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El nombre de Salvador Puig Antich salió la semana pasada a la palestra en el mismísimo Congreso de los Diputados y me vino a la memoria la obra teatral “La torna”, que en su día escribieron y representaron Els Joglars, con Albert Boadella al frente, cuando ni por asomo pensábamos en la mala vejez que puede llegar a tener uno.
El punto de esa obra es que ponía el foco en Heinz Chez, el pobre apátrida y (presunto) delincuente común a quien ejecutaron con Salvador. Tengamos en cuenta que el moribundo régimen franquista quería hacer pasar a Puig Antich por asesino y atracador, intentando ocultar la evidente motivación política de su acción y, por lo tanto, de su ejecución. Así, el hecho de ejecutar a ambos a la vez era, en la cabeza de quienes idearon ese plan —Utrera Molina, entre otros—, la prueba fehaciente de que ambos ostentaban la misma condición: unos miserables delincuentes a los que había que dar garrote. Nada de política, nada de repercusión. El hecho de que la militancia de Salvador se desarrollase en un ámbito de insurreccionalismo muy alejado de las siglas y prácticas más conocidas y trascendentes del movimiento antifranquista parecía abonar el éxito del plan de hacer pasar ese asesinato político por una pena de muerte legal más. Exactamente el mismo planteamiento que los hijos del franquismo más sangriento pretendían defender en el Congreso la pasada semana.
Al pobre Heinz le tocó, en palabras de Els Joglars, ser “la torna”, esa palabra catalana que define “lo que se suma para completar el peso de una mercancía que se vende, pero no llega exactamente al peso indicado”. Lo necesario para completar una venta escasa de mercancía.
Volviendo a la actualidad, y recayendo en tema inevitable de estos días en el siempre agitado (y ahora, mucho más) espacio político/mediático del cambio, que está siendo la publicación de unos audios en los que se constata crudamente el papel mafioso que ha jugado en el descrédito continuado de la figura de Pablo Iglesias en particular, y del proyecto político identificado con Podemos en general, Antonio García Ferreras, director de La Sexta —ojo al cargo que ocupa— y presentador estrella de la cadena de televisión, materializado mediante el uso de fake news, esencialmente a través de su estrecho colaborador y mentiroso profesional Eduardo Inda, director de un panfleto levantado con cientos de miles de euros públicos, aportados alegremente por las Administraciones Públicas gobernadas por el PP.
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El uso discrecional de los bulos más burdos, como el propio Ferreras admite en una de las grabaciones hechas públicas, junto con la difusión de otros materiales policiales y judiciales necesarios para completar la estrategia de destrucción de Podemos, como fuerza política que puso en serio peligro la continuidad de determinados niveles subterráneos en los que se cimenta lo peor del denominado Régimen del 78, entendido como estructura de continuidad del franquismo, que incluso a día de hoy sigue en activo de forma más o menos clara. Algunos de los artefactos utilizados desde esas llamadas “cloacas del estado” son poliédricos, con varias facetas combinadas.
Alguien inventa un bulo —si tiene una mínima conexión con la realidad, mejor; si no, tampoco importa— que sirve para situar al elemento atacado en el marco político/comunicativo en el que se le pretende situar —terrorista, bolivariano, corrupto, ... lo que convenga más en el momento concreto—. A partir de aquí, hay que activar todos los eslabones de la cadena para que el bulo funcione: un mando policial que confirme “investigaciones en ese sentido”, un elemento judicial (fiscal, juez, lo que haya a mano) que inicie una causa (aunque no se sostenga, da igual. Ya se archivará sin que ese detalle trascienda), y un periodista carente de escrúpulos, deontología o moral que difunda la mercancía.
Esa puesta en escena, para que se haga creíble y trascienda de los grupúsculos ultras, militantes ya convencidos de la estrategia de la mentira, necesita contexto. Esto es lo más importante, ya lo reclamaba incluso la factchecker oficial del Reino. El contexto lo da, por un lado, la caterva de opinadores del régimen, ora desde la dirección de programas de TV (telediarios inclusive), ora desde las mesas camilla reaccionarias que abarrotan pantallas televisivas y estudios radiofónicos, altavoceando a políticos y empresarios dedicados fervientemente al mismo cometido.
Pero, si queremos afinar mucho más “el contexto”, hace falta que el montaje llegue directo a ese espacio ciudadano, no sólo electoral sino también en gran parte militante, que sostiene a la fuerza política objetivo del bulo extendido. Desmovilizar votantes y enfrentar entre sí a la militancia no se hace desde medios que a priori se consideran hostiles: hay que hacerlo desde ámbitos que esa militancia y esa base electoral consideran afines: donde participan sus referentes.
