Música
¿Dónde se escucha la canción protesta del siglo XXI?

Ya no se escriben con chaqueta de pana y guitarra al hombro, pero en 2020 sigue habiendo canciones que protestan contra el orden establecido desde una voz personal. Y menos mal. En el presente siglo, los cambios tecnológicos y en el modo de consumir música han transformado el canon fijado sobre lo que debía ser una canción protesta, pero el concepto sigue vigente.

El 8 de octubre de 2007 fue una fecha para el recuerdo en el género de la canción protesta. Quizá la última. Ese día el músico británico Robert Wyatt publicó su disco Comicopera, hasta el momento el colofón a una trayectoria única en el pop occidental, extendida durante más de cinco décadas. Wyatt, postrado desde 1973 en silla de ruedas tras un accidente, es un extraordinario forjador de personalísima canción de autor, música que abraza y conmueve, firmante de letras que viajan de Timor Oriental a Palestina, con paradas en el recuerdo a García Lorca o la crítica al colonialismo estadounidense. 

En Comicopera, Wyatt —que se afilió al Partido Comunista de Gran Bretaña en 1979, coincidiendo con la llegada de Margaret Thatcher al número 10 de Downing Street, luego se desengañaría— cierra el disco con una versión de “Hasta siempre, Comandante” de Carlos Puebla, el cantor de la revolución cubana. A lo largo de su discografía, Wyatt se ha caracterizado por picotear frecuentemente en cancioneros ajenos y es de los pocos músicos anglosajones que han valorado y se han acercado con admiración a la canción latinoamericana.

Cuarenta años antes del homenaje que le brindó el británico, Carlos Puebla fue uno de los participantes en el I Encuentro de la Canción Protesta, celebrado en 1967 en Varadero (Cuba). Organizada por la Casa de las Américas, con enviados de 16 países, la convocatoria se desarrolló a lo largo de tres días y legó una resolución en la que se lee que “la canción es un arma al servicio de los pueblos, no un producto de consumo utilizado por el capitalismo para enajenarlos”. En las sesiones se discutió sobre el papel de los músicos en los procesos revolucionarios y el de la canción popular como herramienta contra el imperialismo y a favor del socialismo. Saber si la música es parte del problema o puede serlo de la solución, casi nada. El texto final, firmado por cantautores como Daniel Viglietti, el propio Puebla, Ángel e Isabel Parra o Raimon, describe la tarea de los trabajadores de la canción protesta y dice que “debe desarrollarse a partir de una toma de posición definida junto a su pueblo, frente a los problemas de la sociedad en que viven”.

Para algunos de los reunidos en Varadero, según recuerda Valentín Ladrero en Músicas contra el poder (La Oveja Roja, 2016), la cuestión principal del debate estribó en la definición de “popular” vinculada a una idea estática de pueblo, de sus singularidades nacionales y de los grupos sociales que la contenían.

Con esas bases y muchas especificidades propias de cada país y cada artista, la canción protesta se expandió durante las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, especialmente en los territorios de habla hispana, combinando la lírica contestataria, la recuperación de ciertos folclores locales y la conciencia de pertenecer —y cantarle— a la clase trabajadora. Así, en la nómina de la canción protesta cabe citar a Barba Mayo y Mercedes Sosa en Argentina, Víctor Jara y Violeta Parra en Chile, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez en Cuba, o Pete Seeger y Malvina Reynolds en Estados Unidos, tomando el relevo de Joe Hill y Woody Guthrie, aquel músico cuya guitarra mataba fascistas. En España, la dictadura jugó un doble papel, al dificultar enormemente a la par que servía de estímulo para las obras de Paco Ibáñez, Lluis Llach, Raimon, Elisa Serna, Luis Pastor, Mikel Laboa, José Antonio Labordeta, Pablo Guerrero, Ovidi Montllor o Chicho Sánchez Ferlosio. Desde el flamenco, es de justicia nombrar a El Cabrero y José Menese.

