento de su cretina vanidad y base de su mezquino interés; la he visto bajamente esclavizada a mandatarios serviles de la oligarquía, que han convertido sus pueblos en granjas explotables de la provincia de Madrid…Queremos la libertad de Andalucía, dentro de una Federación Ibérica para que pueda regir su propia vida y progreso, si que una ley igual la sujete a una regla misma que desconoce sus necesidades propias…El regionalismo andaluz ha levantado la bandera de la rebelión y ya son muchos los que siguen esta bandera, que por sus sierras y valles se percibe ahuyentado ululeando odios reivindicadores, que son amores de purificación. La tierra de Andalucía es de todos los andaluces que quieran trabajarla…”.
En aquella lejana ocasión, el complejo sistema de intereses y el profesionalismo político obstaculizó la marcha del andalucismo. Luego, caída la dictadura, en 1931, define su nacionalismo de clase y su actitud de izquierdas se hace lúcida.
Porque Blas Infante no dará, finalmente, una clarísima lección histórica de soberanía testimonial, ética y política. He aquí el texto inédito hasta hace un mes, en que pudimos descubrirlo e investigarlo, del “Manifiesto” publicado en el número 1 del periódico “Pueblo Andaluz”, el día 13 de junio de 1931 y firmado por Infante.
“La Junta Liberalista de Andalucía tiene del obrerismo el concepto de que avanza para construir el espíritu renovador del mundo…Desengáñese la denominada clase media. Sólo dos términos de clasificación existen en las modernas sociedades, comprendiendo a los hombres todos: trabajadores y explotadores… Nosotros tenemos un depósito espiritual que sin contradecir la inspiración de algún organismo entre los obreros, pudiera acaso, llegar a operar la constitución del frente único trabajador en Andalucía… Nosotros aspiramos a ser órgano expresivo de los anhelos revolucionarios de Andalucía”.
Blas Infante no es, pues, un mito inter ni supraclasista, Infante era de izquierda, no era un liberal, Infante perteneció a los andaluces andalucistas del pueblo trabajador. A los que él llamaba “los más andaluces”, al pueblo de “abajo”. Y nada de monsergas ahora de que tal pueblo no sobrevivió al siglo XV. ¡Menudo invento ése para la burguesía centralista y los que añoran la colonización! Si hay quien dice que el PSA se cree con la exclusiva herencia de las Juntas Liberalistas de Andalucía y depositario del pensamiento de Blas Infante , no es por monopolio del PSA, sino favor que otros nos lo otorgan por el absentismo y la ignorancia que de estos datos tienen. Ignorancia y absentismo que somos los primeros en lamentar. Esperemos que ahora, en 1978, a los cuarenta y dos años del asesinato de Blas Infante, su figura sirva de elemento integrador de unidad popular, capaz de reivindicar la elaboración de un verdadero Estatuto de Autonomía, con base jurídica en proyectos anteriores, incluida la Constitución de Antequera, imprescindible para sancionar la auténtica democracia popular de una Andalucía libre y viva.
Sevilla, 15 de agosto de 1978
Gabinete de Estudios del Partido Socialista de Andalucía, PSA.