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Esta estrategia, más o menos intuida por mucha gente, incluso más o menos conocida por algunos menos, ahora se ha mostrado en toda su cruda textualidad con la publicación de los audios del cloaquero mayor (cuyo papel en todo esto da para libro). Son hechos indiscutibles que esa estrategia no es una paranoia de políticos en declive, intentando culpar al empedrao de su decadencia, sino que es un realidad, verbalizada por sus protagonistas, entregados a esa miserable estrategia con una locuacidad obscena, incluso seguro que animada por un cierto puntillo alcohólico.
El caso es que esa parte de los audios ha puesto un espejo ante esos colaboradores “aliados” que vienen participando en esos altavoces mediáticos desde los que se inoculan los bulos directamente al público ante el que se quiere desacreditar y desprestigiar a quienes lideran los espacios políticos de confrontación, para desmovilizar su apoyo y socavar su base militante enfrentando a unos con otros. Ahora, es evidente para todo el mundo (también para ellos), que el papel de esos colaboradores es totalmente necesario para que el artefacto creado en esas cloacas (políticas, policiales, judiciales y mediáticas) cumpla eficazmente su objetivo. Y, al verse en ese espejo, las reacciones son diversas.
Destacan aquellas que culpan al propio espejo (que, en este caso, toma la forma de un puto podcast), o a la mano que se lo pone delante y a la vez expone su reflejo ante la sociedad: no quieren ver ese reflejo (porque no les gusta lo que ven), pero sobre todo, no quieren que lo vea el resto del mundo, ya que esa exposición no les deja en buen lugar. Todo lo contrario. Quienes han de alimentar un cierto prestigio personal para mantener su estatus (profesional, económico, académico, ...) ven que éste se degrada sensiblemente si mantienen su presencia en esos programas, pero hay muchos otros condicionantes que deben tener en cuenta, especialmente si miran a largo plazo.
En esa tesitura, las opciones no son muchas: o cabalgas tus contradicciones y aguantas así tu posición, escondiendo el papel que -sabes que- estás haciendo tras un velo de cinismo y sarcasmo, o decides afrontar la realidad y rompes con ese contexto explícito, con renuncias importantes (económicas, de exposición pública de propuestas, etc...) pero manteniendo el papel que ese público espera de ti: denunciar la labor de todos y cada uno de los autores, cómplices y colaboradores necesarios de ese despreciable modus operandi, negándose a ser parte del mismo.
Volviendo al bueno de Heinz Chez, a él no se le dio la oportunidad de elegir su papel. Le tocó ser la torna, el contexto necesario para que una acción política planificada (la ejecución de Puig Antich) no pareciera tal.
En la acción política que acabamos de glosar, urdida y materializada por los herederos de los asesinos de Heinz y Salvador, afortunadamente, esos (sobre todo) compañeros y (muchas menos) compañeras sí tienen la posibilidad de cambiar el contexto y negarse a ser la torna de las cloacas, como ha hecho El Salto. El hilo con el que se teje la historia de Puig Antich (y de Heinz Chez) también se anuda en el Molo, el Diagonal y en El Salto.
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Buen artículo.
No conocía esto de "la torna".
A mí me gusta usar el término de "SPARRINGS", para llamar a los COLABORADORES que se hacen pasar por progresistas-demócratas-etc. de esos programas para lavar cerebros, propagar el pensamiento único del neoliberalismo, etc., etc., etc. -(suena a "colaboradores necesarios" de esos malditos crímenes nefandos y nefarios de el NO-DO, hoy OLIGOPOLIO MEDIÁTICO DE ESPAÑISTÁN)-.
Estos SPARRINGS hacen su papel, dejándose colar todas calumnias contra honrados demócratas y antifascistas, blanqueamientos del nazi-franquismo terrorismo de Estado-Mafia, justificaciones de los expolios y megacorrupciones y megacorruptos de la VIGENTE OLIGARQUÍA BANANERA, etc., etc., etc.
Estos SPARRINGS son sabedores -(obviamente)- de su papel y de que para eso les llaman a esos teatrillos de mala muerte tan burdos y de que para eso les pagan sus "colaboraciones necesarias".
En fin, es bastante burdo, soez, zafio, grosero; como todo aquí en ESPAÑISTÁN.