Música
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Cigarro en mano y guitarra bajo el brazo, José Antonio Sánchez Ferlosio, conocido popularmente como Chicho, compuso decenas de canciones de historia viva repletas de libertad, denuncia e ironía que desde los años 60 se han incrustado en el imaginario colectivo de varias generaciones.

“La expresión ‘canción protesta’ resulta problemática”, considera el periodista musical Dorian Lynskey en el prólogo de su libro 33 revoluciones por minuto, historia de la canción protesta (Malpaso, 2015). Lynskey recuerda que, para algunos músicos, ha sido una etiqueta que les ha encasillado y pone como ejemplos a Joan Baez, quien dijo una vez que odiaba las canciones protesta aunque “algunas se expresan de modo diáfano”, y a Bob Dylan cuando, antes de tocar por primera vez “Blowin’ in the wind” en directo, advirtió al público de que aquella no era una canción protesta. Dylan, por cierto, es noticia estos días al haber publicado dos canciones nuevas en el último mes, tras ocho años de silencio.

Una de las citas que abre el libro es del cantautor estadounidense Phil Ochs —creador en 1966 del tema satírico “Love me, I’m a liberal” que Nacho Vegas convirtió medio siglo después en “Ámenme, soy un liberal”—, de quien el periodista rescata una declaración en la que aseguraba que “por mal que pueda sonar, casi prefiero una buena canción favorable a la segregación que una mala favorable a la integración”. Que no cunda la confusión: Ochs era de izquierdas y había firmado himnos contra la guerra de Vietnam. Impactado por el golpe de estado militar perpetrado por Pinochet —e impelido por la admiración que sentía hacia Víctor Jara, al que había conocido en un viaje a Chile y de quien afirmaba que lo suyo era de verdad, no como lo que hacían ellos, los cantantes estadounidenses aparentemente comprometidos—, Ochs organizó el 9 de mayo de 1974 un festival benéfico en Nueva York llamado An evening with Salvador Allende (Una velada con Salvador Allende) en el que actuó junto a Dylan, algunos miembros de los Beach Boys y Arlo Guthrie, hijo de Woody. Pero en la frase destacada por Lynskey, Ochs nombraba uno de los problemas fundamentales que han atravesado a la canción protesta.

El periodista Dorian Lynskey define la canción protesta como aquella que trata cuestiones políticas para apoyar a las víctimas, y no oculta que es un género musical perjudicado tanto por sus valedores como por sus críticos

Las tensiones entre forma musical y mensaje vehiculado mediante la letra, entre la intención de la canción y el resultado obtenido, entre el por qué y el para qué han acompañado perennemente una manera de hacer música en la que se ha privilegiado el significado sobre el significante, lo que ocasiona al menos dos conflictos: uno relativo al hecho de que el sentido de una canción no es completo hasta que es escuchada, necesita una recepción, una interpretación por parte del oyente, que siempre hace su lectura por muy clara que parezca la letra. Y, he aquí el segundo problema, las canciones en el marco de lo popular constan de dos partes, música y letra. De su interacción depende que un tema funcione o no.

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Convertida la escritura de canciones en su oficio hace tiempo, Nacho Vegas entrega ahora 18 nuevos títulos en un doble disco con el que sigue persiguiendo un objetivo igualmente dual: ser un eslabón más en la música popular y ayudarse a sí mismo a comprender de qué va todo esto.

Lynskey define la canción protesta como aquella que trata cuestiones políticas para apoyar a las víctimas, y no oculta que es un género musical perjudicado tanto por sus valedores como por sus críticos. Los primeros, los entusiastas, tienden a comportarse “como si las buenas intenciones no precisaran un mínimo de calidad musical”; mientras que los segundos, opina, suelen ciscarse en lo aburrido que es ver a un tipo con chaqueta de pana y una guitarra recitando un discurso político puño en alto. Algo ejemplificado perfectamente en las tres palabras —“vale, Fermín, vale”— que un hastiado Albert Pla, a quien el traje de la canción protesta se le queda cortísimo, dedica a un exaltado Muguruza que se ha venido arriba citando a Eduardo Galeano en la estupenda canción coral “Veintegenarios en Alburquerque”, incluida en el disco del catalán del mismo título fechado en 1997 que simula ser un directo.

“Todos los tipos de música pueden estar al servicio de un sistema de opresión, pero todos pueden también formar parte del relato de nuestra liberación”, expone el músico Dave Randall

La función de la canción protesta, ese carácter meramente teleológico que se le ha atribuido como herramienta a favor de unas causas políticas determinadas, choca con factores ambientales que no pueden ser obviados. Como apunta Dave Randall, guitarrista en el proyecto electrónico Faithless y músico de sesión para Sinead O’Connor, en Sound system, el poder político de la música (Katakrak, 2018), una misma pieza puede tener varios sentidos a la vez. “Ningún género actúa exclusivamente como arma de distracción masiva y ningún género está por defecto y siempre del lado del progreso. Todos los tipos de música pueden estar al servicio de un sistema de opresión, pero todos pueden también formar parte del relato de nuestra liberación. Su significado social no está fijado”, expone el músico británico.

Otra cuestión que afronta quien escribe canción protesta es la exigencia de coherencia entre obra y vida, la fiscalización que recibe para que desvele si, cantando lo que canta, está afiliado a algún sindicato, y a cuál en caso de que sí, o las críticas que lloverán por atreverse a firmar contrato con una multinacional para que le publique un disco en el que la actuación de las megacorporaciones con respecto al medio ambiente no sale nada bien parada. Según Lynskey, escribir una canción protesta es “buscarse problemas y este peligro es lo que aporta vitalidad al formato”. Para él, las mejores “no son productos muertos atados a un tiempo y un lugar concretos sino organismos cambiantes”.

Y la guitarra dejó de matar fascistas

Los tiempos parecían estar cambiando. Y seguramente así fue. El 4 de noviembre de 2008, transcurrido poco más de un año del lanzamiento de Comicopera, al otro lado del Atlántico Barack Obama ganó las elecciones a la presidencia de Estados Unidos, convirtiéndose en la primera persona negra que lo lograba. Esa misma noche, en su alocución desde un estrado en Grant Park, Chicago, Obama habló de que el camino había sido largo y que el cambio había llegado a Norteamérica. Lynskey escucha en esas palabras una cita al cantante de soul Sam Cooke y considera que, en cierto sentido, “Obama es el primer presidente vinculado a la canción protesta”.

En el concierto previo a su investidura, celebrado el 19 de enero de 2009, Bruce Springsteen y Pete Seeger tocaron “This land is your land” de Woody Guthrie, y Bettye Lavette y Jon Bon Jovi recordaron precisamente la canción de Cooke “A change is gonna come”.

Se trata de canciones antiguas, convertidas en leyenda. El problema que encuentran para seguir siendo referentes es que los tiempos han cambiado, efectivamente, y que la antorcha de la protesta en forma de canción, si es que sigue prendida, ya no la portan hombres con su guitarra al hombro. En una entrevista concedida a El Salto en mayo de 2017, Billy Bragg, el mayor exponente de la canción protesta en Reino Unido en los últimos 40 años, lo dejaba claro: “Si buscas política en grupos de guitarras, estás buscando en el lugar equivocado”. 

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Bragg, que bajó a la mina a cantar a los mineros cuando las huelgas contra Thatcher, observaba que en el siglo XXI “los grupos de jóvenes blancos con guitarras ya no tienen ese filo político, la música política en Reino Unido ahora es el grime”, y hacía una consideración más amplia en torno a la relevancia de la música: “No es solo la música política sino que la música, en general, ya nunca va a tener ese rol de vanguardia en la cultura juvenil”. 

El autor de “A new England”, que escribió con 21 años y se convirtió en su canción más famosa, en la que habla de que le interesaba más conocer a otra chica que cambiar el mundo, también mencionaba en la entrevista esa intersección desde la que ha dirigido su carrera: “La gente olvida que escribo canciones de amor, tengo más canciones de amor que políticas. Lo más interesante son los cruces entre ambas”.


Tras el apogeo de la canción protesta en aquellos años 60 y 70, la llama fue perdiendo intensidad. En España, el advenimiento de la Transición trajo nuevos ritmos y dos caras opuestas —el desenfado de la Movida madrileña y el enfado del rock radical vasco— dejaron en la estacada a aquellos viejos y sus batallitas cantadas. A mediados de los años 90 se volvió a hablar de canción protesta, gracias a los éxitos comerciales de Pedro Guerra y, sobre todo, Ismael Serrano. También Manolo Kabezabolo, con su canción protesta de autor punk, una fórmula que le dio para un sorprendente primer disco y que luego desechó en favor de una banda de corte convencional.

Al resumir las reclamaciones políticas expresadas mediante la música en los últimos años en España, es insoslayable señalar la persecución judicial que han sufrido varios artistas, principalmente del ámbito del hip hop, con severas condenas de prisión por lo que dicen en sus rimas. Una situación que remite a aquellos años de la canción protesta bajo la dictadura y que pone al descubierto cómo se tensan las cuerdas y estallan las costuras cuando se ejerce efectivamente un derecho fundamental, como es la libertad de expresión.

Asimismo, conviene recordar la iniciativa de Camila, quien en 2014 publicó un disco que incluía la cláusula mantera, una licencia inventada por ella que permitía expresamente la venta de copias físicas del disco en la calle, en la manta. Una forma de canción protesta que no se manifestaba en la letra o el tono de la música, sino en la relación que establecía con el mundo al que acababa de llegar. Pero este, lamentablemente, no prestó mucha atención y la cláusula mantera no obtuvo la repercusión que merecía esta propuesta que mezclaba música y política.

Fuera de nuestras fronteras, nombres importantes han sido los del propio Bragg, Ani DiFranco o Steve Earle en Estados Unidos, o Manu Chao, quien en 1998 le dio una vuelta completa a lo que significa la canción protesta con su memorable primer disco en solitario, Clandestino. Mención especial merecen las acciones del colectivo Pussy Riot, quienes han desafiado el autoritarismo y la represión de la Rusia de Putin con intervenciones musicales que les han ocasionado condenas de cárcel y el inicio de una carrera más convencional, con videoclips y giras, tras unos comienzos enmarcados en el arte político de denuncia y performance.

Música
40 años en 40 canciones

Los cuarenta años de canciones en España bajo el marco constitucional instaurado en 1978 han dado para mucho. O para poco, dirán las voces más críticas. Como la propia Constitución, se apuntará desde la bancada escéptica. Unos y otros pueden elegir su canción favorita de este periodo, votando en la encuesta que se encuentra al final del artículo.

Otra experiencia destacable es la de Fundación Robo, un proyecto de canción protesta colectiva que, al calor del 15M, trató de renovar el imaginario y los debates en el seno del pop en España. Años después, se puede decir que dejó sus objetivos a medio cumplir, pero también que produjo una de las mejores canciones para explicar lo que es este país en la segunda década del siglo XXI: “Cómo hacer crac”.


25 canciones, muchas protestas y un mundo diferente

Al pasar la página del siglo XX, la canción que protesta también mudó su piel. Hay nuevos instrumentos, nuevas maneras de consumir música, nuevos agentes que guían los objetivos de la industria, nuevos ritmos, y todo eso ha contribuido a que el formato de voz y guitarra con letras combativas haya quedado obsoleto. La posibilidad de crear música desde el teléfono móvil ha facilitado un abaratamiento de costes y una mayor accesibilidad. Se sigue cantando contra el sistema —y que no falte—, pero los odres son otros y la imagen de un recital con miles de personas atendiendo a una persona con su guitarra parece definitivamente de una época lejana en el tiempo.

Como muestra, seleccionamos 25 temas que bien pudieran ser ejemplo de lo que la canción protesta ha dado de sí desde el año 2000. Habrá ausencias notables y presencias que escandalicen, como sucede en todo listado, pero creemos que todas las que aparecen presentan motivos de sobra para hacerlo.

“Canción de julieta”
En Comicopera, Robert Wyatt no solo recordó a Carlos Puebla sino que también se atrevió con unos versos de la obra de teatro El público, escrita por Federico García Lorca en 1930.

 

“People’s faces”
Kate Tempest escribe poesía, rapea, canta. Hay quien dice que ella es el punk del siglo XXI, pero lo suyo es algo más cercano a la canción protesta en nuestros días. Una voz imprescindible, de crítica y esperanza, de la que Billy Bragg afirmó que “no solo canta o rapea, te dice las cosas como si su vida dependiera de que entendieras lo que está diciendo”.

 

“eso es lo que esperan que hagamos”
Habitual en el cartel de fiestas de centros sociales, asociaciones vecinales, sindicatos, colectivos feministas o radios libres en Madrid, también en salas de aforo reducido, Alicia Ramos le da a la guitarra con aires de rock americano y en sus temas le canta las cuarenta a Christine Lagarde, a quien sugirió que se muera cuanto antes, o a Iñaki Urdangarin. Con mucho humor y sentimiento, las canciones de su último disco, Lumpenprekariat, escritas desde el más bajo de los Carabancheles, emocionan y hacen pensar en lo bien que les quedaría una banda de acompañamiento.

 

“La caja”
Lidia Damunt fue parte de Hello Cuca, uno de los mejores grupos de rocanrol que ha habido en España, por sus canciones y por el ejemplo que dieron. Tras la separación, inició una carrera en solitario que, en 2017, dejó su canción más cercana a la protesta, con una letra controvertida en la que insta a romper el patriarcado y aboga por abolir la prostitución. Nacer en Marte, publicado el año pasado, es un disco excelente y su más completo trabajo hasta la fecha.

 

“the community of hope”
En 2016, la cantante británica PJ Harvey se vio envuelta en la polémica por el segundo sencillo de su disco The Hope Six Demolition Project. La canción, breve y directa, con coros góspel, escoció a los políticos conservadores y demócratas de Washington DC puesto que la letra retrata con ironía las actuaciones institucionales llevadas a cabo en uno de los distritos más pobres de la capital de Estados Unidos.

 

“vivir”
Mursego cacharrea, mezcla géneros musicales como quien juega con plastilina y es capaz de cantar versos de Gloria Fuertes, hacer conciertos para peques o conducir la grabación de un disco multitudinario con las vecinas del pueblo alavés de Oyón, muchas de ellas migrantes. En Hiru, publicado en 2013, se encuentra este hermoso canto a la vida.

 

“quen son os meus”
Es posible que a María Xosé Silvar no le haga mucha gracia encontrarse en este listado.“Lo de la canción protesta…yo no consiento que me digan eso, yo protesto muy poco, lo que hago es denunciar o contarte cosas”, explicaba en una entrevista publicada en El Salto el año pasado. En 2020 presenta nuevo disco, Liberar as arterias, con título tomado de la escritora Luz Fandiño, y sigue siendo una de las voces importantes de la música gallega dentro de un formato que se parece mucho al clásico de la canción... protesta.

 

“Sepé Tiaraju”
Agricultura livre es una barbaridad, un triple disco en el que su autor, Emilio José, volcó su gusto por el pop, el hip hop, la electrónica casera y la canción latinoamericana. En sus letras, toneladas de política. Y sin cortarse: en “Sepé Tiaraju” hace el recuento de quién mató más, ETA o España. Quizá lo que le haya librado de visitar un juzgado sea el hecho de cantar en gallego, visto lo visto. O no. En noviembre de 1980, el cantautor Suso Vaamonde recibió una condena de seis años y un día de prisión por añadir estos versos en un concierto celebrado en Pontevedra un año antes: “Cando me falan de España sempre teño unha disputa / que se España é miña mai / eu son un fillo de puta”.

 

“Heteronorma y relaciones de poder en la época de las representaciones del capitalismo posfordista (canción total)”
Pocas letras tan descriptivas de la socialdemocracia en España como esta, incluida en el primer disco de Las Víctimas Civiles, 40 años de éxitos del posfranquismo español. Una canción total, sin duda.

 

“la gent”
Además de grabar una versión perfecta de la canción total de Las Víctimas Civiles en su debut en formato largo —un trabajo en el que la recuperación de la memoria histórica tiene un papel fundamental—, Maria Arnal i Marcel Bagés recurrieron a Joan Brossa para cantar que la gente no se da cuenta del poder que tiene y que una huelga general de una semana paralizaría los Estados y demostraría que las leyes que imponen no son necesarias. En noviembre de 2017, la cantante del dúo aseguraba a El Salto que “la música es una manera de explicar algo, ella en sí misma es un lenguaje pero luego están el presente, el contexto y nuestras ganas de decir cosas”.
“Ideología”
Los veinte años de carrera en solitario de Nacho Vegas se dividen en dos etapas: una primera más orientada a la canción de autor de tono confesional y exposición de malestares íntimos, y la segunda con mayor implicación lírica en asuntos sociales y colectivos. En su último disco, Violética, combinó ambas con resultado muy recomendable.

 

“No hay tanto pan”
En 2016 se registraron 63.307 desahucios en España, sumando el sexto año consecutivo en el que la cifra de lanzamientos, tanto procedentes de ejecuciones hipotecarias como por impago de alquiler, superaba los 60.000. Ese año se estrenó la película Cerca de tu casa, en cuya banda sonora Silvia Pérez Cruz incluyó una canción espeluznante que recogía una frase coreada en las acciones de las Plataformas de Afectadas por la Hipoteca: “Es indecente, es indecente, gente sin casa, casa sin gente”.

 

“alma mestiza”
Para la rapera guatemalteca Rebeca Lane, el hip hop es un arma de expresión y organización con la que se traslada a un territorio en el que los cuerpos, como el suyo, van sanando y aprendiendo día a día de la comunidad y del medio natural. En 2018, reconocía en El Salto que nunca se planteó “tener un grupo de rock o algo así porque para nosotros no es accesible tener una guitarra, un lugar donde ensayar”.
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“mándame tu luz”
Recién estrenada, la nueva canción de la argentina Sara Hebe es otro paso más en una carrera ecléctica, en la que el hip hop, la denuncia, la afirmación personal y la progresiva apertura hacia formas pop comparten espacio.

 

“anatomía de un asesinato”
No abundan las canciones que digan lo que dice esta. En apenas cuatro minutos y medio, Los Chikos del Maíz van repartiendo hostias como panes a culpables, responsables y cómplices de que las tragedias se conviertan en desgracias, esas fracturas que siempre tienen un componente de clase. En la entrevista publicada por El Salto en noviembre del año pasado, reconocían, quizá sorprendentemente, que su objetivo al hacer música es entretener. “No tenemos grandes objetivos políticos con nuestra música ni creemos que la música está para cambiar el mundo ni nada parecido”, decía Nega.

 

“legend has it”
Es un lugar común recurrir a la cita de Chuck D, de Public Enemy, en la que decía que el rap es la CNN de los negros, pero sigue siendo efectiva para hablar de la capacidad comunicativa del hip hop. En los últimos años, el dúo Run the Jewels, formado por Killer Mike y El-P, es uno de los referentes del género en Estados Unidos por canciones como esta, un puñetazo a la idea de justicia en su país.

 

“king kunta”
Otro de los protagonistas del hip hop en el último lustro es Kendrick Lamar, quien en 2018 se convirtió en el primer artista no adscrito a la clásica o al jazz en ganar un Pulitzer en la categoría musical por su disco DAMN. En “King Kunta”, el tercer sencillo del álbum previo al galardonado, hacía referencia al arquetipo de esclavo rebelde Kunta Kinte y tomaba prestadas cosas de Michael Jackson y James Brown. Lamar es uno de los músicos que se ha inspirado en el movimiento #BlackLivesMatter, de denuncia de la sistemática violencia policial contra la población negra en Estados Unidos.

 

“middle class”
La historia de Democrazy es la de una reunión de viejos conocidos para volver a tocar música. También la de un artefacto creado para intervenir en la realidad. Y, por último, la de la victoria del deseo sobre la necesidad, según explicaba a El Salto su cantante, Ángel Luis Lara, a principios de 2019. En “Middle class”, estos antiguos componentes de Hechos contra el Decoro se dirigen a la clase media. “Un elemento fundamental de sentido en la clase media es el egoísmo como principio fundacional de una condición colectiva. Y eso a mí me inquieta notablemente”, contaba Lara.
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“rené”
En febrero, Residente lanzó una larga canción río que tiene tanto de exorcismo personal como de denuncia por el estado de las cosas. Su anterior grupo, Calle 13, bien podría haber formado parte de esta lista puesto que lo suyo fue, sin duda, canción protesta del siglo XXI. “Calle 13 ha aportado una forma de documentar una época de manera creativa pero también accesible, sin hacernos los rebuscados ni los intelectuales”, explicaba Residente a El Salto en 2017.
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“Young, latin & proud”
Joven, latino y orgulloso. Un himno a pequeña escala que reivindica las raíces de su autor, Roberto Carlos Lange, de nombre artístico Helado Negro. De familia ecuatoriana y criado en Florida, ha experimentado en primera persona el racismo en Estados Unidos y ya lleva seis discos de pop suave bajo ese alias. Aunque forma parte de la nueva ola musical latina que crea en la era de Trump, no considera al multimillonario presidente una fuente de inspiración. “No soy partidario de lanzar una canción como una reacción, para mí no tiene mucho sentido una respuesta musical como si fuera un tuit”, afirmaba en una entrevista publicada por El Salto en verano de 2017.
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“el botín”
La más reciente canción de Tremenda Jauría vuelve a confirmar el crecimiento musical del grupo afincado en Madrid aunque de vocación internacionalista. “Navegando entre los restos del naufragio, caso omiso a los avisos de desahucio, el timón se quiebra con los vendavales, pero aguanta nuestra vela hecha a retales”, dice la letra.

 

“la vida es”
Dellafuente y Maka firmaron en 2016 un fresco de la clase trabajadora que convierte en protagonistas a quienes más lejos están siempre de los focos. Tremenda.
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De niño cantaba a escondidas frente al espejo y hoy se siente en la “gloria bendita” por cumplir el sueño de poder vivir de la música. El granadino Maka no imagina qué habría sido de él si no escribiera canciones. “Me hubiera muerto de hambre”, pronostica. Y no son palabras huecas: de escasez y pasarlo mal sabe un rato.

 

“tú no eres activista”
Es influencer, instagramer, arquitecto, violinista, millenial, aliado feminista, adicto a Pontejos y orgulloso puto-chino-maricón. El artista Chenta Tsai canta, baila y echa Cristasol. “No es justo decir que soy un músico que hace música protesta porque sería infravalorar a aquelles artistes que sí se dedican al 100% a cantar canciones protesta”, contaba hace un par de años a El Salto. Pero aquí pensamos que sí, que lo suyo es canción protesta.

 

“2k20”
Lo suyo es el punk de toda la vida, y en Gran pantalla, su nuevo disco, Biznaga descarga toda su rabia contra el algoritmo en un trabajo conceptual en torno a las transformaciones en lo personal y lo colectivo que ha supuesto la implantación del imperio GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft). Punk, algo de marxismo y crítica. ¿Canción protesta del siglo XXI? Por supuesto.
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“Somos chulas (no somos pendejas)”
De Downtown Boys hemos dicho que merecen la portavocía del socialismo musical del siglo XXI. Su implicación en diversas causas y el ruido que montan hacen que su propuesta sea difícil de ignorar. “No creo que podamos vivir en la ilusión de que un grupo de música sea la única herramienta para aportar soluciones a los problemas políticos desde la cultura”, decía a El Salto su guitarrista, Joey DeFrancesco, en la primera visita a Madrid de este grupo punk rabioso y mestizo. La cantante, Victoria Ruiz, opinaba que lo mejor de hacer música es “que te permite soltar diferentes energías que están dentro de ti y que te retratan de maneras distintas, incluso contradictorias unas con otras”.
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Las canciones de Downtown Boys incluyen las instrucciones para prender la mecha y que el incendio nos pille bailando en la oscuridad. Su gira española ha confirmado lo que se intuía en los discos: este grupo rabioso y mestizo es lo mejor que le ha pasado al punk en años.

 

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Baztango taldea emakumez bakarrik eta euskaraz osatuta dago, eta gizonek ez dituzten agertokietan eskakizun bat dagoela dio. Landa eremutik eta ikuspegi feministatik mintzo dira.
#59494
5/5/2020 20:58

Xenia Rubinos - Mexican Chef

0
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#58558
26/4/2020 17:18

¡Me ha flipado el triple disco de Emilio José! Una joya agreste.
Gran descubrimiento.
Una vez más, gracias por tus propuestas musicales, José Durán Rodríguez ;)

1
0
#58524
26/4/2020 13:48

Silvia tomas trio

0
0
#58495
26/4/2020 9:10

ya puestos a incluir deberíamos tener en cuenta al Grup Yorum, un ejemplo de coherencia hasta las últimas consecuencias; represaliados por Edogán, recientemente han muerto ya dos de sus componentes en huelga de hambre y una tercera lleva más de 300 días.

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#57998
22/4/2020 9:29

Se m'acut açò: https://escolavalenciana.bandcamp.com/
Salut!

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#57761
20/4/2020 15:00

TRIBADE

1
1
#57611
19/4/2020 8:19

Muy buen artículo, pero creo que olvidarón la canción más influyente de la ultima decada, This is America de Childish Gambino

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Los partidos independentistas han sufrido la crisis del procés y el posprocés, y todavía no la han resuelto, sino, a lo sumo, la han aplazado. El PSC aparece como el ganador de una carrera con corredores agotados.
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Ciudades Fake Madrid, un paseo por los hitos del simulacro
Un recorrido por los grandes éxitos de la conversión de Madrid en una ciudad irreal.
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Opinión Sobrevivir pagando en el Álvaro Cunqueiro
Una de las victorias ideológicas del PP de Feijóo en Galicia ha sido hacernos creer que pagar por servicios esenciales en los hospitales durante el cuidado de nuestros enfermos es lo natural, que no hay otra manera de abordarlo, pero es mentira.

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Eyad Yousef “No cuentes lo que queremos ser, cuenta lo que nunca hemos dejado de ser: un pueblo que quiere la paz"
Eyad Yousef es profesor en la Universidad de Birzeit, Cisjordania, y comparte su experiencia en una universidad que “representa el pluralismo y la libertad que tanto anhela la sociedad palestina”
Siria
Oriente Próximo Israel impone hechos consumados sobre Siria para condicionar la transición según sus intereses
“Está escrito que el futuro de Jerusalén es expandirse hasta Damasco”, dijo este octubre el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, uno de los exponentes ultras del Ejecutivo.
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Ocupación israelí Un tercio de los asesinatos de periodistas en 2024 fueron obra del ejército de Israel
Reporteros Sin Fronteras documenta la muerte de 18 periodistas en Palestina y Líbano este año “asesinados deliberadamente por hacer su trabajo” y habla de una “masacre sin precedentes” de profesionales del periodismo.
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Análisis Los aerogeneradores no son molinos, son gigantes
El megaproyecto eólico del Clúster Maestrazgo, punta de lanza del capitalismo verde, destruirá un área natural de alrededor de 1325 campos de fútbol.
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VV.AA.
Las cumbres del clima no están aisladas del resto de espacios políticos y también están atravesados por las dinámicas patriarcales, pero ¿en qué lo notamos? ¿cómo abordan las negociaciones climáticas las políticas de género?
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Educación pública El Gobierno de Ayuso recula y aplaza hasta junio los despidos masivos en Educación
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